8 minute read

18.PACIENCIA

PACIENCIA

“Paciencia” hace referencia a una de las cualidades que como hijos de Dios debemos de mostrar.

Advertisement

La Lectura Bíblica de Salmos 27, si bien no menciona a la paciencia de manera explícita, sí permite entender muchas situaciones relacionadas con las tribulaciones que se padecen en el presente siglo y que para ser salir airosos de las mismas requieren precisamente de la paciencia.

Salmos 27 1 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?

Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? 2 Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. 3 Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado. 4 Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. 5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto. 6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová. 7 Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; Ten misericordia de mí, y respóndeme.

8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; 9 No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. 10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá. 11 Enséñame, oh Jehová, tu camino, Y guíame por senda de rectitud A causa de mis enemigos. 12 No me entregues a la voluntad de mis enemigos; Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad. 13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová En la tierra de los vivientes. 14 Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.

De igual forma el Texto Áureo de Salmos 130:5 arroja luz sobre el tema al señalar que ante todo la paciencia implica esperar en Jehová, “Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado”.

La paciencia, como señala Gálatas 5:22, es uno de los frutos del Espíritu, ¿eso quieres decir que si no tenemos paciencia no tenemos en nosotros el Espíritu de Dios?, no necesariamente, más bien implica reconocer que seguimos en el presente siglos sujetos a la debilidad de esta carnalidad, pero abordaremos esto más delante.

Como se mencionó, referido al Texto Áureo, la paciencia implica esperar en Jehová; este esperar ¿implica estar simplemente expectante para que aquello que se espera se cumpla?, al contrario, implica estar muy activo no porque nuestro esfuerzo logre lo esperado sino que es requerido para que aquello que se espera se manifieste por el poder de Dios en nosotros. Activos, ¿en qué?, Salmos 25:5-7 responde esto cuando referido a lo que señala el Texto Áureo, a saber: a esperar en Dios, pide a Dios mismo que sea Él quien enseñe y quien encamine, “encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”, siendo que enseñar tiene que ver con el saber mientras que encaminar tiene que ver con el hacer, es decir, con la fe y con las obras.

De esta manera la actividad de los elegidos mientras en paciencia se espera el cumplimiento de las promesas del Padre pasa por ir creciendo en el conocimiento de Dios y Su hijo, la fe, e ir madurando en los frutos de perfección y santidad que de nosotros se espera, las obras. Salmos 25:21 es reiterativo en esto al señalar, referido a esperar en Dios, que esta espera debe ser en integridad y rectitud, “integridad y rectitud me guarden, porque en ti he esperado”, de nuevo: integridad se refiere a la fe, rectitud se refiere a las obras.

En este punto hay que aclarar que paciencia no implica estar impávidos, como si nada nos afectara, sino más bien en mantenernos firmes en nuestra profesión de fe sabiendo, como señala Romanos 8:18-25, que las tribulaciones del presente siglo no son comparables con la gloria que en los hijos de Dios habrá de manifestarse.

Romanos 8 18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.

20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

En este sentido es significativo como Pablo expresa en 2 Corintios 4:8-9 que él mismo, así como muchos de los elegidos, experimentan el estar afligidos, perplejos, perseguidos y derribados, pero –y esto es muy importante– no por ello son agobiados, desesperados, abandonados o destruidos: “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”.

Así, como puede verse, la zozobra de las tribulaciones que se experimentan pueden embargar nuestro corazón, pero la confianza en las promesas recibidas permite en paciencia, por paciencia y con paciencia, esperar su plena realización.

Sin duda alguna que nuestro modelo de paciencia es nuestro Señor Jesús, Isaías 53:7 lo presente como esa oveja, como ese cordero, que humillándose a sí mismo fue conducido al sumo sacrificio por nuestros pecados, “angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Con todo y todo esa paciencia es algo que se está formando en nosotros y que tendrá su plena realización cuando seamos transformados.

Tan importante es la paciencia que en palabra mismas de nuestro Señor Jesús, como está escrito en Lucas 21:19, será gracias a esta que ganaremos nuestras almas, “con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas”, ¿se capta la importancia de esperar, de aguantar, de ser pacientes?

Pero bueno, en este punto tal vez surja la pregunta ¿cuál es la razón de la impaciencia en que ocasiones –a veces muy recurrentemente– experimentamos? El primer versículo de la Lectura Bíblica lo señala cuando dice “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?”, ahí está la clave: la impaciencia surge del temor, y el temor es un indicativo de que aún nos falta crecer para confiar plenamente en el Padre, pero esto no es para deprimirnos, sino para entender que estamos en un proceso, con todo y todo ¿qué hacer cuando ese temor hace que más bien nos mostremos impacientes?, la misma Escritura nos da la respuesta cuando en Salmos 55:22 señala “echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo”, en otras palabras, es válido, de hecho es deseable, venir ante Dios y humillándose reconocer que no podemos, pero que en Él confiamos.

Por último, la pregunta que de inicio quedó pendiente: Dado que la paciencia es uno de los frutos del Espíritu, ¿eso quieres decir que si no tenemos paciencia no tenemos en nosotros el Espíritu de Dios?, ya se dijo que no necesariamente, más bien implica reconocer que seguimos en el presente siglos sujetos a la debilidad de esta carnalidad, más sin embargo extendámonos en ello.

El esforzarse, como nos dice la Escritura, por ser pacientes, aunque a veces fallemos, aunque a veces lo hagamos de manera imperfecta, es igual a ese bebé que aún no camine y que alza sus brazos para que su padre lo agarre. Si nunca levantara sus brazos su padre no lo levantaría, pero si insiste una y otra vez el padre, al darse cuenta de que el hijo desea lo agarre, lo levanta y lo toma con él. Así, si nos esforzamos en la paciencia, no por nosotros mismos sino con la ayuda del Espíritu, estamos mostrando una y otra vez al Padre que deseamos ser como

Él lo desea, pero que en nuestra fragilidad no lo podemos hacer, pero si seguimos en esta lucha, si hasta el final levantamos una y otra vez los brazos como en el ejemplo del bebé, llegará ese momento, ¡y ya está a la puerta!, en que siendo recogidos por Dios seremos glorificados en Cristo Jesús para, entonces sí, mostrar en nosotros los frutos del Espíritu, incluyendo la paciencia, de manera perfecta y santa.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir pacientemente las pruebas y tribulaciones inherentes a nuestra carnalidad en el presente siglo, creciendo en el conocimiento de Dios y Su hijo y poniendo por obra esa fe que decimos profesar, confiados en que si nos mantenemos fieles hasta el final llegará ese momento en que la gloria venidera sea manifestada en nosotros y que los frutos del Espíritu, incluyendo la paciencia, tendrán su plena realización, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

This article is from: