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39.PERSONAS Y COSAS SANTAS, PARTE 2

PERSONAS Y COSAS SANTAS, PARTE 2

“Personas y cosas santas, parte 2” hace referencia a lo que la Palabra declara de aquellos sujetos o bien aquellos objetos que han sido apartados para el servicio exclusivo a nuestro Dios.

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La Lectura Bíblica de Lucas 1:1-25, referida a la vocación de Juan, hace referencia lo mismo a las personas que a las cosas santas: a las personas en la figura misma de Juan elegido desde antes de nacer para ejercer su ministerio, a las cosas en la figura del Templo donde solo aquellos autorizados podían entrar y cuidando en todo momento su actuar tanto en la forma como en el fondo.

Lucas 1 1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, 2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, 3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido. 5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. 6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. 7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. 8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,

9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. 10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. 11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. 12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. 13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. 14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; 15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. 17 E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. 18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. 19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. 20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. 21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario. 22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo. 23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa. 24 Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:

25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.

De igual forma, el Texto Áureo de Proverbios 9:10 arroja luz sobre el tema al señalar de que el temor de Dios es el principio de la Sabiduría: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”.

Sobre esto de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, ¿quiere decir que uno se irá haciendo cada vez más sabio si le tiene miedo a Dios?, para nada, escrituralmente el temor de Dios es definido en Proverbios 8:13 como el odiar el mal, “el temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco”, de esta forma, aquel que odia el mal ha iniciado ese andar que en el Camino le irá conduciendo a adquirir cada vez más sabiduría, ¿cómo?, en principio porque para entender ese mal al que hay que odiar uno debe entender cómo define la Escritura el pecado el cual, como dice 1 Juan 3:4, es violación de la Ley, “todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”, de esta forma sobre ese sustento básico uno puede ir siendo edificado en el correcto entendimiento de las verdades reveladas, ¿cuántos del mundo saben esto?, es más, ¿cuántos del mundo obedecen esto?, pocos, de hecho muy pocos.

Se comentó, con referencia a la Lectura Bíblica, que Juan desde antes de nacer ya había sido elegido para el ministerio que debía cumplimentar, esto es asombroso, pero más asombroso aún que de igual forma nosotros, como señala Efesios 1:4, hallamos sido elegidos por el Padre desde antes de los siglos para escuchar a este llamamiento al que hemos respondido, “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”, ¿y en qué consiste este llamamiento?, en ser con Cristo profetas, sacerdotes y reyes de manera perfecta y santa.

Zacarías, el padre de Juan, en Lucas 1:70 llamó a los profetas de antaño santos, “como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio”, de igual forma nosotros, por la Gran Comisión que en Marcos 16:15 se nos ha encomendado por nuestro Señor de ir por todo el mundo proclamando el Evangelio, hemos sido llamados a ser profetas, ya que si conocemos la Palabra, la cual como se señala en Romanos 1:-2 es santa, nosotros mismos nos santificaremos en el conocimiento y la aplicación de la misma.

En Hechos 21:28 podemos ver cómo es que los judíos de tiempo de Pablo se referían al Templo como un lugar santo, a raíz de esto su celo era mayúsculo al respecto, con todo y todo, como señala 1 Corintios 6:19, nosotros somos Templo del Espíritu Santo, “¿o ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”. Aquellos judíos se enardecían siquiera pensando en que Pablo hubiese metido griegos al Templo, “dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar”, ¿y nosotros, también tenemos ese celo para que en este templo no entre por los ojos y los oídos o a través de la mente y el corazón aquello que llegue a contaminarlo? Solo así podremos decir que estamos capacitados para el sacerdocio teniendo en nuestro corazón la Ley y el mandamiento que, como señala Romanos 7:7-12 es santo y por lo tanto nos santifica.

Romanos 7 7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. 8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. 9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.

10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. 12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.

Pedro, en el Sermón de Hechos 3:12-15, llama a Jesús Santo, “más vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida”, de igual forma nuestro Señor señaló en Juan 15:5 que como sarmientos debemos estar unidos a Él, la vid verdadera, para dar fruto, “yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”, ahora que si permanecemos unidos a Cristo seremos como las ramas de olivo injertadas mencionadas en Romanos 11:13-17, alimentados por la Santa savia de aquella vid verdadera, desarrollando en nosotros el carácter requerido para llegar a ser reyes con Cristo.

Romanos 11 13 Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio, 14 por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos. 15 Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos? 16 Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. 17 Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo

Para conseguir lo anterior, a saber: ser con Cristo profetas, sacerdotes y reyes, se debe crecer en el conocimiento de Dios y Su Hijo. Pablo en Romanos 12:1-2 señala que Dios es nuestro culto racional, “así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”, de igual forma Pedro en 1 Pedro 3:15 que debemos estar prestos a dar razón de nuestra fe, “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”, para ambas cosas es menester tener conocimiento, entendimiento y comprensión de la Palabra pues de otra forma, como dice Oseas 4:6, pereceremos por falta de ello, “mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”. ¿Y cuál es el parámetro para decir que se tiene conocimiento, entendimiento y comprensión de la Palabra?, cuando uno es capaz de usar correctamente la Palabra de verdad, no cuando uno responde con un “así me dijeron cuando me evangelizaron”, o “así lo vi expuesto en tal estudio por tal hermano”, o “así lo leí en tal número de tal revista”, sino cuando se puede argumentar de tal forma que sólo es uno con la Palabra quien expone de manera relevante, congruente y coherente, las verdades reveladas.

Al inicio se señaló, considerando el Texto Áureo, que el principio de la sabiduría es el temor de Dios, pero no sólo es el principio ¡sino también el final!, ¿no lo crees?, ve al final del libro de la sabiduría conocido como Eclesiastés, capítulo 12, que es el último de ese libro, versículo 13 que es el cierre previo al final, ¿qué dice? “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir en la comprensión de la santidad que nos es requerida con motivo del llamamiento al que hemos respondido para llegar ser con Cristo profetas, sacerdotes y reyes, sabiendo que todo ello pasa y se sustenta en el correcto entendimiento y aplicación de las verdades reveladas pues elegidos hemos sido para ello desde antes de la fundación del mundo, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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