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24.LA CENA DEL SEÑOR

LA CENA DEL SEÑOR

“La Cena del Señor” hace referencia a la ordenanza que estableció nuestro Señor en la última Pascua que con sus discípulos celebró.

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La Lectura Bíblica de Marcos 14:12-26 establece precisamente la relatoría de lo acontecido en esa última Pascua así como lo relativo a la ordenanza de lo que se conoce como la Cena del Señor.

Marcos 14 12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le preguntaron: —¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua? 13 Y envió a dos de sus discípulos diciéndoles: —Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14 y donde entre decid al señor de la casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’” 15 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto. Haced allí los preparativos para nosotros. 16 Fueron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron lo que les había dicho y prepararon la Pascua. 17 Cuando llegó la noche vino él con los doce. 18 Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: —De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar. 19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: —¿Seré yo? Y el otro: —¿Seré yo? 20 Él, respondiendo, les dijo:

—Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. 21 A la verdad el Hijo del hombre va, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. 22 Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y les dio, diciendo: —Tomad, esto es mi cuerpo. 23 Después tomó la copa y, habiendo dado gracias, les dio y bebieron de ella todos. 24 Y les dijo: —Esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada. 25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios. 26 Después de haber cantado el himno, salieron al Monte de los Olivos.

De igual forma el Texto Áureo de Juan 6:53 arroja luz sobre el tema al señalar que sólo aquellos que comen la carne de nuestro Señor y beben su sangre pueden llegar a tener vida en sí mismos: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

Comer la carne de nuestro Señor y beber Su sangre no se refiere a participar de los emblemas, si así fuese se estaría compartiendo la doctrina de la iglesia romana de la transustanciación que sostiene que el pan y el vino, durante la consagración, se convierten literalmente en la carne y la sangre de Cristo, prueba de esto es que el Texto Áureo, la cita de Juan 6:53 donde Jesús menciona lo relativo a comer su sangre y beber su carne es dicha mucho antes de lo que se conocería como la Cena del Señor, es decir, mucho antes de que se hubieran establecido los emblemas, entonces ¿a qué se refería Cristo con comer Su carne y beber Su sangre?

Pocas referencias en la Escritura hay a comer de algo en el sentido que Cristo lo mencionaba, aparte de la cita de Juan 6:53 se tiene la de Génesis 2:16-1, relativo a no comer del Árbol de la Ciencia del Bien y el Mal, “y mandó Jehová Dios al

hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;

más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”, –lo cual finalmente hicieron nuestros primeros padres– y la cita de Revelación 17:16 cuando los diez reyes que al final de los tiempos cederán su poder a la bestia comen las carnes de la Ramera, “y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego”, ¿qué podrá significar esto de comer de algo?

En Juan 6:32-34 Cristo se refiere a sí mismo como el Pan del Cielo y hace una comparación entre Él, como Pan del Cielo, y el Maná que el Pueblo de Israel comió en el desierto, “y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, más mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el

pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

Le dijeron: Señor, danos siempre este pan”, de esta manera hay una analogía que permite comprender ese comer como alimentarse de, nutrirse de, y si a esto se le suma la observación de la vida natural donde uno llega a convertirse en aquello que come –es decir: una alimentación saludable genera una vida saludable mientras que una alimentación deficiente genera una vida deficiente– puede entonces llegar a comprenderse que ese comer la carne de nuestro Señor y beber Su sangre implica alimentarse de Él, nutrirse de Él, hasta llegar a ser como Él, y ¿cómo alimentarnos de Él, nutrirnos de Él?, mediante el Espíritu Santo de Dios a través de la Palabra escrita y a través de la Palabra hecha carne, creciendo en el conocimiento del Padre y Su Hijo y poniendo por obra esa fe que se dice profesar.

Este conocimiento permite entender Génesis 2:16 pues nuestros primeros padres, en representación de toda la humanidad, en vez de optar por comer del Árbol de la Vida, es decir alimentarse, nutrirse del conocimiento que deviene de Dios, se optó por comer del Árbol de la Ciencia del Bien y el Mal, es decir, alimentarnos, nutrirnos del conocimiento que resulta de nuestra propia experiencia, es decir, tomar lo que es de este árbol –el conocimiento del bien y del mal– volviéndonos

como él, con los sufrimientos que ello conlleva. De igual forma permite entender la cita de Revelación 17:46 pues ese comer de las carnes de la Ramera que harán los diez reyes que en el tiempos finales cederán su poder a la Bestia implica que estos se alimentarán, se nutrirán de aquella, es decir, tomarán lo que es de ella volviéndose como ella lo cual implica que le quitaran su autoridad moral para erigirse como figura ética que determine en la sociedad lo que es bueno y malo, lo cual ya ha comenzado a suceder.

Pero ¿y los emblemas?, el pan y el vino que en la Cena del Señor se comen simbolizan –por eso se conocen como emblemas– nuestra intención de comer de la carne de Cristo y beber de Su sangre, todos los días, no solamente un día, es decir, alimentarnos de Él, nutrirnos de Él, hasta llegar a ser como Él, pero los emblemas en sí tiene un significado claro pues, como dice 1 Corintios 11:26, participar de los mismos es proclamar la muerte del Señor hasta que venga, “así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.

Respecto de esto, ¿alguna vez te has preguntado por que con la participación en los emblemas proclamamos la muerte del Señor?, ¿no sería mejor proclamar, por ejemplo, su resurrección?, ¿por qué un recordatorio de algo tan triste, tan desagradable como la muerte de nuestro Señor?, se me vienen tres razones: la primera razón es que a diferencia de la resurrección de nuestro Señor, que finalmente lo vuelve a la vida, la muerte del mismo era algo que nunca jamás en la historia de todo el universo había acontecido al grado que hasta la creación se conmovió con ello, como menciona Mateo 27:51-53, “y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”, de esta forma Su muerte era más asombrosa para todo; la segunda razón es que es su muerte la que nos redimió de todos nuestros pecados, la que nos reconcilio con el Padre, como menciona

Mateo 26:27-28, “y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”; y la tercera razón, ¿recuerdas lo que ya se explicó sobre el significado de la frase de comer la carne de nuestro Señor y beber Su sangre?, pues si queremos nutrirnos de Él, si queremos alimentarnos de Él, hasta llegar a ser como Él, tendremos que compartir Sus sufrimientos, como señala 2 Timoteo 3:12, “y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”.

Adicionalmente, y referido a la Cena del Señor, Juan 13:4-5 y 12-17 presenta lo relativo al lavatorio de pies, acto que junto con el participar en los emblemas forma parte de aquella ordenanza. Con todo y todo hay que entender, que al igual que los emblemas, el lavatorio de pies simboliza algo para hacer cada día de nuestra vida: lavarnos los pies espirituales unos a otros.

Juan 13 4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido

… 12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.

Por medio del bautismos nuestros pecados son limpiados y en nosotros comienza una nueva vida, pero seguimos en el mundo y nuestro andar por el mismo nos va ensuciando, esto en la forma de los errores, las torpezas, las cobardías que cometemos, vaya: los pecados en que incurrimos; lavarnos los pies unos a otros implica esa edificación mutua a la que estamos obligados, como menciona 1 Tesalonicenses 5:11, “por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”, pero claro, para ello debemos primero examinarnos a nosotros mismos para no pretender quitar la paja del ojo ajeno muestras en el nuestro una viga tenemos, como mencionó nuestro Señor en Mateo 7:3-5, “¿y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?, ¿o cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?, ¡hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. De esta forma el lavatorio de pies no nos limpia de nuestros errores cometidos, pensar así sería hacerlo casi igual que la confesión de la iglesia romana, sino que simboliza esa actitud que como hermanos debemos tener entre nosotros de instruirnos, corregirnos y edificarnos.

Por último, ¿qué pasa cuando alguien no se siente digno de participar en la Cena del Señor, cobre todo de los emblemas?, ¿sabes qué?, me preocuparía más de alguien que sí se siente digno, ¿por qué?, ¡por qué nadie somos dignos por nosotros mismos de ello!, es el sacrificio de Cristo el que nos redime ante el Padre y el que nos justifica y hace dignos de estar en Su presencia, de esta forma todos somos indignos por nosotros mismos pero dignificados en y por nuestro Señor. Pero entiendo la idea: hay veces que los errores cometidos pesan tanto que uno no quiere acercarse a esta ordenanza, ¿te recuerda algo esto?, Pedro, en la primer Cena del Señor celebrada, se sentía tan indigno que, después de negarse a que el Maestro le lavara los pies, le pidió le lavara la cabeza y las manos, como señala Juan 13:6-10, Cristo no le corrige esta idea pero sí se la clarifica: todos han sido limpiados por la Palabra pero igual se han ensuciado al andar por el mundo, la actitud correcta es limpiarse de esa suciedad, no el negarse a participar de la

Cena del Señor, lo más asombroso es que ese limpiarse de esa suciedad se da en Pedro, no meses, semanas o días antes sino minutos antes de participar en la Cena del Señor, así que ese sentimiento de ser indignos de participar en la misma no debe privar a nadie de hacerlo siempre y cuando en su conciencia exista ese deseo de que sus pies sean limpios, ese sentimiento de arrepentimiento, que le permita acercarse dignamente –no por sí sino por Cristo– y participar de la Santa Cena.

La ordenanza establecida en la Cena del Señor relativa al lavatorio de pies y al participar de los emblemas, además del simbolismo que en sí mismo cada una de estas acciones significan, representan un vivir que diariamente debemos esforzarnos por replicar en nuestra vida: alimentarnos del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, es decir, de la Palabra escrita y la Palabra hecha carne, y edificarnos con humildad, mansedumbre y caridad unos a otros como miembros del Cuerpo de Cristo

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir en el entendimiento de los símbolos que forman parte de la Cena del Señor –el lavatorio de pies y la participación en los emblemas–, replicando su significado en nuestra vida: lavándonos cada día los pies unos a otros, es decir, instruyéndonos, corrigiéndonos, edificándonos con paciencia y benignidad unos a otros, y comiendo cada día la carne de nuestro Señor y bebiendo Su sangre, es decir, alimentándonos, nutriéndonos de la Palabra escrita y la Palabra hecha carne, hasta llegar a la estatura perfecta de Cristo, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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