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48.ESPÍRITU SANTO

ESPÍRITU SANTO

“Espíritu Santo” hace referencia a la naturaleza del Santo Espíritu de nuestro Padre Dios y al trabajo que éste está haciendo como parte del plan de Dios para con Su familia.

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La Lectura Bíblica de Juan 14 permite entender cuatro tipo de informaciones que conforman a todo hijo de Dios: la información recibida, que es aquella con la que ya nacemos y que nos identifican con las características particulares que cada uno posee; la información percibida, que es aquella que de manera natural, automática e involuntaria recibimos a través de nuestros sentidos; la información contribuida, que es aquella que requiere de nuestra voluntad para ser aprehendida; y, relacionada con el Espíritu Santo, la información inspirada, que es aquella referida a las verdades divinas y a la cual sólo puede accederse por la acción del Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros.

Juan 14 1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. 12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre. 13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. 15 Si me amáis, guardad mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. 19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. 20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? 23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.

24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. 25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo. 29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis. 30 No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí. 31 Más para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí.

De igual forma, el Texto Áureo de Hechos 2:38 muestra el proceso requerido para recibir el Espíritu de Dios: arrepentirse y bautizarse, “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”, lo cual es complementado con la imposición de manos, “cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (Hechos 8:14-17).

Ahora bien, ¿qué labor hace el Espíritu de Dios? Isaías 46:10 señala que Dios anuncia lo que ha de venir desde el principio, “que anuncio lo por venir desde el

principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”, así que ¿cuál es el principio de todo: la Escritura misma, la historia de la humanidad y nuestra historia personal? Los primeros dos versículos del primer capítulo del primer libro de la Escritura.

Génesis 1:1-2 señala “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. El entendimiento natural es más que claro: habla de la creación de todo lo existente por parte de Dios, pero hay un entendimiento sobrenatural subyacente. Veamos.

Revelación 3:14 señala que Jesús es el Principio de la creación de Dios, “y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:”, así que Génesis 1:1 se refiere a eso que fue hecho por Cristo y para Cristo como señalan de igual forma Colosenses 1:16, “porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”, Juan 1:3, “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”, Romanos 11:36, “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”, 1 Corintios 8:6, “para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”, y Colosenses 1:15-20, “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 8 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó

al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo

todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” .

Ahora bien, en cuanto a la palabra creó, ésta se ha traducida del hebreo a דֱ ָֹּ֣ ֱָּ ב, bā·rā, la cual es usada en otras partes de la escritura, no necesariamente para referirse a un proceso terminado sino a un proceso continuado e incluso a un proceso futuro, como en el Salmo 51:10 “Crea [ל ֱרִ֔א, bə·rā] en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. ¿Y esto qué tiene que ver? Retomemos la idea inicial: Dios creó los cielos y la tierra, ahora hagamos una pregunta: ¿dicha creación ya terminó?, necesariamente tendremos que responder que no, prueba de ello los diferentes fenómenos observables en el Cosmos y en la Tierra que implican un cambio, un proceso creativo que se sigue dando, proceso creativo que incluye a la raza humana, de hecho este proceso creativo inacabado queda patente con aquel dicho de Jesús “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). De esta forma Génesis 1:1 también puede entenderse como que en el Principio, en Cristo, Dios hizo, hace y hará Su creación cuya finalidad, en el caso de la humanidad, es que ésta llegue a ser parte de Su familia divina teniendo todo el universo como la herencia prometida.

Ahora bien, en cuanto a Génesis 1:2, esa cita presenta tres grandes características de la creación: desordenada y vacía, envuelta en tinieblas, y el Espíritu de Dios moviéndose sobre ella, ahora bien, con la comprensión de Génesis 1:1 puede entenderse que lo señalado por Génesis 1:2 hace referencia a lo que la misma Escritura consigna respecto de la historia de la salvación, a lo que vemos en toda la historia de la humanidad y a lo que está sucediendo en la vida de cada uno de nosotros. Vamos explicando esto.

Como ya se comentó Jesús es presentado en Revelación 3:14, como el Principio de la creación de Dios, pero no sólo como el Principio de la creación de Dios sino también como el Amén. Curiosamente la primera palabra de la Escritura, en

Génesis 1:1, es precisamente Principio [אלאלרא, bə·rê·šîṯ] y curiosamente la última palabra de la Escritura es Amén (Revelación 22:21).

Esto permite entender que la Escritura es Cristo mismo, en Él se está desarrollando un proceso creativo que engloba a la familia de Dios. Ahora bien, seamos honestos ¿qué vemos a lo largo de la Escritura, desde el inicio y hasta el final?, un verdadero desorden, no de parte de Dios quien siempre es fiel, “conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones “(Deuteronomio 7:9) sino de parte del hombre, “sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). Salvo en el caso de Jesús, ni siquiera aquellos que consideramos héroes bíblicos estuvieron exentos de errores, de pecados. Una lectura sin el Espíritu de la Palabra lo único que genera es una visión caótica, tan es así que los detractores de la Palabra ven en ella elementos más que suficientes para rechazarla, pero el Espíritu puede dar esa comprensión que salva el obstáculo de lo que la misma Palabra entrega, en este caso considerando los versículos 1 y 2 de Génesis 1 como ese resumen de toda la Escritura, así es, Génesis 1:1-2 puede considerarse un resumen de toda la Biblia: desorden, vacuidad y tinieblas pero –y esta es la parte trascendental– el Espíritu de Dios moviéndose en medio de todo esto a lo largo de los siglos de la historia de la salvación para cumplir el propósito por el cual fue enviado: “Así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié” (Isaías 55:11).

Las aguas en la Escritura significan pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas, “me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Revelación 17:15), luego entonces la expresión de Génesis 1:2 de que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” también apunta a la historia de la humanidad. Pensado sobre esto ¿qué podemos ver en dicha historia?, de nueva cuenta, y al igual que en el análisis escritural de la historia de la salvación: desorden, vacuidad y tinieblas pero –y

esta es la parte trascendental– el Espíritu de Dios moviéndose en medio de todo esto a lo largo de los siglos de la historia de la salvación para cumplir el propósito por el cual fue enviado.

Por último, si analizamos cada quien su propia vida personal, trátese de aquellos que siguen en el mundo o de los elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación, ¿qué vemos? A riesgo de parecer repetitivos, de nuevo: desorden, vacuidad y tinieblas pero –y esta es la parte trascendental– el Espíritu de Dios moviéndose en medio de todo esto a lo largo de los siglos de la historia de la salvación para cumplir el propósito por el cual fue enviado.

De esta forma Génesis 1:1-2 es ese principio desde el cual se anuncia lo que seguirá a continuación tanto en la misma Escritura, como en la historia de la humanidad y como en nuestra vida personal. Dicho de una manera muy clara y concreta: Génesis 1:1-2 es el resumen de toda la Escritura, Génesis 1:1-2 es el resumen de toda la historia de la humanidad, Génesis 1:1-2 es el resumen de toda tu historia personal.

Con esta comprensión puede entenderse por qué junto con el cordero pascual Dios ordenó comer panes sin levadura así como hierbas amargas y de igual forma eso permitirá entender una cita de Eclesiastés que generalmente solo es entendida de manera natural.

Éxodo 12:8 señala la instrucción dada por Dios a su pueblo de acompañar al cordero pascual con panes sin levadura y con hierbas amargas: “Y aquella noche comerán la carne [del cordero pascual] asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán” .

El cordero pascual, como es bien sabido, tipificaba el sacrificio redentor de nuestro Señor Jesucristo, “porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7), la cuestión relativa a comerla implicaba ese deseo

subyacente de hacerse uno con nuestro Señor aceptando Su sacrificio, pero ¿qué pueden simbolizar los panes sin levadura y las hierbas amargas que acompañaban la cena del cordero pascual?

La levadura es un símbolo del pecado, como lo señala Mateo 16:5-12, así el acompañar el cordero pascual con panes sin levadura simboliza la vida perfecta, “sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48), y santa, “porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16), a la que el cristiano está siendo llamado. Pero si esto es así ¿qué pueden significar las hierbas amargas?

Según la Hagadá, el texto tradicional que se recita en el Seder el cual es el ritual judío celebrado en la primera noche de la Pascua, las hierbas amargas simboliza la amargura de la esclavitud en Egipto, para ello se sustentan en Éxodo 1:14 que señala "y amargaron sus vidas con trabajos forzados, con mortero y ladrillos y con toda clase de trabajo en el campo; cualquier trabajo que les obligaran a hacer era con trabajos forzados". Pero, de nueva cuenta, no hay una cita que sustente esta interpretación.

Como ya se comentó, los panes sin levadura representan esa actitud del nacido de nuevo de vivir conforme al llamamiento al que se ha respondido, de esa forma las hierbas amargas deben ir en la misma línea, a saber: simbolizar algo de la naturaleza de todo cristiano, algo real es decir existente, algo actual no pasado como la explicación de la esclavitud de Egipto, algo que permita entender en uno lo relativo al llamamiento al que se ha respondido cuando se ha aceptado a Cristo, nuestra Pascua, como nuestro salvador.

En este caso, yendo por partes, la hierba simboliza en la Escritura al hombre en lo particular y a la humanidad en lo general como lo señalan Isaías 40:6, “voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo”, 1 Pedro 1:24, “porque: Toda

carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae”, 2 Reyes 19:26, “sus moradores fueron de corto poder; fueron acobardados y confundidos; vinieron a ser como la hierba del campo, y como hortaliza verde, como heno de los terrados, marchitado antes de su madurez”, y Salmos 103:15, “el hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo” .

En cuanto a la amargura, ésta en la Escritura está relacionada con la naturaleza pecaminosa del hombre, como lo señalan Hebreos 12:15, “mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”, Efesios 4:31-32, “quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”, Hechos 8:23, “porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás”, y Proverbios 17:25, “el hijo necio es pesadumbre de su padre, y amargura a la que lo dio a luz” .

Así que estas hierbas amargas simbolizan la naturaleza pecaminosa del hombre, de esta forma lo que simbolizan esas hierbas amargas que acompañan la cena pascual es que al ir al encuentro de Cristo —comer la Pascua—, al aceptar el llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, aún y cuando en nosotros existirá esa intención de vivir una vida en santidad —panes sin levadura— mientras aún militemos en esta carnalidad, en nosotros existirán esas dos naturalezas: aquella que busca vivir la vida de santidad representada como ya se dijo por los panes sin levadura, y aquella que nos arrastra en sentido contrario representada por las hierbas amargas, algo así como las dos leyes que en su vida veía Pablo y que expuso en Romanos 7:7-25.

Romanos 7

7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. 8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. 9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. 12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. 13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. 14 Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;

23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado.

Con esta comprensión puede cerrarse lo dicho sobre Génesis 1:1-2, respecto de esa creación que en Cristo hizo, hace y hará Dios a través de Su Espíritu en medio del caos, el desorden y la vacuidad, y de igual forma entenderse una cita de Eclesiastés que generalmente es abordada solo de manera natural: "Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe fácilmente" (Eclesiastés 4:12). El entendimiento natural de esto es más que evidente reflejado en aquel dicho popular de que la unión hace la fuerza, pero sobrenaturalmente apunta de manera simbólica a todo lo explicado anteriormente: Dios, como un tejedor, está trabajando en cada uno de nosotros con tres cuerdas: la pascua, es decir, el sacrificio redentor de Jesús que nos redime; los panes sin levadura, es decir esa naturaleza del nacido de nuevo que lo impele a vivir una vida de santidad; y sí: la pecaminosidad de nuestra naturaleza carnal, las hierbas amargas, pues a través de esta experiencia humana estamos aprendiendo, entendiendo y comprendiendo, a un precio muy alto relacionado con el dolor, el sufrimiento y la muerte, las grandes lecciones relativas a la vida divina.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para seguir creciendo en el conocimiento de Dios y Su Hijo y en el entendimiento del Plan de Dios para con Su familia, comprendiendo lo que al respecto hizo, hace y hará Dios en Cristo, por Cristo y para Cristo a través de Su Espíritu, en cada uno, de manera particular, y en la humanidad, de manera general en medio del caos, el desorden y la vacuidad, hasta cumplimentar lo que desde la eternidad determinó por Su infinita misericordia y eterno amor, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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