ReporteSextoPiso Publicación mensual gratuita • Mayo 2021
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CONEXIÓN Kae Tempest
DESMORIR Anne Boyer
APOLOGÍA DE LA MORADA Arnoldo Kraus, Vicente Rojo
Un libro sumamente íntimo sobre el proceso de creación de Kae Tempest, de cómo la conexión artística tiende puentes hacia el interior y también con los demás. Una mirada a una vida dedicada al hip-hop, la spoken word word, la poesía y la literatura.
Premio Pulitzer de no-ficción en 2020, Desmorir es una desgarradora crónica de la lucha de la autora con un agresivo cáncer de mama, no solamente desde el punto de vista de los efectos de la enfermedad, sino cómo se inserta ésta dentro de la industria de la enfermedad y el dolor en el mundo contemporáneo
Libro póstumo donde colaborara el genial artista plástico Vicente Rojo, Apología de la morada es la quinta entrega de la serie de apologías llevada a cabo entre Rojo y Arnoldo Kraus, como diálogo literario-artístico sobre objetos o conceptos cruciales para la existencia, en este caso nada menos que la morada.
ReporteSextoPiso
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Lecturas
Recomendación de los editores
Entrevista con Jean-Marie Gustave Le Clézio | 8
Dolor(es) en Desmorir | 4
Cuaderno de campo | 14
Mirar la maternidad desde la empatía | 6
Frédéric Joignot María Sánchez
Reconsiderar la noción de solidaridad internacional | 34
Jan de la Rosa
Irma Gallo
Thomas Piketty
Columnas
La única y verdadera | 36
Where You Been | 31
Anne Boyer
Wenceslao Bruciaga
Se cree en la ciencia hasta que no se cree en la ciencia | 41
Próximamente… | 32
Brenda Navarro
José Hernández
La raja | 33 Luciana Cadahia
Dossier: 150 años de la Comuna de París | 15
Lado B | 40
La Comuna de París de 1871: Un salto de tigre al pasado | 16
Psycho Killer | 44
Michael Löwy
El significado de la Comuna de París | 21
Cintia Bolio
Carlos Velázquez
Psicología de la disolución | 47 Judas Glitter
Manu Goswami entrevista a Kristin Ross
Carta a Louise Michel | 26 Ludivine Bantigny
Portada de este número: Power Paola @powerpaola
Reporte Sexto Piso, Año 7, Número 57, mayo 2021, es una publicación mensual editada por Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., América 109, Colonia Parque San Andrés, Coyoacán, C. P. 04040, Ciudad de México, Tel. 55 5689 6381, www.reportesp.mx, informes@sextopiso.com.
Editor responsable: Eduardo Rabasa. Equipo editorial: Rebeca Martínez, Diego Rabasa, Felipe Rosete, Ernesto Kavi. Dirección de arte y diseño: donDani Reservas de Derechos al Uso Exclusivo 04-2021-020813245067-102. Certificado de Licitud de Título y Contenido No. 17420. Impresa en los talleres de Editorial Impresora Apolo, S.A. de C.V. ubicada en Centeno 195, Colonia Valle del Sur, C. P. 09819, Iztapalapa, Ciudad de México. Este número se terminó de imprimir en mayo de 2021 con un tiraje de 3,000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. * Judas Glitter agradece las citas de Plegarias atendidas a Truman Capote.
Recomendación de los editores
Dolor(es) en Desmorir
Jan de la Rosa
realidad inacabable el encierro por exclusión en un mundo que exige la capacidad para participar en él. Desmorir, libro de Anne Boyer, poeta y ensayista estadounidense, sigue una trayectoria conocida que en manos menos expertas podría parecer cliché: es el diario de un cáncer de mama, desde el diagnóstico hasta la remisión. Pero la autora i algo sabemos del dolor es que sabemos muy poco y toma narrativas conocidas, y no se limita a ponerlas en duda que en el momento menos esperado puede volverse lo únisino que las incinera con su estilo breve, preciosista e intico que reconoces en tu cuerpo. Llegó ese momento en febrero mista, que en el proceso de entender su propia «batalla» toca de 2020 cuando el mío colapsó sin explicación. Esa noche esgrandes temas del ser, mientras suspende la cronología de su tuve en urgencias y, al ser incapaz de señalar de dónde proverelato, extirpándolo del tiempo. nía el dolor que derivó en ocho horas de llanto, simplemente El tema de sesgo de género es vital para acercarse a esta me dijeron que necesitaba descansar y me enviaron a mi casa. «memoria en muerte» de Boyer, en específico cuando toca Una semana después intenté comenzar las opciones disponibles de manejo del el proceso de diagnóstico pero en menos dolor. Son inevitables las reflexiones de A Boyer le interesan los de tres semanas se desató la pandemia, cómo ciertos pacientes son tratados con lo que volvió mi dolor irrelevante. Como cuerpos insubordinados distintos niveles de calidad según su géneel de tantxs. disparidad racial y capacidad económique se exponen o declinan ro, Fue muy obvio cómo el default frente ca gracias a la existencia de tratamientos al dolor súbito y desconocido que aqueja la despersonalización de simplemente inaccesibles para la rebanaa mujeres/cuerpos feminizados se resu- tratamientos oncológicos da más grande de la población. El libro me a recetar antidepresivos y señalar que es enfáticamente plural en testimonios, los problemas están en sus cabezas; lo que matan indiscriminada- producto de un profundo conocimiento corrosivo de las narrativas de histeria no mente mientras intentan de historia, de política, de las relaciones nos ha dejado en pleno 2021. Desde los sociales y económicas que permean la inprimeros días de la medicina, las mujeres devolver la salud… dustria médica y nada escapa a la crítica. han sido consideradas versiones inferioEl dolor, reconoce Boyer, es revolucionares de los hombres y es eso lo que ha forjado en hierro a la rio e incendiario. El cáncer de mama, en cuanto padecimiento cultura médica occidental. Todos los #MeToo y movimientos eje, es solo la excusa para iniciar el aquelarre. adicionales en el mundo han sido incapaces de hacer una grieMucho del punto de vista de la autora se resume en el subta en esas perniciosas ideas. título «Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capiUna pandemia después, muchos cuerpos que amo y con los talista». A Boyer le interesan los cuerpos insubordinados que que convivo, que experimentan cotidianamente dolores cróse exponen o declinan la despersonalización de tratamiennicos —fibromialgia, encefalomielitis miálgica o síndrome de tos oncológicos que matan indiscriminadamente mientras fatiga crónica y una variedad de trastornos autoinmunes con nombres de señores— vieron sus experiencias e incertidumbres colectivizadas. La pandemia vino a hacer del dolor, callado e individual (hasta vergonzoso, si feminizado, en cuanto a no hegemónico), un fenómeno de masas que colapsó a todas las instituciones médicas del planeta. Por unos meses, personas que nunca habían pasado mayor dificultad para habitar el mundo, empatizaron casi a la fuerza con quienes tienen como When we were young, we used to get so close to it And you were scared and you were beautiful I wanna peer over the edge and see in death If we are always the same. «Realiti», Grimes
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intentan devolver la salud y dónde quedan las fronteras de los que se quiebran entre quejidos que duran semanas, cuartos de espera donde impera la semidesnudez que no tiene nada de digna, y las abstracciones médicas en las que se convierten datos en hojas, cada vez más separados de otros cuerpos a su alrededor (protegidos por la radiación con máscaras y otras barreras). Todo lo anterior, sin dejar de sostener el dedo en la llaga de que no existe permiso universal para padecer(se) en paz: nunca deja de estar la espada del desempleo sobre la cabeza doliente, de la quiebra económica, de la evaporación del deseo sexual, de la propia mutación en un cuerpo incapaz de producir para el capitalismo (más seres, llevar a cabo un servicio, funcionar como moneda de cambio, cumplir un fin). Este mal intransmisible que es el cáncer como la expresión de la maldad misma, desgarra las conciencias. Boyer insiste en cómo el tratamiento provoca daño neurológico y metabólico irreparable que nunca permite «superarlo» realmente y, fuck your pinktober, porque finalmente esta no es ninguna «batalla» sino un rito de paso a la discapacidad masiva, a un club exclusivo de supervivencia completamente hueco e invisible, donde no hay nada de triunfal o especial. Lo más impresionante del libro de Boyer no es que sea una enciclopedia de todo el dolor del mundo, sino que además es una de esas «historias de éxito» tan laudeadas en los medios a pesar de que esto es un trayecto sin victoria, una oda frágil a las democracias del dolor, una panorámica compartida del sinsentido, una excusa más para enojarse y descolocarse en nuestros días. Es devastadoramente bello. The New York Times describió al libro como «una extraordinaria y furiosa autobiografía»; es muy importante notar que en este caso la furia (lo devastador y la ira) la pone el lector; Boyer es una guía que solo dirige su mirada a un punto con tal precisión que el ambiente se enrarece; su estilo toma elementos cotidianos, casi banales, para construir atmósferas asfixiantes y dibujar traumas profundísimos sin mencionarlos siquiera. La intención de la autora es claramente politizar el cuerpo femenino y el sufrimiento que padece como mujer soltera, otra más, que la lleva a preguntarse por qué ella, y no otra persona, fue elegida para «ser salvada». Este libro es un poco también un acto de contrición por resarcir esas deudas con la sociedad que la calificó como más apta para lograrlo que otro cuerpo en su misma situación. A través de una pluma aguda y deliberada, logra el efecto de hacernos sentir muy mal por pasar por alto este tipo de aspectos, poco o nada discutidos en la sociedad pre Covid en general. La congruencia de tra-
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Desmorir Anne Boyer Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús Sexto Piso Realidades Coedición con Universidad Autónoma Metropolitana Cuajimalpa 2021 • 264 páginas
tar el tema de forma desapegada de sentimientos le exige al lector una reflexión profundísima, incómoda y difícil, que interpela a nuestras propias instancias de privilegio e inacción respecto de la falta de equidad en tratamientos caros y consecuencias crónicas. Yo también, como dice Boyer en Desmorir: «Preferiría escribir sobre cualquier otra cosa, pero sé que existen otras personas, todas nosotras con cuerpos dentro de la historia, todas nosotras con sistemas nerviosos y pesadillas, todas nosotras con entornos y horas y deseos, como el de no estar enferma, o no ponerse enferma, o comprender lo que significa cuando lo estamos». Yo solo quisiera poder abrazarles, besarles, y hacer espacio a sus cuerpos dolientes en los confines del mío. Pero ese dolor, eso que lo enmascara todo, va más allá; como la risa, como el calor, como la sinestesia: no son activamente opuestas al bienestar, sino que se relacionan con él de manera no lineal Esta es una oportunidad de humanizarlo, aceptarlo y quitar la barrera que insiste en que no moriremos, en que estaremos bien, y que las consecuencias de las enfermedades solo son dos: vida o muerte. Estas certezas nos permiten experimentar la ambivalencia y las no certezas como pares y no como espectadorxs. Ahora, en el mismo barco, a todxs nos sobra urgencia, a todxs nos falta una vacuna. •
Recomendación de los editores
Mirar la maternidad
desde la empatía Irma Gallo
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uando recibí el libro más reciente de Esther Vivas (Sabadell, 1975), Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Ediciones Godot, 2021), lo primero que pensé fue: «Otro libro que pretende decirnos cómo asumir y ejercer la maternidad». Mis prejuicios podrían haberse traducido en la pregunta: «¿Qué más, y de qué manera, se puede escribir con un enfoque original respecto a este tema?». El año pasado —es curioso: en coincidencia con el inicio y el recrudecimiento de la pandemia por el sars Covid19—, los libros con temas relacionados a la maternidad volvieron a ocupar cada vez más espacios en las discusiones y en los estantes de las librerías. Mi Profesión: mamá (Vergara, 2014) salió cuando escribir sobre maternidad y trabajo se equiparaba casi casi a hacer un libro de autoayuda; en contraposición, y afortunadamente, a partir de la publicación del ensayo Linea nigra (Almadía, 2020) de Jazmina Barrera, la novela La hija única (Anagrama, 2020) de Guadalupe Nettel, o el ensayo-testimonio Cuando las mujeres fueron pájaros (Ediciones Antílope, 2020) de Terry Tempest Williams, solo por poner algunos ejemplos, volvimos a pensar en la maternidad como un fenómeno que rebasa la esfera de lo privado y de lo que atañe solo a las mujeres, para colocarlo en el espacio de la reflexión pública y colectiva. Mis estúpidos prejuicios, continúo, me empujaron a arrumbar el ejemplar de Mamá desobediente en una esquina, en un gesto, reconozco, de apatía pedante. Aquí debo hacer una segunda confesión: si no fuera porque la propia Esther Vivas me escribió un mensaje privado
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de Twitter en el que me decía que era una pena que yo había tenido que cancelar la entrevista que iba a hacerle, que ojalá la pudiéramos reprogramar, quizá nunca me hubiera animado a abrir el libro y darme la oportunidad de leerlo. Y ahora estoy segura de que si así hubiera sido, me habría perdido de mucho. Mamá desobediente no es una colección de datos, afirmaciones y máximas de una experta que presume sus conocimientos a un montón de lectoras anónimas, sino la voz de una mujer que ha vivido la experiencia de ser madre y lo comparte desde las entrañas: los muchos intentos por embarazarse (desde los treinta y cuatro hasta los treinta y nueve años de edad); la decisión de parir, aunque fuera muerta, a su segunda hija, que se había gestado con una malformación; la de tener a su hijo en casa, de amamantarlo y renunciar a las fórmulas lácteas, así como de utilizar pañales lavables, entre muchas otras más. Pero tampoco quiero que se entienda que este libro carece de músculo teórico. Por el contrario: se trata de un trabajo escrito con todo el rigor académico (que no con el lenguaje críptico propio de algunos textos de ese tipo, no se asusten). Un libro ampliamente documentado y sustentado. Por ejemplo, dado que el subtítulo es «Una mirada feminista a la maternidad», Vivas hace un recorrido histórico en el que revisa las distintas olas del movimiento para entender por qué muchas feministas en la actualidad no solo rechazan ser madres, sino que reniegan de las que sí lo son. Así lo explica: «La maternidad ha sido un tema incómodo para el feminismo. El binomio “mujer-madre” impuesto por el patriarcado ha hecho que una parte muy significativa del feminismo rechazara la maternidad, la negara, la obviara, la menospreciara». Ahora bien, la autora advierte que no todas las formas de maternar son como la que el patriarcado ha impuesto a lo largo de la historia; el capitalismo también ha hecho de las suyas (en complicidad, por supuesto, con su gran aliado histórico: el patriarcado). En la entrevista que por fin le hice, me dijo que ahora la exigencia a quienes decidimos ser madres es la de convertirnos en superwomen: En la actualidad, tenemos que ser la madre abnegada, sacrificada, sin vida propia, sin otros intereses más allá de la crianza. En definitiva, un ideal de madre que viene muy determinado por un sistema patriarcal que nos quiere calladas y encerradas en casa, y a cargo de la familia, los hijos y el marido. Pero al mismo tiempo, este ideal tradicional hoy en
sáreas innecesarias y demás ejemplos de violencia obstétrica; los ridículos permisos por maternidad que otorgan las legislaciones de muchos países —por no hablar de las condiciones laborales cada vez más precarias de muchas madres que ni siquiera cuentan con seguridad social y para quienes, por lo tanto, estos permisos están sujetos a la voluntad» de los empleadores—; la Mamá desobediente surge, «buena cultura del adultocentrismo, en la que las necesidades y deseos de niñas y niños no vasegún su autora, de una len (por ejemplo, los restaurantes y hoteles necesidad de valorar y que prohíben la entrada a los pequeños). Estos son solo algunos de los temas que visibilizar la maternidad Esther Vivas desarrolla en Mamá desobedía se conjuga con un ideal de materni- desde la óptica de una resdiente, en muchos casos aderezados por su dad supeditado a los intereses del mercado; un ideal neoliberal, podríamos ponsabilidad colectiva «en experiencia, narrada en primera persona, llamarle. Es decir, hoy tenemos que ser de forma honesta y sin sentimentalismos. el marco de un proyecto la madre sacrificada de siempre que ya Hago esta aclaración por si alguien pufueron nuestras abuelas, pero al mismo social emancipador». Y la diera pensar que este libro camina en una tiempo tenemos que ser la súper mami cuerda floja entre lo académico y lo cursi; que llega a todo, con un cuerpo perfec- construcción de este prode ninguna manera: al enunciar estas cirto, que siempre está disponible para el yecto social emancipador cunstancias que juegan en contra de una empleo, que nunca se equivoca, y así maternidad deseable, de responsabilidad y se construye el ideal moderno de ma- atraviesa necesariamente participación colectiva, anticapitalista, anternidad: ese mito de la buena madre y por la enunciación de tipatriarcal y ecologista, la autora no deja de la madre perfecta. Pero se trata de un ideal que es tóxico, que es indeseable, otros aspectos que juegan de poner en el centro a las mujeres más poque es inasumible porque nos genera bres y a las racializadas, contra las cuales mucha insatisfacción a las mujeres que en contra de una experien- se ejerce más frecuentemente la violencia tenemos hijos, porque sentimos culpa obstétrica y la esterilización forzada, conal no llegar a ser esa madre fantástica cia plena de la maternidad tra quienes el mercado dirige las estrategias que se supone que tenemos que ser. más agresivas para vender sus productos y a quienes impone las condiciones laborales más injustas e incompatibles La propuesta que cruza el libro de Esther Vivas, pues, se opocon la maternidad. ne a estas imposiciones absurdas. Así lo escribe: «Para mí, Mamá desobediente, de Esther Vivas, es un libro indispenuna mamá feminista es una mamá desobediente, insumisa, sable para las mujeres que son madres, pero también para rebelde, una mamá que no es objeto pasivo sino sujeto activo, quienes no lo son, no quieren serlo y han renegado de las que que se rebela tanto contra la maternidad patriarcal como contra la apostaron por serlo; para los hombres, para el personal mématernidad neoliberal, pero no renuncia a vivir la experiencia madico, para los maestros, para los tomadores de decisiones en terna». Y más adelante, la aclara un poco más: los ámbitos legislativo y alimentario; en resumen, para todos aquellos que soñamos con que es posible construir una socieUna nueva generación de mujeres y madres, seguramente dad más empática, más libre y más igualitaria. • más libres de prejuicios que las anteriores, reivindicamos la visibilidad y el reconocimiento de un trabajo que han venido realizando las mujeres desde antaño. No consiste en una nueva ofensiva del patriarcado, como algunas feministas han señalado, sino en una toma de conciencia de cómo unas prácticas tan relevantes para las sociedades humanas, como gestar, parir, lactar y criar, han sido relegadas a los márgenes...
Mamá desobediente surge, según su autora, de una necesidad de valorar y visibilizar la maternidad desde la óptica de una responsabilidad colectiva «en el marco de un proyecto social emancipador». Y la construcción de este proyecto social emancipador atraviesa necesariamente por la enunciación de otros aspectos que juegan en contra de una experiencia plena de la maternidad: el intento de las transnacionales alimentarias de imponer la fórmula como alternativa supuestamente igual de saludable que la leche materna; la imposición de ce-
Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad Esther Vivas Ediciones Godot 2020 • 344 páginas
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Entrevista con
Jean-Marie Gustave Frédéric Joignot
Le Clézio
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través de su historia personal, dice de usted mismo ser multicultural por nacimiento, ¿nos podría hablar de ello?
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Nací en Francia en 1940 en una familia de origen bretón emigrada a la Isla de Mauricio, en ese sentido soy francés, pero por influencia. Mi padre era mauriciano, por tanto, británico en aquella época. Toca entender que la Isla de Mauricio conocía un curioso estado de esquizofrenia, por el hecho de que fue colonizada por Francia de 1715 hasta 1810, y más adelante por los ingleses. Numerosas familias mauricianas se dividieron entre aquellos que apoyaban a Inglaterra y aquellos que resistían, la mayoría de las veces mujeres, que no siempre tenían estudios, y protestaban por adoptar el idioma inglés. Resultaron familias extrañas, donde los hombres eran más bien anglófilos y las mujeres francófilas. Mi familia no escapó de ese esquema. Yo tampoco… Entonces usted era británico, mauriciano, bilingüe, viviendo en Francia…
De hecho, tenía la nacionalidad británica, mientras mi madre cultivaba su amor por Francia y acusaba a Inglaterra de las peores fechorías: de haber quemado a Juana de Arco, bombardeado la flota francesa en Mers El-Kebir en 1940, etc… Cuando conocí a mi padre, a los diez años, quiso que le habláramos en inglés. No paraba de criticar a Francia, defendía el colonialismo inglés, que según él era más respetuoso que los franceses con las poblaciones. Ejercía una disciplina de hierro, como en el ejército inglés, domesticándonos a mi hermano y a mí con su bastón de madera. Simultáneamente tenía una buena biblioteca inglesa, con Shakespeare, Conrad, Dickens. Mi madre heredó la biblioteca francesa de sus padres, de Chateaubriand a Alphonse Daudet. Leí muchísimo en los dos idiomas. El resultado fue que estaba muy dividido, con una identidad variopinta, alimentada de varias culturas… ¿Era una identidad «desdichada», para retomar el título de un reciente ensayo de Alain Finkielkraut?
Me parece que es uno de los libros más inquietantes publicado en estos últimos años. Defiende un pensamiento mono-cultural. A diferencia de su autor, me pregunté si debía escribir en inglés o en francés, a pesar de que vivía en Francia. Para complacer a mi padre, empecé produciendo textos en
inglés, pero afortunada o desafortunadamente, no lo sé, fueron rechazados por los editores ingleses. Cambié al francés, una bellísima lengua, lo que no me impide apreciar el inglés. Cuando era estudiante, incluso pensé volverme ciudadano británico de pleno derecho, seguramente, una vez más, para agradar a mi padre. Era fácil, tenía un pasaporte británico, aunque llevaba grabado la infame letra C, «Consular», que significaba que mi nacimiento había sido declarado en el Consulado. Me establecí en Bristol, después en Londres, donde pasé unos cuantos años. Y luego tuve ganas de volver a Francia. Al final, mi identidad no es desdichada sino múltiple, como la de muchísima gente… ¿Se puede entonces decir que la Isla de Mauricio es una sociedad multicultural?
La isla es multicultural desde hace mucho tiempo, ya que las diferentes comunidades viven allí juntas desde el siglo xvii, cuando los holandeses la ocuparon con esclavos africanos y de Madagascar. Después, los franceses la colonizaron, llevando nuevos esclavos, luego los ingleses, acompañados de indios hinduistas y musulmanes, sin olvidar la llegada de los chinos. Esta pluralidad se tradujo, en la práctica, en una cierta tolerancia, debido a que los ingleses favorecieron el multiculturalismo al instituir leyes que respetaban las religiones y los idiomas de cada comunidad. En una isla donde, varias veces al día, en un barrio u otro, uno escucha que suenan las campanas, el gong en un templo tamil, o la llamada del muecín, uno está preparado, ya auditivamente, a cohabitar con gente diferente. Entonces, visualmente, se descubre en las calles a personas de diversos tonos de piel, vestidas y peinadas de todas las maneras, y con formas distintas de expresarse, reglas de vida diferentes, una cocina singular para cada uno. Eso obliga a poner una gran atención a todo el mundo. Pero no solo se trata de vivir junto al otro. Convivir en estas condiciones implica una comprensión de lo que puede ofender al otro.
En una isla donde, varias veces al día, en un barrio u otro, uno escucha que suenan las campanas, el gong en un templo tamil, o la llamada del muecín, uno está preparado, ya auditivamente, a cohabitar con gente diferente.
Fotografía de Daniel Mordzinski
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Gracias a él, me interesé en la historia de México y de las civilizaciones indígenas. Leí a los cronistas españoles de los siglos xvi, xvii y xviii, a los colonizadores y a los empáticos como Bartolomé de las Casas (1484-1566), me interesé en las mitologías indígenas, en los códices aztecas y mayas, traduje Las profecías de Chilam Balam (Gallimard, 1976). Cuando tomaba el metro en México, encontraba a En México, trabé amistad con los mismos indígenas a mi alrededor, hasu idioma, y con sus trajes proun estudiante de medicina blando pios. Entendía que todas estas culturas, destrozadas y despreciadas, resistían, que partía regularmente a siempre visibles, haciendo estudiar con los curadores, cohabitaban, de México una sociedad multicultural.
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Estuvo a punto de hacer su servicio militar en la Argelia francesa, en ese momento en plena guerra colonial. ¿Cómo lo vivió?
los «brujos» de Chiapas. Animado por la universidad, estudiaba sus recetas de botánica terapéutica, sus remedios, sus técnicas psicológicas fundadas en la empatía y en la persuasión. Este es un ejemplo de intercambio de culturas libre de desprecio, donde cada uno aprende del otro, una forma de don y contra-don.
Conocía el sistema colonial. En la Isla de Mauricio, una pequeña élite europea, sobre todo de origen francés, por mucho tiempo cuidó en conservar sus privilegios, controlando todos los negocios y poniendo poco interés a las otras poblaciones que vivían en la isla, aún menos a sus culturas. Veía la situación en Argelia como una extensión de la de Mauricio. Estaba muy preocupado de que me enviasen allá después del liceo. Uno de mis condiscípulos, que había fracasado en el bachillerato, murió cuatro días después de que le reclutaron. Mi padre me decía: «No puedes ir a combatir en contra de gente que pide la independencia.» Quería que rechazara la nacionalidad francesa, y me hacía leer los periódicos ingleses, que trataban a Francia sin indulgencia. Tenía una tía que trabajaba con la marina nacional en Marruecos, y nos mandaba documentos terribles sobre los daños provocados por el ejercito francés. Mi hermano y yo, en edad de irnos, sabíamos muy bien que se trataba de una guerra colonial feroz, con pueblos bombardeados, torturas, mientras numerosos franceses creían en el papel civilizador de Francia. Esa guerra permanece como la enfermedad infantil de Francia, esa patología que consiste en creer que ciertos pueblos no están preparados para la independencia y que deben su identidad y su auge gracias a la sola potencia colonial. Al final, hizo su servicio viajando alrededor del mundo, descubriendo nuevas culturas…
En la época de De Gaulle se podía hacer el servicio militar en la cooperación cultural. Postulé para China, pero me enviaron a Tailandia. Después fui a México. Agradezco a Francia, a su apertura al mundo, por haberme ofrecido esas posibilidades. En México, tuve un choque cultural considerable. Conocí a Jean Meyer, un historiador, entonces cooperante, que se ha vuelto un amigo muy querido.
En los años setenta, usted se fue con los huicholes, de los cuales tomó la defensa en 2012, denunciando un proyecto minero que amenazaba sus territorios…
Quería intercambiar con esos pueblos, conocerlos, a pesar de que los consideraban atrasados, un obstáculo al progreso, inferiores. Participé en las ceremonias de Pascua de los huicholes de la Sierra Madre, consumí sopa de peyote con ellos, asistí a esos rituales donde un hombre se perfora la lengua con aguja de cactus para derramar su sangre sobre la tierra y fertilizarla. Gracias a ellos, volví al fervor religioso que conocí durante mi infancia, comprendí cuánto ha sido maltratada en nuestro mundo occidental la parte mística del ser humano. Incluso los revolucionarios, los amantes del tercer mundo, despreciaban a estos pueblos. Pienso en Regis Debray, en el Che Guevara, quienes jamás se preocuparon por cómo vivían los indios, cuáles eran sus mitos, sus costumbres, juzgándolos como oscurantistas. En El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido (Folio, 1988), intenté imaginar el auge de la civilización mexica si los españoles no la hubiesen reducido al silencio. Según usted, tenemos todavía mucho que aprender de estas culturas indígenas…
En México, trabé amistad con un estudiante de medicina que partía regularmente a estudiar con los curadores, los «brujos» de Chiapas. Animado por la universidad, estudiaba sus recetas de botánica terapéutica, sus remedios, sus técnicas psicoló-
gicas fundadas en la empatía y en la persuasión. Este es un ejemplo de intercambio de culturas libre de desprecio, donde cada uno aprende del otro, una forma de don y contra-don. Si Antonin Artaud, quien, en la década de 1930, buscaba en México las huellas de una cultura hechizada desaparecida en Europa, hubiera sabido que algún día jóvenes médicos harían este proceso, más de setenta años después de su estadía con los tarahumaras, habría seguramente estado conmocionado. Para mí, fue un precursor de lo que se llama la interculturalidad, el intercambio de cultura a cultura.
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Esa interculturalidad parece muy difícil de imaginar en Francia, ¿qué opina usted?
Varias ciudades francesas son multiculturales por su historia. Cuando se observa los edificios parisinos, se sabe que en el siglo xix, las criadas y los carboneros estaban alojados en las buhardillas, un poco más abajo los provinciales recién llegados, y que en los pisos nobles, los segundos, con balcón, se alojaba la gente adinerada, generalmente propietarios. Todos vivían allí, a veces trabajaban juntos y, si el techo tenía una fuga, se ponían de acuerdo para sellarlo con burletes, aunque en aquella época los bretones y los auverneses de los últimos pisos eran considerados por los parisinos como gente ignorante, supersticiosos y que hablaban muy mal el francés. Esta cohabitación urbana dejó de funcionar en la era colonial, cuando los habitantes de los países africanos y magrebís empezaron a llegar. Una buena cantidad de franceses, pero también las instituciones, de inmediato establecieron una jerarquía inflexible de razas y culturas, explicando que ellos no eran como nosotros. Hasta la independencia, los países colonizados fueron presentados por los gobernantes como territorios lejanos de la República, dependientes de ella, donde vivían, lejos del centro, poblaciones poco cultas que Francia civilizaba. Cuando esa gente llegaba a Francia, tenía que renegar de su historia, asimilarse, integrarse. ¿Quiere decir que Francia nunca consideró a los africanos y a los magrebís como detentores de una verdadera cultura, con la cual dialogar?
Numerosos intelectuales franceses son los herederos de una tradición «unicultural», en el sentido de que se cree universal, republicana, fundada en el aprendizaje del francés, de la historia de Francia y el respeto de los derechos humanos. Sin embargo, cuando la República se formó, hubiera podido optar por el federalismo, el respeto de las identidades regionales, de sus idiomas, de sus tradiciones, como se hizo en España. Hubiera podido imaginar una Constitución más flexible, plu-
ricultural. Pero rápidamente, el jacobinismo, el centralismo y la inflexibilidad republicana se afirmaron. Es esa misma voluntad universalista la que dominó en la colonización. Cuando uno lee los textos de aquella época, se nota que existía el proyecto de instaurar una república civilizadora, que iba a llevar nuestro bienestar a los salvajes ignorantes e infantiles, los cuales necesitaban que se ocuparan de ellos. Sin renegar de las aportaciones culturales de los franceses en el Magreb, el hecho es que cuando un país impone por la fuerza sus leyes, su idioma, sus costumbres a otros pueblos, el simple hecho de imponerlos, los vuelve vanos. No olvidemos los cientos de miles de argelinos muertos durante la guerra de Argelia. Hoy en día todavía Francia no ha asimilado esta guerra. Algunos franceses piensan que todos los inmigrantes y sus descendientes no tienen cultura, no son educados, o que son musulmanes estrechos de miras, y que es difícil cohabitar con ellos. Más allá de esos prejuicios, las dificultades de cohabitación ¿no vendrán de comportamientos machistas, de incivilidades o aun de actos de intolerancia o de racismo frecuentemente ligados a la religión o a antiguas tradiciones?
Aceptar la cultura del otro no significa aceptar la escisión, la intolerancia o el machismo. Francia los combate, tiene leyes para ello, su historia laica y humanista, los derechos humanos, pero eso no significa que deba arremeter contra todos los descendientes de inmigrantes bajo el pretexto de que son musulmanes o que sus padres los son. Las religiones se reforman, los dogmas se flexibilizan, las culturas de origen evolucionan y se enriquecen en cuanto las personas se confrontan a otros valores y experimentan otras formas de vivir, incluso entre los musulmanes. En Túnez, mujeres intelectuales y militantes combatieron para imponer la Constitución de enero de 2014, que reconoce la igualdad de las mujeres. Es un evento histórico. En Marruecos, Aïcha Ech-Chenna, que merece el premio Nobel de la paz, trabaja para liberarse del terrible yugo masculino y para auxiliar a las mujeres repudiadas. En Francia también las nuevas generaciones de hijos de inmigrantes aprenden a vivir en la República, estudian en escuelas laicas, se casan con no musulmanes, muchos desean ser exitosos, asociaciones de mujeres denuncian el machismo, actores, músicos, artistas, empresarios se desarrollan, una cla-
se media se forma, y si algunos se repliegan agresivamente en la religión, sobre todo en los barrios desfavorecidos, no es el caso de todos.
entendernos, aceptarnos, debatir, argumentar, discutir zonas de tensiones, o igual «acomodarnos razonablemente» en nuestras diferencias, como lo proponen los canadienses.
¿Cómo podría organizar la Republica una sociedad multicultural y pluriconfesional que no niegue sus fundamentos laicos y el respeto a los derechos humanos?
En Francia, ¿no asistimos más bien a una exasperación de las tesis de extrema derecha, que rechazan toda forma de multiculturalismo?
No tengo la receta. Quizás habría que hacer como en Bolivia, imaginar una especie de ministerio de la educación intercultural más que un ministerio de la identidad nacional. El presidente Evo Morales modificó la Constitución, reconoció a las naciones indígenas y oficializó sus idiomas, hasta entonces prohibidos en las escuelas y administraciones. Defiende un Estado «plurinacional» y «plurilingüe». En Bolivia, hoy en día, desde la escuela primaria, cada alumno aprende tres idiomas, el español, su idioma materno –como aimara o quechua– y otro para abrirse al mundo. Uno se da cuenta de que esta pluralidad de idiomas facilita los intercambios «interculturales» entre las diferentes comunidades, entre gente de la ciudad y del campo, y los extranjeros. Prefiero esta idea de sociedad «intercultural», más que la de «multicultural». Aquella supone que aprendemos los unos de los otros, como se hace normalmente en los negocios, el comercio, las artes, en la literatura, que podemos
Algunos franceses piensan que todos los inmigrantes y sus descendientes no tienen cultura, no son educados, o que son musulmanes estrechos de miras, y que es difícil cohabitar con ellos.
Fotografía de Daniel Mordzinski
Leí mucho, últimamente, la prensa de los años treinta. Es instructivo. Se ve crecer una obsesión por la pureza étnica y cultural francesa, una exaltación de los verdaderos orígenes, que pasa por los galos y la cristiandad, una denuncia del declive, debido al enemigo interno, a las razas no europeas, a la izquierda «judaica», una valorización de la monarquía y del poder real, una exasperación del patriotismo y del nacionalismo, de modo que uno entiende cómo la guerra se vuelve inevitable. Esos «verdaderos franceses» están convencidos de que es necesario movilizarse en milicias, crear facciones, para conjurar los peligros, y es inquietante ver hoy en día a la extrema derecha y a una parte de la derecha volver a retomar esos argumentos de guerra civil. Es una especie de veneno, que agudiza el sentimiento de que crecen los peligros, designando a chivos expiatorios. Lo encuentro muy inquietante. • Traducción de Emanuela Ines Dunand
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Cuaderno de campo María Sánchez
I Algo así tiene que ser el hogar: Oír fandangos mientras las ovejas van tras sus corderos
III Estaba muerto estaba muerto pero insistía en que le abrazara quería saber de la larva, del depredador y de la venda de la madriguera, del furtivo, de la umbría
Rebuscar con los dedos las raíces un registro de pisadas, vocales y ramitas Ofrecer a los tubérculos los tobillos
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Convertir la voz en ternura y en presa Prometerme una y otra vez que nunca escribiré en vano un libro con las mismas manchas
¿Acaso le dejaron sus animales en el momento de la muerte?
IV Sangre no es la palabra: quizás un temblor
II su voz llena de ternura su voz cuna nido madriguera
una forma de aferrarse
no os engañéis, la anatomía del canto la ejerce más el macho que la hembra.
En los bordes de la herida, ¿quién alimenta a quién?
Carta al padre No manches la piel al desangrar el cordero si del error nace la belleza al pasar la aguja en el silencio se hace el grito hombres de sangre y tierra nunca lloran mejilla quemada de hacerle sombra la voz de la casa torciendo al limonero llamando a todas las liebres Casilda Padre que me quede como estoy no aguantaré como los puntos que se hacen en un estómago tampoco soy la enredadera que siempre pasa el invierno dime qué anoto ahora en este cuaderno si todos los pájaros no cantaron o se escondieron de lejos siempre un caballo tumbado se está muriendo yo no quiero que mi amor se muera yo quiero la levedad de los insectos el albero levantándose sigiloso la infancia que tuve un cuchillo en la garganta
Dossier: 150 años de
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Dossier: 150 años de la Comuna de París
LA COMUNA DE PARÍS DE 1871: Un salto de tigre al pasado Michael Löwy
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La tradición de los oprimidos
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n el cementerio del Père Lachaise de París existe un muro conocido como el «Muro de los Federados». Fue allí que las tropas versallescas fusilaron, en mayo de 1871, a los últimos combatientes de la Comuna de París. Todos los años, miles —y a veces, como en 1971, decenas de miles— de personas, principalmente franceses, aunque asiste gente de todo el mundo, visitan este sitio de la memoria del movimiento obrero. Vienen solos o en grupos que llevan banderas rojas o flores, y algunas veces cantan esa vieja canción de amor que se convirtió en el canto de los comuneros: «Le Temps des Cérises». No le rinden homenaje a un hombre, a un héroe ni a un gran pensador, sino a esa multitud anónima que nos negamos a olvidar. Como dijo Walter Benjamin en sus tesis «Sobre el concepto de historia» (1940), la lucha por la emancipación no solo se hace en nombre del porvenir, sino también en nombre de las generaciones vencidas. El recuerdo de la opresión de nuestros antepasados y de sus combates es una de las grandes fuentes de inspiración moral y política para el pensamiento y la acción revolucionarios.
Entonces, la Comuna de París forma parte de eso que Benjamin denomina «la tradición de los oprimidos», es decir, esos momentos privilegiados («mesiánicos») de la historia en los cuales las clases subalternas, por un momento, lograron quebrar la continuidad de la historia y la continuidad de la opresión.
Se trata de esos cortos —demasiado cortos— períodos de libertad, de emancipación y de justicia que siempre servirán como puntos de referencia y ejemplos para las nuevas
luchas. Después de 1871, la Comuna nunca cesó de nutrir la reflexión y la práctica de los revolucionarios: desde Marx y Bakunin hasta Lenin y Trotsky.
Marx y la Comuna de 1871
A pesar de sus desacuerdos en el marco de la Primera Internacional, marxistas y libertarios cooperaron de modo fraterno en el apoyo a la Comuna de París, ese primer gran intento de «poder proletario» de la historia moderna. Es cierto que los respectivos análisis de Marx y de Bakunin sobre este acontecimiento revolucionario se situaban en las antípodas. Se pueden resumir las tesis del primero en los siguientes términos: La situación del pequeño número de los socialistas convencidos que formaron parte de la Comuna era excesivamente difícil. […] Les fue necesario oponer un gobierno y un ejército revolucionarios al gobierno y al ejército de Versalles.
Frente a esta lectura de la guerra civil en Francia, que opone dos gobiernos y dos ejércitos, el punto de vista antiestatal de Bakunin era completamente explícito: El régimen comunal habría devuelto al organismo social todas las fuerzas que hasta entonces venía absorbiendo el Estado parásito, que se nutre a expensas de la sociedad y entorpece su libre movimiento.
El lector atento e informado me corregirá: la primera opinión es de Bakunin, quien la escribió en su ensayo «La Comuna de París y la noción de Estado», mientras que la segunda es una cita de Marx que se encuentra en su texto «La Guerra Civil en Francia» de 1871. Mezclamos a propósito las cosas para mos-
trar que las divergencias —sin duda, reales— entre Marx y Bakunin, entre marxistas y libertarios, no son tan simples y evidentes como se supone. De hecho, Marx estaba alegre porque, en el curso de los acontecimientos de la Comuna, los proudhonianos habían dejado de lado las tesis de su maestro, mientras que ciertos libertarios observaban con placer que los escritos de Marx sobre la Comuna abandonaban el centralismo en provecho del federalismo. Karl Marx propuso, como consigna política central de la Asociación Internacional de los Trabajadores —la Primera Internacional— aquella fórmula que quedó plasmada en los «Estatutos Generales» de 1864: «La emancipación de la clase trabajadora debe ser obra de los mismos trabajadores». Si la Comuna de 1871 fue tan importante, es precisamente porque se trató de la primera manifestación revolucionaria de ese principio fundador del movimiento obrero y socialista moderno. La Comuna, dice Marx en el discurso que pronunció en nombre de la Primera Internacional en 1871, «La guerra civil en Francia», no era el poder de un partido ni de un grupo, sino que era «esencialmente, un gobierno de la clase obrera», un «gobierno del pueblo por el pueblo», es decir, la recuperación de los trabajadores de su derecho indiscutible a «hacerse dueños de sus propios destinos». Apuntando a este objetivo era imposible contentarse con la «conquista» del aparato de Estado existente: era necesario «destrozarlo» y reemplazarlo por otra forma de poder político, como hicieron los comuneros desde su primer decreto que dictaminaba la supresión del ejército permanente y su reemplazo por el pueblo en armas. Esto es lo que le escribía Marx en una carta a Kugelmann el 12 de abril de 1871, es decir, durante las primeras semanas de la Comuna: «Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho Brumario, verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla, y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París».
Lo que resulta decisivo para Marx no es solamente la legislación social de la Comuna —algunas de cuyas medidas, como la transformación de las fábricas abandonadas por sus propietarios en cooperativas obreras, manifestaban una dinámica socialista—, sino sobre todo su significación política como poder de los trabajadores. Como escribe en su discurso de 1871, «esta nueva Comuna, que quiebra el poder estatal moderno» fue obra de «simples obreros» que, «por primera vez en la historia […] se atrevieron a violar el privilegio gubernamental de sus “superiores naturales”». La Comuna no era ni una conspiración, ni un golpe militar: era el pueblo que actuaba para sí mismo y por sí mismo. Un corresponsal del periódico Daily News no pudo encontrar a ningún jefe que ejerciera «la autoridad suprema», lo cual ameritó un comentario irónico de Marx que se refería a la gran necesidad de ídolos políticos y de «grandes hombres». Por supuesto, los militantes de la Primera Internacional jugaron un rol importante en los acontecimientos, pero la Comuna no puede explicarse por la intervención de un grupo de vanguardia. En respuesta a las calumnias de la reacción, que presentaban el levantamiento como una conspiración tramada por la ait, Marx escribió: «Naturalmente, la mente burguesa, con su contextura policíaca, se figura a la Asociación Internacional de los Trabajadores como una especie de conspiración secreta con un organismo central que ordena de vez en cuando explosiones en diferentes países. En realidad, nuestra Asociación no es más que el lazo internacional que une a los obreros más avanzados de los diversos países del mundo civilizado. Dondequiera que la lucha de clases alcance cierta consistencia, sean cuales fueren la forma y las condiciones en que el hecho se produzca, es lógico que los miembros de nuestra Asociación aparezcan en la vanguardia». Si Marx habla unas veces de obreros y otras veces de «pueblo» es porque es consciente de que la Comuna no es una obra exclusiva de la clase proletaria en sentido estricto. También participaron sectores de las clases medias empobrecidas, intelectuales, mujeres de distintos estratos sociales, estudiantes y soldados, todos unidos alrededor de la bandera roja y del sueño de una república social. Esto para no decir nada de los campesinos, efectivamente ausentes del movimiento aun cuando, sin ellos, el levantamiento de París estaba condenado al fracaso. Otro aspecto de la Comuna sobre el cual insiste Marx es su carácter internacionalista. Es cierto que el pueblo de París
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Dossier: 150 años de la Comuna de París se alzó en 1871 contra los políticos burgueses cobardes que se reconciliaron con Bismarck y con el ejército prusiano. Pero este arrebato nacional no tomó en ningún sentido una forma nacionalista; no solo por el rol que cumplieron los militantes de la sección francesa de la Primera Internacional, sino también porque la Comuna se dirige a los luchadores de todas las naciones. La solidaridad de la Asociación Internacional de los Trabajadores, y los encuentros en apoyo a la Comuna, que se realizaron según la voluntad de los obreros socialistas en Breslavia y en algunas ciudades alemanas, expresan el alcance internacionalista que tuvo el levantamiento del pueblo parisino. Como escribió Marx en una resolución adoptada por un encuentro para celebrar el aniversario de la Comuna en marzo de 1872, los comuneros fueron «la heroica vanguardia» del «amenazante ejército del proletariado internacional».
El salto de tigre al pasado: Octubre de 1917
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Según afirma Walter Benjamin en sus tesis de 1940, un momento de la lucha de los oprimidos en el presente y un acontecimiento preciso del pasado forman una constelación única, una imagen singular de ese pasado que corre el riesgo de desaparecer si no es reconocida. Esto es lo que sucedió durante la Revolución rusa de 1905. Solo León Trotsky percibió la constelación que formaban la Comuna de 1871 y el combate de los soviets rusos en 1905: en su prefacio a la edición rusa de los escritos de Marx sobre la Comuna, redactado en diciembre de 1905, observa que el ejemplo de 1871 nos enseña que, en un país económicamente atrasado, el proletariado puede llegar al poder antes que en un país capitalista avanzado. No obstante, una vez en el poder, los trabajadores rusos se verían obligados, como los de la Comuna, a tomar medidas que combinaran la liquidación del absolutismo con la revolución socialista. En 1905-1906, Trotsky quedó completamente aislado cuando defendió el modelo de 1871 para la revolución rusa. A pesar de sus críticas a la táctica menchevique de apoyo a la burguesía antizarista, hasta Lenin se negaba a considerar a la Comuna como un ejemplo para el movimiento obrero en Rusia. En su obra de 1905, titulada Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, critica a la Comuna de París por confundir «las tareas de la lucha por la república con las tareas de la lucha por el socialismo». Por este motivo, dice que se trató de «un gobierno al cual el nuestro [el futuro gobierno democrático revolucionario ruso] no se debe parecer». Pero las cosas cambiaron en 1917. En las Tesis de abril, Lenin toma a la Comuna de París como modelo para la república de los soviets que propone como objetivo a los revolucionarios rusos, precisamente porque realiza la fusión dialéctica entre la lucha por la república democrática y la lucha por el socialismo. Esta idea será desarrollada ampliamente en El Estado y la revolución y en todos los otros escritos que publicó Lenin en el transcurso de 1917. La identificación con los comuneros era tan fuerte que, según el recuerdo de sus contemporáneos, Lenin celebró con un inmenso orgullo el momento en que, poco tiempo después de 1917, el poder de los soviets logró sobrevivir un día más que la Comuna de 1871.
Entonces, la Revolución de Octubre es un ejemplo evidente de la idea que planteó Walter Benjamin en sus tesis: toda revolución auténtica no es solo un salto hacia el porvenir, sino también «un salto de tigre al pasado», un salto dialéctico hacia un momento del pasado cargado de ese «tiempo presente» (Jetztzeit). Tanto Marx como Engels, Lenin y Trotsky criticaron algunos errores políticos o estratégicos de la Comuna: por ejemplo, no haber sacado el dinero del Banco de Francia, no haber atacado a Versalles, haber combatido al enemigo en barricadas montadas simultáneamente en todos los barrios. Sin embargo, no por eso dejaron de reconocer en este acontecimiento un momento sin precedentes en la historia moderna, el primer intento de «tomar el cielo por asalto», la primera experiencia de emancipación social y política de las clases oprimidas.
La actualidad de la Comuna de París en el siglo xxi
Cada generación hace su propia lectura y su propia interpretación de la Comuna de 1871 en función de su experiencia histórica, de las necesidades de sus luchas y de las aspiraciones y utopías que la motivan. ¿Cuál podría ser su actualidad hoy, desde el punto de vista de la izquierda radical y de los movimientos sociales y políticos de principios del siglo xxi, que abarcan desde los zapatistas de Chiapas hasta el «movimiento de los movimientos», el movimiento altermundista? Es cierto que la gran mayoría de los militantes y activistas de hoy no saben mucho sobre la Comuna. Sin embargo, entre la experiencia de la primavera parisina de 1871 y la de las luchas actuales existen ciertas afinidades, ciertas resonancias que ameritan ser analizadas: a) La Comuna fue un movimiento de autoemancipación y de autorganización que surgió desde abajo. Ningún partido pretendió sustituir a las clases populares y ninguna vanguardia intentó «tomar el poder» en nombre de los trabajadores. Los militantes de la sección francesa de la Primera Internacional se contaban entre los militantes más activos de la insurrección popular, pero nunca tuvieron la intención de erigirse como la «dirección» autoproclamada del movimiento,
de monopolizar el poder ni de marginalizar a otras corrientes políticas. Los representantes de la Comuna eran elegidos democráticamente en cada distrito y estaban sometidos al control permanente de su base popular. b) En otros términos: la Comuna de 1871 fue un movimiento pluralista y unitario, en el cual participaron simpatizantes de Proudhon, en menor medida de Marx, libertarios, jacobinos, blanquistas y «republicanos sociales». Por supuesto que hubo debates y divergencias, e incluso enfrentamientos políticos de magnitud en las instancias democráticamente electas de la Comuna. Pero en la práctica se confluía en una acción común, las distintas corrientes se respetaban mutuamente y apuntaban sus armas contra el enemigo y no contra el camarada de lucha con el cual no se acordaba en todos los puntos. Los dogmas ideológicos de unos y otros pesaban menos que los objetivos comunes: la emancipación social y la abolición de los privilegios de clase. Como reconoció el mismo Marx, los jacobinos dejaron de lado su centralismo autoritario y los proudhonianos sus principios «antipolíticos». c) Como vimos más arriba, se trató de un movimiento auténticamente internacionalista, que contó con la participación de luchadores de muchos países. La Comuna eligió para la dirección de su ejército a un revolucionario polaco (Dombrowicz) y a un obrero húngaro-alemán (Leo Frankel) para la comisión de trabajo. Es cierto que la resistencia a la ocupación prusiana jugó un rol decisivo en el origen de la Comuna, pero el llamamiento de los insurgentes franceses al pueblo y a la socialdemocracia alemana, inspirado en la utopía de los «Estados Unidos de Europa», testimonia su sensibilidad internacionalista. d) A pesar del peso del patriarcado en la cultura popular, la Comuna se distinguió por la participación activa y tenaz de las mujeres. La militante libertaria Louise Michel y la revolucionaria rusa Elisabeth Dmitrieff son las más conocidas, pero hubo miles de mujeres —que eran designadas con rabia y odio por la reacción versallesca como «petroleras»— en los combates de abril y mayo de 1871. El 13 de abril, los delegados ciudadanos enviaron a la Comisión Ejecutiva de la Comuna un mensaje que manifestaba la voluntad de muchas mujeres de participar en la defensa de París, considerando que: la Comuna, representante del gran principio que proclama la destrucción de todo privilegio, de toda desigualdad, está obligada por eso mismo a considerar los reclamos justos de toda la población, sin distinción de sexo (distinción creada y mantenida como necesidad del antagonismo sobre el cual reposan los privilegios de las clases dominantes).
La petición está firmada por las delegadas del Comité Central de ciudadanos: Adélaïde Valentin, Noëmie Colleville, Mar-
cand, Sophie Graix, Joséphine Pratt, Céline Delvainquier, Aimée Delvainquier, Elisabeth Dmitrieff. e) Sin tener un programa socialista preciso, las medidas de la Comuna —por ejemplo, la recuperación de las fábricas abandonadas por sus patrones— manifestaban una dinámica anticapitalista radical.
Es evidente que los levantamientos populares de nuestra época —por ejemplo, la insurrección zapatista de 1994, la del pueblo argentino en 2001, la que hizo abortar el golpe en contra de Chávez en 2002 en Venezuela, o la del pueblo chileno en 2019, por no mencionar más que algunos ejemplos recientes en América Latina—, son muy diferentes de los de la insurrección de París de 1871. Pero muchos aspectos de ese primer intento de emancipación social de los oprimidos siguen teniendo vigencia y deben nutrir la reflexión de las nuevas generaciones. Sin memoria del pasado y de sus luchas no será posible combatir por las utopías del mañana. • Traducción de Valentín Huarte
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Dossier: 150 años de la Comuna de París
El significado de la Comuna de París Entrevista con Kristin Ross Manu Goswami
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l 18 de marzo de 1871, artesanos y comunistas, obreros y anarquistas, tomaron la ciudad de París y establecieron la Comuna. Este experimento radical de autogobierno socialista duró setenta y dos días antes de ser aplastado por una masacre brutal que instituyó la Tercera República Francesa. Pero desde aquel entonces, socialistas, anarquistas y marxistas no han dejado de debatir sobre su significado. En su importante libro, titulado Lujo comunal. El imaginario político de la Comuna de París, Kristin Ross define con claridad todas las polémicas que se desarrollaron alrededor de la Comuna y sostiene que se condensaron en falsas polarizaciones: anarquismo versus marxismo, campesinos versus obreros, terror jacobino revolucionario versus anarcosindicalismo, etc. Ahora que la Guerra Fría terminó y el republicanismo francés se agotó, argumenta Ross, podemos liberar a la Comuna de esta esclerosis. Esta emancipación puede revitalizar a su vez a la izquierda contemporánea para que actúe y piense en función de los desafíos actuales. Ninguna obra pone más énfasis en la afirmación de Marx según la cual el mayor logro de la Comuna de París fue su existencia y su funcionamiento concretos.
Ilustraciones del dossier: donDani
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Este libro vuelve a poner en escena a la Comuna de París en nuestra época. ¿Por qué la Comuna es un recurso que nos permite pensar reivindicaciones políticas actuales?
Me alegra que elijas la palabra «recurso» en vez de la palabra «lección». Con frecuencia se insiste en que el pasado nos brinda lecciones o nos enseña los errores que deberíamos evitar. La literatura alrededor de la Comuna está plagada de cuestionamientos, de indicaciones sobre lo que se debería haber hecho y de un cierto regocijo por la enumeración de los errores: si los comuneros tan solo hubiesen hecho esto o aquello, si hubiesen sacado el dinero del banco, marchado a Versalles, hecho las paces con Versalles, o si hubiesen estado mejor organizados. ¡Entonces hubiesen triunfado! Desde mi punto de vista, este tipo de superioridad teórica ex post facto es a la vez inútil y profundamente ahistórica. Nuestro mundo no es el mundo de los comuneros. Una vez que entendemos que esto es así, se vuelve más fácil percibir hasta qué punto su mundo es, de hecho, muy parecido al nuestro, más parecido tal vez que el mundo de nuestros padres. La inestabilidad económica que define en la actualidad los modos de vida de la gente, especialmente de la gente joven, recuerda a la situación de los trabajadores y artesanos del siglo xix que hicieron la Comuna, la mayoría de los cuales pasaban el tiempo, no trabajando, sino buscando trabajo. Luego de 2011, con el retorno de una estrategia política que se verifica prácticamente en todas partes y que está fundada en la ocupación del espacio y de los territorios, en la transfor-
Dossier: 150 años de la Comuna de París
mación de las ciudades —desde Estambul hasta Madrid, desde Montreal hasta Oakland— en centros de operaciones estratégicas, la Comuna de París adquirió una nueva visibilidad o iluminación y ganó otra vez la posibilidad de ser figurada en el presente. Sus formas de invención política vuelven a estar disponibles para nosotros, no como lecciones, sino como recursos, o como lo que Andrew Ross denominó, refiriéndose a mi libro, «un archivo utilizable». La Comuna se convierte en la figura de una historia, y tal vez de un futuro, diferentes del curso que tomó la modernización capitalista, por un lado, y del socialismo de Estado utilitarista, por el otro. Es un proyecto que creo que comparte mucha gente en la actualidad, y el imaginario de la Comuna es clave para ese proyecto. Por este motivo, en el libro intenté pensar la Comuna como lo que está detrás nuestro, en la medida en que pertenece al pasado, pero también como una especie de apertura, en medio de nuestras luchas contemporáneas, hacia un campo de futuros posibles. «Lujo comunal» fue una de las consignas de la sección de artistas de la comuna y es el título de tu libro. ¿Podrías decirnos algo acerca de la génesis de esta frase?
A diferencia de «la república universal», «lujo comunal» no es una consigna muy conocida. Encontré la frase un poco escondida en la última oración del manifiesto que los artistas y los artesanos elaboraron durante la Comuna, en el momento en que estaban organizándose para conformar una federación. Para mí se convirtió en una especie de prisma mediante el cual refractar toda una serie de invenciones e ideas de la Comuna. El autor de la frase, el decorador Eugène Pottier, es mejor conocido en la actualidad por su autoría de otro texto, la Internacional, que fue compuesta luego de la finalización de la Semana Sangrienta, cuando la sangre de la masacre todavía estaba fresca. A lo que tanto él como otros artesanos se referían con la expresión «lujo comunal» era a algo como un programa de «belleza pública»: mejorar los pueblos y las ciudades, garantizar el derecho de todas las personas a vivir y trabajar en un ambiente agradable. Esto puede parecer una reivindicación pequeña, incluso «decorativa». Pero en realidad conlleva no solo una reconfiguración completa de nuestra relación con el arte, sino también con el trabajo, con las relaciones sociales, con la naturaleza y con todo el entorno en el cual vivimos. Significa poner en funcionamiento dos de las consignas fundamentales de la Comuna: la descentralización y la participación. Significa desprivatizar el arte y la
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belleza, integrarlos completamente a la vida cotidiana y no mantenerlos ocultos en salones privados ni centralizarlos en obscenos monumentos nacionalistas. Tal como dejaron en claro los comuneros, los recursos estéticos y los logros de una sociedad no deberían tomar la forma de lo que William Morris, refiriéndose a la columna Vendôme, denominó «esa base de tapicería napoleónica». Durante el período posterior a la Comuna, en las obras de Reclus, Morris y otros, muestro que la exigencia de que el arte y la belleza florecieran en la vida cotidiana contenía el esbozo de una serie de ideas que en la actualidad calificaríamos como «ecológicas», y que pueden encontrarse en la «noción crítica de belleza» de Morris, por ejemplo, o en la insistencia de Kropotkin sobre la importancia de la autosuficiencia regional. En su dimensión más especulativa, el «lujo comunal» implica una serie de criterios o un sistema de valoración distinto al que nos brinda el mercado a la hora de decidir las cosas que tienen valor social y las que pueden calificarse como preciosas. La naturaleza no es valorada como una reserva de recursos, sino como un fin en sí mismo. Tu libro extiende la vida de la Comuna a la obra de Kropotkin y a la del socialista británico William Morris, entre otros.
Es muy fácil sucumbir a la fascinación, en un sentido que es por cierto espantoso, frente a lo que Flaubert denominó la «goticidad» de la Comuna, con lo cual solo espero que haya querido referirse al horror injustificable de la Semana Sangrienta y a la masacre de miles de personas que le puso fin. No pretendo minimizar el significado de la masacre en ningún sentido. En efecto, creo que este intento extraordinario del Estado, que pretendió exterminar uno por uno y en bloque a su enemigo de clase, es un acto fundacional de la Tercera República.
Sin embargo, me concentré más en la documentación de lo que considero como las prolongaciones de la Comuna: la forma en la cual el pensamiento de los comuneros fue elaborado luego del fin de la Semana Sangrienta, cuando los sobrevivientes y exiliados se reunieron y trabajaron en conjunto con los simpatizantes que mencionaste, compañeros de ruta para quienes el acontecimiento de la Comuna había transformado profundamente lo que Jacques Rancière denominó «el reparto de lo sensible». Describo la forma en la que el terremoto de la Comuna, concebida como un acontecimiento, junto a los debates y a la sociabilidad a los que contribuyeron sus sobrevivientes, cambió el método de estos pensadores, los temas que estudiaban, el panorama político e intelectual en el que se movían y, a fin de cuentas, su trayectoria. Estas repercusiones inmediatas son una continuación de la lucha por otros medios. Son parte del exceso de un acontecimiento, y son tan importantes en la lógica del acontecimiento como las acciones callejeras iniciales.
La transformación más importante tal vez se encuentre en la trayectoria de Marx luego de la Comuna. Se trata de una transformación que toma la forma paradójica de un fortalecimiento de su teoría y, al mismo tiempo, una ruptura con el concepto mismo de teoría. La Comuna dejó muy en claro para Marx, no solo que es verdad que las masas hacen la historia, sino que al hacerla influyen, además de en la realidad, en la teoría misma. De hecho, esto es a lo que se refería Henri Lefebvre cuando hablaba de la «dialéctica de lo vivido y lo concebido». El pensamiento y la teoría de un movimiento se despliegan solo en paralelo y después del movimiento en sí mismo. Las acciones dan origen a los sueños, y no a la inversa. Peter Kropotkin, Elise Reclus y William Morris querían, tal como se lee en tu libro, reunir las energías del pasado —asociadas a las formas precapitalistas y no capitalistas— con el potencial radical de las prácticas emergentes.
No solo Kropotkin, Reclus y Morris, sino también Marx. A todos les inquietaba la existencia «anacrónica» en su propia época de formas y modos de vida precapitalistas. Las comunidades campesinas ru-
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sas, sus formas comunales que se mantenían inalteradas desde hacía siglos, fueron un elemento muy importante en la reflexión de los socialistas occidentales. El desafío teórico que surgió luego de la Comuna giraba en torno a la cuestión de una forma comunal revitalizada: ¿cómo pensar en conjunto la impresionante insurrección que se había desarrollado en una de las capitales más grandes de Europa y la persistencia de estas antiguas formas comunistas en el campo? Estos pensadores estaban extremadamente atentos a lo que podríamos denominar los «pliegues del tiempo», momentos en los cuales la continuidad de la modernidad capitalista parece abrirse como un huevo. Los historiadores en general le temen al anacronismo como si se tratara del peor error posible. Suelen rechazar, por ejemplo, el interés de Morris por la Islandia de su época y por su pasado medieval como si se tratara simplemente de una actitud nostálgica. Pero, de hecho, Morris era perfectamente capaz de percibir esas formas precapitalistas y los modos de vida que habían prosperado en la Islandia medieval como algo perdido, como una parte de la historia y, al mismo tiempo, como la figuración de un futuro posible. Desde mi punto de vista, esto es una señal, no de nostalgia, sino de un modo de pensamiento profundamente histórico. De otra forma, no podríamos pensar la posibilidad del cambio ni vivir el presente como algo contingente y abierto. • Traducción de Valentín Huarte
Disponibles en: spdistribuciones.com
Dossier: 150 años de la Comuna de París
Carta a Louise Michel Les escribo desde nuestras noches Ludivine Bantigny Para Louise Michel
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artas a Louise. Durante un tiempo es así como imaginé este libro: una larga carta que te habría dedicado. «Le escribo desde mi noche», confiabas a Víctor Hugo y, más tarde, a tus corresponsales, desde la prisión. Pasaste tantas horas redactando mensajes, notas, telegramas, correos, que te mantenían no solamente en vida, sino también en combate. Y te admiro por todo ello. Y luego, poco a poco, a medida que revisaba los archivos, creé relaciones con aquellos y aquellas, celebres o no, que han hecho y que son esta revolución, la Comuna encarnada: su cuerpo, su alma, sus rostros, y sus brazos. He aquí: las cartas que les destino forman la materia única de este libro. No podría decir la emoción que me provocan: tengo la impresión de conversar con ustedes, mujeres y hombres de la Comuna, a menudo con el sentimiento de que, en definitiva, siguen aquí. ¿Escribirles? ¿Hay un sentido en hacerlo? En decirte «¿tú?», en decirles «¿ustedes?». Ustedes están lejos, definitivamente: lejos en la muerte y en el tiempo. Y, no obstante, no lo hubiera juzgado incongruente. Porque los muertos eran como compañeros para ti, obsesionada en darles vida una vez más. Ustedes, que escaparon a la masacre y al inflexible ametrallamiento de un pelotón de ejecución, creían ser muertos vivientes. Hay que leer lo que decía Victorine Brocher, conductora de ambulancias y cantinera, milagrosamente salvada: una muerta viviente, así es como ella se sentía. Tú, Louise, jamás cesaste de luchar y de escribir «a través de la muerte». Esa constatación no era en primer lugar un sufrimiento: «¿Será que vivo ante todo con los muertos?». Todo esto puede hacernos pensar en lo que dice Jacques Derrida. Nos pide «aprender a vivir con los fantasmas», «en su comercio sin comercio. A vivir de otra forma, y mejor. No mejor, sino más justamente. Pero con ellos». En su opinión, esos espectros representan una indocilidad del tiempo, en un pasado vuelto presente. Derrida habla, en un juego serio, de
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«hauntología», en el sentido de la acogida que damos al pasado y de su hospitalidad. La historia es la vida de los muertos: sus cortejos van suspendidos en los senderos del tiempo recorridos en silencio. La presencia espectral del pasado no es ni lúgubre, ni macabra: no es un freno sino un impulso, un salto. Al evocar el tiempo de antaño, es al futuro hacia donde mirabas. Lo afirmaste: «El espectro de mayo hablará». Escribirles no es atarse al pasado, sino darles un lugar a esos espectros y tomarlos en serio, como una necesidad. Realmente me gusta este daguerrotipo que hizo Richebourg sobre la avenida Rivoli, en abril de 1871:
Barricada en la esquina del patio del Hôtel de Ville y la avenida Rivoli, fotografía de Ambroise Richebourg, abril de 1871, Metropolitan Museum of Art.
Imagen espectral: una supervivencia enfrenta el tiempo y el olvido. Por supuesto, uno podrá ver ahí, no sin pena, la desaparición que nos espera, personajes evanescentes, el símbolo de un mundo desvanecido: el signo, ya, de una derrota. Toda fotografía tiene esa relación con la muerte, Roland Barthes lo subrayó: «Parece que, aterrorizado, el fotógrafo debe luchar muchísimo para que la Fotografía no sea la Muerte». Quizá en esta imagen, más que en cualquier otra. Pero, justamente, se trata también de una lucha por la vida. Nos decimos que escaparon del arresto, del aparato que quería inmovilizarlos; es una resistencia más allá del tiempo, una persistencia. Desafían la desaparición, en esta foto como en aquellas de Bruno Braquehais, asombroso testigo, sordomudo a quien debemos imágenes tan poco comunes. Nunca las vendió, para no sacar lucro de ellas. Se negó también a tomar fotografías de los cadáveres: es la Comuna viviente lo que deseaba representar (mientras tanto, otros hacían cartas postales de ella: el cinismo es también un mercado). Sea como sea, estos trazos dificultan el pasaje de la nada. Así que hay una razón para escribirles hoy: sin duda porque ustedes nos habitan. No es un peso, sino una deuda. Una deuda no siempre es pesada, al contrario: puede dar fuerza, dar un impulso. Mira, Louise, todas estas fotografías del presente. Nos hablan de ustedes, de ti. Esta la tomé en enero de 2020 en París, durante una gran manifestación. Había que defender una forma de justicia, luchando por el sistema de jubilación y de protección social.
Esta otra fue tomada el 5 de octubre del año anterior:
Ocupación del centro comercial Italie, París, 5 de octubre de 2019, foto LB.
Un enorme centro comercial estuvo ocupado durante un día y una noche para despertar consciencias. No lo hubieras imaginado: confiabas en el futuro, hablabas de él como de siembras y de cosechas. Ahora, Louise, ya no sabemos si este mundo tendrá un futuro. ¿Te parece grandilocuente? ¿Aberrante? Y, sin embargo, la Tierra se daña lentamente y con certeza. Entonces, ese día, en ese centro comercial, gran templo del consumo que no hubieras podido imaginar, había eslóganes que decían: «Viva la Comuna», muros y sillas donde escribían tu nombre. Se leía en las vitrinas que, por unas horas, no tenían publicidad: «Fin del mundo, fin del mes, mismos culpables, mismo combate», «Democracia directa», «Construyamos los hogares del pueblo», «No se entra a un mundo mejor sin efracción»… ¿Qué más decir de los Chalecos amarillos, quienes hablan tanto de ti? Te mando esta foto de un amigo, Sergio D’Ignazio, obrero-fotógrafo. Te hubieras llevado bien con él.
Manifestación, París, 7 de enero del 2020, foto LB.
París, 8 de diciembre del 2018, foto Serge D’Ignazio.
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Dossier: 150 años de la Comuna de París
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Allí estaban, sobre todo tú, de manifestaciones en asambleas, a veces con humor. Sobre todo en los cortejos del personal de los hospitales y entre los profesores: «Menos Jean-Michel y más Louise Michel»… (estaba dirigido a un primer ministro. Y, para ese mismo: «Menos Blanquer, más Blanqui»). «La Comuna no esta muerta», lo sabemos desde hace mucho tiempo. Su deseo y su dictamen se han vuelto el leitmotiv, desde el día siguiente en que terminó, de los grupos revolucionarios y del movimiento obrero. En contra del intento de enterrarla en las fosas comunes de los fusilados, las reuniones colectivas frente al Muro de los Federados han permitido, durante décadas, mantener su recuerdo. En definitiva, los espectros persisten y resisten. «El cadáver está en la tierra y la idea está en pie»: es lo que aseguraba Lissagaray, siguiendo a Victor Hugo. Pero el recuerdo de la Comuna ha conocido intermitencias: ha tropezado en las líneas oscilantes de la memoria, a veces olvidada por la historia, a veces solo descuidada. Ahora, más que nunca, regresa: se habla, de nuevo, de lo común. ¿Por qué? Y, ¿por qué ahora? Sin duda, nuestra vida ha mejorado considerablemente desde aquella época. ¿«Nuestra» vida? Es difícil evocarla como si fuese un todo. Las desigualdades se agravan, y de forma vertiginosa. Gente muere en las calles. La pobreza se extiende, así como la precariedad. Las relaciones mercantiles colonizan territorios antes preservados durante mucho tiempo, desde la educación hasta la salud, desde la cultura hasta el medio ambiente. Pretendidos criterios de rentabilidad se imponen a los servicios públicos. La publicidad prolifera, la competencia y el espíritu empresarial se veneran. La solidaridad social es atacada por la competencia generalizada. El orden reina, y sus defensores renuevan sin cesar las armas de su dominación. Hablan del trabajo según su «costo», asimilan la protección social a los «gastos», aprueban regresiones como si fuesen «reformas», oponen a los que tienen trabajo contra los que no, a quienes nacieron aquí contra los que no. «El orden reina». La fórmula fue usada por Marx para describir lo que ocurrió después de junio de 1848, luego de la derrota de la insurrección obrera en París. Una revolucionaria semejante a ti, Rosa Luxemburgo, lo dirá en enero de 1919, unos días antes de su asesinato: «El orden reina en Berlín». «El orden reina», se escuchaba también en junio de 1968, después de la represión en las fabricas de Renault-Flins y de Peugeot-Sochaux, que provocó tres muertos: Gilles Tautin, Henri Blanchet y Pierre Beylot. «El orden reina»: es lo que constataba Gustave Lefrançais después de la Semana Sangrienta en la que tantos de ustedes fueron masacrados, por miles. Pero en el mundo entero se expresa también un deseo de justicia, de dignidad, y de igualdad. «No hay alternativa», ¿y esta conminación a no imaginar más? Parece que ha terminado el tiempo en que se afirmaba esto sin inmutarse. En un
periodo difícil, lleno de incertidumbres y de ansiedades, hay otras formas de concebir nuestras vidas, nuestra relación con el tiempo, la escuela, el trabajo, la cultura, el arte, el futuro, la historia. Y así continuamos teniendo esperanza. Ustedes nos ofrecen las ideas de lo «posible». Nos dan ánimos para no solo decir «no», sino también «sí»: para no estar volcados al rechazo, sino a lo que podríamos desear. La Comuna no está muerta, puede aun ser un proyecto.
Marsella, abril del 2020, foto Mickael Corréia.
Hicieron una revolución. No cualquiera: una revolución conducida por los «sin nombre», gente modesta, gente del pueblo, obreras y obreros, artesanos y proletarios… Sus representantes públicos eran «desconocidos», sobre todo para aquellos que los miraban por encima del hombro, sin entender, y ofendiéndose. ¿Cómo? Gente de nada toma la Alcaldía y propone una práctica totalmente inédita: ¿una democracia activa, una democracia verdadera? Sí, su Comuna fue «un extraordinario y fascinante laboratorio de lo político», hecha de deliberaciones populares. En este momento en que la democracia está dañada, la confianza a menudo ultrajada, su «revolución comunalista» continúa inspirando. Pero, sin lugar a dudas, no como un mito.
Porque no se trata de maquillar ni tampoco de magnificar: ni hablar de hacer un fetiche. Conocieron no solamente terribles obstáculos, casi monstruosos, sino también fuertes tensiones, aquellos engendrando a estas. Hubo contradicciones, sería pernicioso negarlas. Nos ayudan: nos hacen reflexionar para actuar. Porque sus preguntas son actuales, al igual que sus dudas, sus esperanzas y sus incertidumbres. No pertenecen solamente a la historia, y por ello ese pasado es fértil. Sería una pena negar las vacilaciones y las indecisiones. Tomemos a Ferré, si estás de acuerdo. «Tu» Ferré. Estabas tan ligada a él, lo admirabas. Estabas prisionera cuando la Comuna fue destruida, y luchaste con todas tus fuerzas para intentar salvarle la vida; te culpaste, querías morir en su lugar. Lo asegurabas, y hasta lo juraste: sin él, tú habrías cometido un crimen, habrías intentado matar a Thiers «o a alguien más, en plena Asamblea». Se lo escribes al general Appert, quien tiene la responsabilidad sórdida de juzgarlos. Le prometes: «Si no cometí ese acto desesperado es gracias a Ferré». En Versalles sospechan de ti: si defiendes a Théophile Ferré tan apasionadamente, es porque lo tienes «en tan alta estima por algo grave o íntimo que ocurrió entre ustedes». ¿Estabas enamorada de Ferré? No quiero quitarte tus secretos y no me gustan las preguntas del Consejo de Guerra. Pero, si te hablo de él, es
29 porque algunas de sus acciones pueden parecer autoritarias. Tendremos que discutirlo. La historia de ustedes es imponente, intimida: es una inmensa montaña. Desde hace ciento cincuenta años volvemos a ella. Algunas y algunos le han dedicado una gran parte de sus vidas. Es una deuda, también, y toda una herencia. Este libro* es una piedra del edificio pacientemente construido, de esta obra colectiva. Quiere contribuir a volver a darles vida, teniendo en cuenta lo que dijo Víctor Hugo, y que podrías haber escrito tú: «Los muertos son vivientes que participan en nuestros combates». • Traducción de Emanuela Ines Dunand
* Se refiere al libro La Commune au présent, publicado en Francia por Éditions de la Decouverte. (N. del E.)
Libros recién horneados Reencantar el mundo
El feminismo y la política de los comunes
Silvia Federici
Una lectura feminista de la deuda
Verónica Gago y Luci Cavallero
Traficantes de Sueños
Tinta Limón Ediciones Federici apunta a un futuro posible de emancipación, de organización no patriarcal y no capitalista de la reproducción social, que pasa necesariamente por una ampliación y reinvención de lo común.
Cuando desde el feminismo decimos ¡vivas, libres y desendeudadas nos queremos!, estamos proponiendo una lectura feminista de la deuda, y estamos impulsando un movimiento de politización y colectivización del problema financiero.
El Risorgimento
Orgasmo
Editorial Las Cuarenta
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Antonio Gramsci
Sarah Barmak
El Risorgimento fue para Gramsci –y para el pensamiento histórico y político italiano– el núcleo en el cual dio con el límite del rendimiento de las nociones clásicas del marxismo y que lo obligó a reformular –a inventar– ciertas categorías fundamentales.
Solemos (mal) pensar que la sexualidad contemporánea está resuelta. Sin embargo, muchxs dan cuenta de lo insatisfechxs que están con su vida sexual. En el caso de las mujeres cis, lesbianas, mujeres trans, intersex, queer, esto no se debe a problemas individuales sino a que nuestra cultura sigue siendo profundamente androcéntrica en lo relativo al sexo y al placer.
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Where You Been
Wenceslao Bruciaga @distorsiongay
Porno para cuarentones amargados: el regreso de Arab Strap
E
n la última consulta que tuve, la terapia terminó de la siguiente manera:
desde su debut, The Week Never Starts Round Here, de 1996. A deseo masculino, brumoso y oscuro, acompañado de emociones desorientadas tras la eyaculación sobre melodías «Recétame lo que te de la gana, pero una cosa sí te digo, minimalistas y ralentizadas. Después de todo, Arab Strap es nada que como efecto secundario sea bajarme la líbido. un sinónimo del porno europeo para el cockring, los anillos ¿De qué chingados sirve un antidepresivo que te vuelve del pene que ayudan a sostener las erecciones por más tiememocionalmente funcional pero te hace perder el interés po. Una de las bandas que lleva el pop independiente a su por el sexo? A mí me deprime la ausencia de sexo. La sola purismo marginal. idea de que no se me pare me da para aventarme al meLos beats monótonamente desvanecidos de la mayoría tro. Sentirte bien pero con la verga guanga me parece un de las canciones de Arab Strap, programadas en buena pardesperdicio, un círculo vicioso de desamparo del que solo te por la otra parte del grupo, Malcom se benefician las farmecúticas», le dije. Middleton, me recuerdan la caída de la En todas sus letras hay No lo niego. Probablemente sea un degeneuna constante descripción respiración una vez que el orgasmo pone a los cuerpos en su respectiva soledad. rado. Un miserable tóxico que le da mucha de la vida a los cuarenta Después, los puntos álgidos en las canimportancia a las erecciones y a cómo sacarle años. Matrimonios insa- ciones de Arab Strap, los arreglos musiprovecho cuando suceden. Soy muy pinche tisfechos, pornografía de cales o las guitarras acústicas solo sirven básico para entrarle al post porno donde las tocador e infidelidades de para denotar desmadres en pubs y angusvenas por las que corre sangre son una colotia por respirar fuera del agua de una tina nización más. Pero me encantan. Mis erecclase media. Lo mejor es de baño escocesa. ciones. Ni pedo. Ya estoy muy viejo como cuando evocan la juvenAs Days Get Dark, de este 2021, no es para deconstruirme. tud con amarga y oscura para nada un álbum innovador en el perPor eso me sentí consolado al leer las deconciencia mientras echan vertido y poético discurso de Arab Strap. claraciones de Aidan Moffat al Irish Times: la nostalgia al escusado. Lo magistral radica en las obsesiones, «Todo se trata sobre coger y morir», como que siguen siendo las mismas. Solo que describiendo el ambiente que prevalece en As ahora afirmadas desde la resignación de unos cuarentones. Days Get Dark, el reciente trabajo del duo Arab Strap lanzaEn todas sus letras hay una constante descripción de la vida do hace un par de semanas después de dieciséis años alejaa los cuarenta años. Matrimonios insatisfechos, pornogrados de los estudios. Moffat es la otra mitad de Arab Strap. fía de tocador e infidelidades de clase media. Lo mejor es El de la voz grave, arrastrada por alcohol y resignaciones. El cuando evocan la juventud con amarga y oscura conciencia que canta cuando le da gana. Si no, recita. mientras echan la nostalgia al escusado. Pocos discos sueQuizás por eso siempre me he sentido atraído a su dislen menospreciar la juventud con la coherencia cínica de As cografía. Atraído como uno de esos brazos que te jalan al Days Get Dark. No obstante es que Arab Strap siempre han cuarto oscuro gay después de haber intercambiado miradas sonado a pop perfectamente desvencijado. Ahí su belleza a deformadas por la iluminación roja atravesada por penumlo largo de todos estos veinticinco años de música auténtibras. Aunque no tengas el rostro bien definido en tu retina. camente independiente. • Probablemente ni sea el tipo de bato que te excita. Pero el deseo y la urgencia son más pesadas. Te jalan como un bloque de cemento atado a los talones. A eso suena Arab Strap
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Próximamente…
José Hernández · @monerohernandez Mayo, mes de la madre
La raja
Luciana Cadahia @lucianacadahia 33
Nuestra educación erótico-sentimental
H
ace unos días publiqué en redes el siguiente mensacia de lo que digo? ¿Qué tal si esta rabia es el resultado de je: «Una cosa es ser feminista. Otra muy distinta cultinuestra impotencia, es decir, las dificultades que tenemos var un ethos pachamámico new age donde el coño se funde para atravesar la fantasía del patriarcado y activar un juecon la tierra y nos volvemos las “mamis” de todas las cosas. go erótico-creativo? Y no me refiero a un humor frívolo o ¿Acaso se nos indigestaron las tragedias griegas, los mitos despolitizador, sino todo lo contrario, a un humor inherenamazónicos en versión hippie y nos dio diarrea vaginal?». temente político, un humor que nos emancipe de ese lugar Lo hice de manera deliberada, como un experimento para de «la ley» que el patriarcado nos obliga a ocupar en todas ver qué tipo de reacciones suscitaba las esferas de la vida cotidiana. Una Ya no es posible jugársela en el esta manera de intervenir en un esley que obliga a las mujeres a establepacio tan proclive a la literalidad y la cer un vínculo de control y castigo. Y otro o imaginar desde otro porrabia gaseosa. Muchas compañeras se me pregunto si esa figura de la ley que que se supone que cada una de rieron y elaboraron reflexiones muy ata e identifica a la mujer con una idea nosotras somos un sujeto con inteligentes y perspicaces. A fin de de lo maternal no es el último eslabón una identidad fija y unilateral, y cuentas se trataba de ejercer un poco del patriarcado. ¿Acaso no podemos donde cada una solo tiene «auto- aspirar a imaginarnos de otras manede humor satírico entre nosotras, harización» para hablar de sí misma. ras, de múltiples maneras a la vez? Me ciendo alusión a imágenes grotescas ¿Pero no es el sí mismo una cons- pregunto si esta tendencia a la unilaque nos ayuden a pensar los límites de nuestra estética. Sin embargo, otras trucción colectiva cuyo efecto terlidad no es un mal de época, donde compañeras reaccionaron de maneretroactivo es poder decir «yo»? está mal visto fantasear con ser otro. ra furibunda mediante un ataque que Del lado del ethos neoliberal, esta imrozó la censura. Y ahí es donde me quiero detener a pensar. posibilidad viene dada por la figura de un individuo propiePoco me importa el «ataque personal», no me interesa el tario de sí, incapaz de experimentar que su sí mismo es en ejercicio narcisista de ubicarme en el lugar de una víctima. relación con los otros. Pero por el lado del ethos crítico, esta Me interesa, por el contrario, detenerme a pensar en algo limitación viene dada por el hecho de que hablar más allá diferente. Por un lado, qué hay en juego en esa rabia, más de ti mismo ( tu «clase», tu «raza», tu «género», es decir, tu precisamente, en esa energía erótico-femenina devenida «identidad») se ha convertido, de manera automática, en un un ataque a otra mujer. Y, por otro lado, cómo ese malestar ejercicio de apropiación y subalternación. De manera que autoriza una actitud normalizadora, a saber: la convicción ya no es posible jugársela en el otro o imaginar desde otro de que hay que «poner en su lugar» a otra mujer. Como porque se supone que cada una de nosotras somos un sujesiempre me suele suceder cuando entro en estos terrenos to con una identidad fija y unilateral, y donde cada una solo ambiguos, acudo a una de las mujeres más lúcidas y generotiene «autorización» para hablar de sí misma. ¿Pero no es el sas que conozco: Erna Von der Walde. Mientras hablábamos sí mismo una construcción colectiva cuyo efecto retroactivo de todo esto, ella me dijo algo muy esclarecedor: «Necesies poder decir «yo»? Me pregunto hasta qué punto nuestro tamos abandonar el feminismo obsesionado con los homethos crítico no corre el riesgo de repetir la fantasía de la rebres y construir una educación erótico-sentimental. Hasta pública platónica, donde Sócrates nos persuade de abanque no exploremos esto vamos a hacer del feminismo un donar el ejercicio de la mímesis y expulsar a los poetas que espacio normativo y no uno creativo. Corremos el riesgo de juegan a ser otros, debido a que en su república imaginada: volver esta aspiración emancipadora en un espacio de con«El hombre no se desdobla ni se multiplica, ya que cada uno trol sin erótica». Todas estas ideas expresadas por Erna me hace una sola cosa». Nada nos obliga a repetir la fantasía quedaron rondando la cabeza. Y me llevaron a preguntarplatónica de expulsar el momento poético de nuestra exme si esa rabia hacia mi comentario no tenía que ver con ploración feminista, nada nos obliga a empobrecer nuestra uno de los nudos más atávicos del patriarcado: impedir el erótica-sentimental hasta hacerla coincidir con el mandahumor entre nosotras. ¿Qué tal si la rabia no radica tanto to materno. Podemos imaginarnos de muchas maneras a la en lo que digo sino en la imposibilidad de tomar distanvez y eso pasa, entre otras cosas, por torcer la literalidad del mundo y los clichés con los que este mundo busca representarnos. Creo que las imágenes grotescas que nos ayuden a reírnos de nuestros estereotipos también pueden ser un buen camino para tumbar al patriarcado. •
Reconsiderar la noción de Thomas Piketty
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solidaridad internacional
a crisis de la Covid-19, la más grave crisis sanitaria munFrancia y Europa se quedan atrás dial en el último siglo, exige un replanteamiento fundamental de la noción de solidaridad internacional. Más allá Pero más allá de este derecho a producir, es todo el sistema del derecho a producir vacunas y equipos médicos, hay que económico internacional el que debe replantearse en función replantearse toda la cuestión del derecho de los países pobres del derecho de los países pobres a desarrollarse y a no dejara desarrollarse y a recibir parte de los ingresos fiscales de las se saquear por los más ricos. En particular, el debate sobre multinacionales y de los multimillonala reforma de la fiscalidad internacional rios del mundo. Hay que alejarse de la no puede reducirse a una discusión entre noción neocolonial de la ayuda interna- ¿Por qué todos los países países ricos destinada a repartir los becional, pagada como si fuera un capricho deben tener derecho a neficios que actualmente se encuentran de los países ricos y que permanece bajo en los paraísos fiscales. Este es el probleuna parte de los ingresu control, y pasar por fin a una lógica ma de los proyectos discutidos en la ocde derechos. sos recaudados por las de (Organización para la Cooperación y Empecemos por las vacunas. Algunos multinacionales y los mul- el Desarrollo Económico). El plan consisargumentan (imprudentemente) que no te en que las multinacionales hagan una tendría sentido liberar de derechos las timillonarios del mundo? única declaración de sus beneficios a nipatentes porque los países pobres no vel mundial, lo que en sí mismo es algo En primer lugar, porque topodrían producir las preciadas dosis. excelente. Pero a la hora de repartir esta Eso es falso. India y Sudáfrica tienen do ser humano debe tener base impositiva entre los países, el plan es una importante capacidad de produc- un derecho mínimo igual a utilizar una mezcla de criterios (nóminas ción de vacunas, que podría ampliarse, y ventas en diferentes territorios) que en y los suministros médicos pueden pro- la salud, la educación y el la práctica hará que más del 95% de los ducirse prácticamente en cualquier lu- desarrollo. En segundo lu- beneficios reasignados vayan a parar a los gar. No resulta banal que esos dos países países ricos, dejando solo migajas para los se hayan puesto a la cabeza de una coa- gar, porque la prosperidad países pobres. La única manera de evitar lición de en torno a cien países para pe- de los países ricos no exis- este previsible desastre es incluir por fin dir a la omc (Organización Mundial del a los países pobres en la mesa y distribuir Comercio) un levantamiento excepcio- tiría sin los países pobres… los beneficios en cuestión en función de nal de estos derechos de propiedad. Al la población (al menos en parte). oponerse, los países ricos no solo han dejado el campo libre Este debate también debe considerarse desde la perspeca China y a Rusia, sino que han perdido una gran oportunitiva más amplia de un impuesto progresivo sobre las rentas y dad de cambiar los tiempos y demostrar que su concepción la riqueza más altas, y no solo desde un impuesto mínimo sodel multilateralismo no es unilateral. Esperemos que pronto bre los beneficios de las multinacionales. En concreto, el tipo rectifiquen su posición. mínimo del 21% propuesto por la administración Biden es un avance significativo, sobre todo porque Estados Unidos tiene previsto aplicarlo inmediatamente, sin esperar a un acuerdo internacional. En otras palabras, las filiales de las multinacionales estadounidenses establecidas en Irlanda (donde el tipo es del 12%) pagarán inmediatamente un impuesto adicional del 9% a Washington. Francia y Europa, que siguen defendiendo un tipo mínimo del 12%, que no cambiaría nada, parecen completamente desbordadas por los acontecimientos.
Ilustración de Kryztina Rios (ella del bosque)
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Perseguir las fortunas ilícitas
Pero este sistema de imposición mínima a las multinacionales es, sin embargo, muy insuficiente si no se inscribe en una perspectiva más ambiciosa destinada a restablecer la progresividad fiscal a nivel individual. La ocde habla de beneficios inferiores a 100 mil millones de euros, es decir, menos del 0.1% del pib mundial (alrededor de unos 100 billones de euros). En comparación, un impuesto global del 2% sobre las fortunas de más de 10 millones de euros recaudaría diez veces más, unos 1,000,000 millones de euros al año, es decir, el 1% del pib mundial, que podría asignarse a cada país en proporción a su población. Si fijamos el umbral en 2 millones de euros, recaudaríamos el 2% del pib mundial, o incluso el 5% con una escala muy progresiva para los multimillonarios. Si nos atenemos a la opción menos ambiciosa, esto sería más que suficiente para sustituir por completo toda la ayuda pública internacional actual, que representa menos del 0,2% del pib mundial (y apenas el 0.03% para la ayuda humanitaria de emergencia, como señaló recientemente Pierre Micheletti, presidente de Acción contra el Hambre).
¿Por qué todos los países deben tener derecho a una parte de los ingresos recaudados por las multinacionales y los multimillonarios del mundo? En primer lugar, porque todo ser humano debe tener un derecho mínimo igual a la salud, la educación y el desarrollo. En segundo lugar, porque la prosperidad de los países ricos no existiría sin los países pobres, el enriquecimiento occidental siempre se ha basado en la división internacional del trabajo y en la explotación desenfrenada de los recursos naturales y humanos del planeta. Por supuesto, los países ricos podrían, si lo desean, seguir financiando sus agencias de desarrollo. Pero esto se sumaría al derecho irrevocable de los países pobres a desarrollar y construir sus propios Estados. Para evitar el mal uso del dinero, también sería necesario generalizar el seguimiento de las riquezas ilícitas, tanto si proceden de África como del Líbano o de cualquier otro país. El sistema de flujos de capital incontrolado y de opacidad financiera impuesto por el Norte desde los años ochenta ha contribuido en gran medida a socavar el frágil proceso de construcción del Estado en los países del Sur, y ya es hora de ponerle fin. Un último punto: nada impide que cada país rico empiece a destinar a los países pobres una fracción de los impuestos que se cobran a las multinacionales y a los multimillonarios. Es el momento de dejarse empujar por el nuevo viento que viene de Estados Unidos y llevarlo en dirección a un soberanismo impulsado por objetivos universalistas. • Traducción de Hero Suárez
La única y verdadera Anne Boyer
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a obsesión romántica es una empresa solitaria. Dante no quiere estar con Beatriz: quiere estar solo. En su libello de 1225, La Vita Nuova, describe su reacción cuando se encuentra con Beatriz en las calles de Florencia: «Me alejaba de la gente como si estuviera ebrio, a encerrarme en la soledad de mi habitación, y me dedicaba a pensar sobre esta mujer tan agraciada». Una Beatriz real aparece con sus deseos verdaderos en una calle verdadera en una ciudad verdadera con zapatos verdaderos. Esto es un inconveniente para cualquier Dante. Las opiniones de cualquier Beatriz de carne y hueso sobre el clima o la política local serán invariablemente contrastadas con «la gloriosa dama de mi mente»: la Beatriz que vive en la habitación de Dante. Dante se encierra y se entrega a un escape que no tiene nada que ver con la propia Beatriz, sino con las posibilidades que genera el sentimiento de haberla contemplado. Dante ve a Beatriz a las nueve de la mañana. A las cuatro de la tarde tiene una visión en seda roja y escribe un poema para todos los que están como él, perdidamente enamorados. La Beatriz imaginaria está completamente bajo el control de Dante, incluso mientras él piensa encontrarse bajo el de ella. Cualquier Beatriz es un accidente, que produce el efecto de una Beatriz ulterior, de la cual la verdadera Beatriz no es la responsable.
*** Los discursos de seducción a menudo involucran declaraciones ardientes sobre cómo la persona amada es la única y verdadera. Ello no es únicamente debido a que la persona amada es la única que merece ser amada; más bien, la expresión «la única y verdadera»* constituye una traición lingüística que detona el placer de encontrarse completamente enamorado, el placer de sumergirse en una extrema devoción en donde una persona puede estar completamente sola.
No existe espacio para que la persona amada exista en paralelo al sentimiento que genera. La persona amada como pluralidad —idealización, persona real, futura y pasada— es una multiplicidad demasiado amplia para los confines de la obsesión amorosa. Como escribió Stendhal en su libro de 1822, De l’amour: «Hay que recordar que la persona que se encuentra bajo el influjo de emociones fuertes casi nunca tiene tiempo de advertir las emociones de la persona que las ocasiona».
*** No está tan mal ser Dante, pero en general no es bueno ser Beatriz, quien nunca tiene la oportunidad de hablar y quien no sería escuchada incluso si lo hiciera. No hace falta mucho más que existir con un cierto grado de atracción y ante la mirada pública para convertirse en una Beatriz. Un día te despiertas siendo una persona, pero para las nueve de la mañana ya eres el objeto del accidente erotómano de alguien más. La nueva identidad es la de ser Beatriz. El internet vuelve las cosas peores: una Florencia de algoritmos en donde nunca sabemos cuando nuestra presencia aparece ante los ojos de alguien más, alguien que busca una distracción de su contemplación del mundo. Quedar en la posición de Beatriz se reduce a menudo a un accidente informático, la capacidad vestigial de adentrarse en un amor imposible, aumentada por el carácter de «ausencia/presencia constante» de las redes sociales. Algunos Dantes se conforman con guardarse su obsesión romántica para sí mismos, pero otros se desinhiben y resultan intrusivos, comienzan un ciberacoso. Es algo triste, incluso cuando es agobiante, que un fenómeno con capacidad de generar algo más —una obsesión épica—, bajo las condiciones actuales de égida del patriarcado y la vida virtual, junto con todo lo demás que está mal en el mundo, se convierte en algo amenazante y, como toda esa
clase de agresiones, en algo banal. Le escribí un correo electrónico sobre las desventuras de haber sido de nuevo beatrizada agresivamente, a un amigo con quien yo misma estuve a menudo bajo el influjo de un amor imposible, probablemente no correspondido: «¿No existe en algún sitio una estatua de la que estas personas puedan más bien enamorarse?».
*** He estado en el lugar de Beatriz, y también en el contrario. He necesitado tam- No está tan mal ser Dante, bién de una estatua, cuando el tiempo que pasaba con mi amigo en cuestión pero en general no es bueno se cruzó accidentalmente con mis nece- ser Beatriz, quien nunca tiesidades y creí que estaba dolorosamenne la oportunidad de hablar te enamorada. Lamento/no lamento los poemas de amor que escribí a solas en y quien no sería escuchada mi habitación. incluso si lo hiciera. No hace Quizá podríamos erigir al menos dos estatuas creadas como símbolos del falta mucho más que existir Podríamos preservar el refugio del amor no correspondido y creativo. Una amor imposible sin pedirle a nadie que con un cierto grado de atracpodría llamarse Beatriz, la otra, Dick, soportara la incomodidad de que alen honor del muso masculino desinte- ción y ante la mirada pública guien nos amara nunca más. Imagineresado que aparece como personaje en mos al Dick de Chris Kraus, de mármol, para convertirse en una la novela de Chris Kraus, I Love Dick. Casin orejas y cubierto de flores, llorando da vez que la necesidad vital de situar- Beatriz. Un día te despiertas mientras experimentamos nuestra nenos en la profunda soledad implicada en siendo una persona, pero pa- cesidad y asombro. solo tener ojos para alguien apareciera, toda la producción imaginativa podría ra las nueve de la mañana ya *** enfocarse en la adoración de un Dick eres el objeto del accidente Lo más catastrófico que puede pasarle o una Beatiz o alguna otra amada opal amor es que alguien lo admita en voz ción de género no binario que aún no erotómano de alguien más. alta. «Te amo» representa casi siempre haya sido nombrada en nuestra literael infortunio del amor. En segundo lutura común. gar a esta catástrofe de declaración está la catástrofe de la Estas estatuas serían esculpidas, carentes de orejas, en un percepción: un amante que puede mirar con claridad es un mármol frío y sin sentimientos. Aquellas personas con incliamante que contempla el fin del amor. nación a la variante poética del amor que implica quedarse Tener ojos únicamente para alguien implica no ver nada, o en casa para que adquiera solidez hasta que puedan crear aral menos solo tener ojos que miran hacia nuestro interior. Los te tendrían un blanco apropiado al cual dirigir sus esfuerzos. fantasmas autogenerados de la obsesión romántica decoran Las estatuas funcionarían también perfectamente porque no una vista interior que resulta más cautivadora que cualquiepueden hablar, y cualquier movimiento de su parte constituira de los paisajes de la realidad. Una parte del placer de amar ría una milagrosa visión al estilo María, donde las benditas a alguien que no puede amarte de vuelta, o a quien jamás te vírgenes de nuestros deseos imaginarios produjeran la alucitomaste la molestia de decírselo, implica solo tener ojos para nación colectiva de verlas derramar lágrimas. quien sea o lo que sea, tan a menudo y tan intensamente como queramos, sin jamás tener que tener oídos para escuchar cómo se siente la otra persona al respecto. Solo tener ojos para alguien implica no ver a la persona amada, permitir que lo no dicho ejerza todo su peso y su poder al jamás desfigurar al anhelo al ofrecer a dicho anhelo su objeto.
*** El joven poeta que aparece en la novela breve de Søren Kierkegaard, Repeticion, de 1843, es también un poeta enamorado. Dante tiene suerte de que Beatriz jamás ponga en marcha la demanda asociada con reciprocar sus sentimientos. Trágicamente para el poeta de Repetición, la mujer amada lo ama de vuelta, y cuando el agradable dolor del deseo abre paso a la
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amenaza del matrimonio en ciernes, el poeta se despierta cada mañana e intenta ser algo que él no es. Procura transformarse en «un marido», dejar de lado la «impaciente e infinita búsqueda de su alma». Sin mayor capacidad para convertirse en un marido que la de impedir que su barba crezca, reza por la aparición de una tormenta de relámpagos. Es una oración ridícula que busca una solución ridícula a una situación ridícula en un libro ridículo. Solo una tormenta de relámpagos, piensa, podría hacerlo feliz. Al destruir su personalidad entera, razona, una tormenta de relámpagos podría finalmente volverlo adepto para el matrimonio. Alguna vez estuvo «profunda, apasionada, humildemente» enamorado, pero la amenazada culminación del amor —su carácter doméstico— es la mayor forma de aniquilarlo que puede imaginar, para la que hay que prepararse por una auto-aniquilación preventiva. La otra peor maldición que le ha acaecido al amor romántico es el matrimonio (seguido de cerca por la terapia), en buena medida por la rendición de la vida erótica a la obscena economía de la reproducción. El poeta de Kierkegaard solo tiene ojos para el amor, lo cual implica que la persona amada misma nublaría su visión. La culminación social del amor práctica y socialmente avalada sería incluso una mayor afrenta a su visión. Cuando la potencial esposa del poeta decide casarse con alguien más, él «recibe el matraz de la intoxicación». Ama a su amada más que nunca, ahora que ella ha decidido generosamente liberarlo del amor. En éxtasis, se entrega nuevamente a la «idea», permitiendo que solo ella lo convoque, permitiendo que su devoción al pensamiento no decepcione a nadie. No habrá de preocuparse por preocupar a otra persona. La sátira que se desarrolla en Repetición acerca del roce cercano con la des-idealización y la realización del amor debería ofrecer una lección a cualquier persona que, en lo relativo al amor, adore el embarazo pero le horrorice el nacimiento.
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«Vine a Cartago», escribió San Agustín en sus Confesiones del año 397, «donde todo a mi alrededor se entonaba un hervidero de amores impuros. Yo aún no amaba, pero amaba amar, y a causa de un anhelo profundo, me odiaba a mí mismo por no anhelar. Buscaba a quien pudiera amar, enamorado del amor, y odiaba la seguridad, y un camino libre de trampas». El mayor peligro que ofrece el anhelo épico es el de confundir el anhelo de anhelar con el anhelo real. Debemos ser capaces de sostener una fantasía de larga duración para lograr mantener el estado del deseo totalizador con una reciprocidad no lograda, que nunca haya de lograrse. Se precisa que alguna imposibilidad sostenga a ese deseo y lo mantenga en su lugar
el tiempo que haga falta. Y si se ha encontrado la circunstancia ideal de la imposibilidad —digamos que la persona amada ya está enamorada o comprometida de alguna forma con alguien más, o no te conoce, o se encuentra lejos, o está muerta, o no está interesada en amar a alguien como tú—, has hallado una ciudad perfecta de lo fecundo y perpetuamente conseguido inconseguible. Esa fantasía de larga duración es un lugar en el que pienso, siguiendo a San Agustín, como la Cartago del Amor. Esta Cartago es una ciudad hecha del deseo de desear, en donde no ha de abrirse ninguna puerta, en donde todas las calles conducen a más calles, en donde todos los ciudadanos tienen corazones y bocas y manos que sujetan, pero nadie tiene ojos ni oídos. En esta ciudad, todo amante duerme solo en su habitación, con el propósito de fantasear que duermen acompañados de alguien más. Todos los votos se emiten en favor de una votación futura, pues así se consigue perpetuar la intención pero jamás asentar la ley. Todos los botes de basura están repletos de sonetos desechados, y todas las nubes son la condensación de lágrimas.
*** Una obsesión amorosa épica debería ser un derecho mamífero, no obstruída por el género, pero imaginemos cuán más difícil habría sido para el poeta de Repetición si hubiera sido una mujer procurando transformarse en aquella aniquilación aún más aniquilada, una esposa. Aún no existe el romance, queer o de cualquier otra especie, que pueda existir desvinculado de la tragedia general de cómo somos, al nacer y por género, divididos en dos.
Una poeta que se convirtiera en esposa no solo sería aparkinson pudo llevar a cabo una anulación literaria, y con ello tada del vuelo del pensamiento por la necesidad de la cena, evitar la real, al anular a su amado mediante su genialidad sino que probablemente habría tenido que hacer la cena y llapara el enigma. mar a que se sienten a la mesa. La idealización del amor que Y cualquier respuesta del maestro a Dickinson habría sido se ve forzada hacia su realidad es simplemente una amenaza groseramente intrusiva, también. No puedo imaginar una exhilarante en Repetición, pero es un asunto terrorífico cuando presión literaria más horrible que lo que alguien denominado se aplica a las condiciones específicas de las mujeres inmersas «maestro» escribiría como respuesta a las magistrales cartas en la heterosexualidad. El matrimonio, para las mujeres, no es de Dickinson. solo una muerte potencial, sino que en demasiadas ocasiones *** ha sido y sigue siendo un asunto mortífero. Pero quienes no son hombres merecen también enamorarse perdidamente, «El amor», escribe Violette Leduc en La chasse à l’amour, su licon quien les dé la gana, y sumirse durante años en esa fuga bro autobiográfico de 1971 sobre su amor obsesivo por Simone del anhelo que alberga, como potencial, de Beauvoir, «es una palabra sin sentia buena parte de la literatura y a casi to- Los fantasmas autogenerado cuando hablo sobre ella». Y prosigue: da la filosofía. «Es como si dijera “agua de manantial” Es posible enunciar y sostener un dos de la obsesión romántica en lugar de “cristal opaco”». argumento en favor de la obsesión ro- decoran una vista interior Simone de Beauvoir respondió a la mántica épica, contra sus dañinas e indeclaración de amor de Leduc con el trusivas iteraciones, y también contra su que resulta más cautivadora prudente reconocimiento de que ella culminación en una relación de pareja: que cualquiera de los paisa- sentía una «colosal indiferencia» hacia ya sea un matrimonio o su forma casual afecto, escribiéndole en una carta: jes de la realidad. Una parte su contemporánea, propia de los negocios, «Estos sentimientos ni me averguenzan aquella en donde se entiende que el co- del placer de amar a alguien ni me halagan. Pertenecen a tu vida. Tú razón es un socio de menor rango en eres quien los controla». La propia vida que no puede amarte de un despacho jurídico. De modo que una de Simone de Beauvoir, le dice a Leduc: vuelta, o a quien jamás te de las iteraciones más impresionantes «Yace en otra parte». Continuarían viéndel fenómeno de solo tener ojos pay siendo amigas, pero no hubo rotomaste la molestia de decír- dose ra alguien, sin jamás tener oídos, deba mance. En vez de ello, se encontraban ser el amor de Emily Dickinson por «el selo, implica sólo tener ojos en el café cada dos semanas para hablar maestro», expresado en una serie de tres para quien sea o lo que sea, de escritura, como siempre. misteriosas cartas escritas a finales de «Nunca podría haber imaginado», la década de 1850, comienzos de la de tan a menudo y tan intensa- escribe Leduc, «tanta franqueza en res1860, firmadas como «Daisy», y dirigidas mente como queramos, sin puesta a mi sentimentalismo desbordaa un desconocido «Señor»: do». La respuesta fría y compasiva de jamás tener que tener oídos Simone de Beauvoir permite que Leduc Quiero verlo – Señor – más que todo lo que deseo en este mundo – y el deseo – ligeramente alterado – será mi único – para los cielos –
para escuchar cómo se siente la otra persona al respecto.
Sabemos tan poco del «maestro» de Dickinson en las cartas que le escribe que bien podría no existir, pues jamás se nos dice nada de su existencia. Dickinson se mantuvo decidida a evitar el matrimonio o cualquier otra forma de amor cautivo, al tiempo que preservó su capacidad como poeta para apuntar su deseo hacia iteraciones solitarias y cristalinas. Es posible que al «maestro» de sus cartas, en caso de que haya existido, se le haya evitado tener que leer las cartas a él dirigidas. Dic-
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se enamore más profundamente del amor mismo, pues se le permite amar tan apasionadamente como quiera sin la carga de ser amada de vuelta. Su relato de este amor perfecto que da origen a lo literario consiste de hermosas exclusiones: No la amo como a una madre, no la amo como a una hermana, no la amo como a una amiga, no la amo como a una enemiga, no la amo como alguien que está ausente, no la amo como alguien que siempre está próxima a mí. Jamás he tenido, ni tendré, un segundo de familiaridad con ella. Si no supiera que habría de verla cada dos semanas, la oscuridad me engulliría. Es mi razón para estar viva, aunque yo no formo parte de su vida.
Gracias al inequívoco límite trazado por su amada, el amor de Leduc se dirige hacia su blanco adecuado, que es la escritura. La literatura es el sitio en donde la amada de Leduc, quien por coincidencia se llama Simone de Beauvoir, es llamada a existir, y es solo en la propia escritura de Leduc donde puede
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estar próxima a su amor. Simone de Beauvoir tiene una existencia propia, pero también existe como algo más en los famosos libros de ejercicios de Leduc, que rebosan de obsesión romántica. Y al creer en el proyecto compuesto por este amor épico e imposible, una parte de Simone de Beauvoir existe también fuera de los cuadernos, como camarada literaria que alienta a que el interior de estos libros exista, incluso si debe ser con su propio nombre en lugar del de cualquier Beatriz. Nos encontramos ante dos escritoras que, como la mayoría de escritoras geniales, saben que aunque escriben en París, su verdadero hogar es y siempre será Cartago. Es como lo que escribió Jean-Jacques Rousseau en sus Confesiones en la década de 1760: «Quizá he probado más placer real en mis amores, que concluían con un beso de la mano, del que ustedes han probado en los suyos que, al menos, comienzan ahí». • Traducción de Eduardo Rabasa
* «The one and only», en inglés. (N. del T.)
Lado B
Cintia Bolio · @cintiabolio
Se cree en la ciencia hasta que no se cree en la ciencia Brenda Navarro
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i suegra le dice El Peso. ¿Quieres el peso? Y yo le digo que sí con la cabeza y dejo que me cuantifique las calorías y la grasa que he perdido o aumentado semanalmente. Un estudio detallado de mi grasa corporal, mi bmi, la grasa visceral, el músculo esquelético, la masa muscular, el agua corporal, la masa ósea, proteína, el bmr y la edad metabólica. Todo eso en menos de treinta segundos. Cuando El Peso hace su trabajo, se escucha una campanita con su Diiing que anuncia que el dictamen está hecho y que nos veremos dentro de ciento sesenta y ocho horas. Y entonces yo puedo bajarme de ahí, ponerme la ropa e irme al baño a ducharme para volver a quitarme ese mismo camisón que escrupulosamente me revisa y juzga con ahínco. Si pones un poco de jabón del que venden en Mercadona y lo lavas con la mano, de verdad puede volver a tener el blanco que tenía cuando te lo compraste. ¿Dónde lo compraste? El Corte Inglés ha sacado su propia marca, quizá ahí encuentres algo que puedas comprar. Dime, yo te depósito dinero. Y sí, le digo a todo sí: A pesarme, a bañarme, a lavar como me da instrucciones, a pensar como me sugiere. No soy yo, aunque sí. Otra, con mi cuerpo, mi cara, mi nombre, pero sin yo. Es decir, una mí: mi cuerpo, mi voluntad, mis ganas al servicio de ella. No una yo: Yo que hablo, yo que pienso, yo que escucho, a pesar de todo. La mí. Esa mí, dócil, serena y callada que tanto le gusta y con la que siente que puede conversar por horas. Mira qué bien que nos llevamos. Nadie lo creería, me dice y luego me sugiere que mire recetas en mi pantalla y me pide que le envíe la que me parezca mejor a la Cookidoo de la Thermomix, que me había regalado su hijo hace unos años. Luego, me cocina platos principales con merluza y sardina y choco amarillo que me guarda en tópers de vidrio bien acomodados dentro del refrigerador para luego despedirse con un beso, mirarme con lástima y decirme que nos volveremos a ver. Esa mí, que incluso, algunas veces, le sonríe y le contesta con monosílabos ha nacido poco tiempo atrás. Ella no me conoció así. Yo era yo en el inicio de los tiempos y no podíamos hablarnos mucho más allá del saludo aunque nos sonríeramos cada que su hijo nos reunía. ¿Qué pasa, cómo va todo? Y me daba un abrazo y me decía hola, y me tomaba de las manos y me sonreía, pero todavía era incapaz de traspasar esa realidad que nos separaba abiertamente frente al mundo. Luego mi yo se volvía traslúcida y las navidades y las cabalgatas de reyes y todo aquel día de fiesta en los que teníamos que ir a su casa. Y lo mismo: el qué pasa, hola, sí, ja, ji, jo, que esto, que aquello, que el otro; pero con la línea bien definida en donde ella era nítida, demandante, orquestadora del hogar y yo una sombra silenciosa que sonreía pero que seguía viva. Su hijo lo sabía y me animaba a no ser así: No me gusta cómo desapareces cada que estamos con mi familia. Solo serán unas horas, ya después nos iremos de tapas con mis amigos, ya ves que la vamos a pasar bien.
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Y sí. Saliendo de su casa, mi mí verdadera se difuminaba y aparecía la voz, el cuerpo, los movimientos y las risas. Quizá es el recuerdo de las risas a lo que me aferro. Las risas. Mi debilidad son las risas. Risas por aquí, risas por allá. Risas de los demás y risas cómplices de la burla que siempre es el mundo. ¿Viste al presidente, viste al ministro, viste al actor, viste al deportista, viste a tal y tal? Y risas. Con el hijo de mi suegra todo eran risas. Y siempre risas, incluso las fingidas, las que no me salían naturales, las hacía mías: músculos fáciles, dientes sobresaliendo de entre mis labios secos y uno que otro sonido que emulaba la risa. A que no soy el mejor esposo, pero sí que te hago reír. Y nos reíamos. Ay, pero qué risas. Todo un matrimonio de risas. Hasta que ya no. Cincuenta pulsaciones por segundo a lo largo de su vida que hicieron resistir su corazón robusto Mi debilidad son las risas. Risas hasta que ya no pudieron más; y de pronto, la por aquí, risas por allá. Risas de los arritimia, los mareos, el malestar general. ¿Pero pasa? Que no pasaba nada, sino que había demás y risas cómplices de la burla qué dejado de pasar: El corazón que latía ya no quiso hacerlo más. Así, de un día a otro, sin previo que siempre es el mundo. ¿Viste al El hijo de mi suegra, mientras terminaba presidente, viste al ministro, viste al aviso. de hacer una broma que le había provocado la actor, viste al deportista, viste a tal y propia risa, cayó entre las copas y los platos la mesa. Como último acto. La farsa. Mi tal? Y risas. Con el hijo de mi suegra sobre yo paralizada. Mi mí emergiendo. Mi suegra sin todo eran risas. Y siempre risas, poder creerlo. Así que acordamos que lo mejor era esto. Mi mí con ella. Las dos sin su hijo. Yo incluso las fingidas, las que no me guardada en El Peso, mi mí conviviendo por el salían naturales, las hacía mías: mús- recuerdo de las risas. El Peso era uno de esos planes de futuro que culos fáciles, dientes sobresaliendo se vendían online. Suscripción mensual. Treinde entre mis labios secos y uno que ta por ciento de descuento si comprabas a dos años. Un cuerpo igual y una cara realista, todo otro sonido que emulaba la risa. incluido. Configuración a lo que ella necesitara: Hablar, comer, bailar, ir de compras. Programas personalizados. Kilómetros detallados y rutas. Yo tenía cinco. Podía ir de sur a norte y de este a oeste. De día, con batería solar recargable, de noche, conectada al dispositivo inalámbrico con WiFi. Los días de lluvia tenía apagado automático, pues aunque la compañía aseguraba que éramos cien por ciento impermeables, mi suegra desconfiaba. Se cree en la ciencia hasta que no se cree en la ciencia. Lo decía por su hijo, la bradicardia era congénita y le aseguraron que nunca sería un problema. A él no pudo programarlo, no había acuerdo. Yo sí firme. Otorgué mi mí irremplazable con la única condición de que no me hiciera hablar de verdad con ella. Que no apelara a mi pasado y se conformara con hacer una rutina nada dolorosa. No hablar de su hijo, no nombrar su dolor. Ser como una muñeca a quien cuide y alimente como un juego. Ella aceptó. Mejor esto que sola, mejor tú que sin nada de él. Ya no recuerdo su nombre, ni el mío ni el de su hijo. Mantengo la idea de que hay un yo al que me aferro cuando actualizan mi funcionamiento. Áferrate a tu yo, me repite una voz de mujer grabada dentro de mi software. Áferrate a tu yo, mientras quieras seguir viviendo. Pero de mi yo queda, poco, lo estoy perdiendo todo. No sé cuánto tiempo más. •
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Psycho Killer
Carlos Velázquez @Charfornication
Las cenizas de Lemmy
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l rock es una novela de Michael Chabon. Qué sigue. Cómo le van a matar esa a Lemmy. ¿Espermas Apenas leí la noticia de que las cenizas de Lemmy se de Mick Jagger en colguijes? ¿El cuerpo de Keith Richards estaban repartiendo entre sus amigos dentro de balas me criogenizado como Walt Disney y expuesto en el Smithsovino a la cabeza la escena de Wonder Boys en la que se roban niano? ¿Bob Dylan momificado como un faraón egipcio? de una caja fuerte una chaqueta que le había pertenecido a ¿Ozzy Osbourne enterrado en una tumba de oro como San Marilyn Monroe. Juan? La memorabilia dentro el rock es algo sagrado. Pero exisNo hay duda de que la muerte de Bowie puede interpreten de suvenirs a suvenirs. Y con este se ha alcanzado un tarse como una obra de arte. Fue como esas ceremonias del nuevo nivel. Supremo, me atrevería a exaOscar donde Woody Allen no acudía gerar. El Hard Rock Café podrá ostentar Tras muchas noches de medi- a recibir su premio. Bowie no se preuna guitarra de Eric Clapton o El Museo tarlo creo que por fin he dado sentó a la promoción de Blackstar. Pero del Grammy de Los Ángeles la chaqueta de con la forma que quiero que meditó, no, más bien diseñó la manera Michael Jackson, pero nada puede comen que efectuaría su salida. Lo mismo adopten mis cenizas. No en petir con las cenizas de un rockstar de la que Hunter S. Thompson, cuyo demagnitud de Lemmy. Ni el árbol que Harri- una urna. Qué cliché. Como seo postmortem fue que sus cenizas la película esa en que un son le regaló a McCartney, del cual presufueran esparcidas por cientos de acres morro tiene que ir al mar a dime Paul que a través de él se comunica con en Colorado a través de una catapulGeorge. solver las de su abuelo entre ta gigante. La muerte hace tiempo que La muerte es una muestra de la preolas olas. Boring. Lo que sí me ha comenzado a ser un acto vulgar. cupación filosófica que ha imperado en el late es que fueran regadas en Una estrella merece que su partida rock desde sus orígenes. Un ejemplo es la memorable. La muerte debe ser Estación Marte. Un municipio sea canción «Last Kiss», por solo mencionar espectacular. una entre miles. Pero la fascinación se con- de Coahuila donde hay granComo espectacular es la bala de solidó con la muerte de los primeros miem- des yacimientos de peyote. ceniza que contiene una porción de bros del Club de los 27. Lo que hizo revisar Lemmy. Envidio profanamente a quieel mito de Robert Johnson. La cereza en el pastel la colocó nes poseen una. Pero por otro lado me alegro de no haKeith Richards, quien para cortar su coca utilizó las cenizas ber sido amigo íntimo de Lemmy, porque dónde guardaría de su padre y se lo esnifó enterito. la mía. ¿En una caja fuerte para que me la birlen como la Hay que tener güevos para hacer lo mismo que Keith. Sin chaqueta de Marilyn? ¿En un banco? Sería vulgar. Además embargo, para lo que hizo Lemmy hay que ser un visionaque tendría que ir todos los días a abrir la caja de seguridad rio. Estoy convencido de que si mañana alguien me afana a para admirarla unos segundos. ¿Colgármela con una cadena asaltar un banco voy a rechazar la invitación, pero si algún al cuello? Sería una estupidez. Me la robaría alguna amanpinche fanático me sugiere allanar una casa y violar una caja te. O terminaría por perderla en la peda. ¿Como llavero de fuerte para ver las cenizas de Lemmy no dudaría en apunla buena suerte? Seguro que ninguna pata de conejo puede tarme al plan. competir con tremendo amuleto, pero nunca consigo recordar dónde dejo las putas llaves. Con toda proporción guardada, la bala de Lemmy me ha puesto a pensar en mi propia muerte. Cómo quiero ser recordado o almacenado. No importa que yo no haya sacado nunca un disco como Ace of Spades. Me obsequiaría a mis
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amigos cercanos. Aquellos con los que he departido durante estos años que he malvivido. He considerado los inconvenientes que podría procurarles si decido repartirme en cenizas en un objeto que los obligara a llevarme con ellos todo el tiempo. Qué pesado resultaría. Los imagino en una mesa diciéndose uno a otro: «Luego te cuento, ahora no puedo porque nos pueden escuchar las cenizas de Carlos Velázquez». Lemmy escogió una bala por su amor a las armas. A mí me gustan las fuscas, pero no tanto como para imitar a Lemmy. ¿Dentro de una cruz? Está muy choteado. ¿Dentro de un dije con forma de guitarrita? Es tentador pero me preocupa que, así como son mis amigos, en una riña se estropee el dije y mis cenizas terminen en el arroyo. Ashes to ashes, dice la canción, pero la iniciativa trata de lo contrario. De no
volverse abono. De perseverar en este mundo como uno de esos recuerditos que venden en San Juan de Los Lagos. Tras muchas noches de meditarlo creo que por fin he dado con la forma que quiero que adopten mis cenizas. No en una urna. Qué cliché. Como la película esa en que un morro tiene que ir al mar a disolver las de su abuelo entre las olas. Boring. Lo que sí me late es que fueran regadas en Estación Marte. Un municipio de Coahuila donde hay grandes yacimientos de peyote. En ese lugar he vivido varios de los momentos más felices de mi malograda existencia. Que me espolvoreen sobre cabezas de peyote y después ser tragado por desconocidos. Pero no. Mis porciones de ceniza serán depositadas en imanes para el refri. Imanes con forma de botella de salsa cátsup. Para que mis compas se acuerden de mí siempre que vayan a sacar una cheve. Porque si creen que el mejor lugar para el descanso imperecedero es la capilla de un narco se equivocan. El mejor sitio para residir toda la eternidad es junto al refrigerador. •
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