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21.VIRTUD

VIRTUD

“Virtud” hace referencia a otro un aspecto básico, mucho muy práctico de la vida cristiana, que finalmente es el que pone en evidencia aquella fe que decimos profesar.

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La Lectura Bíblica de 2 Pedro 1 contiene la referencia a la virtud como parte de un proceso, un elemento clave, que permite ir construyendo, con la ayuda de Dios, ese templo vivo donde more el Espíritu ya que, como señala 2 Pedro 1:5, a la fe hay que agregar virtud, a la virtud conocimiento, al conocimiento dominio propio, al dominio propio paciencia, a la paciencia piedad, a la piedad afecto fraternal, y al afecto fraternal amor.

2 Pedro 1 1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: 2 Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. 3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.

8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 11 Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. 12 Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. 13 Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; 14 sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. 15 También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas. 16 Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 17 Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. 19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,

21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

De igual forma el Texto Áureo de Mateo 5:48 arroja luz sobre el tema al señalar claramente qué es lo que se espera de nosotros, la meta aquella a la que debemos llegar: ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

Cuando escuchamos la palabra virtud generalmente la asociamos con cuestiones del mundo referidas a tener un buen comportamiento, ser un ejemplo de rectitud, e incluso con nociones de moralidad o ética, lo cual en efecto tienen su referente en lo que denominamos virtud, pero escrituralmente hablando ese buen comportamiento, esa rectitud en la vida, esa moralidad o esa ética deben tener de referente la verdad de Dios revelada en Su Palabra, la diferencia entre los primeros, aquellos que viven la virtud conforme la entiende el mundo, y aquellos que la viven conforme la entiende Dios, está explicitada en 1 Juan 2:15-17 que señala para los primeros un atarse a un mundo que pasa mientras que para los segundo está la promesa de la vida eterna: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

Proverbios 14:2, Salmos 19:9 y Proverbios 8:13, señalan al temor de Dios como ese requisito para comportarse de manera virtuosa, recta, siendo que, como la última cita lo señala, el temor de Dios es aborrecer el mal, así que la virtud comienza por identificar lo que para Dios es incorrecto, está mal, es pecado, y obrar en consecuencia luchando contra ello.

Con todo y todo el temor de Dios, como señala Proverbios 1:7, es apenas el principio de la sabiduría, ya que la misma implica no sólo odiar el mal sino hacer el bien, actuar de manera virtuosa, o como dice Pablo escribiendo a los de Roma en Romanos 12:9-12, en aborrecer lo malo y hacer lo bueno: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración”.

Vivir la virtud es buscar, como señala Filipenses 4:8-9, lo verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro, lo amable, lo de buen nombre, “por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”, todo esto entendido como Dios lo entiende, y si se presta atención a los referentes explicitados en esta cita, los mismos son eminentemente prácticos, es decir, tienen que ver con el hacer, con poner la fe por obras.

Es por eso que, como se comentó desde el principio, la noción de la virtud es eminentemente práctica, implica poner la fe por obras, mostrando así, de manera visible, aquello invisible en lo que decimos creer, caso contrario, es decir, si no actuamos en consecuencia con la fe que decimos profesar, no sólo no tenemos virtud sino que caemos en ese grupo que Cristo, en Mateo 6:2, 6:5, 6:16 y 23:1323, identificaba como hipócritas, aquellos a los que, como dice Mateo 23:3, uno puede prestar atención a lo que dicen pero para nada imitar en lo que hacen: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”.

Este grupo de gente, es decir, aquellos que no viven la virtud, no sólo son hipócritas, como nuestro Señor mismo los denomina, sino que peor aún son

pecadores ya que como dice Santiago 4:17 el que sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado. De igual forma Pablo escribiendo a los de Roma, en Romanos 2:21-23, les hace ver la incongruencia de predicar no robar, no adulterar, no idolatrar, no violar la Ley ¡y estar incurriendo precisamente en eso contra lo que se exhorta!: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?”. Tú

De igual forma, y para todo aquel que cree estar en una posición diferente a la del grupo anterior, es decir, que se considera que sí se está viviendo con virtud, la misma Escritura previene contra dicha jactancia cuando en 1 Corintios 10:12 previene a todo aquel que cree estar firme para que cuide no resbalar, exhortando más bien, como lo hace Mateo 25.1-13, a estar vigilantes, a no descuidar el llamamiento del que se ha sido objeto: velando como las cinco vírgenes prudentes antes que dormirnos como las cinco vírgenes insensatas.

Ahora bien, ¿cómo pudiera resumirse todo esto?, ¿qué prueba de fuego –como coloquialmente s dice– pudiera implementar uno para evaluar, bajo la luz de la virtud, lo que uno hace? Volviendo sobre Filipenses 4:8-9, donde Pablo referencia ese vivir de manera virtuosa como la búsqueda de lo verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre, la manera en que termina dicha admonición nos puede dar ese elemento que necesitamos para ver si lo que uno hace cae en el ámbito de lo que podríamos llamar virtud, ya que Pablo resume todo lo expuesto señalando que se haga como se oyó, recibió y aprendió de él, lo cual está bien, pero agrega el elemento clave que nos sirve para lo que estamos buscando cuando también señala a imitar lo que se ha visto en él.

Aquí está el elemento clave de la vida virtuosa, la prueba de fuego para evaluar, bajo la luz de la virtud, lo que uno hace: cuando uno es capaz de decir “¿quieres saber cómo vivir la fe? Mira la manera como me comporto”. Si uno es capaz, como

Pablo, de ponerse como ejemplo, esa es la garantía de que uno está viviendo en virtud, no que uno sea el ejemplo a seguir, en 1 Corintios 11:1, el mismo Pablo que se señalaba a sí mismo como ejemplo aclaraba que él seguía el ejemplo de Cristo a quien deseaba imitar, “sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”, sino que la manera en que uno vive, lo que uno hace pues, finalmente es lo que permite testimoniar esa fe que se dice profesar, siendo que si ese vivir es congruente con lo que uno cree, bien puede mostrarlo como la manera de poner por obra la fe que se dice profesar.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir de manera virtuosa, poniendo nuestra fe por obra, de tal forma que podamos decir como Jacobo, el hermano de Jesús, quien en Santiago 2:18 escribió muéstrame tu fe sin obras que yo te probaré por las obras mi fe”, siendo así, como señala Mateo 5.13,-16, sal de la tierra y luz del mundo, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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