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43.CÓMO LLAMAN OTROS A JESÚS

CÓMO LLAMAN OTROS A JESÚS

“Cómo llaman otros a Jesús” hace referencia a lo que la Palabra declara referido precisamente a todas aquellas otras formas en que puede uno referirse a nuestro Señor y Salvador.

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La Lectura Bíblica de Deuteronomio 18:1-15 señala aquellas indicaciones que específicamente debían acatarse en cuanto a los levitas, de igual forma a la manera en que el pueblo de Israel, una vez entrando en la tierra prometida, debía conducirse para no mezclarse con las naciones que debía de arrojar de delante de sí. En ambos casos, como se comentará al final, los elegidos que en el presente siglo hemos aceptado el llamamiento del Padre para venir a salvación, dado que estamos llamados a ser sacerdotes y reyes con Cristo en el reino venidero, debemos esforzarnos por vivir de ya una vida de santidad y de perfección.

Deuteronomio 18 1 Los sacerdotes levitas, es decir, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad en Israel; de las ofrendas quemadas a Jehová y de la heredad de él comerán. 2 No tendrán, pues, heredad entre sus hermanos; Jehová es su heredad, como él les ha dicho. 3 Y este será el derecho de los sacerdotes de parte del pueblo, de los que ofrecieren en sacrificio buey o cordero: darán al sacerdote la espaldilla, las quijadas y el cuajar. 4 Las primicias de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de la lana de tus ovejas le darás; 5 porque le ha escogido Jehová tu Dios de entre todas tus tribus, para que esté para administrar en el nombre de Jehová, él y sus hijos para siempre. 6 Y cuando saliere un levita de alguna de tus ciudades de entre todo Israel, donde hubiere vivido, y viniere con todo el deseo de su alma al lugar que Jehová escogiere,

7 ministrará en el nombre de Jehová su Dios como todos sus hermanos los levitas que estuvieren allí delante de Jehová. 8 Igual ración a la de los otros comerá, además de sus patrimonios. 9 Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. 10 No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, 11 ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. 12 Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. 13 Perfecto serás delante de Jehová tu Dios. 14 Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros y a adivinos oyen; más a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios. 15 Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis;

De igual forma, el Texto Áureo de Revelación 17:14 arroja luz sobre el tema al referirse a Jesús como Señor de señores y Rey de reyes, “pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”, dejando ver que Él es el principal de muchos sacerdotes y reyes, los llamados y elegidos que hayan sido encontrados fieles, llamándonos a calificar para ser parte de estos.

De principio a fin uno puede encontrar literalmente desde la primer palabra de la Escritura, es más: desde la primer letra de la misma, y hasta la última palabra y letra de toda ella, referencias a nuestro Señor y Salvador, siendo que en el caso de todas aquellas maneras en que la misma se refiere a Jesús una referencia a sus características, a su dignidad, a su majestuosidad.

Moisés, en Deuteronomio 18:15-18, llamó a Jesús profeta, “profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis; conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera. Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho. Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”, siendo que ésta faceta de nuestro Señor es la que más tiempo, hasta hoy, ha desempeñado ya que profeta es aquel que profesa, que dice algo, siendo que desde la misma creación de la humanidad nuestro Señor ha estado instruyendo a todo aquellos que abiertos estén a ello.

Tanto Pedro, en 1 Pedro 5:4 como Pablo en Hebreos 13:20 se refieren a Jesús con relación a la función de pastorear, el primero llamándolo príncipe de los pastores, “y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” y el segundo como el pastor de las ovejas, “y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno”. Ambas descripciones son interesantes, la primera porque deja entrever que Él es el principal de muchos otros pastores, luego entonces hay más pastores lo cual, como parte del cuerpo de Cristo, sabemos están en la figura de nuestras autoridades: apóstoles, setentas, siete, profetas y ministros; y la segunda porque deja entrever que todos, incluyendo aquellos pastores, las autoridades de nuestra iglesia, así como al último que recién haya entrado al Cuerpo de Cristo, como esas ovejas que son pastoreadas por Jesús mismos, el buen pastor.

Juan el Bautista, como señala Juan 1:29, 34, se refiere a Cristo, además de Hijo de Dios, como el Cordero de Dios, “el siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”. Por la misma comprensión de la Palabra sabemos que esto último es la descripción referida al sacrificio de

Jesús que permitiría que los pecados de toda la humanidad fuesen perdonados, siendo esto realización de aquellas sombras establecidas en lo que se conoce como Antiguo Testamento referidas a los sacrificios que en el Templo se hacían.

Natanael, en Juan 1:47-49, además de Hijo de Dios, se refiere a Jesús como el Rey de Israel, “cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”. Más allá de la acepción histórica que este referente tenía para el pueblo de Israel de aquel entonces, dado que sabemos que Jesús, como lo señala el Salmo 2, es Rey sobre todas las naciones, el término Israel de la expresión de Natanael que inspiradamente ha quedado registrada en la Escritura, debe aplicarse no solo al pueblo histórico de Israel, sino de manera amplia al Israel de Dios, a Su pueblo formado por gente de toda nación, linaje y lengua, a Su familia formada por todo Aquel Que Vence.

Pedro en Juan 6:67-69 así como Juan en Juan 20:30-31, se refieren ambos a Jesús, además de Hijo de Dios, como el Cristo, el primero señalando “dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” y el segundo indicando “hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” Cristo es la palabra griega equivalente a la palabra hebrea de Mesías y que ambas significan ungido, ahora bien ¿ungido de qué o por quién o para qué?, primero, ungido por el mismo Espíritu de Dios: Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y temor de Jehová (Isaías 11:2); segundo, ungido por Dios mismo: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió

Jehová” (Isaías 61:1 p.p.); y tercero, para en el presente siglo traer las Buenas Nuevas: “me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel” (Isaías 61:1 u.p.).

Tomás, en Juan 20:24-28, se refiere a Jesús diciendo “Señor mío y Dios mío”: “Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”. Como señala Revelación 3:14 Cristo es el principio de la creación de Dios, “y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:”, luego entonces ¿cómo puede ser que Cristo, siendo una creación de Dios, pueda ser referido por la misma Palabra como Dios? En lo que se conoce como Nuevo Testamento se refiere a Jesús de manera explícita se refiere a Jesús 79 veces como Hijo de Dios, 82 veces como Hijo del hombre, y 10 veces como Dios. Cristo es el principio de la creación de Dios (Revelación 3:14), pero de igual forma es la única manera en que tenemos de acceder al Padre que es infinito y eterno, esto porque en Cristo habita la plenitud de la Deidad, “porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9) siendo Él la imagen del Dios invisible, “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Colosenses 1:15), de esta forma Cristo es quien nos muestra al Padre por lo que las referencias escriturales a Él como Dios apuntan Aquel que Él representa. Esto no es tan difícil de entender incluso con ejemplos del mundo, ¿alguna vez has visto alguna noticia que diga que tal o cual país firmó tal o cuál acuerdo?, ahora bien ¿cómo puede un país firmar un acuerdo?, ¿acaso toda la

gente de ese país firmó tal acuerdo, acaso las montañas, ríos, desiertos, bosques que conforman ese país firmaron ese acuerdo?, claro que no, lo firmó su rey, presidente o ministro, aquel que representa a ese país, pero quien está investido de tal autoridad que actuando a nombre del país vincula sus actos como si fuesen realizados por eso mismo. Igual en el caso de nuestro Señor y Salvador, sólo que esta comprensión está vedada para el mundo siendo una riqueza inconmensurable para la iglesia de Dios que permite a su vez la comprensión de muchas verdades escriturales.

Como cierre de todo lo comentado se tiene la cita de Isaías 9:6-7 donde se refiere a nuestro Señor Jesús con los adjetivos de Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz, “porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”, términos que a la luz de todo lo comentado son entendibles, comprensibles, para aquellos que en la iglesia de Dios han sido instruidos en las verdades escriturales de las cuáles ella es columna y fundamento, “para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15).

Señor de Señores, Rey de Reyes, Profeta, Príncipe de los pastores, Pastor de las ovejas, Hijo de Dios, Cordero de Dios, Rey de Israel, Cristo, Admirable, Consejeros, Dios Fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz, son muchas las maneras en que uno puede referirse a nuestro Señor, tal vez la más asombrosa, la más maravillosa, a la luz de todas aquellas formas, sea la de nuestro hermano, “porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29), con todo y todo no hay que olvidar lo que la misma

Palabra declara: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21), de esta forma si bien son hermosas, reveladoras y edificantes las maneras en que tenemos de referirnos a nuestro Señor y Salvador, mucho más lo es el hacer Su voluntad, ya que como se adelantó desde el inicio, los elegidos que en el presente siglo hemos aceptado el llamamiento del Padre para venir a salvación, dado que estamos llamados a ser sacerdotes y reyes con Cristo en el reino venidero, debemos esforzarnos por vivir de ya una vida de santidad y de perfección.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir viendo en todas aquellas maneras que la Escritura tiene de referirse a nuestro Señor, un vislumbre de aquellas características que lo identifican como la imagen del Dios invisible, como Aquel en que siendo el principio de la creación de Dios habita corporalmente la plenitud de la Deidad, con la comprensión de que más allá de que uno pueda referirse a Él de muchas, variadas y distintas formas, es mucho muy superior el hacer Su voluntad, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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