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33.FILADELFIA
from Comparto anexo mi más reciente libro en la línea del pensamiento cristiano “Cosas nuevas y cosas vie
FILADELFIA
“Filadelfia” hace referencia a lo que la Escritura consigna con relación a esa comunidad cristiana que pueden servir, como toda la Palabra, para nuestra instrucción, corrección, edificación, perfeccionamiento y santificación.
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La Lectura Bíblica de Revelación 3:7-13 presenta, en palabras de nuestro Señor Jesucristo, aquellas cosas que Él tenía que reconocer de esta congregación así como aquellas palabras de aliento que la misma necesitaba para alcanzar las promesas dadas por el Padre.
Revelación 3:7-13 7 Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: 8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. 9 He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. 10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. 11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. 12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
De igual forma, el Texto Áureo de Revelación 3:11 arroja luz sobre el tema al señalar la necesidad de estar vigilantes para no perder lo que nos aguarda si es que permanecemos fieles hasta el final: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”. Esta cita echa por tierra la doctrina antibíblica muy de boga en las iglesias del mundo que señala “salvo una vez, salvo por siempre” ya que como la misma indica las promesas, en la figura de la corona mencionada, es algo que se nos puede quitar, si no fuera así el exhorto a retener las mismas, lo cual implica un esfuerzo de nuestra parte, saldría sobrando.
Sobre la Lectura Bíblica, es interesante que el mensaje a la iglesia de Filadelfia es el único mensaje de las siete iglesias que no tiene reconvenciones, visto de esta forma podría pensarse en que esta iglesia, al menos de las siete mencionadas, es la iglesia ideal a la que uno, en lo individual o como congregación, habría que aspirar, en ese sentido el mensaje a la misma adquiere mayor relevancia por lo que cada versículo merece, sino un estudio particular, al menos si un abordaje en específico.
En el versículo 7 de la Lectura Bíblica nuestro señor se describe a sí mismo como el Santo y el Verdadero. Sabemos que santo significa apartado y, en este sentido, para los fines específicos de Dios. En cuanto a verdadero, Revelación 19:11 presenta a nuestro Señor como Fiel y Verdadero, curiosamente ambas expresiones se refieren a lo mismo, pero desde diferentes perspectivas. Fiel viene de la palabra hebrea הֱמוּנ ָל, emunah (Habacuc 2:4), la cual a su vez deriva de la raíz א ֱנ ָל, emet (Génesis 24:27), que significa verdad, de esta forma al señalarse que Jesús es fiel hay que entenderlo en el sentido de que es fiel a la verdad, ahora bien, ¿qué es la verdad? Juan 17:17 señala claramente que la Palabra de Dios es verdad. En cuanto a Verdadero, considerando la cita de Juan 17:17, si Jesús es verdadero y si la Palabra de Dios es verdad, luego entonces Él personifica esa Palabra la cual es verdad y por lo tanto Él es verdadero. ¿Te fijas?, Fiel y Verdadero tienen el mismo referente relacionado con la Palabra, pero el primero
con la Palabra escrita y el segundo con la Palabra echa carne, los cuales son ambos, por así decirlo, los dos lados de la misma moneda. De esta forma, cuando estudias la Escritura leemos la Palabra, cuando leemos de Jesús conocemos la Palabra, pero lo importante es que nosotros vivamos la Palabra, después de todo estamos llamados a reflejar a Cristo quien es Fiel y Verdadero, dicho de otra forma, estamos llamados no solo a leer la Palabra, no solo a conocer la Palabra, sino a llegar a vivir la Palabra.
El versículo 8 señala que a esta iglesia se le ha puesto una puerta delante la cual nadie puede cerrar, ¿qué o más bien quién es la puerta?, en Juan 10:9 nuestro Señor se presenta a sí mismo como la Puerta, “yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”, de esta forma esta puerta presentada aquí es Él mismo, pero fijémonos en un detalle: la puerta está abierta delante de aquellas iglesia, es decir, le toca a ella decidir, y hacer lo propio –por eso la mención inicial de que nuestro Señor conoce sus obras– , para pasar por esa puerta, por eso el mensaje con el que abre el mensaje a esa iglesia de retener las promesas dadas para que nadie le quite la corona que se le tiene preparada. Ahora bien, aunque a esa iglesia le toca hacer su parte, es claro que no es por sus esfuerzos que alcanza las promesas sino por la infinita misericordia y eterno amor del Padre, es por ello que ese mismo versículo la reconoce como con poca fuerza –humanamente hablando– pero sustentada en la fortaleza de Dios al guardar la Palabra y no negar su nombre. De nueva cuenta la referencia a la Palabra, la cual hay que entenderla en las dos acepciones: la escrita y la hecha carne, la primera representada por la Escritura, la segunda personificada por Jesús, en cuanto a nosotros, la primera se refiere a la fe, la segunda a las obras.
El versículo 9 menciona a los enemigos de la iglesia en Filadelfia como aquellos que se dicen ser judíos sin serlo. Sobre el decirse judío sin serlo, si bien puede referirse a la situación meramente carnal el alcance de dicha expresión llega hasta cuestiones espirituales. Cuando los judíos de tiempo de Jesús le encararon diciendo que ellos descendían de Abraham, Él los enfrentó señalando que si así
fuese las obras de Abraham harían aclarando que dado que lo rechazaban a Él más bien las obras de su padre el Diablo hacían, como señala Juan 8:39-41, “respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios”. De igual forma Pablo escribiendo a los Romanos señalaba que no era judío aquel que lo fuera en la carne, sino más bien aquel que lo era en el corazón, como dice Romanos 2:28-29, “pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios”. De esta forma, aquellos que se dicen judíos sin serlo, si bien puede referirse a su condición física, más bien se refiere a su condición espiritual: ajenos a la verdad, y no sólo ajenos sino incluso enemigos de ésta.
El versículo 10 contiene una promesa para esa iglesia, y en su figura para todos los creyentes de todos los tiempos, sobre todo a los que nos encontramos a la víspera de la segunda venida de nuestro Señor: ser guardados a la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo. Pero esa promesa, como todas en la Escritura, contiene una condición: se requiere previamente haber guardado la palabra de paciencia. Palabra nos queda claro que, como se ha comentado anteriormente, se refiere tanto a la Palabra escrita como a la Palabra echa carne, pero ¿por qué se le menciona como la palabra de paciencia?, en Revelación 14:12 se menciona la paciencia de los santos definidos estos como aquellos que guardan los mandamientos de Dios y retienen el testimonio de Jesús, “aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”, de nueva cuenta las referencias a la Palabra escrita y a la Palabra echa carne, siendo que ese retener se refiere no sólo a leer la Palabra, no sólo a
conocer la Palabra, sino a llegar a vivir la Palabra, condición para ser guardados en la hora de prueba que se avecina sobre el mundo.
El versículo 11 de la Lectura Bíblica menciona lo ya comentado sobre retener lo que se tiene, las promesas dadas por el Padre, para que nadie tome la corona que se nos tiene preparada. No se extenderá más en esto dado que ya se ha comentado, sólo se agregaría que con esto en mente todos los días deberíamos de salir a proclamar el Evangelio y a dar testimonio de esa fe que decimos profesar.
El versículo 12 de la Lectura Bíblica contiene la meta condicionada a la que deberíamos estarnos extendiendo: ser una columna en el templo de Dios si es que logramos ser contados entre los vencedores. Como comentario doctrinal es interesante que este versículo ponga en palabras de nuestro Señor, el indicativo, no una, ni dos, ni tres, sino cuatro veces, de que su Padre es su Dios. La iglesia de Dios presenta la verdad escritural de que Jesús, aunque es la imagen del Dios invisible, como señala Colosenses 1:15, no es igual al Padre, de que Él tuvo un inicio siendo así el principio de la creación de Dios, y que Hijo le está sujeto en todo y por todo al Padre, conocimiento velado para el mundo binitario o trinitario a pesar de lo contundente de esta cita, en ese sentido, como dice 1 Corintios 8:6 para “nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas y nosotros por medio de él”.
Por último, el versículo 13 de la Lectura Bíblica de nuevo señala la exhortación repetitiva a lo largo de los mensajes a las iglesias de que aquel que tenga oídos, oiga, es decir, que aquel que posea el Espíritu de Dios entienda a cabalidad, con la mente y el corazón, lo que la Palabra desea transmitirnos.
Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para entender y aplicar esa verdad que tenemos que reflejar en nuestra
vida, la Palabra escrita y la Palabra echa carne, sabiendo que no es suficiente leer la primera y conocer la segunda sino que tenemos que llegar a retenerla, vivirla pues, siendo que esa es la condición para ser guardados ante la hora de prueba que se avecina sobre el mundo y de igual forma para alcanzar las promesas que de Dios, por medio de su Hijo, se nos han dado, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.