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47.HOMBRE

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46.DIOS

46.DIOS

HOMBRE

“Hombre” hace referencia a lo que la Palabra declara respecto de la naturaleza de la humanidad en la figura del hombre.

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La Lectura Bíblica de Salmo 8 a David asombrándose de la creación, preguntándose sobre la naturaleza del hombre y maravillado de los cuidados, las deferencias y prerrogativas que Dios le ha concedido.

Salmo 8 1 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; 2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo. 3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? 5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. 6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: 7 Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, 8 Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. 9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!

De igual forma, el Texto Áureo de Génesis 1:26 arroja luz sobre el tema al señalar, respecto precisamente de la creación del hombre, que éste fue hecho a imagen y semejanza de Dios: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.

Las principales preguntas que el hombre se ha hecho a lo largo de su historia son precisamente aquellas referidas a ¿de dónde venimos?, ¿qué está sucediendo ahora mismo?, ¿a dónde vamos? Las diferentes filosofías del mundo han tratado de responder estos cuestionamientos con mayor o menor éxito, pero los elegidos sabemos que la respuesta primera y última la encontramos precisamente en la Palabra.

Sobre nuestros orígenes Génesis 2:7, 18, 21-24 y 1:27 señala claramente cómo es que el hombre fue hecho por Dios tomando polvo de la tierra e insuflando en él el aliento de vida, de igual forma de aquel Dios toma una costilla para crear a la mujer, ambos fueron hechos a imagen y semejanza de Dios.

Génesis 2 7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.

… 18 Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. 21 Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.

… 22 Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.

23 Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. 24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Génesis 1 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Respecto de lo que está sucediendo ahora mismo, la referencia para entender el contexto la tenemos en Romanos 5:12 donde se aclara que a raíz de la desobediencia de nuestros primeros padres, abrogándose el derecho a decidir por sí mismos lo que es bueno y lo que es malo, vino una separación entre el hombre y Dios, “por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”, separación que, como aclara Génesis 3:16-19, acarrearía en la existencia actual del hombre dolor, sufrimiento y muerte.

Génesis 3 16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido,[a] y él se enseñoreará de ti. 17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Pero de igual forma, y como complemento de este entendimiento, como señala 1 Timoteo 1:15, “palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino

al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”, y Romanos 5:13-15, “pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo”, no estamos condenados indefectiblemente a esta situación sino que gracias al sacrificio redentor de Jesús tenemos la posibilidad de salir de aquello, adquirir la vida eterna y llegar a formar parte de la familia divina como hijos de Dios.

En cuanto a nuestro destino, aparte de lo dicho anteriormente respecto de llegar a ser hijos de Dios como parte de Su familia, la Escritura señala que estamos llamados a ser reyes y sacerdotes con Cristo en el reino venidero, como bien lo señala Revelación 5:9-10: “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.

Dado que el pasado es historia y el presente lo estamos viviendo mientras que el futuro aún está por venir, es sobre esto último sobre lo que quiero extenderme un poco más pues esto es lo que señala precisamente a las promesas que queremos alcanzar.

Como se señaló, tomando como referencia la Escritura, la tierra será el centro del gobierno de la familia de Dios, pero ¿centro de qué o para qué? Para entender esto la respuesta que deberíamos de buscar es ¿qué heredarán los santos?, ¿solamente la tierra?

Romanos 8:31-32

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

La expresión todas las cosas contenida en la cita anterior se ha traducido del griego πάντα, panta, que literalmente significa la totalidad, el todo, es decir, todo lo creado, ¡el universo mismo! Esto es lógico ya que si todo fue hecho por Cristo, “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3), y para Cristo, “porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16) y si los santos son coherederos con Cristo, “y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17), la conclusión lógica de esto es que con Él heredaremos el todo, la totalidad de la creación, el universo mismo.

No se puede elucubrar mucho sobre el destino final de esto, aunque sabemos que será de gloria, pero la Escritura sí da ciertos pincelazos que permiten vislumbrar a lo lejos el maravilloso futuro que espera para quienes de los llamados y elegidos sean encontrados fieles.

Romanos 8:18-23 señala “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros

también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

Es así como uno de los trabajos de los hijos de Dios será extender el paraíso que habrá venido a ser la tierra a todo el universo. ¿Suena increíble? La misma Escritura confirma lo anterior en esta profecía de Isaías, recuerda que haba de los elegidos que siendo fieles triunfen:

Isaías 51:1-23 contiene una profecía sobre las características futuras de eso que llamamos la familia Dios, los santos glorificados reinando con Cristo sobre todas las cosas. El v. 16 señala sobre estos “y en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí, extendiendo los cielos y echando los cimientos de la tierra, y diciendo a Sion: Pueblo mío eres tú”. Dicho versículo, también puede traducirse, como lo hacen otras versiones, de la siguiente manera:

Que puse en tu boca mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí; para que plantaras los cielos y fundaras la tierra; y que dijeras a Sion: pueblo mío eres tú (Biblia Jubileo 2000).

Que puse en tu boca mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí; para que plantases los cielos y fundases la tierra; y que dijeses a Sion: pueblo mío eres tú (Sagradas Escrituras 1569).

La expresión referida a plantar los cielos no puede menos que señalar lo que anteriormente se dijo respecto a que la familia de Dios está llamada a extender el paraíso en que habrá de convertir la tierra a todo el universo.

Esto es portentoso, casi imposible de imaginar, pero la Escritura nos dice que lo que espera a los justo excede todo lo que se pueda uno imaginar, “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9),

con todo y esto lo anterior sólo será el medio, ¿el medio para qué?, para el fin de toda la eternidad que ante los ojos de los hijos de Dios se abrirá: conocer a Dios y Su Hijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

Es así como los santos heredarán la tierra, pero no para estar confinados en ellas sino para que desde ese centro de operaciones, desde la sede del gobierno del reino de Dios, extiendan las gloriosas condiciones de su lugar de residencia por todo el universo mientras se sigue aprendiendo del Padre y de Su Hijo.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para que teniendo en nuestra mente y en nuestro corazón las promesas que Dios nos ha entregado, cada día avanzar en el Camino, creciendo en el conocimiento de Dios y Su Hijo y poniendo por obra esa fe que se dice profesar, mientras Dios cumple en nosotros lo que desde le eternidad pensó para cada uno, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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