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26.REVELACIÓN

REVELACIÓN

“Revelación” hace referencia a esa información que estando fuera del alcance de nuestro propio entendimiento viene a nuestra conciencia a través de alguien con acceso a ella, algo muy actual por la cantidad de información que con estas características, conforme se acerca el advenimiento de nuestro Señor, ha comenzado a circular lo mismo en el mundo que en la iglesia de Dios.

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La Lectura Bíblica de Revelación 1, introducción del mismo libro, presenta a Cristo como Aquel por medio del cual el Padre revela lo que ha de acontecer con la finalidad de mostrar a sus siervos lo que estaría por acontecer, esto lo mismo para prevenirlos que para animarlos.

Revelación 1 1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2 que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. 3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. 4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; 5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. 8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. 9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. 10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, 11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. 12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, 13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. 16 Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. 17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18 y el que vivo, y estuve muerto; más he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. 19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.

20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.

De igual forma el Texto Áureo de 2 Pedro 1:20 arroja luz sobre el tema al señalar que ninguna profecía es de interpretación privada, “entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada”, es decir, que las imágenes y símbolos que generalmente acompañan una profecía no deben ser interpretados según nuestro propio entendimiento –bastante limitado para ello por cierto– sino que debe tratar de entenderse bajo la guía de Aquel que la ha revelado.

Sobre esto, como señala el comentario de nuestro primer principio doctrinal: “Creemos que la Biblia es su propio comentario. Por tanto debemos examinarlo todo en la luz de la Biblia, pesando todo en la balanza de la Biblia, y si algo no concuerda, rechazadlo, pero si algo concuerda bajo escrutinio, aceptadlo”.

Esto es importante considerarlo pues, como se comentó al inicio, conforme se acerca el advenimiento de nuestro Señor, ha comenzado a circular lo mismo en el mundo que en la iglesia de Dios, mucha información –excesiva información, diría yo– que se presentan como verdades reveladas.

Sobre esto la misma Escritura nos previene cuando exhorta, como señala 1 Juan 4:1-6, a no creer en todo espíritu: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del

mundo, y el mundo los oye.

Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error”. Esto implica de igual forma a la información que por su medio se entregue, para probarlos para ver si estos son de Dios, y ¿cómo podríamos probar todo espíritu? Veremos esto.

Una revelación, si bien implica mostrar algo oculto, comunicar una información que hasta ese entonces nos estaba velada, generalmente tiene dos vertientes: profetizar sobre un acontecimiento futuro o bien explicar algo que hasta entonces no se entendía permitiendo entender un tema con el que se tiene referencia.

El primero punto, el profetizar sobre un acontecimiento futuro, es un poco más fácil de probar pues el tiempo traer la evidencia de si el profeta hablo en nombre de Dios y, como señala Deuteronomio 18:22, si esto no es así, dicho profeta no fue enviado por Dios, “si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él”, con lo que su mensaje –el cual generalmente también incluye lo que a continuación se tratará, a saber: explicaciones sobre algo que hasta entonces no se entendía permitiendo entender un tema con el que se tiene referencia– debe ser rechazado.

Tal vez esto te parezca muy lógico pero es asombroso la cantidad de iglesias, denominaciones o congregaciones cuyos iniciadores han profetizado cantidad de eventos que no se han cumplido –como John Smith con los Mormones, Elena de White con los Adventistas, Charles Taze Russel con los Testigos de Jehová, o Herbert W. Armstrong con la Iglesia de Dios Universal– y que aun así quienes está en ellas son incapaces de verlos como lo que son: falsos profetas.

El segundo punto, las explicaciones sobre algo que hasta entonces no se entendía permitiendo entender un tema con el que se tiene referencia, es un poco más complicado, más no imposible, de probar. Pero antes veamos el caso de un

profeta que revela acontecimientos futuros los cuales se cumplen, ¿quiere decir que éste ha sido enviado por Dios? No necesariamente. Aquí es dónde debe tenerse perspicacia para dilucidar esto, ¿y cómo?, la misma Escritura nos lo dice cuando en Deuteronomio 13:1-3 señala que incluso en el caso de que lo profetizado por alguien se cumpla, si este profeta, con las verdades reveladas que acompañe su profecía, quiere desviar al pueblo en pos de otros dioses, dicho profeta debe de igual forma ser rechazado ya que, como dice esa cita, ha sido enviado por Dios para probar a Su pueblo: “Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma”.

Y es aquí donde tenemos la principal prueba que nos propone la Escritura para toda revelación que sea entregada, no tanto si las profecías sobre acontecimientos futuros se cumplen o no, sino más bien si el mensaje del profeta, sobre todo en cuanto a verdades reveladas, es conforme a la Escritura, como dice Isaías 8:20, confrontar lo revelado contra la Ley y el Testimonio: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”.

Esta regla aplica también para aquellas revelaciones referidas en el segundo punto, es decir, aquellas que no necesariamente traen profecías sobre acontecimientos futuros sino que más bien versan sobre explicaciones sobre algo que hasta entonces no se entendía permitiendo entender un tema con el que se tiene referencia, incluso si dichas explicaciones provienen de un miembro de la iglesia de Dios y con mayor razón si la fuente de las mismas es ajena al Cuerpo del Cristo.

Tomando esta regla, Pablo prevenía a los de su tiempo, y en su figura a todos los cristianos de todos los tiempos, señalando que si él o incluso si un ángel revelara verdades diferentes al Evangelio, el mismo debía ser rechazado y no sólo rechazado sino declarado anatema.

Las dos vertientes que se han mencionado relativas a lo que podemos denominar de revelación, –a saber: profetizar sobre un acontecimiento futuro o bien explicar algo que hasta entonces no se entendía permitiendo entender un tema con el que se tiene referencia–, tal y como ya se dijo, conforme se acerca el advenimiento de nuestro Señor, ha comenzado a circular profusamente lo mismo en el mundo que en la iglesia de Dios.

No podemos substraernos de este fenómeno pero si podemos ejercitar nuestro entendimiento para no ser engañados confrontando todo lo revelado con lo mismo que la Escritura revela: la Ley y el Testimonio, es decir, la Palabra escrita y la Palabra hecha carne. Para ello dos son las que ante algo revelado nos podemos hacer: primera, ¿contradice la Escritura sea aumentándole, quitándole o interpretándola contradictoriamente?; y segunda, ¿contradice los principios doctrinales de la iglesia de Dios sea aumentándole, quitándole o interpretándolos contradictoriamente?

Pero bueno, estos consejos requieren de tener un conocimiento maduro para poder hacer aquellas preguntas y confrontar lo revelado contra la Palabra, ¿habrá, por así decirlo, algo más básico que independientemente de lo anterior, podamos usar para de inicio protegernos contra esas revelaciones que literalmente en la actualidad inundan el mundo y de igual forma pueden circular en la iglesia de Dios?, sí que lo hay.

Si bien confrontar todo lo revelado contra la Ley el Testimonio, es decir, contra la Palabra escrita y la Palabra hecha carne o en otras palabras contra la Escritura y las doctrinas de la iglesia, es el principal consejo que podemos seguir, déjame

darte uno más básico que puede servir para que de inicio se esté alerta y este es dudar de todo aquello con características de revelación, sea de acontecimientos futuros o de explicaciones de cosas que hasta ese entonces no se entendían, cuya fuente sea ajena a la iglesia de Dios. Esto puede servirte de mucho en un mundo que constantemente crece en confusión por las supuestas revelaciones que se están recibiendo.

Audios, revistas, videos, estudios, explicaciones y literalmente un sinfín de revelaciones han comenzado a surgir en el mundo, revelaciones que si no se tiene cuidado pueden llegar a la iglesia de Dios y contaminarla, ¿por qué habríamos de creer en verdades propuestas como reveladas en personas o grupos ajenos al Cuerpo de Cristo? Pablo escribiendo a los de Éfeso señala en Efesios 4:4-5 y 1114, que Dios puso en Su iglesia, –Su única iglesia– apóstoles, profetas, evangelizadores pastores y maestros para –atención con esto– “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. ¿Te fijas? Todo lo que necesitamos para lo que aquí se menciona ¡está en la iglesia de Dios!, no tenemos por qué andar bebiendo de otras aguas, buscando en otras fuentes, siendo instruidos por aquellos que no forman parte del Cuerpo de Cristo. Así que a la otra que creas haber hallado revelación, antes de creerla, peor aún: antes de difundirla en la iglesia, pregúntate si ésta tiene su fuente en la iglesia de Dios, si no es así ponla mucho en duda en tanto no sea confrontada, como dice la Escritura, contra la Ley y el Testimonio.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir creciendo en las verdades reveladas de las cuales la iglesia de Dios es depositaria, ejercitando nuestros sentidos para probar todo espíritu confrontando lo que se revele contra la Palabra escrita y la Palabra hecha carne,

es decir contra la Escritura y contra las doctrinas de la iglesia, poniendo especial énfasis en aquellas revelaciones que provienen de fuentes ajenas a la iglesia de Dios, pero también de aquellas que surjan al interior de la misma, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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