Uno de los fundamentos de la vida cristiana, es que, cuando una vez entendidas las verdades básicas espirituales, uno arrepentido viene al bautismo y mediante la imposición de manos recibe el Espíritu Santo, puede decirse que ha nacido de nuevo, pero curiosamente, y aunque esto es algo que se entiende, en muchas ocasiones pareciera que uno sigue cargando con la vida anterior y, peor aún, con los errores que comete en la nueva vida. Claramente Pablo en su segunda carta a los de Corinto les dice que “si alguno está en Cristo, nueva criatura [es]; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas”, pero, siendo honestos, ¿cuántas veces uno ha escuchado, e incluso uno mismo ha dicho, cuestiones que le pesan de la vida pasada o errores cometidos en la vida actual, cosas que no puede uno mismo perdonarse? La frase de Jesús a quien desee seguirlo referida a que “Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios”, no solo apunta a dejar la vida pecaminosa y rebelde que se tenía antes de venir a la salvación, sino a todo aquello que siendo del hombre viejo no abona en nada para la nueva vida e incluso para los errores que en la nueva vida se cometan ya que ambas cosas más bien tiene la capacidad de detener nuestro andar por el Camino. 32