Pablo escribiendo a los de Éfeso les dice respecto del Padre “porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Es providencialmente interesante que Pablo declare que Dios nos preparó buenas obras para andar en ellas de antemano, pero esto es consecuente con su omnipotencia y omnisciencia así como con la Palabra: “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”.
De esta forma, una vez que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, Dios comienza una obra en nosotros y, como escribe Pablo a los de Filipo, “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Este perfeccionamiento está dado por la parábola de Jeremías respecto del alfarero y la vasija de barro: “Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro 71