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12.RECIBIENDO NUESTRA CORONA

RECIBIENDO NUESTRA CORONA

“Recibiendo nuestra corona” hace referencia a la promesa dada a los elegidos y representada por las coronas que les esperan, si es que estos son hallados fieles al regreso de Cristo.

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La Lectura Bíblica de 2 Timoteo 4 presenta aquellos exhortos que Pablo hace a Timoteo, y en su figura a los santos de todos los tiempos, sobre el trabajo en el que se requiere se esté ocupado para buscar calificar así por las coronas que han sido prometidas.

2 Timoteo 4 1 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. 5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. 6 Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. 7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. 9 Procura venir pronto a verme, 10 porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.

11 Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio. 12 A Tíquico lo envié a Efeso. 13 Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos. 14 Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos. 15 Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. 16 En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. 17 Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. 18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén. 19 Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo. 20 Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo. 21 Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. 22 El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén.

El Texto Áureo de Revelación 2:10 menciona precisamente ese requisito buscado, esperado y exigido de los elegidos para calificar para el Reino de Dios, ser hallados fieles: “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

Sin duda alguna, cuando se mencionan las promesas que el Padre ha dado a los elegidos a través de Su Palabra escrita y de Su palabra hecha carne, una sensación de gozo, de esperanza, llena nuestros corazones.

Estas promesas están representadas por coronas:

Corona de justicia (2 Timoteo 4:8), “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

Corona de vida (Revelación 2:10), “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

Corona de oro (Éxodo 25:10-11), “Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor”.

Corona de hermosura (Proverbios 4:5-9), “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; no la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará. Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia. Engrandécela, y ella te engrandecerá; ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará”.

Corona incorruptible (1 Corintios 9.25), “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”.

Corona de gloria (1 Pedro 5:1-4), “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”.

Con todo y si bien estas coronas como se dijo son buscadas y esperadas, hay una corona previa que bien puede no ser deseable, pero que es requerida para alcanzar aquellas: la corona de espinas.

El simbolismo de esta corona de espina no necesariamente es físico, como en el caso de nuestro Señor (Mateo 27:29), pero sí apunta a esa tribulación que la Escritura señala para los justos y que Cristo declaró como consecuencia de los que le buscan, como señala 2 Timoteo 3:12, “y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”.

Volviendo sobre la Lectura Bíblica, encontramos en ella los dos aspectos requeridos para recibir las promesas del Padre representadas por las coronas, estos dos aspectos son el hacer y el obtener. El hacer está dado por el exhorto que Pablo hace a Timoteo, consignado en el versículo 3, referido a predicar, a instar a tiempo y destiempo, y a redargüir, reprender y exhortar, todo esto, como señala al final dicha cita, en paciencia y doctrina. El obtener, si es que se hace lo anterior, está dado por el versículo 8 que habla de alcanzar la corona de justicia, en representación de las demás coronas que ya se han mencionado.

Dado que el exhorto de Pablo contenido en el versículo 3 de la Lectura Bíblica es requisito para la obtención de las promesas representadas por las coronas, es menester entender a cabalidad a qué se refiere al Apóstol.

Lo primero que señala es la necesidad de trabajar en la obra del Señor a través de predicar. Ahora, si bien el término predicar tiene una connotación preponderante referida al hablar, también hace referencia al hacer, ya que si uno predica con la palabra pero contradice esta predicación con el ejemplo, su predicación no sólo es vana sino que incluso, llevando a algunos a tropezar, puede acarrear más bien condenación.

Lo segundo que señala es que como parte del trabajo en la obra del Señor está el instar a tiempo y a fuera de tiempo. Esto es muy importante ya que uno podría llegar a pensar que hay momentos idóneos, óptimos para proclamar las Buenas Nuevas, y en efecto los hay, un ejemplo de esto son los servicios de la congregación que en el templo se dan, pero el exhorto menciona no sólo instar a tiempo, es decir, cuando se dan las condiciones idóneas, óptimas, sino incluso cuando estas condiciones a nuestra vista está ausentes lo cual implica que todo momento, por más que no lo veamos así, es momento para el cual estamos llamados a cumplir con la Gran Comisión (Mateo 28:16-20).

Lo tercero que señala como parte de las labores de aquellos que trabajan en la encomienda dada por nuestro Señor, es a redargüir, reprender y exhortar. Redargüir tiene que ver con instruir, reprender tiene que ver con corregir, y exhortar tiene que ver con motivar. Estos tres aspectos son inseparables en el trabajo para el que todos los elegidos han sido llamados, y los tres tienen que ver con la doctrina, el entendimiento y el ánimo que debemos darnos unos a otros, o como yo los llamo: las verdades de salvación, las verdades de comprensión y las verdades de motivación.

Ahora bien, y como colofón de todo lo anterior, hay dos características dadas al final del versículo 3 de la Lectura Bíblica que caracterizan el exhorto que dicha cita contiene, ya que todo eso debe hacerse, como señala dicho colofón, con paciencia y doctrina. La paciencia implica esa misericordia a la que estamos llamados a ejercer con aquellos que andando por el Camino caen, tropiezan, con

todo y todo ésta misericordia no es esperada de nosotros como un gesto magnánimo de nuestra parte sino como un resultado de la misericordia que de igual forma se ha tenido con nosotros y no sólo eso sino que se sigue teniendo. Por su parte la doctrina es la base para ese predicar, para ese instar a tiempo y destiempo, para ese redargüir, reprender y exhortar que de nosotros se espera como parte del trabajo encomendado en la obra del Señor, no lo que uno piense sino lo que doctrinal y escrituralmente tenga sustento para hacer de ello el fundamento de aquello que se nos pide.

Ahora bien, ¿y cómo podremos lograr todo lo que anteriormente se ha comentado? Con la sabiduría, como menciona Proverbios 4:5-9, “adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; no la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará. Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia. Engrandécela, y ella te engrandecerá; ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará”, y la fuente de esta sabiduría es la Palabra escrita, la Escritura, como señala Proverbios 3:1, “hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos”, y Proverbios 4:4, “Y él me enseñaba, y me decía: Retenga tu corazón mis razones, guarda mis mandamientos, y vivirás”, y la Palabra hecha carne, Cristo, como señala 1 Corintios 1:24, “más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios”.

Pero, con todo y todo lo anterior es una obra formidable, ¿la podremos hacer, podremos conseguir lo que de nosotros se espera?, sí, pero no por nuestra fuerza o nuestra capacidad sino por el Espíritu de Dios que en nosotros está, como señala 2 Corintios 3:5, “no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios”.

Visto de esta forma, se entiende cómo es que este trabajo que nos es requerido, al ser contrario al Enemigo, al Mundo y a la carne, nos trae tribulación, por lo que repitiendo lo dicho inicialmente, la primer corona que nos es necesario aceptar como preámbulo de aquellas que simbolizan las promesas del Padre, es precisamente la corona de espinas, con todo y todo ésta corona es temporal, aquellas son permanentes.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir buscando alcanzar las promesas que del Padre hemos recibido y simbolizadas por las coronas que menciona Su Palabra, sabiendo que para ello se nos requiere a predicar, a instar a tiempo y destiempo, y a redargüir, reprender y exhortar, basados en la sabiduría que deviene de la Palabra escrita y de la Palabra hecha carne, y entendiendo que como consecuencia de esto primero nos es menester padecer tribulación, recibir la corona de espinas, pero comprendiendo que esto último será temporal mientras que las promesas serán eternas, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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