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EL NUEVO TESTAMENTO VERIFICACIÓN DEL ANTIGUO

De igual forma la cita de Éxodo 34:1-4 presenta a Dios instruyendo a Moisés de que él sólo debía subir al momento por ese segundo juego de tablas de la Ley que sobre las piedras preparadas por Moisés escribiría Dios mismo. En esta subida Moisés debía cuidarse de ir sólo, es decir, sin hombres, ovejas o bueyes. Esto es interesante pues Dios nos dice a nosotros exactamente lo mismo: que si queremos ir a su encuentro debemos dejar todo lo que somos y todo lo que tenemos, como dice Mateo 19:21, dejar atrás al hombre viejo para comenzar a vivir bajo el hombre nuevo, como señala Efesios 4:22-24. No podemos ir al encuentro de Dios a recibir Su Ley con nuestras ideas, con nuestra propia justicia, con nuestra mente y nuestro corazón puestos sobre nuestros proyectos, nuestros deseos, nuestra ambiciones, debemos dejar todo, poner la mano sobre el arado sin ver hacia atrás, como dice Lucas 9:62, y esto, al igual que la preparación de las tablas de nuestro corazón que debe ser hecho día con día, también debe ser hecho constantemente.

Deuteronomio 10:11-13 resume el sentido del pacto que Dios había hecho con Su pueblo, resumen que es aplicable de igual forma nosotros, cuando presenta a la par tanto el creer como el hacer cuando dice “y me dijo Jehová: Levántate, anda, para que marches delante del pueblo, para que entren y posean la tierra que juré a sus padres que les había de dar. Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?”

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Esto es repetido en Deuteronomio 11:13-18 cuando señala, en el versículo 13 “si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma”, pero de igual forma agrega las bendiciones que de ellos se desprendería cuando en el versículo 14 señala que “ yo daré la lluvia de vuestra

tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite”.

Es interesante lo que Dios entregaría como parte de su proveeduría a quien le amase, le sirviese y obedeciera sus mandamientos: lluvia, grano, vino y aceite. ¿Por qué es interesante? Porque resume prácticamente la manera en que Dios, interactuando con la humanidad, lleva a los elegidos a reflejar el carácter perfecto y santo de Cristo. Primero menciona a la lluvia, la cual, como señala Isaías 55:1011 es un símbolo de la Palabra escrita, “porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. Luego menciona al grano, el cual triturado se vuelve harina de la cual sale el pan, y al vino, el cual sale de uvas que son trituradas, ambas figuras son símbolo del sacrificio redentor de Cristo, la Palabra hecha carne, el cual, como señala Mateo 26:26-28, utilizó los emblemas del pan y del vino como símbolo de su cuerpo que sería entregado y de su sangre que sería derramada para nuestra redención, “y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. Por último menciona al aceite, el cual es símbolo del Espíritu Santo, como queda claro en la parábola de las vírgenes prudentes y de las vírgenes fatuas que presenta Mateo 25:1-13.

De esta forma, aquello que nos presenta Dios para nuestra corrección, edificación, perfeccionamiento y santificación, a saber: Su Palabra escrita, Su palabra hecha carne y Su Espíritu, está a nuestra disposición siempre y cuando las primeras condiciones sean cumplidas: amar a Dios, servirle y obedecer Sus mandamientos.

Termina la cita de Deuteronomio 11:13-18 señalando en el último versículo que las palabras de Dios debían ser puestas como señales entre los ojos y atadas en las manos y, esto, si bien literalmente el pueblo de Israel así lo hacía, la iglesia de Dios sabe que se refiere a lo que se cree, aquello que está entre los ojos, es decir, en la mente, como señala Mateo 11:27 referido al conocimiento del Padre y del Hijo, “todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”, y a aquello que se hace, aquello atado a las manos, como señala Romanos 2:13 al decir que no son los oidores de la Ley los que serán justificados sino los hacedores de la misma.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir subiendo día con día a recibir la instrucción de Dios, dejando nuestras ideas, pensamientos y sentimientos, lo que somos y tenemos, alistando de igual forma, es decir, día con día, las tablas de nuestros corazones para que Dios pueda escribir en ellos Su instrucción, poniendo dicha instrucción entre nuestros ojos, es decir en nuestra mente en referencia a la fe que decimos profesar y atando dicha instrucción a nuestras manos, es decir poniéndola por obra, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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