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6. MOISÉS EN EL MONTE

MOISÉS EN EL MONTE

“Moisés en el monte” se refiere a la manera en que Dios entrega a Moisés las normas aplicables al Pacto que con Su pueblo haría.

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La Lectura Bíblica de Éxodo 24 presenta tanto los preparativos para el evento anterior como a la manera en que finalmente lo señalado fue realizado.

Éxodo 24 1 Dijo Jehová a Moisés: Sube ante Jehová, tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos. 2 Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él. 3 Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. 4 Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. 5 Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. 6 Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7 Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas. 9 Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel;

10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. 11 Más no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron. 12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. 13 Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos. 15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. 18 Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

De igual forma el Texto Áureo de 2 Corintios 3:7 permite entender que aquella normatividad para nada perfeccionó sino que eran sombras de la gracia venidera que por medio de Cristo se derramaría en sus seguidores: “Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer”.

Con todo y todo es menester los detalles finos de lo anterior ya que el no hacerlo ha llevado a quienes no permanecen en la fe dada a los santos de una vez y para siempre (Judas 3) ha conclusiones erróneas sobre la verdad revelada siendo la

principal, en cuanto a este tema, el considerar que todo lo entregado en Sinaí ya no está vigente, incluyendo en esto los Diez Mandamientos.

De las normas dadas por Dios la misma Escritura dice, en Gálatas 3:19, que hubo normas que fueron añadidas, añadidas a causa de las trasgresiones, y no sólo añadidas sino que las mismas estarían vigentes hasta que llegase la descendencia a quien iba destinada la promesa, esto es, hasta el advenimiento de Cristo, “entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador”, es así que la pregunta básica es ¿qué normas y en qué momento fueron añadidas?

Para responder a lo anterior es menester entender que Moisés no subió una sino dos veces al monte Sinaí, esto es declarado por la Escritura cuando en Deuteronomio 10:10 así lo señala: “Y yo estuve en el monte como los primeros días, cuarenta días y cuarenta noches; y Jehová también me escuchó esta vez, y no quiso Jehová destruirte”. ¿Qué recibió tanto en la primera vez que subió como en la segunda? Deuteronomio 5:22 es muy claro cuando menciona que Dios entregó Sus Diez Mandamientos en sendas tablas a Moisés y que nada añadió, luego entonces esto tuvo que haber acontecido en la primera vez que Moisés subió a Sinaí, de hecho en Éxodo 32:15 puede verse a Moisés bajando de Sinaí únicamente con dichas dos tablas. Más sin embargo, como puede leerse a manera de ejemplo en Éxodo 26:30, hubieron normas adicionales que fueron entregadas y las cuales, siguiendo el mismo razonamiento escritural, sólo pudieron haber sido entregadas en la segunda vez que Moisés subió al monte, estas leyes sociales, políticas y religiosas son las que se conocen como leyes mosaicas y este misma división la hace el propio Moisés cuando en Deuteronomio 4:13-14 señala que Dios le dio Sus Diez Mandamientos en sendas tablas mientras que a él le mandó instruir en otras normas adicionales al pueblo de Israel.

De esta forma pueden identificarse las normas que fueron añadidas, añadidas por causa de la rebeldía, como señala la misma Escritura, añadidas a los Diez Mandamientos cuyas primeras tablas fueron rotas por Moisés cuando al bajar del Monte vio como el pueblo de Israel en rebeldía se había puesto a retozar y disfrutar adorando aquel becerro de oro. Estas normas, y no los Diez Mandamientos, los cuales son eternos, son las que temporalmente estarían vigentes, al menos en su expresión material, hasta el advenimiento de Cristo.

De la Lectura Bíblica puede verse como es que Moisés sube al monte que Dios había dispuesto para entregar Su Ley. Esto significa un esfuerzo para Moisés, sin duda, pero un esfuerzo mínimo pues el camino hacia Dios que es infinito y eterno es insalvable a menos que Dios mismo lo supere. Moisés sube al monte, es verdad, pero es Dios que viene realmente al encuentro del hombre cuando, como dice Salmos 113:6, Él se abaja. Esto es importante entenderlo para no confundir que nuestros actuales esfuerzos por cumplir la Ley de Dios son los que nos granjean la consecución de las promesas. Isaías 64:6 señala como es que todas nuestras obras de justicia son como trapos de inmundicia ante Dios, esto porque en el presente siglo no alcanzan el nivel de perfección y santidad requeridos, lo cual es reconocido por Pedro cuando en Hechos 15:10 señala que las mismas nunca pudieron ser cumplidas, “¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?”, pero esto no debe mover a indolencia sino a seguir esforzándonos en el Camino, no como una forma de ganar por nosotros las promesas sino como una forma de evidencia que queremos que en su momento el Padre lleve en nosotros la obra que desde le eternidad pensó reflejando, en el reino venidero, al carácter perfecto y santo de Cristo.

Pero entonces, ¿por qué fueron estas leyes añadidas?, precisamente para evidenciar la imposibilidad de que desde nuestra carnalidad se cumpliese de manera perfecta y santa lo que Dios de nosotros espera, con todo y todo llegará el momento en que dichas normas puedan ser cumplidas de manera perfecta y

santa, espiritualizadas, ya que las mismas eran sombra de lo venidero, a la venida de Cristo cuando aquellos llamados y elegidos que sean hallados fieles sean transformados en cuerpos de gloria y no puedan pecar más sino que reflejando el carácter perfecto y santo de Cristo sirvamos al Padre en perfección y santidad.

Sobre esto es interesante que las tablas de la ley estaban dentro del Arca, como señala Éxodo 25:16, pero encima de ella estaba el propiciatorio, la tapa del Arca, la cual era rociada cada año con la sangre requerida para el perdón de los pecados del pueblo, símbolo de la sangre de Cristo que habría de ser derramada por todos, siendo que este propiciatorio también se conoce como el trono de gracia ante el cual podemos acudir, como señala Hebreos 4:16 a obtener misericordia: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Se comenta que es interesante ya que, en el mismo tenor de lo expresado anteriormente, no es el cumplimiento de la Ley lo que nos gana las promesas del Padre sino la misericordia de Dios quien cubre con la sangre de Cristo nuestros pecados permitiendo así acceder a la filiación divina, después de todo, como señala Éxodo 25:22, era encima del propiciatorio, el cual cubría las tablas de la Ley, desde donde Dios se manifestaba.

Uno como Moisés va al encuentro de Dios cuando responde al llamado, al igual que el pueblo de Israel, como señala Éxodo 24:7, uno dice que hará y obedecerá todo lo referido por Dios, pero al igual que el pueblo de Israel, al comenzar el andar por el Camino vienen los tropiezos, las caídas. Estos tropiezos y caídas, si es que nos molestan, nos entristecen, evidencian aquello que no somos ni queremos y mediante el esfuerzo y la lucha, por el Espíritu de Dios, se va desarrollando en nosotros Su carácter perfecto y santo hasta el día de nuestra liberación, mientras tanto seguimos acudiendo por Cristo al trono de misericordia, cubierto por Su sangre, para obtener por medio de su intersección, como señala 1 Juan 2:1-2, el perdón de nuestros pecados: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el

Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” .

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir en constante ascensión al monte de Dios, tanto para convenir el pacto por medio del cual obtenemos la filiación divina como para renovarlo después de cada caída entendiendo que dicha ascensión evidencia con nuestro esfuerzo la intención de servir a Dios pero que es Su gracia derramada mediante el sacrificio redentor de Cristo lo que nos habilita para la obtención de las promesas, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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