¿Quién de los elegidos podría decir que no conoce las promesas que se nos han dado?, si algo mueve el andar por el Camino es precisamente lo que se nos ha dicho encontraremos al final si permanecemos fieles. Pero la cuestión de las promesas solo es una parte del llamamiento porque para alcanzarlas hay que trabajar en ello.
Cuando aquel joven le preguntó a Jesús que debía hacer para alcanzar la vida eterna nuestro Señor no le dijo, como en la actualidad anda muy en boga, “solo cree y serás salvo”, al contrario, le señaló muy claramente lo que era menester hacer: “Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.” De igual forma, recriminando a los de su tiempo —cuidemos no ser figuras de ellos—, nuestro Señor en su momento les dijo “¿por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. Más el que oyó y no hizo, semejante
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