El andar por el Camino presenta una paradoja para la vida cristiana ya que se tiene claro que el ser perfectos y santos es la meta que estamos tratando de alcanzar pero, dada nuestra actual carnalidad, esa meta se consigue después de muchos tropiezos y caídas.
Cuando uno piensa en alguien perfecto y santo, sobre todo en el contexto del llamamiento al que hemos respondido, podría pensarse en alguien que nunca tropieza, que nunca cae en el Camino, pero la definición de alguien que es justo, según la Escritura, no es de alguien que nunca tropieza, que nunca cae, sino alguien que ante cada tropiezo, ante cada caída que experimenta, se vuelve a poner en pie: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”.
Esto debería quedarnos muy claros a todos los que estamos tratando de alcanzar las promesas, pero ¿qué es lo que muchas veces sucede?, que ante los tropiezos, las caídas que experimentamos, el Enemigo, el Mundo o nuestra propia Carnalidad comienzan a susurraros al oído de nuestra conciencia que no somos dignos de este llamamiento al que hemos respondido, que no estamos a la altura de lo que se espera de nosotros, que deberíamos desistir de alcanzar algo que nunca lograremos. 89