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19.TEMPLANZA

TEMPLANZA

“Templanza” hace referencia a otra de las cualidades que como hijos de Dios debemos de mostrar.

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La Lectura Bíblica de 1 Corintios 9 presenta una narrativa que permite entender, de manera práctica, la cuestión de la templanza ya que en ella Pablo señala que si bien él, al igual que todos los que predican el Evangelio, aún y cuando derecho a tiene de vivir de eso, no ha querido así hacerlo para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo.

1 Corintios 9 1 ¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? 2 Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor. 3 Contra los que me acusan, esta es mi defensa: 4 ¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? 5 ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? 6 ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar? 7 ¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? 8 ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? 9 Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, 10 o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.

11 Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? 12 Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. 13 ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? 14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. 15 Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria. 16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! 17 Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada. 18 ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio. 19 Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. 20 Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; 21 a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. 22 Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. 23 Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.

24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 25 Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. 26 Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, 27 sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.

De igual forma el Texto Áureo de 1 Corintios 9:25 arroja luz sobre el tema al señala, tomando como ejemplo a los atletas que buscan una corona corruptible, que si bien ellos se privan de todo con tal de alcanzar su fin, con más razón nosotros que buscamos una corona incorruptible: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”

En este punto tal vez alguien se pregunte: entonces ¿de qué debemos privarnos? La primer respuesta que puede salir es que debemos privarnos del pecado, de aquello que nos separa de Dios, pero Pablo en la Lectura Bíblica, remarcado esto en el Texto Áureo, no hace referencia a aquello que le está prohibido a todo hijo de Dios nacido de nuevo sino más bien a aquello que le es lícito pero que uno decide privarse de ello buscando un bien mayor. Sobre esto la misma Escritura señala, y en boca del mismo Pablo: “Todo me es lícito, más no todo me edifica” (1 Corintios 10:23), luego entonces como cristianos debemos de buscar, no nada más lo que nos es lícito, sino lo que finalmente termina por edificarnos.

Entonces, ¿de qué debemos privarnos?, ¿debemos volvernos como aquellos ascetas del cristianismo nominal que sometidos a sacrificios extremos buscaban ganar por su esfuerzo la gloria?, nada más alejado de la realidad. De lo que debemos privarnos, de aquello sobre lo cual hemos de mostrar templanza, es de aquello que no es para la mayor gloria de Dios, que no busca la edificación del

Cuerpo de Cristo, que no es útil para el testimonio que ante las naciones debemos dar y, como consecuencia de todo esto, que no es para nuestro propio bien

Gálatas 5:24 señala de manera general aquellas cosas sobre las cuales hemos de ejercer templanza y las engloba como la carne con sus deseos y pasiones, “pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”, señalando en Gálatas 6:8 que quien siembra para la carne cosechará corrupción, más quien siembra para el Espíritu segará vida, “porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.

En este punto ya comienza a tener más claridad aquello que como parte de la templanza es loable si nos privamos: las pasiones y deseos de la carne que si bien pueden ser lícitos pueden llegar a actuar en contra del llamamiento al que hemos respondido.

Sobre esto, Tito 1:7-9 señala de manera más específica algunos aspectos que a manera enunciativa indican aquello sobre lo que debe ejercerse autocontrol: soberbia, enojos, alcohol, pelas, codicia; de igual forma, y por el contrario, señala lo que sí debe fomentarse en el mismo contexto de la templanza: desprendimiento, bondad, sobriedad, justicia, santidad.

De nuevo: aquello de lo que Pablo señala que en el contexto de la templanza uno debe ejercer autocontrol, no es lo que nos es ilícito, eso está más que claramente prohibido para un cristiano por la Palabra, sino incluso de aquello que siendo lícito no es para la mayor gloria de Dios, que no busca la edificación del Cuerpo de Cristo, que no es útil para el testimonio que ante las naciones debemos dar y, como consecuencia de todo esto, que no es para nuestro propio bien. Ahondemos un poco más en esto.

En 1 Corintios 8:1-11 Pablo discursa sobre un problema en la iglesia primitiva relativo al consumo de la carne ofrecida a los ídolos.

1 Corintios 8 1 En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica. 2 Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. 3 Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él. 4 Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios. 5 Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), 6 para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. 7 Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. 8 Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. 9 Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. 10 Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? 11 Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.

En la instrucción que se presenta se aclara que dado que los ídolos nada son uno puede consumir la carne que se les haya ofrecido, pero –y esto es muy

importante— señala que si eso que le es lícito a un cristiano es causa de tropiezo para otro hermano en la fe, mejor es privarse de aquello. Como menciona el mismo Pablo escribiendo a los de Roma: “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos” (Romanos 15:1).

Sobre esta instrucción referida a la templanza hay que tener cuidado pues la corriente del mundo bombardea constantemente con la filosofía dónde uno busca obtener al máximo lo que según por derecho nos corresponde: yo puedo vestirme como quiera –aunque eso escandalice a los más débiles en la fe—, yo puedo oír la música que quiera o ver las películas que desee–aunque eso escandalice a los más débiles en la fe—, yo puedo comer y beber lo que sea, donde sea y como sea –aunque eso escandalice a los más débiles en la fe—, yo puedo divertirme como quiera –aunque eso escandalice a los más débiles en la fe—. En la iglesia no puede tener cabida esto ya que, como se vio anteriormente, incluso de aquello que nos es lícito es bueno privarnos cuando se busca un bien superior y este bien superior siempre será la mayor gloria de Dios, la edificación del Cuerpo de Cristo, el testimonio que ante las naciones debemos dar y, como consecuencia de todo esto, nuestro propio bien.

De esta forma la pregunta que ante alguna decisión relacionada con la templanza todo cristiano debería formularse no es “¿me es lícito?, ¿tengo derecho a esto?, ¿hay algo que me lo prohíba?”, sino más bien “esto que siendo lícito busco, ¿es para la mayor gloria de Dios, busca la edificación del Cuerpo de Cristo, sirve como testimonio que ante las naciones debo dar y, como consecuencia de todo esto, va para mi propio bien?”

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir ejerciendo esa templanza a la que nos exhorta la Escritura donde no es nuestros fines que aunque lícitos egoístamente buscamos, sino aquello que siendo lícito sirve para la mayor gloria de Dios, busca la edificación del

Cuerpo de Cristo, actúa como el testimonio que ante las naciones debemos dar y, como consecuencia de todo esto, va para nuestro propio bien, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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