Laberinto No.1028 (25/02/2023)

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Narrativa y psicoanálisis

Cuento inédito sobre un destino trágico

Suplemento cultural de MILENIO LABERINTO
Elena Garro/ FOTOARTE: MOISÉS BUTZE SÁBADO 25 DE FEBRERO DE 2023 AÑO 19 - NÚMERO 1028 HOMBRE DE CELULOIDE FERNANDO ZAMORA Lars von Trier: profeta del caos Foto: Trust Film Svenka ESCOLIOS ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
Foto: Fundación MC Escher

EN EL BANQUILLO

Rota

Quizás haya manera de entrar sin que sea necesario salir. Trazo circuitos posibles en una hoja de papel y escribo: “no me angustian las influencias, sino la falta de influencias; sobre todo la tuya: esa ilación impecable, los momentos perfectos, una cosa tras otra sin las interrupciones del miedo”. Dibujo un círculo, una línea, una flecha, el perfil rudimentario de una persona. El tiempo es discordante, rara vez continuo en el Canto XXIX de mi Comediaapócrifa. Puedo suponer que los días sin ti ya aprendieron a contarse solos: un truco de la desmemoria o una forma de automatismo. Pero según mis propias reglas no debo atribuirle voluntad o algún tipo de fe a este vacío. Hay puro pasado: las caras que hicimos frente al espejo se adhirieron a la superficie, como cintas sucias por el tinte de la piel. Me preguntaste en el hospital si yo ya sabía. No llegué a corregir mi respuesta porque comenzó el desenlace. Hay puro presente histórico: nos abrazamos en el cuarto; nos besamos en el umbral de la luz justo al lado de la ventana rayada por el polvo seco de la lluvia; nos separamos en la esquina de Coyoacán con Parroquia: “adiós, nos vemos más tarde…”. Hay puro futuro: no aprenderá el cuerpo mismo a convivir con la horma hueca de su doble. Iré eligiendo palabras: serenidad, constancia, mesura, silencio. No interesa el orden, sino la astucia combinatoria. Crío cuervos y se enredan sus alas. Crío abejas y me pican sin morirse. Crío hormigas y prosperan. El agua en el pequeño balde a mis pies se cubre de pelusa. Te dije que nos fuéramos. Te dije: “creen los doctores que ya no estás pudiendo”. Te dije: eresmiamor. En tu primer cáncer anoté lo siguiente en mi libreta negra el 30 de enero de 2008: “el nada-ocurre dura horas y no me importa… ¿qué sí me importa?... hoy Álvaro se paró tres veces y la última con baile ritual incluido… me pondría en su lugar, pero es tan grande que no lograría ocuparlo todo… leo poemas de Robert Hass: ¿cuáles son los hábitosdelparaíso?... dato: el inspirómetro”; en tu segundo cáncer, el 30 de abril de 2018: “¿por qué retomé esta libreta?... habitación 304… no sé si me perdí la llamada… había cola para las cirugías… heme aquí leyendo a George Oppen: loquesoyes/nosotros.Regresaa casa… oí tu voz en el pasillo… la hermosa jirafa de un soneto quiebra con su cuello la estrofa al estirarse”; en tu tercer cáncer, el 25 de febrero de 2022: “Álvaro con oxígeno…broncoscopía, toracoscopía… ¿por qué traje esta libreta?... ¿qué está pasando?” Si estuvieras aquí te mostraría mis subrayados en tu libro del Renacimiento y el poema de Robert Frost sobre las manzanas. La escalera con sus dos puntas atraviesa las ramas del árbol aún hacia el cielo y junto al tronco hay un barril que sigue sin llenarse. La extrañeza no se borra de la vista. Huele a esencia de invierno el aire y se estrella un vidrio cuyos añicos preconizan el sueño de la noche. Granjas y cabañas. Te diría que las rimas son intencionales. Siempre querré imitarte._

HOMBRE DE CELULOIDE

La belleza del mal

Elcaosreina:laspelículas de Lars von Trier es la muestra en que Mubi promueve durante un mes seis joyas de un cineasta a la altura de la filosofía. Justo por eso no es exagerado compararlo con Nietzsche, pues tanto el cineasta danés como el filósofo alemán odian al cristianismo, pero lo hacen con una sabiduría que invita a trascender todos los lugares comunes.

Rompiendolasolas, de 1996, cuenta la historia de una enloquecida chica cristiana que parece inspirada en la canción “Suzanne”, de Leonard Cohen. Este hecho permite, además, subrayar lo espectacular de una banda sonora que, canción a canción, va tejiendo de modo audiovisual una historia que lanza sobre el espectador preguntas como esta: ¿desea la joven heroína de Rompiendolasolas a su marido por amor o por lujuria? ¿Está loca de atar o es realmente una iluminada? Más allá de cualquier caricatura contra el cristianismo, el cine de Von Trier resulta un hermoso retrato en que el espectador se encuentra, por ejemplo, con la paradoja de la traición: ¿es posible traicionar al amado por amor? El dios de Bess le ordena que, para salvar a su marido, ella se prostituya. ¿En esto estriba el ataque al cristianismo? En absoluto. Von Trier demuestra que

conoce la Biblia tan bien como un fundamentalista. Por eso sabe hacerla girar y por eso no es extraño que tanto él como Nietzsche tengan una obra que se llama El Anticristo Para ambos la compasión es una locura y la sumisión que exige el dios cristiano es un dislate que debe ser combatido de modo frontal. Vale la pena atender a este hecho: Bess habla con Dios y el final indica claramente que no está loca, que “es buena”, según un médico, y solo eso. Más que una santa decimonónica, Bess (interpretada de modo extraordinario por Emily Watson) es como una profeta veterotestamentaria que, por tanto, prefigura a Cristo. Por eso, cuando Dios le pide que se prostituya, resulta tan sorprendente. Pero ¿acaso no suceden cosas similares en la Biblia? Dios le pide a Oseas que se case con una prostituta, ¿no es cierto?, y es Rahab, una prostituta, quien reconoce en Jericó que el de Josué es el único Dios. En verdad les digo, afirma Jesús: los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el

reino de Dios. ¿Todo ello significa en realidad que el dios cristiano pudiese pedir a una de sus creaturas atentar contra su cuerpo hasta la violación y el asesinato que sufre Bess? Creo que no. Los pasajes bíblicos buscan mostrar que Dios puede perdonar cualquier cosa en sus creaturas mientras que las películas de Lars von Trier, llenas de una belleza que recuerda un retablo de Matthias Grünewald, quieren señalar a Dios como un sádico que, como dice Nietzsche, ha clavado en la cruz, para siempre, la compasión.

En efecto, Lars von Trier es el profeta de la confusión y la locura, el profeta del caos, como anuncian los curadores de Mubi. Dividida entre un delirante amor carnal y un extravagante deseo de pureza, Bess resulta paradigmática de toda la obra de Lars von Trier, un cineasta que está convencido de que Dios existe pero que ama el mal. Y es justo esto lo que vuelve tan inquietante la última escena, cuando suenan las campanas de una iglesia que no tiene campanas. ¿Qué nos está diciendo el autor danés? A cada uno le toca interpretar, es cierto, pero creo que este que es uno de los artistas más geniales de todos los tiempos nos enfrenta en esta película a la paradoja del mal: ¿acaso un dios malvado permitiría la belleza? _

-02- 25 DE FEBRERO 2023 ANTESALA
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA TRUST FILM SVENKA
El director danés parece un profeta de la confusión y la locura, un profeta del caos
Rompiendo las olas. Dirección: Lars von Trier. Dinamarca, 1996.
Puedo suponer que los días sin ti ya aprendieron a contarse solos

POESÍA

La pregunta

—¿Está el barco en silencio todavía?

Debe ser el ahogado quien pregunta con el estupor súbito en los ojos que ensalzan la fijeza.

—¿Cómo será la imagen de un barco que se hunde?

Ya no eres el niño en la bahía, aunque después de la lluvia aparezcas en la calle con un barquito de papel en cada mano.

Tú solo sigues hablando para oírte.

Julio Eutiquio Sarabia es autor, entre otros libros, de Tesitura (2008), Pájaros breves en el techo (2016) y Como una piedra roja en la ventana (2022). Este poema fue tomado de Don de la oblicuidad (Ediciones Monte Carmelo).

ANTESALA

ESCOLIOS

El buen relato

El ser humano es un animal de relatos: la mayoría de los individuos selecciona algunos recuerdos, suprime otros, inventa algunos más y los entreteje todos de la manera que considera más apropiada, a fin de asociar su propia vida con una historia edificante y persuasiva. Sin embargo, a veces los relatos vitales están tan afectados e imbuidos de fantasías y falacias que resultan poco verosímiles y funcionales y marcan un problemático abismo entre el discurso y la realidad. Dos formas de contrapesar esta índole de relatos contrahechos son la literatura y el psicoanálisis: por un lado, aprendiendo de la gran ficción que revela la falibilidad y maleabilidad de las memorias e identidades; por el otro, mediante la práctica del análisis en la que el individuo y un terapeuta buscan narrar y resignificar de la manera más verídica y auténtica una vida. Ambas prácticas exploran la capacidad del lenguaje para dar forma, sentido y coherencia a la experiencia. En El buen relato (hay ediciones en El hilo de Ariadna y Random House), una psicoanalista, Arabella Kurtz, y un escritor, J. M. Coetzee dialogan en torno a las analogías y diferencias profesionales en su acercamiento al relato y en las funciones de éste como forma estética y como recurso terapéutico.

EX LIBRIS

Con envolventes y exigentes digresiones, a lo largo de once capítulos, los autores transitan de la construcción de la memoria y la identidad individual hasta las mentalidades y actitudes colectivas y sus complejas relaciones con la verdad y la mentira. Porque, al igual que los individuos, las colectividades reinventan, ocultan o edulcoran su historia y suelen caer en los extremos de autoinculpación o negación. Así, los individuos, las tribus y naciones pueden vivir historias y situaciones impostadas y, a menudo, esconden elefantes debajo de la alfombra. Para los autores, la narrativa y la terapia ayudan a rehacer estos engendros y, aunque por vías muy distintas, ambas aspiran a alcanzar una porción de verdad. Esta autenticidad es necesaria para que cualquier individuo entienda sus circunstancias, asuma responsabilidades y establezca la posibilidad de una existencia lúcida. Por eso, la lectura de narrativa, al mostrar los dobleces de la moral y la memoria o ilustrar las dispersiones y extravíos de lo que se llama identidad, contribuye a que el individuo disponga de más herramientas para elaborar y complejizar su propio relato (y, al respecto, pocas obras autobiográficas tan crudas, despiadadas y reveladoras como las del propio Coetzee). En el psicoanálisis, por su parte, la efectividad de la forma narrativa que se imponga a una realidad ayuda a lidiar con ella y a enfrentarla con mayor libertad, honestidad y capacidades. La práctica narrativa y la terapéutica tienen, pues, aspiraciones vecinas: liberar la voz del autor (y con ello hacer partícipe de este proceso de liberación al lector) y liberar la voz del paciente, aumentando su capacidad de aceptar y discernir sus experiencias y emociones. _

-03- 25 DE FEBRERO 2023
Lo que Dios ha unido/ EKO
La práctica narrativa y la terapéutica liberan la voz del autor

Este inédito, cuyo manuscrito se encuentra Universidad de Princeton, forma parte de recobrados, bajo el sello de Ediciones del Lirio Nunca mates a nadie, siempre hay dos ojos que te ven

Cse cuenta un año en ese lugar imaginario —contestó Rafael con fastidio.

—No, no lo sé… Es un misterio…

orrían los años cincuenta. Eso de decir: “corrían los años” es un decir. Los años no corren. No corren, ni a izquierda, ni a derecha, ni para atrás, ni para adelante. Simplemente no corren. Casi podemos decir que no existen. Son una pura convención para contar el incontable tiempo. El tiempo que está en no se sabe dónde y en el que no sucede nada.

Los sucesos nos ocurren a nosotros los mortales, y para medirnos a nosotros mismos, hemos inventado “el correr del tiempo”, lo hemos dividido arbitrariamente en lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos, que hacen una semana. Luego sumamos varias semanas que forman un mes y varios meses que hacen un año. Y así nos creemos que pasa el tiempo y corren los años. Para no pensar que nuestro paso por el tiempo es breve y que, en cualquier momento, podemos abandonarlo, para entrar en ese otro tiempo que no podemos descifrar y mucho menos contar.

—¿Cómo contar un año en el otro mundo? —le preguntó Rosalía a Rafael, bebía su café con fruición.

Rafael se la queda mirando. ¿Acaso Rosalía ignoraba que el otro mundo no existía? Se lo había repetido mil veces. Pero ella aferrada a sus prejuicios insistía en hacer preguntas tontas.

—Ya sé, ya sé que dirás que el otro mundo no existe… pero yo sé que sí existe.

—Si lo sabes, debes saber cómo

—Los únicos misterios que existen son los que ha inventado el hombre, para acobardarnos. Son muletillas, que sirven a los débiles para comportarse aquí, en este único mundo —y Rafael golpeó con su zapato el piso alfombrado del salón.

Cuando su mujer se ponía “metafísica” lo hartaba. ¿Por qué una mujer bonita, frívola y divertida debía caer invariablemente en aquellos estados aburridos y pseudofilosóficos? En verdad, en verdad, sus preguntas lo aburrían.

—No olvides, por favor, que pasado mañana, sábado, tenemos esa cena. ¡Es muy importante para mí! Y para ti, ¡también! —necesitaba incluirla en la importancia de la cena para que preparara todo con esmero. Para que no olvidara la fecha, ni los personajes que asistirían a ella.

¿Ya tienen preparado algo?

Rosalía miró los candiles de cristal cortado que ella misma había limpiado esa mañana, lágrima por lágrima, con un trapo húmedo en agua y alcohol.

—Sí… ya limpié las lágrimas…

—¿Por qué debes llorar cada vez que cumples con tus deberes de ama de casa? Todas las mujeres los hacen, y no los consideran una desgracia.

—Yo sí les considero una desdicha. Pierdo el tiempo…, el cortísimo tiempo que me toca en este mundo. Además, no hablaba de mis lágrimas como de las de los candiles.

—Siempre hay equívocos entre nosotros… Perdona… —contestó Rafael incómodo.

Y era verdad. Le resultaba difícil entender a su mujer. En cierto modo le temía. La creía capaz de

cometer cualquier estupidez, no por maldad, ni por falta de inteligencia, sino porque su manera de razonar no era la usual. No pensaba ni como hombre, ni como mujer. Tampoco como niño. Pensaba, se había dicho con cierto temor muchas veces, como un anarquista terrible, capaz de colocar una bomba dentro de una naranja que plácidamente colocaría en la mesa, confundida entre las demás frutas radiantes de perfumes, colores y jugos de sabores distintos. Y ese temor absurdo lo inquietaba. Para ella los caprichos eran imperativos. No podía sustraerse a sus encantos. Sus amigos ya la conocían, superficialmente; ninguno había llegado al fondo. Algunos lo compadecían y algunos lo felicitaban por haberse casado con ella. “Es pura dinamita”, opinaban. “Es la poesía”, decían otros. Pero la verdad es que tanto la dinamita como la poesía no eran nada cómodos para compartir la vida diaria. Y Rafael estaba cansado de aquellas dos versiones de Rosalía.

—¿Contento porque ya limpié las lágrimas? —preguntó ella terminando su tacita de café.

—Sí, sí, muy contento —contestó él sobresaltado.

Se puso de pie, se endosó el abrigo azul marino. Debía ir a la oficina. Ella lo acompañó hasta la alta puerta de nogal que daba salida al piso. Lo miró con pena.

—¿Y por qué debes ir a aburrirte a esa oficina tenebrosa, donde solo viven seres amorfos y malvados? Tú tan brillante, tan guapo encerrado allí —suspiró Rosalía.

—Porque soy un funcionario… y de ese “antro”, como tú le llamas, comes.

—Sería cosa de buscar de otra manera el pan nuestro de cada día —dijo ella.

—¡No hay otra! No olvides el sábado…

—No, no, ahora mismo voy a dar una vuelta para tomar aire y aclararme las ideas… No sea que meta alguna pata —dijo ella poniéndose su abrigo marrón con cuello de castor que la hacía parecer tan “rusa” .

Rafael la miró inquieto.

—¿Verdad que parezco rusa? Me encanta parecer lo que no soy.

—Sí, es verdad. Rusa zarista… Otras veces te da por parecer Habsburgo, cuando te pones esos trajes negros con golas blancas.

—¿Verdad que entonces me parezco a Felipe II?

—¡Por favor! ¡No digas ya más tonterías, si todavía dijeras a Ana de Austria!

—No, sería mucha pretensión. Caminaban por la avenida sembrada de árboles copudos. Rafael esperaba que lo acompañara hasta el “antro”, pero bruscamente Rosalía dio la vuelta en una callecita estrecha y se perdió en sus vericuetos.

—¿A qué horas llegas? —le gritó Rafael.

Rosalía se volvió, hizo una seña con la mano que quería decir “entre azul y buenas noches” y siguió su camino, muy erguida.

—Caminar le calma los nervios —se dijo Rafael, que continuó su camino hacia el “antro”, sin saber la sorpresa que allí le esperaba. Volvió a su casa a los tres cuartos de hora. Esta vez Rafael iba acompañado de un hombre joven. Exactamente de su edad, 30 años. Vestido con un traje color aceituna y cubierto con una gabardina inglesa. El hombre era ligeramente más alto que Rafael. Tenía la piel oliva, el pelo negro y unos ojos extraordinariamente verdes. Verdes como las hojas tiernas de los castaños, y chisporroteantes como una hoguera verde. Hablaban apaciblemente y en voz baja. Se decían viejos amigos, aunque un rictus, apenas perceptible en Rafael, indicaba su disgusto. La luz azul de sus ojos

-04- 25 DE FEBRERO 2023 DE PORTADA
ELENA GARRO FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK
La creía capaz de cometer cualquier estupidez, porque su manera de razonar no era la usual

encuentra en la de Relatos Lirio y la BUAP  siempre

lanzaba chispas a las que se podía considerar de cólera.

En el salón se colocaron frente a frente. Antonio, el mozo italiano, les sirvió una l`eau y tazas de café. Hablaron animadamente, siempre en voz baja. Al invitado le gustó la casa. De pronto y sin venir a cuento quiso visitarla toda. Juntos recorrieron la enorme antecocina, la cocina, los baños, las habitaciones de dormir de cortinajes pesados, el vestíbulo, los clósets, los salones y el saloncito del teléfono, para volver a sus lugares y terminar las bebidas. Entonces el huésped se inclinó sobre Rafael y habló en voz aún más baja. Rafael lo escuchaba con suma atención.

—¿De manera que viniste en un avión especial?

—Sí, hermano, ¡especial! Despegamos a las dos de la mañana.

—Precauciones… —murmuró Rafael.

—¿Y cómo no? Había entregado en la justicia de Dios a cuatro del general Bejarano…

—¡Hum!

—Hay que vender caro el pellejo, no tenemos otro…

—Se portó bien el secretario…

—¡Órdenes! ¡Órdenes! Los gringos están furiosos…

Ambos callaron. Se miraron a los ojos y el invitado sonrió con un gesto que podríamos llamar feroz. Sus dientes blanquísimos y perfectos no tenían nada que pedirles a los de Rafael, igualmente perfectos e igualmente blancos.

—Tu casa es grande, muy grande, ¿qué te parecería que hiciera aquí un alto?

Rafael se sobresaltó en el sillón.

—¡Imposible! ¡Imposible! No sabes quién es mi mujer. ¡Insoportable! Andaría husmeando, juzgando, indagando, no, no, no es posible, aquí sí que arriesgas el todo por el todo.

—¿Y no podré domar a esa fiera?

—¿Domarla? Si no es una fiera, solo es inconsciente, indiscreta, chismosa, hablantina, celosa, ¡una joya! Yo diría que hasta un poco retrasada mental. Y con esa clase de gentes no valen ni consejos, ni amenazas… —Tienes razón. Ya buscaré la manera de hacerla entrar en razón. ¡Y que no hable!

El timbre de la casa llamó con estrépito.

—¡Es ella! ¡Chis! —dijo Rafael.

—¡Acá ni una palabra! —dijo el invitado golpeándose el pecho con fuerza. Los dos se pusieron de pie para esperar su entrada. Pero Rosalía no aparecía. Rafael se precipitó a encender

los candiles de las chimeneas y del techo. La penumbra indicaba confidencias. Ambos se miraron cómplices.

Al entrar a la casa, Antonio se había precipitado a llevar a la señora al cuarto de planchar.

—¿Qué pasa, Antonio? —preguntó Rosalía asustada.

Antonio le tapó la boca.

—Mil perdones, señora, mil perdones —le decía mientras continuaba con su mano tapando la boca de la señora. Entra con los ojos desorbitados.

Preguntaba el porqué de aquel gesto amenazador.

—El señor, perdone la señora, ha traído a la casa a un prófugo de la justicia de su país. Yo escuché todo, por el bien de la señora. Un hombre que ha matado a cuatro cristianos. ¡Cuatro cristianos! El secretario lo puso en un avión especial y lo mandó para acá. ¡Ah! Pero su enemigo, el general Bejarano, envió a otros asesinos a matarlo... y aquí lo tenemos. ¡Aquí! No quieren que la señora sepa nada. Nada de nada. ¿Comprende la señora? De modo que ¡silencio!, ¡silencio!, ¡silencio! Si la señora no quiere morir asesinada… y el señor también… se lo van a presentar como a un viejo amigo del señor. ¿Comprendido? Ahora vaya al salón. Póngase un poco de polvo en la cara —le dijo quitándole la mano de la boca Rosalía obedeció, seguida de Antonio, quien revisó su rostro para ver si quedaban huellas de su mano enérgica sobre las mejillas y la boca de Rosalía. —Muy bien. Al salón, señora. Yo anunciaré primero su llegada. Antonio desapareció.

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-05- 25 DE FEBRERO 2023 DE PORTADA

DE PORTADA

Rosalía se dejó caer en un taburete: “asesinada”…, “un asesino”… “Dios mío, qué cosas permites que ocurran”. Se quitó su abrigo “ruso” y con firmeza se dirigió al salón. Al llegar vio a Antonio que se iba a la cocina después de haberla anunciado.

—¡La señora ha llegado!

Admiró su paso firme y la tranquilidad de su rostro.

En el salón la esperaban los dos hombres con aire afable. Ella permaneció indecisa. Rafael fue el primero en hablar.

—Pasa, Rosalía. Mira, te presento a Gaxiola, mi viejo amigo de infancia. ¿No te había hablado de él?

Rosalía miró a Gaxiola con ojos muy abiertos, algo le dijo que ya había oído ese nombre, pero no en boca de su marido.

—Sí, sí, me has hablado mucho de tu compañerito.

—¡Ah! ¡Genio! Eso esperaba de ti —dijo Gaxiola, dándole a Rafael un gran golpe en la espalda—. Sí, señora, fuimos compañeros en primaria, en el Colegio del Zacatito. ¡Católico! Como se debe, éramos dos mocosos, claro que aquí ¡el genio! me ganaba en todas las materias. ¡Siempre fue un genio! La vida nos separó. Terrible es la vida. No toma nada en cuenta, ni los afectos, ni las convicciones, ni ¡nada! ¡La vida es la vida! Y cada quien coge su vereda y ¡vámonos! Ahí se va uno sin siquiera volver la cabeza. ¡Camina burro de carga, camina con la zanahoria colgada de un palito! ¡Y ahí va uno detrás de la zanahoria!

Gaxiola se calló de pronto. Sacó un pañuelo y se enjugó dos lágrimas. Rosalía, asustada, se inclinó sobre él.

—No vale la pena derramar ni una lágrima! —le dijo, dándole de palmaditas en la espalda —¡Sívale,miseñora!¡Sívale!Cuando uno ve al genio… ¡y se ve a uno mismo!

¡Anda burro lleno de peladuras, no te detengas! Adelante, adelante, hasta que me guíes al despeñadero. Señora, mil perdones, ¡aquí usted y el genio me miran como si estuviera loco! No, no estoy loco. Veo que he venido a turbar la vida de dos seres ¡perfectos! Sí, perfectos en belleza, talento, amabilidad, cordialidad, amistad… No quiero estorbar.

Gaxiola hizo una reverencia a Rosalía, ésta le tendió la mano y él depositó un beso ligero como un soplo. Luego se volvió a su marido.

—¡Hermano! Gracias por tu hospitalidad. ¡Gracias! —y de prisa se dirigió a la puerta de entrada. Desde allí hizo otra reverencia y desapareció.

Rosalía y Rafael se quedaron perplejos. De pronto, ella se enderezó, miró con ira a su marido.

—¿Crees que me engañas? ¿Este es el GatoGaxiola? ¿Cómo se te ocurre traer a la casa a un matón tan conocido? ¿Estás loco?

Rafael se llevó las manos a la cabeza.

—Por favor, ¡no grites! No es el GatoGaxiola. ¿Quién te ha pedido decir semejante estupidez?

¿Fuiste a la oficina?

—¿Al “centro”?, ¿yo? No estoy loca, pero ¿crees que no sé quién es el Gato Gaxiola? Tú mismo me has contado que de niño fue tu compañero en el Zacatito y que luego se transformó en el asesino más temible de México.

—Calla, por favor. ¡Calla! Este es un asunto muy peligroso. ¡Te pido que te calles! Y que no le digas a nadie, ¡a nadie!, que vino a la casa, ¡si no quieres que nos acribillen a tiros sus enemigos!

—Pero ¿quiénes son sus enemigos? ¡Demonios! El timbre sonó con furia. Antonio corrió a abrir.

¡Era el GatoGaxiola! Entró al salón con una nube entera de globos rosas, azules, blancos. Ya en el vestíbulo

Relatos recobrados se presentará el 26 de febrero, a las 12 horas, en el Salón de la Academia de Ingeniería en la FIL del Palacio de Minería.

había soltado más ramos gigantescos de globos. La casa entera se cubrió de ellos, flotantes, subiendo y bajando como delicados cortinajes de colores pastel. Apenas si alcanzaban a verse Rosalía, Rafael y el Gato.

—¡Homenaje al genio! ¡Que siempre flota por los aires! Y para la patrona —corrió al vestíbulo, llamó a Antonio y ambos entraron con torres de cajas de bombones de chocolate que ambos depositaron a los pies de Rosalía. Luego el Gato, tomando la iniciativa, sacó su cartera y cogió un puñado de billetes.

—¡Antonio!

Cuando apareció el criado en medio de la tempestad de globos, le ordenó:

—Mira, mi amo, vete a la esquina y traes todo el caviar que encuentres. Claro, con sus galletitas y su mantequilla y sus limones.

Trae pollo asado. Salmón ahumado, lo que quieras, hermano, y preparamos una cena para ¡Reyes! Como me oyes, ¡para Reyes!

¿No ves que ella es una Reina y él un Rey? Anda, anda como que ya te fuiste y volviste. Y lo que sobre, te lo guardas, hermano. Antonio, ante la lluvia de globos, las cajas de bombones, los dólares y las órdenes del Gatoparecía haber perdido el juicio. Aventando globos que se interponían a su paso, se dirigió a la puerta de entrada y salió corriendo, no sin antes prevenir a la cocinera que preparara la mesa para un Príncipe y los Reyes. Sí, en verdad la cocinera puso una mesa, como nunca antes la había puesto, los globos inundaron su cocina, y ahí, por desgracia, con el calor, estallaban como balazos. Pero Consuelo solo se reía. ¡Era una gloria aquel señor! ¡Una gloria! ¡Y qué ojos, Dios mío! ¡Nunca los había visto más guapos! Claro que tenía un defecto: gritaba mucho pero, en fin, había que tomar en cuenta que era mexicano, “y los mexicanos no son como nosotros, ¡no! ¡Ellos son nuevecitos, revientan de alegría! ¡Vaya, vaya, qué guapura!, cuando mañana lo cuente en la capilla, nadie lo va a creer”, se repetía Consuelo, ansiosa de que amaneciera para ir a ver al padre y contarle aquel prodigio. Sí, señor. Es un prodigio. ¡Es como si de repente hubiera entrado a casa un cometa hermoso! ¿Quién se lo creería? Nadie. Pero le bastaba con haberlo visto, ella, Consuelo Armada.

La cena transcurrió en medio de risas, de brindis, de bromas en las que tomaban parte Antonio y Consuelo, pues el señor Gaxiola no los trataba como a sirvientes, sino como amigos. Varias veces se levantó para brindar con ellos con vino del Rhin, del mejor de los mejores. Sobre la mesa flotaban ríos de globos que hacían reír a la señora Rosalía y sonreír al señor Rafael. A veces se posaban sobre las copas o los platos y un instinto especial los hacía huir de los candiles de cristal. Preferían

Y, además, en nuestra edición digital:

el techo artesonado del comedor o los relojes de péndulo, que muy serios presidían las chimeneas.

Al final Rosalía, Rafael y el Gato volvieron al salón para beber el café y la fineàl´eau. Allí, la euforia se convirtió en una tristeza infinita. Los ojos luminosos del Gatose apagaron, sus párpados se enrojecieron y su mirada opaca caía sobre sus huéspedes casi como una amenaza. Rosalía había bebido demasiado y a través de la niebla del vino miraba a su marido y a su amigo, como a dos seres peligrosos. ¿Qué había sucedido para provocar aquella tristeza después de tanta alegría? El Gatola miraba con tristeza y a ella le entró un miedo inexplicable. Rafael, con la cabeza hundida en el pecho, se negaba a ver el final de aquella fiesta absurda. Estuvieron así largo rato, midiéndose mientras los criados cenaban en la cocina. Hasta ellos llegaban sus risotadas. De seguro estaban borrachos.

Fue el Gato el primero en ponerse en pie. Dio varias palmadas y apareció Antonio sorprendido.

—¡Antonio, llama a Consuelo! Consuelo apareció limpiándose la boca con el mandil.

—Consuelo, quiero que usted prepare la cena del sábado con el mismo esmero que preparó la de esta noche. Yo enviaré la comida y las flores. ¿Entendido? Quiero que el genio quede satisfecho y que la patrona no se moleste en ¡nada! Bueno, y ahora me retiro. Tengo muchas cosas que hacer mañana. ¡Buenas noches!

—¡Buenas noches, señor! —dijeron a coro Antonio y Consuelo. Rosalía y Rafael se pusieron de pie.

—¿Te vas?

—Sí, y no me digan que me quede, porque ya no me aguantan. Ya quieren que me vaya. Buenas noches. Nos veremos el domingo o el lunes. El matrimonio no supo qué decir. El Gato le besó la mano a Rosalía y le dio una palmada al genio. Luego, solo se dirigió a la puerta de salida y desapareció. Detrás dejó una estela de tristeza, un pesado camino trágico. Un sinfín de pasos dados en dirección equivocada y un reguero de lágrimas que parecía que habían ahogado la casa.

—Vámonos a dormir —dijo Rafael con voz apesadumbrada. —Vámonos —contestó Rosalía próxima a las lágrimas.

Aquel Gatocallejero que acababa de salir de su casa para entrar a la noche solitaria le producía una pena desconocida.

—¡Pobre Gato! —dijo Rafael. —Sí, pobre Gato —contestó ella desde el calor de su cama.

—¿Dónde vive?

—No lo sé.

Apenas se lograron dormir. Algunos globos flotaban en su habitación. _

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• Enriqueta Lerma Rodríguez: El Pueblo Creyente que puede cambiar el mundo • Elena Enríquez Fuentes: El tiempo es la dimensión de la vida • Carlos Illades: Kropotkin y el cambio climático • Carlos Chimal: James W. Cronin: Danza con rayos y asimetrías

-06- 25 DE FEBRERO 2023

El cuaderno prohibido

POESÍA EN SEGUNDOS NARRATIVA, ENSAYO

Salvo mi corazón, todo está bien

El arte de la entrevista

Vicente Rojo: la pintura como palabra

Publicada en 1952, esta novela marca no solo un sonado redescubrimiento sino una vindicación de su autora, símbolo de la lucha antifascista. Su sencilla apariencia oculta una vívida profundidad: cohibida por su papel de esposa y madre, Valeria Cossati toma un cuaderno como depositario de sus insatisfacciones y de su deseo de ser otra.

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Alfaguara México, 2023 320 páginas

Un sacerdote bondadoso, culto, enfermo del corazón, que hace las veces de padre de familia y confidente sentimental en una casa temporal (habitada por dos mujeres y tres niños) protagoniza esta novela en la cual el escritor colombiano pone a prueba el optimismo de un hombre frente a la hostilidad creciente del mundo.

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David Bowie, Win Wenders, Harold Bloom, Edward Said, Susan Sontag, son algunos de los 28 convocados a esta selección, un reflejo de la vida artística e intelectual de la última década del siglo XX y los primeros veinte años del siglo XXI. Son, de igual manera, referentes para comprender los cambios que ha experimentado nuestro tiempo.

La horizontalidad en las instituciones...

Quizá no para muchos, pero sí para algunos seguidores de la pintura mexicana, fue un redescubrimiento la exposición panorámica de la obra plástica de Vicente Rojo, Destrucciónde unorden, realizada a finales de 2022 y principios de 2023, en el MAM. Y todavía más: significó una auténtica revelación. Todos saben que el pintor de origen catalán forma parte de la llamada “generación de la ruptura”; todos comprenden que su lenguaje es casi absolutamente geométrico; y, asimismo, nadie ignora que su obra desarrolló, de una manera plena, un lenguaje plástico con una visión crítica del realismo social de la pintura enorme —quién lo duda—, pero oficialista e ideológica, de una buena parte del muralismo. Pero lo que no resultaba tan claro y evidente es que, bajo la asombrosa continuidad y el intenso talante imperturbable y monotemático (en varios aspectos de la composición), Rojo creó una obra no solo de excelencia —opinión general aceptada— sino de una originalidad excepcional —juicio menos común—. Alrededor de ciertas formas retóricas en las que predomina la figura de la repetición, bajo patrones precisos, inesperados y hermosos, Rojo inventó un universo infinito y perfecto y, además, produjo una insólita reflexión sobre el vínculo problemático y necesario que hay entre realidad y lenguaje; y, si bien esto es mucho más difícil de atisbar, entre las imágenes visibles y matéricas de la pintura y el espectáculo invisible de la poesía.

Revista de la Universidad de México UNAM México, febrero de 2023 164 páginas

La ciencia ficción ha ofrecido varios ejemplos de lo que es la inteligencia artificial: Yo,roboty 2001:odiseadel espacio, libros que han sido adaptados al cine, son acaso los más recordados. Sin olvidar este horizonte, los ensayos de este libro se centran en la circunstancia mexicana, que no deja de preguntar lo que significa ser humano.

Esos autómatas que han poblado los delirios y las pesadillas de escritores y científicos son los protagonistas de la más reciente edición de la revista dirigida por Guadalupe Nettel. Destacan los ensayos de Naief Yehya, Aura García Junco, Edmundo Paz Soldán, Roger Bartra y Alberto Chimal, que subrayan los lazos entre utopía y tecnología.

Sarah Corona Berkin (coord.)

Gedisa/ Calas México, 2022 328 páginas

Los autores de este libro reflexionan desde diversas áreas —ciencia y tecnología, educación y cultura, entre otras— sobre la igualdad en la generación de conocimiento. Sobresale la crítica a la imposición de métodos y sistemas de evaluación y a la exclusión de voces que trabajan a contracorriente del mainstreamacadémico.

En una síntesis poderosa, todavía de juventud, el pintor geométrico, en contra del aplanamiento realista del mundo y en contra de la negación de la libertad, planteó de golpe el tema fundamental de su creación: destrucciónde un orden y, a la vez, construcción de múltiples diferencias progresivas, casi como las variaciones de los códigos de la vida. De este modo, Destrucción de un orden no es el título de un cuadro. No es el lema de una exposición. Y si lo es, entonces es mucho más que todo eso: ese eslogan —una divisa auténtica— representa el enunciado interior de un cuadro o de una serie de cuadros, donde esta frase aparece y muestra cómo Rojo ha puesto, en su lienzo, unas palabras como forma integrante de las correspondencias esenciales de dibujo y color. Así, el pintor nos señala que el cuadro se muestra o exhibe, pero también habla y que, por todo ello, es lenguaje. La reciente exposición, que de alguna manera rindió homenaje póstumo a la grandeza del artista, plantea, de manera certera, la entrada a la comprensión de esta idea y al recorrido de su despliegue museográfico. A partir de ahí comprendemos que, aunque en la obra de Rojo hay un distanciamiento frente al uso ideológico de la pintura, hay, por otro lado, la afirmación de que pintura es, de modo inevitable, señal, comunicación, entendimiento y, por ello mismo, significación recóndita. En esta perspectiva, quien mira las regulares, obsesivas y grafológicas abstracciones de esta obra encuentra sentido en la presencia de la letra “A” o de la letra “T” o en las diagonales de la lluvia o, de manera más radical, en el diseño de alfabetos monstruosos o en el esbozo de caligrafías celestes. Es como si Vicente Rojo hubiese imaginado, para nosotros, el sueño de todas las escrituras. _

-07- 25 DE FEBRERO 2023
Alfonso Armada Turner España, 2023 320 páginas Alba de Céspedes Seix Barral México, 2023 384 páginas
www.librotea.com El placer de leer
Juárez, Huesca, Cicero (coords.) Debate México, 2022 264 páginas

EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO

EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO

ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.

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TOSCANADAS

El sabor de las letras

DAVID TOSCANA

Tras su viaje a Madrid en 1865, Manet escribió varias cartas lamentándose de la mala comida. A Baudelaire le dijo que España era una fiesta para el ojo, mas no para el estómago. “Cuando te sientas a la mesa, dan ganas de vomitar antes que comer”. Las viandas le parecían grasosas y no tenía paladar para esos vinos que con tanto gusto bebía Sancho Panza. En cambio, la vista de Manet gozó con las mujeres, Velázquez y las corridas de toros. Hay que creerle más al ojo de Manet que a su paladar. Los turistas faltos de curiosidad suelen ser pésimos críticos culinarios; a fin de cuentas, su maestro fue Thomas Couture y no Brillat-Savarin. Cuando viví en Lisboa, solía visitar un restaurante que cargaba con pésimas reseñas en los portales turísticos. Servían una deliciosa cabidela, pero a muchos gringos les asqueaba enterarse de que esta sabrosura se cocina con la sangre del pollo. Con sus gustos

CABIDELA

macdonaldizados, desde una deficiente formación palatal, se ponen a emitir juicios con la certeza de un perito. Si a alguien le molesta comer orelhadeporco, el problema no está en la oreja. Esos turistas califican mal el queijo amanteigado, las tripas à moda do Porto, la feijoada de lulas, las enguias o los caracóis, porque su aspecto no es nítido, tranquilizador y conocido como el de un bistec. Muchos adultos hacen muecas de bebé al probar o apenas oler ciertos quesos franceses. Se espantan ante las tripas. Rehúyen los corazones de pollo. Eluden las galaretkas polacas. Reprueban tantas otras cosas, no asumiendo una condición de subdesarrollo papilar y olfativo, sino demeritando el plato. Cuánta ramplonería hay en los turistas que gesticulan horrorizados cuando se le echa limón a unas chocolatas. Creepy!It’salive!Disgusting!

Para tal gente, los huevos serían lo más repugnante visual, biológica

BICHOS Y PARIENTES

y gustativamente, si no fuera porque los conocieron desde antes de desarrollar su capacidad de rechazo. Y sin embargo, estos chabacanos opinadores tienen tal poder que comienzan a modificar la oferta de las tabernas. El que ahora muchos sustituyan la sangre por tomate en la cabidela es tan desatinado como hacer moronga con V8. Muchos madrileños aman los bocadillos de calamar. El hecho de que a mí no me gusten no me da el derecho de afirmar que es una comida poco sabrosa. El juicio sobre éstos se lo dejo a algún avezado comedor que pueda decir si el calamar estaba pasado o lo frieron en mal aceite o si el pan es viejo o si se les pasó la sal o, por el contrario, si todo estaba en su punto. Hago juicios sobre el tequila; nunca sobre el mezcal. Los amables lectores que han llegado hasta esta línea, ahora imaginen las implicaciones de este artículo si no hubiese tratado de comida, sino de literatura. _

La ablación de la ciudadanía

Casi todos los grandes griegos despreciaron la democracia y, de todos, solamente hay un elogio decidido: el famoso “Discurso fúnebre” de Pericles, conservado por Tucídides, que sigue siendo válido y valioso, vigente y convincente. Desde entonces va quedando claro que la democracia implica no solamente una participación en elecciones sino una libertad económica: “no hay vergüenza en ser pobre; vergüenza es no hacer algo por dejar de serlo”; y una transparencia: “tenemos una ciudad abierta y no es posible impedir a nadie... que sepa o vea algo de lo que, por no mantenerse en secreto, pudiera sacar provecho un enemigo, ya que confiamos más en nuestro valor en la acción que en los preparativos o las estratagemas”.

Los filósofos son muy contrarios a la democracia: Platón y Aristóteles no albergan duda: se descompone en tiranías.

Los dramaturgos son menos recios en su crítica, e incluso ambiguos: Aristófanes parece no solo enemistarse con las formas democráticas sino, de plano, vejarlas a carcajadas. Pero no son cuentas fáciles, porque ¿cómo interpretar la comedia? Ni afirma, ni niega: juega. El otro caso ambiguo es el de Esquilo.

En el Agamenónestá aquella escena a las puertas del palacio. En ninguna obra griega hay acción como en el teatro moderno: son actores de la oralidad, no mimos. Nadie combate ni muere en escena. Pero queda perfectamente claro que Agamenón está siendo asesinado, y se escucha: “¡Me han herido de muerte en las entrañas!”, desde atrás del escenario. El

público mira al coro, que se organiza en grupos pequeños, divididos, completamente inútiles. Unos sugieren “deliberar sobre estos hechos”; los de allá: “no sé qué sugerir, pero antes de la acción hay que hacer planes”, y otros: “¿cederemos el poder al que ultraja este palacio?” Todos se indignan, sin ponerse de acuerdo y, por supuesto, el golpe está dado. No hubiera sucedido si los ciudadanos, en coro, hubieran increpado juntos a Egisto y Clitemnestra, los asesinos. Esquilo desprecia el caos, el desorden, las discordancias... frente a

los acontecimientos de la propia ciudad. Pero ¿cómo contrastarlo con el sentido de esa otra obra, Lospersas, que debe haber sido la más importante para él?  Él mismo combatió en la defensa de Atenas contra los persas, y sabemos que, para su epitafio, quiso solamente una inscripción: la de su valor en la batalla de Maratón; la guerra se libró apenas siete años antes de la presentación de la obra, de modo que trata sobre acontecimientos reales y recientes, no sobre dioses ni mitología: el público fue parte de los hechos. No podía mentir.

Jerjes, hijo de Darío y la reina Atossa, ha sido derrotado repetidamente por los atenienses y los persas se hallan sumidos en la confusión. Quieren consultar al espectro del casi invicto rey Darío, que solo perdió ante los atenienses, aunque dos veces: en

Los persas, de Esquilo, puesta en escena del Teatro Nacional de Grecia.

Maratón (490 A. C), y la batalla naval de Eurimedonte (467 A. C). Cuando hacen la solicitud a la reina Atossa, ésta, extrañada, les pregunta si los griegos poseen abundancia de recursos bélicos. No. ¿Entonces, enormes riquezas? Tampoco. No hay otra explicación para las derrotas persas que la unión ateniense. Atossa accede entonces a invocar el espectro del gran rey, y aquí, Esquilo comienza su arenga y, más que la democracia, defiende la ciudadanía. Los miserables persas no saben lo que significa la responsabilidad de hablar en una sociedad política; no son sino súbditos y no se atreven siquiera a enunciar una mala noticia ante el fantasma de su opresor. Titubean, se acobardan, repiten fórmulas de lacayos y ninguno se arriesga a decirle francamente lo que está sucediendo en la guerra. Temen y veneran hasta la mera sombra. Tienen que suplicarle a Atossa que le diga por qué turban su estancia entre los muertos. Para entonces, los ciudadanos atenienses, en su unión, han derrotado a las huestes de los serviles persas.

Esquilo dedica más líneas a mostrar la abyección de los lacayos de las que usó para el caos democrático del Agamenón. Y digo que Los persas contrasta, o repara, o complica la idea de la política caótica e inútil, de una ciudadanía dividida e incapaz de frenar el golpe que sobreviene y el borramiento de la ciudadanía. Así se pierden las democracias que resultan latosas, lentas y torpes. Pero la tiranía no solo significa el poder de uno sino la ablación de la ciudadanía. Mejor hacer bolas y confusión en un solo coro, que perder la dignidad y la libertad _

25 DE FEBRERO 2023
LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA NORTEATRO
Aristófanes parece no solo enemistarse con las formas democráticas sino, de plano, vejarlas

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