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15.AMOR FRATERNAL

AMOR FRATERNAL

“Amor fraternal” hace referencia a esa cualidad que debe identificar a los hijos de Dios respecto del trato que nos debemos unos para con otros.

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La Lectura Bíblica de Mateo 18 es toda una instrucción relativa este punto, con todo y todo hay que ver la manera en que la estructura de la misma es presentada.

Mateo 18 1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. 6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. 7 ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! 8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. 11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. 12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? 13 Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. 14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. 15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16 Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. 19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. 21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. 23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

25 A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Más él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Dicho capítulo contiene cinco apartados: la cuestión de quién es mayor –aclarada por Cristo en cuanto a que mayor entre los hermanos es quien humildemente se hace como un niño–, la cuestión de los tropiezos –los cuales son inherentes al presente siglo pero que acarrean responsabilidad sobre aquél que motivo es de ello entre los hermanos-, la cuestión de la oveja perdida –que representa el amor del Padre y de Su Hijo quienes van por aquellos que ajenos a las promesas pueden avenirse a ellas a través del sacrificios redentor de Jesús y llegar a ser de

manera plena, perfecta y santa hijos de Dios–, la cuestión relativa al perdón que nos debemos unos a otros –siendo que la medida de setenta veces siete para ello no implica 490 veces, sino un llamado a la perfecta y santa magnanimidad con la que el Padre nos trata y que debe ser reflejada en nuestra vida–, y la cuestión relativa a los dos deudores –que ejemplifica lo anterior señalando que quien no perdona lo poco que pudiesen deberse entre hermanos, a pesar de haber él recibido el perdón del Padre, no puede entrar al reino venidero–.

Es interesante que en esta exposición de ideas la cuestión de la oveja perdida está a la mitad de las mismas, interesante ya que todo el capítulo trata de ese trato que nos debemos unos con otros como hijos de Dios, pero la cuestión de la oveja perdida aparece en la mitad del relato como un recordatorio de lo mucho que del Padre cada uno de nosotros ha recibido al haber sido llamados a salvación el presente siglo, al habérsenos perdonados las faltas cometidas, y al habérsenos habilitado la posibilidad de llegar a ser reyes y sacerdotes en el reino venidero. De esta forma la cuestión de la oveja perdida se inserta a la mitad de la instrucción de Mateo 18 como un recordatorio de lo mucho que del Padre hemos recibido con lo que el resto de las cuestiones –quien es mayor, ocasiones de caer, el perdón al hermano y los dos deudores–, adquieren perspectiva que permiten su realización.

El Texto Áureo de Juan 15:15 agrega luz sobre lo anterior cuando señala que el trato de Cristo a quienes responden al llamado del Padre y hacen Su voluntad ya no es de siervos sino de amigos, “ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, siendo que un amigo debe ser amigo de todos los amigos de su amigo, y si todos los hermanos y hermanas que han respondido al llamado del Padre son llamados amigos de Cristo, nuestro trato con ellos debe ser como señala Mateo 18 y que puede identificarse como de amor fraternal.

Con todo y todo tal vez alguien pudiera preguntar ¿cómo debe ser ese amor fraternal que nos debemos unos con otros? Efesios 4:30-32 responde cuando señala que debemos apartar de nosotros, en el trato hacia los demás, amargura, enojo, ira, griteríos, maledicencia, malicia, y que por el contrario debemos ser benignos, misericordiosos y perdonadores, “y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.

De igual forma Colosenses 3:5-13, haciéndose eco de lo anterior, señala sobre lo mismo que los elegidos deben apartar de su vida fornicación, impurezas, pasiones, malos deseos, avaricia, ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas, y mentiras de unos para con otros, y por el contrario debemos ser misericordiosos, benignos, humildes, mansos, pacientes, soportándonos unos a otros, perdonándonos unos a otros.

Colosenses 3 5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, 7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. 8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. 9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, 10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, 11 donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.

12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.

Si, alguien podrá decir “eso ya lo sé”, pero ¿lo haces? Tal vez si, tal vez en parte, tal vez caigamos en cuenta –Dios así lo quiera– de lo que aún nos falta de trabajar en nosotros para que pongamos manos a la obra en ello-, y aquí es dónde estriba la cuestión a resolver, ¿por qué? Porque si somos honestos nos daremos cuenta que lo que Dios espera de nosotros excede nuestras capacidades, no podemos alcanzarlo con nuestras propias fuerzas, entonces ¿para qué Dios nos lo pide?, ¡precisamente para eso!, para que cayendo en cuenta de nuestra incapacidad de alcanzarlo pidamos Su ayuda que deviene de Su Espíritu siendo que así, y sólo así, Él comienza a trabajar en nosotros hasta llevarnos a la plenitud de lo que pensó para cada uno desde la eternidad, de otra forma, es decir, si nos consideramos suficientes, ni requerimos ni solicitamos y por ende ni obtenemos, esta ayuda que deviene del Padre y que es la única que nos permitirá llegar a ser lo que estamos llamados a ser.

Ahora bien, me gustaría traer en este punto la cita de Hechos 28:3-6 la cual que gira en torno a aquel sucedió donde a Pablo una víbora le muerde.

Hechos 28 3 Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano.

4 Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. 5 Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. 6 Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; más habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.

¿Qué tiene que ver ese evento donde Pablo es picado por una víbora con el tema del amor fraternal? ¡Mucho!

Cuando uno comienza a entender lo requerido por el Padre para con sus hijos, tal como ya se comentó y que expuesto está e Efesios 4:30-32 y Colosenses 3:5-13, lo primero que inmediatamente después de esa comprensión puede acudir a nuestra mente es el miedo, la aprensión, la preocupación de que se aprovechen de uno, y ¿quién podría aprovecharse de alguien misericordioso, benigno, humilde, manso y demás? Honestamente habría que contestar que casi cualquier persona no sólo del mundo, que desconoce a Dios, sino incluso entre los mismos hermanos y hermanas de la iglesia que aún no reflejan el carácter perfecto y santo del Padre, ¿entonces?, es aquí donde entra la historia de Pablo siendo picado por la víbora ya que ¿qué vemos en ella?, vemos a Pablo haciendo lo que Dios le ha encomendado, siendo recibido con deferencia y atención en una isla después de naufragar, pero aun así siendo picado por una víbora. Más sin embargo la historia no termina ahí: la víbora es echada el fuego por Pablo, quien no muere pues su vida está en manos de Dios siendo que eso es motivo de glorificar al Padre por su infinita misericordia y eterno amor.

Y ¿qué podemos aprender de ello? Que al igual que Pablo uno debe hacer lo que está llamado a hacer –ser misericordioso, benigno, humilde, manso y demás–, sin preocuparnos por esas víboras que, en la figura de personas que quieran aprovecharse de uno, busquen picarnos ya que incluso en los naufragios, es decir,

las adversidades está Dios, y que si esas personas llegan a picarnos, a tratar de dañarnos, el resultado no será así pues todo obrará para nuestro bien siendo que quien busque nuestro mal solo acarreara sobre sí juicio y condenación, más sin embargo el resultado que sobre nuestra vida venga será para gloria del Padre y para nuestra propia edificación.

Pero la lección de este sábado no termina aquí, pues ¿de qué vale se nos diga lo que tenemos que hacer sin completar con la idea de aquello que se busca alcanzar?, esto está dado por Efesios 2:4-7 cuando señala que todo el esfuerzo anterior tiene recompensa que aguarda para quien así haga: ser resucitados y llegar a formar de manera plena, perfecta y santa parte de la familia de Dios como sus hijos glorificados, “pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.

De esta forma la idea sobre el amor fraternal contenida en la Escritura queda completa: se nos instruye sobre la infinita misericordia y eterno amor que el Padre ha tenido para con cada uno de nosotros, se nos señala lo que se espera de nosotros como hijos de Dios –tanto en lo que debemos hacer como en lo que no debemos hacer en nuestro trato con los demás–, se nos dice que no temamos de aquellos que con base en lo anterior busquen aprovecharse de nosotros, dañarnos, ya que en las manos de Dios estamos, y se nos recuerda las promesas a las que hemos sido llamados para que éstas alienten nuestro andar moviéndonos a avanzar en el camino.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir con la comprensión de todo lo que del Padre hemos recibido, que esa comprensión nos lleve a responder, por el Espíritu, como se espera de un

hijo suyo en cuanto al trato con los demás referido al amor fraternal que nos debemos unos para con otros, que esa respuesta no dé cabida al temor de aquellos que quieran hacernos daño pues en manos de Dios estamos, avanzando en el Camino con la esperanza de las promesas que hemos recibido y que en su momento vendrán a plena realización, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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