Cuando de andar por la vida se trata, lo mismo que avanzar por el Camino, uno podrá encontrar muchas opiniones al respecto, opiniones que si bien puede coincidir con la de uno en la mayoría de los casos serán diferentes, como diferentes somos las personas, y en muchas otras ocasiones más incluso contrarias a nuestro pensar.
Dada la imposibilidad e impracticidad de pretender que sean los demás quienes guíen nuestro recorrer en esta vida lo mismo que en el Camino, lo mejor que uno puede hacer es atenerse a su opinión, pero —y mucha atención con esto— una opinión que en el caso del cristiano debe ser acorde con la voluntad de Dios.
Esto de atenernos a los dictados de nuestra conciencia va de acuerdo con la Palabra. Pablo escribiendo a los de Roma les señala “dichoso el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba”, de igual forma Juan en su primer carta confirma esto al señalar “si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios”, pero de igual forma, esa conciencia debe estar debidamente edificada, conforme a la Palabra, pues de otra forma podríamos estar avanzando, sí, conforme a nuestra conciencia, pero no conforme a la Verdad, pues como dice Proverbios “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. 47