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46.DIOS

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48.ESPÍRITU SANTO

48.ESPÍRITU SANTO

DIOS

“Dios” hace referencia a lo que la Palabra declara referido precisamente a lo que la Palabra declara respecto de la naturaleza del Padre, la naturaleza del Hijo, y la naturaleza de la relación entre ambos.

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La Lectura Bíblica de Juan 10:23-42 presenta a Cristo en un intercambio de ideas con los religiosos de su tiempo, intercambio de ideas que permite entender, si se estudia a la luz de las Escrituras y de la verdad contenida en la iglesia de Dios, la naturaleza del Padre, la naturaleza del Hijo, y la naturaleza de la relación entre ambos.

Juan 10 23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. 24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. 25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. 27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre uno somos. 31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. 32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? 33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. 34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?

35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), 36 ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. 38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. 39 Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos. 40 Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí. 41 Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad. 42 Y muchos creyeron en él allí.

De igual forma, el Texto Áureo de Juan 5:36 arroja luz sobre el tema al señalar, reveladoramente, que es el Hijo el que hace las obras del Padre: “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado”.

La lectura, el estudio y la comprensión de la Escritura forman parte fundamental de la vida cristiana, con todo y todo hay ciertas partes de la misma que representan todo un reto para el cristiano.

Juan 1:18, 5:37, 6:46 señalan claramente, por un lado que nadie ha visto u oído a Dios, al Padre, y por otro lado que es el Hijo quien lo ha revelado.

Juan 1:18 18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

Juan 5:37 37 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,

Juan 6:46 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.

A diferencia de otras citas que requieren interpretación, estas citas son por así decirlo muy sencillas, pero a la vez muy complejas; sencillas, sí en cuanto a lo expresado, pero complejas en cuanto a su significado, ¿por qué? Porque en el Antiguo Testamento se tienen cientos de referencias de Dios siendo visto, escuchado o ambos. Ejemplo de esto lo tenemos en Génesis 18:1, 13, 16-17, 33, Éxodo 33:11, Números 12:8, Deuteronomio 34:10 ¿Cómo puede conciliarse esto con la idea de que a Dios, al Padre, nadie le ha visto u oído?

Casi no hay libro del Antiguo Testamento que no presente alguna interacción, auditiva, visual o ambas, entre personajes bíblicos y Dios, pero si tenemos que la misma Escritura señala que a Dios, al Padre, nadie le ha visto, y que ella misma declara sobre sí que no puede contradecirse (Juan 10:35), ¿cómo podemos entender esto?

Una primer clave nos la da la cita de Números 12:8 ya mencionada que señala a Jehová reconviniendo a Aharón y María, hermanos de Moisés, cuando de Moisés se quejaban, diciendo “Cara a cara hablo con él, abiertamente y no en dichos oscuros, y él contempla la imagen de Jehová. ¿Por qué, pues, no temisteis hablar contra mi siervo, contra Moisés?”. Es interesante que en esta cita se mencione que Moisés contemplaba la imagen de Jehová, una imagen es algo que representa a algo. La cita no dice que Moisés contemplaba a Jehová, sino que contemplaba la imagen de Jehová, esto es más interesante cuando Dios mismo está hablando, por lo que se esperaría la expresión estuviese en primera persona

-me contemplaba, contemplaba a mí, o algo similar-, pero no es así sino que señala que Moisés contemplaba la imagen de Jehová, así que la pregunta que cabría hacerse es ¿a qué imagen de Jehová se refiere Dios en esta expresión?

Colosenses 1:15, hablando de Cristo, señala que “El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura”, ¿podría aquella imagen de Jehová que contemplaba Moisés ser esta imagen que señala Pablo escribiendo a los de Colosas referida a Cristo?, en este punto, con las citas que se tienen, no puede uno llegar a una conclusión distinta. Veamos: (1) A Dios nadie la ha visto ni oído, (2) es el Hijo quien revela al Padre, (3) la revelación en el Antiguo Testamento era dada por la imagen de Jehová, y (4) la imagen de Dios es Jesús, Su Hijo. Si se es honesto cognitivamente hablando y se ciñe uno a lo que la Escritura dice, no puede menos, en este punto, que concluirse que quien se presentaba como Jehová en el Antiguo Testamento era Jesús, quien actuaba en nombre y con la autoridad de Dios, con todo y todo esta puede ser una idea conflictiva para muchos quienes en su mente han formado dos momentos históricos relacionados con el Antiguo y con el Nuevo Testamento asignado para el primero una intervención directa de Dios, el Padre, en la historia de la humanidad, y para el segundo asignando la participación activa del Hijo, ¿habrá más indicios en la Escritura que permita concluir, como ella misma lo dice, que a Dios nadie le ha visto u oído sino que es el Hijo, en todos los tiempos, Quien le ha revelado?

1 Corintios 10:4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.

Esta cita de la primer carta de Pablo a los de Corinto, se hace en el contexto de la reflexión que inspiradamente el Apóstol hace, donde se refiere al Pueblo de Israel en la travesía por el desierto una vez liberados de Egipto, lo interesante de Pablo es que señala como es que la roca, espiritualmente hablando, que los seguía era

Cristo y no solo eso sino que el pueblo bebía de ella, es decir, se alimentaba de la verdad que a través de ella era expresada. De nuevo: la roca era Cristo.

1 Corintios 10:9 Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.

En esa misma carta, en el mismo capítulo y en el mismo contexto, Pablo más delante exhorta a los de Corinto a no comportarse como aquel pueblo rebelde que se rebelaba una y otra vez contra Dios, la referencia explícita de la cita señala a aquel momento donde, a raíz de las habladurías y murmuraciones del pueblo, Dios les manda serpientes a que los castiguen causando gran mortandad hasta que, por mediación de Moisés, Dios le pide hacer una serpiente de bronce colocada en un mástil -símbolo del futuro sacrificio de Cristo- con la condición de que quien mordido por las serpientes la viera se curaría.

Lo interesante de esta cita es el inicio de la misma “Ni tentemos al Señor…”, ¿a qué Señor se refiere? Muchos cuando leen esto deducen que ese Señor a que se está refiriendo es Dios, Jehová, esos entienden que ese Jehová era quien desempeñó en ese trance del pueblo un papel preponderante, para la cual la anterior comprensión de tal cita no representa mayor problema. Pero sí hay un problema, el problema es que en el griego original la palabra que se ha pretendido traducir como Señor es Χριστόν, Christon, Cristo.

Correctamente algunas traducciones expresan esa misma frase diciendo “Ni tentemos a Cristo…”, pero la mayoría presenta la de “Ni tentemos al Señor…”, ¿por qué si la traducción es muy clara —Χριστόν, Christon, Cristo—, se fuerza la Escritura poniendo Señor donde debería decir Cristo?, por la manera tradicional, común y generalizada de entender que quien se presentaba en el Antiguo Testamento era Dios, Jehová, el Padre, no Jesús, y el poner Cristo implicaría rehacer todo ese pensamiento.

De nueva cuenta, como se señaló anteriormente: Si se es honesto cognitivamente hablando y se ciñe uno a lo que la Escritura dice, no puede menos, en este punto, que concluirse que quien se presentaba como Jehová en el Antiguo Testamento era Jesús, quien actuaba en nombre y con la autoridad de Dios, con todo y todo, esta idea ¿tiene sustento escritural?

1 Timoteo 2:5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre

En esta cita de la primera carta de Pablo a Timoteo de nueva cuenta se corrobora lo dicho por la Escritura en el sentido de que es el Hijo quien revela al Padre. Primero señala que existe un solo Dios, luego señala que de igual forma existe un solo mediador, por ultimo señala que ese mediador es Jesucristo.

Esta frase es por todos conocida pero, a la luz de lo visto hasta ahorita, dado que Dios no cambia (Malaquías 3:6) y que Jesucristo es el mismo por siempre (Hebreos 13:8), uno no puede menos que deducir que esa mediación no comenzó con la venida de Cristo como nuestro redentor, sino que dadas las previas interacciones entre la humanidad y Dios, Cristo tuvo que ser quien fungiera como intermediario de ella, aun así, ¿puede encontrarse en la Escritura mayores referencias que apunten a esta idea? Veamos tres referencias: La Palabra de Dios, el rostro de Dios, y el Brazo de Dios.

Respecto de la Palabra de Dios, el Antiguo Testamento reboza de expresiones que, referidas a la intervención de Dios en la historia de la humanidad en general y de Su pueblo en específico, adjudican esto la palabra de Jehová, por ejemplo Génesis 15:1, 1 Reyes 17:2, Jeremías 1:4 y 2:1, Ezequiel 1:3 y 30:1, Hageo 1:1. Dado que a Dios nadie le ha oído ¿A qué o a quién puede estarse refiriendo las

citas anteriores que presentan a la Palabra de Jehová interactuando con la humanidad?

Juan 1:1 aclara esto cuando señala “En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios”, de la lectura de todo ese capítulo la única conclusión clara y evidente es que Juan estaba refiriéndose a Cristo como la Palabra de Dios, “y aquella Palabra fue hecha carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (v. 14). Esta comprensión permite corroborar que las referencias escriturales en el Antiguo Testamento referidas a la Palabra de Dios no pueden menos que referirse a eso ¡la Palabra de Dios!, Palabra que en su momento se hizo carne.

Respecto del rostro de Dios, el Antiguo Testamento reboza de expresiones que, referidas a la intervención de Dios en la historia de la humanidad en general y de Su pueblo en específico, adjudican esto al rostro de Jehová, ejemplo de esto lo tenemos en Números 6:25-26, 1 Crónicas 16:11, Salmos 4:6, 31:16, 105:4 y 102:2, Ezequiel 20:35, Mateo 18:10, Job 34:29, Revelación 22:4, Levítico 17:10 y 20:3, 2 Crónicas 7:14. Dado que a Dios nadie le ha visto, ¿a qué o a quién puede estarse refiriendo las citas anteriores que hacen referencia al rostro de Jehová al referirse a las interacciones de Dios con la humanidad?

Como ya se comentó, Juan 1:18 nos dice que "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer", de igual forma, también ya mencionado, Colosenses 1:15 dice de Cristo que Él "es la imagen del Dios invisible", así que en consonancia con lo expresado al inicio de la presente obra, las interacciones de Dios con la humanidad registradas en el Antiguo Testamento referidas como el rostro de Dios, Su cara, hacen referencia a Cristo fungiendo como intermediario de ellas.

Respecto del Brazo de Dios, el Antiguo Testamento reboza de expresiones que, referidas a la intervención de Dios en la historia de la humanidad en general y de

Su pueblo en específico, adjudican esto al brazo, la mano o la diestra de Jehová, ejemplo de esto se tiene en Isaías 59:16, Jeremías 16:21 y 32:17, Éxodo 3:20-22 y 6:6, Deuteronomio 5:15, 7:19, 9:29, 11:2 y 26:8, 1 Reyes 8:42, 2 Reyes 17:36, Salmos 44:3, 77:15, 89:10, 89:13, 89:20-21, y 98:1, Isaías 31:3, 33:2, 40:10, 40:11, 51:9, 52:10, 63:12 y 51:9-10, y Deuteronomio 33:1-2. Dado que a Dios nadie le ha visto, ¿a qué o a quién puede estarse refiriendo las citas anteriores que hacen referencia al brazo, diestra o mano de Jehová al referirse a las interacciones de Dios con la humanidad?

En el Evangelio de Juan se recoge el sentir de muchos que, a pesar de las señales que Cristo hacía, se negaban a aceptarlo como el Mesías, por ejemplo Juan 12:36-41, lo providencial de esta cita es que la misma contiene, refiriéndose a ese rechazo de Cristo, la referencia textual a una profecía dicha por Isaías, dicha profecía está en el capítulo 53 precisamente del libro de Isaías, el cual terminará por dar luz sobre el asunto del brazo, la mano o la diestra de Jehová, leamos del versículo 1 al 5 poniendo especial atención en el primer versículo que habla de ese brazo de Jehová al que se refiere.

“¿Quién ha creído a nuestro anuncio?, ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, más sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”

¿A quién se refiere Isaías cuando al inicio de este capítulo menciona al brazo de Jehová?, ¿quién ese ese brazo de Jehová referenciado como “varón de dolores, experimentado en quebranto” (v. 3) que “llevó él nuestras enfermedades, y sufrió

nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (v. 4) y que fue “herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados [cuyo] castigo de nuestra paz fue sobre él, y [que] por su llaga fuimos nosotros curados” (v. 5)? La respuesta es Cristo. Así que esta profecía referida al brazo de Jehová es una referencia al papel redentor de Cristo, luego entonces ambos términos se refieren a lo mismo: el Mesías, Jesús, nuestro Señor y Salvador, el brazo, la mano, la diestra de Jehová.

De esta forma puede entenderse que toda referencia a alguna interacción, auditiva, visual o ambas, entre personajes bíblicos y Dios, se refiere a Cristo, el Hijo, quien como revelador del Padre le representa.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para que conforme al llamamiento al que hemos respondido, sigamos creciendo en el conocimiento de Dios y Su Hijo, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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