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11.SACRIFICIOS Y OFRENDAS

SACRIFICIOS Y OFRENDAS

“Sacrificios y ofrendas” hace referencia precisamente a las disposiciones por Dios establecidas respecto de los servicios del Tabernáculo referidos a esto.

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La Lectura Bíblica de Levítico 1 entrega parte de estas instrucciones que en ese caso se refieren a lo que se conoce como holocaustos.

Levítico 1 1 Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo: 2 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. 3 Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová. 4 Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya. 5 Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a la puerta del tabernáculo de reunión. 6 Y desollará el holocausto, y lo dividirá en sus piezas. 7 Y los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar, y compondrán la leña sobre el fuego. 8 Luego los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas, la cabeza y la grosura de los intestinos, sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar; 9 y lavará con agua los intestinos y las piernas, y el sacerdote hará arder todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová.

10 Si su ofrenda para holocausto fuere del rebaño, de las ovejas o de las cabras, macho sin defecto lo ofrecerá. 11 Y lo degollará al lado norte del altar delante de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón rociarán su sangre sobre el altar alrededor. 12 Lo dividirá en sus piezas, con su cabeza y la grosura de los intestinos; y el sacerdote las acomodará sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar; 13 y lavará las entrañas y las piernas con agua; y el sacerdote lo ofrecerá todo, y lo hará arder sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová. 14 Si la ofrenda para Jehová fuere holocausto de aves, presentará su ofrenda de tórtolas, o de palominos. 15 Y el sacerdote la ofrecerá sobre el altar, y le quitará la cabeza, y hará que arda en el altar; y su sangre será exprimida sobre la pared del altar. 16 Y le quitará el buche y las plumas, lo cual echará junto al altar, hacia el oriente, en el lugar de las cenizas. 17 Y la henderá por sus alas, pero no la dividirá en dos; y el sacerdote la hará arder sobre el altar, sobre la leña que estará en el fuego; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová.

El Texto Áureo de Isaías 1:14 es un indicativo de la actitud de Dios a todos aquellos que se rebelan ante la instrucción recibida y prefieren andar por sus caminos: “Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas”.

Lo primero que hay que saber, entender y comprender es que toda la instrucción referida a los sacrificios y ofrendan apuntaban como sombra de lo venidero al sacrificio perfecto y santo de Cristo. Cualquier comprensión que pueda obtenerse de la instrucción al respecto entregada es realizada plena, completa, total, perfecta y santamente por Cristo, pero de igual forma nosotros, que estamos llamados a

ser imitadores de Cristo, encontramos en ello enseñanza para nuestra corrección, edificación, perfeccionamiento y santificación.

Uno está llamado, como señala Romanos 12:1, a presentarnos, al igual que Cristo, como un sacrificio, como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. En este sentido, al leer Levítico 1, salta a la vista que los sacrificios y ofrendas que se presentasen debían ser de animales sin defectos, esto es, perfectos, pero además hay menciones especiales a ciertas partes del cuerpo de los sacrificios y ofrendas presentados, a saber: cabeza, grasa, piernas y sangre, ¿qué significa esto para nosotros que queremos se ese sacrificio vivo, santo y agradable para Dios?

La cabeza hace referencia al entendimiento. Primero viene la fe y luego el actuar en consecuencia, y en cuanto a ese entendimiento estamos llamados a crecer en el conocimiento de Dios y de Su Hijo, de igual forma, y es por ello, que Cristo en Marcos 12:29 señala que a Dios debe amársele con toda nuestra mente, de igual forma Deuteronomio 6:8 señala que la instrucción de Dios recibida debe ser atada como señal entre los ojos, es decir, en la mente.

La grasa, que es otra parte de los sacrificios y ofrendas que específicamente es mencionada en Levítico 1, es una referencia a la fuerza que tenemos. Como sabemos la grasa es ese depósito de energía que divinamente fue diseñado para el funcionamiento de nuestro cuerpo, pues bien, la imagen de la grasa en Levítico 1 indica la manera en que debemos amar a Dios: con todas nuestras fuerzas, como lo señala Deuteronomio 6:5.

Por su parte, las piernas, la otra parte del cuerpo de los sacrificios y ofrendas que específicamente es mencionada, es una referencia al andar, siendo que dicho andar, como dice Génesis 17:1, debe ser perfecto ante Dios.

Y por último, la referencia a la sangre derramada en todos los casos apunta a la vida misma ya que, como dice Levítico 17:11, la vida está en la sangre.

De esta forma, el entendimiento de Levítico 1 es perfecto referido a Cristo, siendo que en nuestro caso, si queremos ser como nuestro Señor y Salvador, debemos imitarle amando a Dios con toda nuestra mente y toda nuestras fuerzas, con toda nuestra vida, y nuestro caminar debe ser perfecto y santo ante Dios.

Adicionalmente, Levítico 2:13 señala que todo sacrificio u ofrenda debía ser sazonado con sal, “Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal”, ¿y qué nos dice Mateo 5:13-16?, que estamos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo, lo cual solo será posible si se cumple lo que anteriormente se ha comentado respecto de la manera en que podemos ofrecernos a Dios como un sacrificio vivo, santo y agradable.

Ahora bien, las ofrendas y sacrificios sólo podían ser presentadas por los sacerdotes en el Tabernáculo. Levítico 8:6 y 8:10-13 menciona el rito por medio del cual los sacerdotes eran consagrados: primero eran lavados y después se les ungía con aceite. Estos dos símbolos tienen su referente en los llamados cuando por el bautismo somos lavados de nuestros pecados y con la imposición de manos se recibe el Espíritu de Dios, es decir, como menciona Gálatas 3:27, de esta forma somos revestidos de Cristo, “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”, de ahí que no sólo estamos llamados a presentarnos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios sino también a ser con Cristo sacerdotes, ahora bien, si bien con el bautismo e imposición de manos somos revestidos de Cristo teniendo la encomienda de ser sacerdotes con él, ¿cómo puede hacerse esto de una manera perfecta y santa?

Levítico 8:14-15, 18-19 y 22-24 señalan que después del lavamiento y ungimiento de los sacerdotes, la sangre del sacrificio dado para ello les era untada a los

sacerdotes en el lóbulo de la oreja derecha, en el pulgar de la mano derecha y en el pulgar del pie derecho, ¿esto que puede significar?

Toda la Escritura está relacionada, es un todo coherente, siendo que los símbolos y la instrucción que entrega son consistentes y reiterativos. En este caso, la sangre untada en oreja, mano y pie tiene su referente en las características de los animales considerados aptos para consumo humano señalados en Levítico 11, características que apuntaban como sombra a aquellas que los elegidos debían de mostrar.

Como ya se comentó en su momento en otro apartado de este libro referido precisamente la enseñanza espiritual de las instrucciones relativas a animales puros de aquellos que no lo son (Separación/Diferencias e instrucción), toda la instrucción de Levítico 11 respecto de los animales considerados aptos para consumo humano de aquellos que no consideraban de esa forma, es una referencia al comer y al caminar y, como ya se vio en su momento, ese comer, es decir, ese alimentarse, debe hacerse en nuestro caso, si como sacrificio debemos ser considerados aptos, con la Palabra escrita y la Palabra hecha carne, de igual forma el caminar, como se comentó en su momento, debe ser en dos vertientes: la fe y las obras.

De esta forma puede verse como el untar a los sacerdotes con sangre la oreja, la mano y el pie derecho, hace referencia precisamente a lo mismo: la oreja tiene que ver con el oír y como dice Romanos 10:17, la fe viene por el oír la Palabra de Dios, por lo que el untamiento en la oreja se refiere a la manera en que uno como sacerdote debe a lo largo de la vida seguir creciendo en el entendimiento y la comprensión de la Palabra escrita y de la Palabra hecha carne; de igual forma, y esto es todavía más evidente, el untamiento en la mano hace referencia al hacer, es decir, a las obras que como consecuencia de la fe que se dice profesar se espera de uno, mientras que el untamiento en el pie hace referencia a la manera

en que uno debe caminar por la vida, en perfección y santidad basados en la fe y en las obras.

Es así como si bien la investidura del sacerdocio se nos da por el bautismo y la imposición de manos, el ejercicio del sacerdocio durante toda nuestra vida, el cual debe ser un reflejo espiritual de las características materiales de los animales considerados aptos para consumo humano, está dado por el oír la palabra de Dios, es decir, estudiarla, meditarla, así como el obrar conforme a la voluntad de Dios y caminar delante de Él de manera perfecta y santa.

Por último, al leer lo requerido lo mismo para ser un sacrificio agradable a Dios que para ejercer el sacerdocio al que con Cristo hemos sido llamados, a saber: ser perfectos y santos, uno pudiera desanimarse pues no podemos en este siglo, en esta carnalidad, alcanzar esa perfección y santidad que nos son requeridas, ¡y es verdad!, pero no es nuestro esfuerzo lo que logra lo anterior, sino el sacrificio perfecto de Cristo y el ejercicio santo de Él como sacerdote, como dice Jesús en Juan 15:5 nada podemos separados de Él, “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”, pero unidos a Él, nuestra fe nos es contada por justicia, como lo fue en el caso de Abraham, tal como señala Santiago 2:23, “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”, ya que en Cristo, como dice Hebreos 10:14, somos perfeccionados, “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir en el ejercicio del sacerdocio al que hemos sido llamados en Cristo Jesús oyendo la Palabra escrita y la Palabra hecha carne, realizando obras de justicia y andando delante de Dios en perfección y santidad, y de igual forma presentándonos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, amándole con toda nuestra mente con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra vida, creciendo

en el conocimiento de Dios y Su Hijo y caminando por la vida, en perfección y santidad basados en la fe y en las obras, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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