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35.¿QUÉ ESPERAR EN LOS ÚLTIMOS DÍAS?

¿QUÉ ESPERAR EN LOS ÚLTIMOS DÍAS?

“¿Qué esperar en los últimos días?” hace referencia a lo que la Palabra declara respecto de lo que acontecerá conforme se acerque la segunda venida de nuestro Señor.

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La Lectura Bíblica de 2 Pedro 3 presenta la principal características de aquellos ajenos a las verdades reveladas por la Escritura: el pensar que el tiempo que ha transcurrido desde que se nos dieron las promesas es sinónimo de tardanza, peor aún: de que nuestra esperanza es vana, en cuanto al cumplimiento de las mismas.

2 Pedro 3 1 Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, 2 para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; 3 sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, 4 y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. 5 Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, 6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; 7 pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. 8 Más, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.

9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. 10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. 11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! 13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. 14 Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. 15 Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, 16 casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. 17 Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. 18 Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

De igual forma, el Texto Áureo de 2 Pedro 3:9 arroja luz sobre el tema al señalar respecto de lo anterior, que eso que el mundo ve como tardanza no es otra cosa que la demostración de la infinita misericordia de Dios al dar el tiempo suficiente

para que todos los hombres se arrepientan y vengan a salvación: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

La cuestión del futuro siempre ha intrigado a la humanidad por el grado de incertidumbre que ello implica. Si bien el mundo busca en sus rudimentos la manera de abordar esto, los elegidos cuentan con la Palabra para sr guiados, con todo y todo hay que cuidar que el énfasis en cuanto a lo que está por venir no sea en identificar lo que las señales dadas por la Escritura simbolizan sino como es que ésta revelación puede servirnos para edificación.

De que estamos en el último tiempo es más que claro por lo señalado por nuestro Señor cuando mencionó, en Mateo 24:32, la principal señal de ello referida al reverdecimiento de la higuera, “de la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca”, símbolo de Israel (Isaías 5:1-7), lo cual comenzó cuando esta nación a medianos del siglo XX volvió a tener su tierra en posesión. Sobre esto, en Mateo 24:34 nuestro Señor claramente dijo que no pasaría la generación que viera esos acontecimientos antes que Él viniera, “de cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Con esto en mente ¿qué puede esperarse en estos últimos días? Abordemos esto no viendo al mundo, a los demás, sino a nosotros mismos como iglesia, en lo personal y en lo colectivo, y para ello veamos cuatro cosas.

En primer lugar, como dice Mateo 24:12 es que previo a la segunda venida de nuestro Señor el amor de muchos se enfriaría, ¿se referirá esto al mundo?, ¿será la iniquidad que vemos el cumplimiento de esto? La respuesta es no. Pablo en 2 Timoteo 3:1-5 establece las características de aquellos del mundo previo a la segunda venida de nuestro Señor —avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, etc.—, pero la cita de Mateo 24:12 no se refiere a ellos, ¿por qué?, porque claramente señala que el amor de muchos

se enfriaría y dado que, como señala 1 Juan 5:3, el amor a Dios es que guardemos Sus mandamientos, “pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”, aquellos sólo puede referirse a la iglesia de Dios, la cual busca cumplir las ordenanzas divinas, no al mundo el cual no conoce esta verdad. De esta forma ese enfriamiento del amor se refiere a esa relajación, a esa falta de celo, en cuanto al cumplimiento de la Ley de Dios por parte de Su iglesia.

En segundo lugar, como señala Lucas 18:8, nuestro propio Señor se preguntó si es que acaso a su regreso hallaría fe sobre la tierra, “os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”. De nueva cuenta esta sentencia no aplica el mundo ya que la fe pasa por conocer y creer las verdades reveladas, verdades cuya columna es la iglesia de Dios (1 Timoteo 3:15), de esta forma la pregunta que hace nuestro Señor apunta a ese cuestionamiento sobre si a su regreso Su iglesia todavía tendría la fe que se le entregó y si hay duda en ello es que porque lo mismo llegará a un grado de imperceptibilidad tal que parecerá no existir.

En tercer lugar está la parábola de las diez vírgenes consignada en Mateo 25:113. Generalmente uno escucha, cuando se aborda esta parábola, el exhorto de quien está en la predica en el sentido de estar velando para no dormirse como las vírgenes fatuas, pero si uno lee bien la parábola se dará cuenta que las diez vírgenes se durmieron, no sólo las fatuas sino también las que se conocen como sensatas, “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron” (v. 5), y esto en la parábola ¡es previo a la venida del novio! (v. 6), de esta forma se representa como es que en la iglesia de Dios, tanto los sensatos como los fatuos dejarán de velar y se dormirán lo cual implica ese dejar de trabajar en la obra (Mateo 24:45-47), dejar de cumplir la Gran Comisión (Marcos 16:15-18), dejar de ser sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5:13-16).

Por último, en cuarto lugar, Mateo 24:24, respecto de la influencia del Enemigo sobre toda la tierra, señala que esto llegará a tal grado que si fuese posible engañaría incluso a los elegidos, “porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos”, dada la realidad que vemos en muchos hermanos y hermanas no podemos menos que concluir que aquello es posible por lo que muchos en la iglesia de Dios serán engañados por las acechanzas del Enemigo, las vanidades del Mundo o la concupiscencia de la carne.

Visto de esta forma el panorama futuro cambia ya que no solo se trata de saber, con base en la profecía, qué significa tal o cual señal, sino que mueve a mirarnos, a evaluarnos, a juzgarnos y corregirnos pues lo principal que puede esperarse respecto de los últimos días tiene un referente preponderante con la iglesia de Dios, contigo y conmigo, con todos los que forman el Cuerpo de Cristo.

Este panorama no es para nada halagüeño y, como puede observarse ya en nuestras congregaciones, el espíritu de iniquidad ha comenzado a obrar: el amor se está enfriando, la fe se está diluyendo, de la vela se ha pasado al dormir, y el engaño ha comenzado a campear.

Todo en la Escritura es para nuestra instrucción, corrección, edificación, perfeccionamiento y santificación. Todo lo dicho anteriormente no es una sentencia ineludible como si de predestinación se tratara sino un retrato que Aquel que puede ver el futuro nos entrega para que nuestro amor no se enfríe, para que nuestra fe no decaiga, para que no nos durmamos, y para que no seamos engañados, ¿cómo hacer esto?

Los versículos 14 y 18 de la Lectura Bíblica señalan la forma en que uno debe conducirse para no caer en aquello que se nos está previniendo. Respecto de 2 Pedro 3:14, la Palabra señala “por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en

paz”. Los mensajes a las siete iglesias de Revelación 2 y 3 dejan muy en claro a que puede estarse refiriendo la Palabra con esto de estar sin mancha y ser hallados irreprensibles. Dichos mensaje, en palabras de nuestro Señor, reconoce en la iglesia lo que hay de meritorio en su ser, tanto en su pensar como en su actuar, de igual forma señala aquello que es condenable para mover a corrección, conviene prestar oídos a ello y actuar en consecuencia.

En cuanto a 2 Pedro 3:18 la Escritura consigna “antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad”, de ahí que nuestra guía en estos últimos tiempos, como en toda nuestra vida, como en toda la historia de la iglesia de Dios, debe ser la Palabra escrita y la Palabra hecha carne, de ahí que estudiar la Palabra, meditar sobre la Palabra y orar con la Palabra, y obvio: poner en consecuencia por obra esa fe que se dice profesar, debe ser la manera en que podamos seguir creciendo en gracia y en conocimiento divino.

No nos confiemos, Revelación 18:4 señala “y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella [la Babilonia del mundo], pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas”, aquí el pueblo son aquellos elegidos que han respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, por la forma en que está expresada la idea ahí contenida si esos elegidos no salen de la Babilonia del mundo pueden hacerse partícipes de sus pecados y recibir sobre sí el castigo referido a las plagas que sobre la tierra caerán.

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para que nuestro amor no se enfríe, para que nuestra fe no se diluya, para que no cabeceemos y nos durmamos y para que no seamos engañados, usando la Palabra escrita y la Palabra hecha carne para seguir creciendo en gracia y conocimiento divino y ser hallados sin mancha e irreprensibles a la venida de nuestro Señor, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

EL CORAZÓN

“El corazón” hace referencia a lo que la Palabra declara respecto de lo que simbólicamente la misma representa con éste órgano referido a nuestra esencia.

La Lectura Bíblica de Deuteronomio 9 presenta en palabras de Moisés una relatoría que evidencia la dureza del corazón del pueblo de Israel en la cual, a pesar de las señales y prodigios de Dios ara con ellos, su carnalidad los llevaba una y otra vez a incumplir las mismas ordenanzas que habían contraído con motivo del pacto hecho entre Dios y ellos.

Deuteronomio 9 1 Oye, Israel: tú vas hoy a pasar el Jordán, para entrar a desposeer a naciones más numerosas y más poderosas que tú, ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; 2 un pueblo grande y alto, hijos de los anaceos, de los cuales tienes tú conocimiento, y has oído decir: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac? 3 Entiende, pues, hoy, que es Jehová tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor, que los destruirá y humillará delante de ti; y tú los echarás, y los destruirás en seguida, como Jehová te ha dicho. 4 No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los haya echado de delante de ti, diciendo: Por mi justicia me ha traído Jehová a poseer esta tierra; pues por la impiedad de estas naciones Jehová las arroja de delante de ti. 5 No por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad de estas naciones Jehová tu Dios las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob. 6 Por tanto, sabe que no es por tu justicia que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de cerviz eres tú.

7 Acuérdate, no olvides que has provocado la ira de Jehová tu Dios en el desierto; desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes a Jehová. 8 En Horeb provocasteis a ira a Jehová, y se enojó Jehová contra vosotros para destruiros. 9 Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua; 10 y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. 11 Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto. 12 Y me dijo Jehová: Levántate, desciende pronto de aquí, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido; pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho una imagen de fundición. 13 Y me habló Jehová, diciendo: He observado a ese pueblo, y he aquí que es pueblo duro de cerviz. 14 Déjame que los destruya, y borre su nombre de debajo del cielo, y yo te pondré sobre una nación fuerte y mucho más numerosa que ellos. 15 Y volví y descendí del monte, el cual ardía en fuego, con las tablas del pacto en mis dos manos. 16 Y miré, y he aquí habíais pecado contra Jehová vuestro Dios; os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos pronto del camino que Jehová os había mandado. 17 Entonces tomé las dos tablas y las arrojé de mis dos manos, y las quebré delante de vuestros ojos. 18 Y me postré delante de Jehová como antes, cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo.

19 Porque temí a causa del furor y de la ira con que Jehová estaba enojado contra vosotros para destruiros. Pero Jehová me escuchó aun esta vez. 20 Contra Aarón también se enojó Jehová en gran manera para destruirlo; y también oré por Aarón en aquel entonces. 21 Y tomé el objeto de vuestro pecado, el becerro que habíais hecho, y lo quemé en el fuego, y lo desmenucé moliéndolo muy bien, hasta que fue reducido a polvo; y eché el polvo de él en el arroyo que descendía del monte. 22 También en Tabera, en Masah y en Kibrot-hataava provocasteis a ira a Jehová. 23 Y cuando Jehová os envió desde Cades-barnea, diciendo: Subid y poseed la tierra que yo os he dado, también fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios, y no le creísteis, ni obedecisteis a su voz. 24 Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco. 25 Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir. 26 Y oré a Jehová, diciendo: Oh Señor Jehová, no destruyas a tu pueblo y a tu heredad que has redimido con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano poderosa. 27 Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires a la dureza de este pueblo, ni a su impiedad ni a su pecado, 28 no sea que digan los de la tierra de donde nos sacaste: Por cuanto no pudo Jehová introducirlos en la tierra que les había prometido, o porque los aborrecía, los sacó para matarlos en el desierto. 29 Y ellos son tu pueblo y tu heredad, que sacaste con tu gran poder y con tu brazo extendido.

De igual forma, el Texto Áureo de Salmo 7:9 arroja luz sobre el tema al señalar respecto de lo anterior, y tomando como referencia alegórica al corazón, que Dios precisamente nos prueba evidenciando lo que somos y, en función de ello, lo que

podemos llegar a ser: “Fenezca ahora la maldad de los inicuos, más establece tú al justo; porque el Dios justo prueba la mente y el corazón”

Con respecto a la referencia escritural relativa al corazón, hay que entender, como ya se comentó anteriormente, que la misma no señala de manera específica a ese órgano sino que simbólicamente lo usa para representar la esencia de lo que estamos hechos, prueba de ello las referencias de Génesis 6:5, “y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”, o Mateo 9:4, “y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?”, a los pensamientos del corazón, dado que los pensamientos tienen su origen en nuestra mente, el término corazón escrituralmente hablando apunta a lo que interiormente somos.

Sobre esto, a saber, el corazón, nuestra esencia, la Palabra declara en Génesis 8:21, que nuestro corazón es malo desde nuestra juventud, “y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho”, algunas versiones traducen lo de “malo desde su juventud” como “malo desde la niñez”. Esta referencia implica un reconocimiento de esa naturaleza pecaminosa que heredamos de nuestros primeros padres y apunta a nuestra actual carnalidad que, como declara Romanos 8:6-8, es contraria a los designios de Dios: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden

agradar a Dios”.

Con todo y todo esto no es un destino inexorable, eso lo sabemos los elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, ya que, como declara Romanos 8:9-13, dicho llamamiento nos ha traído a

vivir en el Espíritu, obrando en ello y por ello la justicia de Dios que es en Cristo Jesús, y teniendo las promesas de la liberación futura de esta carnalidad para servir a Dios en perfección y santidad.

Romanos 8 9 Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. 12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

Con todo y todo hay que tener claro que nada de lo anterior ha sido por merecimiento propio sino por la infinita misericordia y eterno amor del Padre, como declara la Lectura Bíblica en Deuteronomio 9:5, esto, al igual que aquello para el Pueblo de Israel, no ha sido dado por ni por méritos ni por rectitud, sino por la pura gracia de Dios: “No por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad de estas naciones Jehová tu Dios las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”.

De igual forma, y aunque los elegidos nos esforzamos en vivir diariamente, en cada momento, por el Espíritu, la Escritura nos previene a velar, a no desfallecer, a no dormirnos, pues conforme se acerque el advenimiento de nuestro Señor las

condiciones del mundo irán de mal en peor siendo que si no hacemos lo primero podemos ser arrastrados con quienes viven sin el Espíritu.

Sobre esto, a saber, las condiciones finales de los tiempos, Lucas 17:28 entrega en palabras de nuestro Señor la caracterización de la sociedad comparándola con aquellos existentes en tiempos de Lot previo a la destrucción de Sodoma y Gomorra: “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban”. Curiosamente son seis condiciones las que se mencionan: comer, beber, comprar, vender, plantar y edificar. ¿Por qué se señala que esto es curioso?, por tres cosas en las que hay que reparar: en primer lugar, el seis es el número del hombre ya que este fue creado al sexto día (Génesis 1:24-26), así que aquí tenemos representado al hombre que completamente está entregado a satisfacer sus deseos carnales; en segundo lugar, seis son los mandamientos que establecen las normas de nuestra relación con el prójimo (Éxodo 20:12-17), pero si vemos lo que en la cita comentada se menciona, –a saber: comer, beber, comprar, vender, plantar y edificar–, puede verse que todas las acciones están volcadas egoístamente en el yo sin considerar para nada a los demás; y en tercer lugar, de las condiciones sociales mencionadas resalta que ninguna ni por lejos apunta a una relación con Dios, a la búsqueda de Él, al deseo de conocer Su voluntad y agradarle. De esta forma la sociedad existente previo al advenimiento de nuestro Señor estaría volcada a la satisfacción de sus deseos carnales, materiales, de igual forma todo giraría egoístamente en torno al yo sin consideración de los demás, y en la vida de estos no habría espacio alguno para buscar a Dios, para oír Su voz y para cumplir Su voluntad.

El que la Escritura entregue esta instrucción, que no es para el mundo, sino para la iglesia, es precisamente para que la misma no sea arrastrada en la vorágine que el Enemigo, el Mundo y la Carne está generando previo a la venida de nuestro Señor para perdición de los indoctos, de los rebeldes y de los inicuos.

Lo anterior porque, a pesar de haber respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, seguimos batallando con nuestra carnalidad, lucha que sólo concluirá a la venida de nuestro Señor cuando esto mortal haya sido revestido de inmortalidad y esta corrupción sea cambiada por gloria eterna.

Sobre todo lo dicho hasta aquí el llamado de Joel 2:12-13 cobra una muy actual relevancia: convertíos de corazón, “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”. “Pero yo ya me convertí cuando me arrepentí y fui bautizado” –podrá decir alguien, y tiene razón, en nuestra vida hubo un momento de quiebre cuando fuimos bautizados, pero de igual forma seguimos tropezando y cayendo, vaya: seguimos batallando con nuestra carnalidad, con nuestra concupiscencia, y, salvo que alguien ya se crea perfecto y santo, la conversión del corazón es un asunto inacabado que debemos seguir trabajando.

Ahora bien, sobre esto quiero que pienses una cosa: ¿alguna vez jugaste a las vencidas con alguien, un hermano o un amigo tal vez?, los dos sentados en extremos de una mesa con sus brazos apoyados con el codo sobre ésta buscan, juntando sus manos, vencer al otro empujando la mano de éste al lado contrario hasta que ésta toca la mesa, ¿sabes a qué me refiero, verdad?, ahora bien: ¿alguna vez has intentado jugar a las vencidas contigo mismo?, ¡es algo absurdo!, simplemente es imposible, ¿por qué?, porque ambas manos tienen la misma fuerza y ambas son controladas por la misma persona, ¡por eso es imposible jugar a las vencidas con nosotros mismos!, pero entonces ¿por qué Joel, en la cita mencionada, exhorta a que convirtamos nuestro corazón?, ¡esto es imposible, tan imposible como jugar a las vencidas con uno mismo y por las mismas razones!, ¿entonces? No podemos nosotros mismos, por nosotros mismos, vencer ese corazón torpe, rebelde y cobarde que tenemos, pero tenemos que intentarlo para darnos cuenta de ello y una vez dado cuenta de ello seguirlo intentando pero

ahora señalando, como David en Salmo 51:10, crea Dios en mí un corazón limpio, “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”, otras versiones dicen crean en mi Dios un corazón puro, en todo caso se refiere a esa renovación que Dios puede hacer de nuestra esencia hasta que lleguemos a reflejar Su carácter perfecto y santo, de esta forma, volviendo al ejemplo del juego de las vencidas, Dios actúa como aquel hermano o amigo que viendo no podíamos ganar en el juego se acercaba y aplicaba la fuerza necesaria para que ganáramos en él.

Esta renovación, como señala Ezequiel 11:19-20, implica de parte de Dios quitar este corazón de piedra que tenemos y poner en su lugar un corazón de carne, “y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”, ahora bien ¿conoces a alguien que le hayan hecho una operación de corazón?, es algo mucho muy doloroso, en ese sentido, si una operación carnal del corazón es dolorosa ¡cuantimás lo será una operación espiritual que finalmente cambia nuestra propia esencia!, y eso es precisamente lo que ahorita nos está aconteciendo a los elegidos, por eso el dolor, el sufrimiento y la pena que nos embarga en ocasiones, volviendo al Texto Áureo, Dios está probando nuestros corazones evidenciando lo que somos pero mejor aún: trabajando en él para que lleguemos a ser lo que desde la eternidad pensó para cada uno de nosotros, ¿qué se pide de nuestra parte?, seguir jugando a las vencidas con esta carnalidad sabiendo que ahora de nuestro lado tenemos a Aquel por medio del cual somos más que vencedores, en otras palabras: ser fieles hasta el final para recibir la corona de vida que se nos tiene prometida (Revelación 2:10).

Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para vivir en la comprensión de la carnalidad reflejo de nuestra esencia representada por nuestro corazón, sabiendo que estamos llamados a luchar

contra ello, no para salir vencedores por nuestro propio esfuerzo, sino porque éste es requerido para que nos demos cuenta de la necesidad que tenemos de Dios en nuestra vida y para que Él pueda trabajar en nosotros hasta cambiar este corazón de piedra por uno de carne, cambiar nuestra esencia pues, hasta reflejar la imagen de Cristo quien es a su vez imagen del Dios invisible, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.

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