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28.LAS LLAVES DEL INFIERNO Y DE LA MUERTE

LAS LLAVES DEL INFIERNO Y DE LA MUERTE

“Las Llaves del Infierno y de la Muerte” hace referencia al poderío, a la majestuosidad, al señorío de Nuestro Salvador, Jesús, sobre el sepulcro.

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La Lectura Bíblica de Deuteronomio 32:1-29, que es un cántico entonado por Moisés, resume la historia del Pueblo de Israel a partir de la salida de Egipto señalando como es que a pesar de la fidelidad, cuidados y protección de Dios para con Su pueblo, estos no le obedecieron siéndole infieles, descuidados y rebeldes y acarreándose por sí mismo y para sí mismos, las maldiciones aunadas a su actuar pecaminoso.

Deuteronomio 32 1 Escuchad, cielos, y hablaré; Y oiga la tierra los dichos de mi boca. 2 Goteará como la lluvia mi enseñanza; Destilará como el rocío mi razonamiento; Como la llovizna sobre la grama, Y como las gotas sobre la hierba; 3 Porque el nombre de Jehová proclamaré. Engrandeced a nuestro Dios. 4 Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto. 5 La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, Generación torcida y perversa. 6 ¿Así pagáis a Jehová, Pueblo loco e ignorante?

¿No es él tu padre que te creó? Él te hizo y te estableció. 7 Acuérdate de los tiempos antiguos, Considera los años de muchas generaciones; Pregunta a tu padre, y él te declarará; A tus ancianos, y ellos te dirán. 8 Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, Estableció los límites de los pueblos Según el número de los hijos de Israel. 9 Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. 10 Le halló en tierra de desierto, Y en yermo de horrible soledad; Lo trajo alrededor, lo instruyó, Lo guardó como a la niña de su ojo. 11 Como el águila que excita su nidada, Revolotea sobre sus pollos, Extiende sus alas, los toma, Los lleva sobre sus plumas, 12 Jehová solo le guio, Y con él no hubo dios extraño. 13 Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, Y comió los frutos del campo, E hizo que chupase miel de la peña, Y aceite del duro pedernal; 14 Mantequilla de vacas y leche de ovejas, Con grosura de corderos, Y carneros de Basán; también machos cabríos, Con lo mejor del trigo; Y de la sangre de la uva bebiste vino.

15 Pero engordó Jesurún, y tiró coces (Engordaste, te cubriste de grasa); Entonces abandonó al Dios que lo hizo, Y menospreció la Roca de su salvación. 16 Le despertaron a celos con los dioses ajenos; Lo provocaron a ira con abominaciones. 17 Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; A dioses que no habían conocido, A nuevos dioses venidos de cerca, Que no habían temido vuestros padres. 18 De la Roca que te creó te olvidaste; Te has olvidado de Dios tu creador. 19 Y lo vio Jehová, y se encendió en ira Por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas. 20 Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, Veré cuál será su fin; Porque son una generación perversa, Hijos infieles. 21 Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; Me provocaron a ira con sus ídolos; Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, Los provocaré a ira con una nación insensata. 22 Porque fuego se ha encendido en mi ira, Y arderá hasta las profundidades del Seol; Devorará la tierra y sus frutos, Y abrasará los fundamentos de los montes. 23 Yo amontonaré males sobre ellos; Emplearé en ellos mis saetas. 24 Consumidos serán de hambre, y devorados de fiebre ardiente Y de peste amarga;

Diente de fieras enviaré también sobre ellos, Con veneno de serpientes de la tierra. 25 Por fuera desolará la espada, Y dentro de las cámaras el espanto; Así al joven como a la doncella, Al niño de pecho como al hombre cano. 26 Yo había dicho que los esparciría lejos, Que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos, 27 De no haber temido la provocación del enemigo, No sea que se envanezcan sus adversarios, No sea que digan: Nuestra mano poderosa Ha hecho todo esto, y no Jehová. 28 Porque son nación privada de consejos, Y no hay en ellos entendimiento. 29 ¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, Y se dieran cuenta del fin que les espera!

De igual forma el Texto Áureo de Revelación 14:13 arroja luz sobre el tema al señalar, que aquellos que mueren en el Señor son bienaventurados, “oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”, pues, aunque van al descanso esperando el momento de la resurrección, sus acciones van con ellos, ya que, como señala Revelación 22.12, al regreso de nuestro Señor El pagará a cada uno según sus obras, “he aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.

La cuestión de la muerte siempre ha intrigado a la humanidad. Prácticamente cada pueblo, cada cultura, ha creado toda una serie de creencias alrededor de este tema. Con todo y todo es un tema que difícilmente puede abordarse desde la

perspectiva humana dada la naturaleza del mismo, pero eso no quiere decir que Dios nos haya dejado en tinieblas al respecto.

La Escritura es muy clara en cuanto a la situación de los muertos, la cual es semejante a la inconciencia que se experimental estar dormidos.

Salmos 146:3-4 señala “No confiéis en los príncipes ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación, pues sale su aliento y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos”; Eclesiastés 9:5 dice que “los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa. Su memoria cae en el olvido”; Eclesiastés 3:19-20 señala como es que “lo mismo les sucede a los hijos de los hombres que a las bestias: como mueren las unas, así mueren los otros, y todos tienen un mismo aliento de vida. No es más el hombre que la bestia, porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo fue hecho del polvo, y todo al polvo volverá”; Salmo 115:17 dice cómo es que “No alabarán los muertos a Jah, ni cuantos descienden al silencio”; y el Salmos 6:5 dice y se pregunta “porque en la muerte no hay memoria de ti; en el Seol, ¿quién te alabará?”

En el mismo orden de ideas, Romanos 6:23 señala como es que “la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”, luego entonces como vemos la paga del pegado es contraria a la dádiva de Dios, así pues la muerte no puede ser sinónimo de vida eterna. De hecho esa idea de un alma inmortal no es bíblica y las raíces de la misma llegan hasta el Jardín de Edén cuando la serpiente, como señala Génesis 3:4, buscando engañar a nuestros primeros padres, les dijo que no habrían de morir.

Ahondando un poco más en la falsa doctrina del alma inmortal, es decir, que no puede morir, vemos como Ezequiel 18:4, 20 señala que “el alma que pecare, esa morirá”, y de igual forma Mateo 10:28 advierte diciendo “no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel [Dios]

que puede destruir el alma y el cuerpo en el Gehenna”. Luego entonces el alma sí puede ser destruida.

Pero entonces, ¿qué esperanza se tiene ante la muerte? Juan 5:28-29 señala como es que “No os asombréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados”, para mayor claridad de esto 1 Corintios 15:51-52, 54 señala “Fijaos bien en el misterio que os voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta, pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados… Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria »”. De nueva cuenta: no será sino hasta la resurrección en que, quienes hayan aceptado a Aquel que tiene las Llaves del Infierno y de la Muerte, Jesús, como su Señor y Salvador y al Padre como su único Dios serán entonces sí vueltos inmortales.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir en el entendimiento de que hemos sido hechos salvos por el sacrificio redentor de Aquel que, habiendo sido resucitado, posee las Llaves del Infierno y de la Muerte, y la potestad de, que así como Él tiene vida en sí mismo, dar vida a quien lo ha aceptado como su salvador, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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