“¿Crees que vayas a alcanzar las promesas?”, si nos hicieran esta pregunta, ¿qué respondería cada uno? Generalmente las respuestas que uno escucha, e incluso que uno mismo puede dar, giran en torno a “no sé”, “ojalá”, “eso espero”. Si bien dichas respuestas pueden estar aderezadas por un toque de humildad, si las mismas muestran realmente duda, vacilación o titubeo, como que no es buena señal. Es claro que la respuesta de uno no puede girar en torno a un “¡claro que estoy seguro!” bañado en orgullo y autosuficiencia pues la misma Palabra nos insta diciendo “el que piensa estar firme, mire que no caiga”, pero sí puede girar en torno a un “¡claro que estoy seguro… pues confío en Aquel a quien he respondido!”.
En Revelación nuestro Señor hace la promesa a todos los que le siguen diciendo “sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”, esto está acorde con aquel “esfuérzate y sé valiente” dicho por Dios a Josué. De esta forma la consecución de las promesas no es algo que esté sujeto al azar, al “quien sabe”, al “tal vez”, sino que está íntimamente ligado a la tenacidad que en ello mostremos.
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