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13.CARIDAD

CARIDAD

“Caridad” hace referencia a lo que escrituralmente debe entenderse por ese término así como a lo que de los elegidos se espera para evidenciar que en ellos hay tal cualidad.

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La Lectura Bíblica de 1 Corintios 13 presenta una definición práctica de lo que es caridad y la establece como el requisito ineludible que deben mostrar en su vida los elegidos para ser considerados como parte del reino venidero.

1 Corintios 13 1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. 11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. 12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.

13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

El Texto Áureo de Mateo 6:34 da luz a lo anterior cuando presenta que en el correcto orden de prioridades debe estar primero buscar el Reino de Dios y Su justicia ya que todas las demás cosas nos serán dadas por añadidura: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.

Si bien el término referido a caridad es fundamental para la vida cristiana, el entendimiento, la comprensión, y sobre todo la aplicación del mismo debe cuidar dos aspectos: el primero es que el mismo no necesariamente hace referencia a lo que podría considerarse, en términos humanos, como portarse bien con los demás; y el segundo, que dicho término no debe ser confundido con ese sentimiento que generalmente se asocia con dicha palabra.

Veamos lo primero. Mucha de la instrucción entregada por la Escritura hacen referencia a un trato diferente que como hijos de Dios debemos dar al prójimo, ejemplo de esto la cita de Romanos 12:17-21 que exhorta a no devolver mal por mal, a no buscar vengarse y es más a dar al enemigo aquello que necesite.

Romanos 12 17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.

21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

Con todo y todo la caridad va más allá de ello y esto salta a la vista con la Lectura Bíblica cuando Pablo señala que aunque se repartiesen los bienes entre quienes los necesiten, si no se tiene caridad, nada se es. ¿Cómo puede alguien repartir todo lo que tiene, es decir, dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento, y aun así considerarse que no se tiene caridad?, para responder esto habría que ver la definición que del amor hace la Escritura: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).

Así que el amar, primeramente a Dios y en segundo lugar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, como señala Mateo 22:36-40, pasa por obedecer la Ley de Dios.

Mateo 22 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

De hecho esto es corroborado en Romanos 13:9-10 cuando Pablo señala “Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”.

Así que en efecto, como parte del llamamiento uno debe buscar estar bien con todos y ayudar al prójimo en sus necesidades materiales y espirituales pero

pasando todo esto por el cedazo del cumplimiento de la Ley de Dios para poder realmente decir que el amor está en nosotros, amor entendido escrituralmente, y que ese amor nos mueve a tener caridad con los demás.

Ahora bien, en cuanto a lo segundo que hay que cuidar respecto del término caridad, está que el mismo no necesariamente se refiere a ese sentimiento que generalmente se asocia cuando se dice dicha palabra, ¿por qué?, porque es más que claro que dicho sentimiento no estará presente cuando, por ejemplo, se trate de enemigos bajo los cuales se padezca tribulación, más sin embargo, y aunque ese sentimiento no esté presente, el trato hacia ellos, como hacia todos, nos nazca o no, debe ser como escrituralmente se espera de un hijo de Dios. Pero, un momento, si no nos nace hacer el bien que de nosotros se demanda, es decir, si no hay ese sentimiento que se asocia cuando uno usa el término de caridad, ¿no podría decirse que uno es hipócrita, que está fingiendo un trato que no surge espontáneamente? Para nada.

Si se esperase que el actuar cristiano surgiese naturalmente del sentimiento que se relaciona cuando se habla de caridad, Cristo mismo no hubiese dejado tantas instrucciones al respecto, como las contenidas en Mateo 5 a manera de ejemplo, ya que dichas acciones surgirían de manera natural, espontánea. El hecho de que esté o no presente ese sentimiento que uno relaciona cuando escucha la palabra amor, caridad, no implica que las acciones que de uno se espera estén condicionadas al mismo, pero, de nueva cuenta: ¿no será actuar así un fingimiento, un obrar de manera hipócrita? Lo fuera si uno no estuviera convencido de ello y sólo actuase—más bien: fingiese— con un fin meramente humano, pero los elegidos convencidos estamos de ese actuar y nos esforzamos en ello pero, como dice la misma Lectura Bíblica en los versículos 9 y 10 “porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará”, así que aunque en el presente siglo estamos convencidos del actuar que escrituralmente de nosotros se espera, y por el cual nos esforzamos, ese actuar es parcial, imperfecto, pero el mismo nos sirve para

evidenciar ante el Padre la meta que queremos alcanzar sabiendo a la venida de nuestro Señor, cuando seamos transformados en cuerpos de gloria, ese actuar será perfecto y santo, tanto en el actuar como en el sentir, algo así como el que se entrena para alcanzar algún desempeño: mientras se entrena no se desempeña como aún se espera de él, pero se requiere de ese entrenamiento para alcanzar aquel desempeño, por eso 1 Corintios 8:1 habla de que el amor edifica, “En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica”, porque se trata de eso: algo que se está construyendo, una meta que alcanzaremos si no desfallecemos, de igual forma Colosenses 3:14 habla de revestirse del amor, “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”, porque el vestido no es propiamente uno, pero a fuerza de usarlo uno llega a identificarse con eso que usa, como las armas espirituales que Pablo menciona en Efesios 6:13-18 las cuales, si bien no son uno, a fuerza de usarlas nos transforman en la esencia de las mismas.

Efesios 6 13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir ejercitándonos en el amor, la caridad, como escrituralmente es definida: obrar con el prójimo conforme, de acuerdo y a través de la Ley de Dios,

sabiendo que el ejercicio volitivo de esa condición, aunque imperfecto en el presente siglo, nos irá habilitando para alcanzar la estatura perfecta de Cristo sabiendo que si somos hallados dignos de ser reyes y sacerdotes con Cristo en el reino venidero, ese actuar dejará de ser parcial e imperfecto para ser perfecto y santo, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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