se enamore más profundamente del amor mismo, pues se le permite amar tan apasionadamente como quiera sin la carga de ser amada de vuelta. Su relato de este amor perfecto que da origen a lo literario consiste de hermosas exclusiones: No la amo como a una madre, no la amo como a una hermana, no la amo como a una amiga, no la amo como a una enemiga, no la amo como alguien que está ausente, no la amo como alguien que siempre está próxima a mí. Jamás he tenido, ni tendré, un segundo de familiaridad con ella. Si no supiera que habría de verla cada dos semanas, la oscuridad me engulliría. Es mi razón para estar viva, aunque yo no formo parte de su vida.
Gracias al inequívoco límite trazado por su amada, el amor de Leduc se dirige hacia su blanco adecuado, que es la escritura. La literatura es el sitio en donde la amada de Leduc, quien por coincidencia se llama Simone de Beauvoir, es llamada a existir, y es solo en la propia escritura de Leduc donde puede
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estar próxima a su amor. Simone de Beauvoir tiene una existencia propia, pero también existe como algo más en los famosos libros de ejercicios de Leduc, que rebosan de obsesión romántica. Y al creer en el proyecto compuesto por este amor épico e imposible, una parte de Simone de Beauvoir existe también fuera de los cuadernos, como camarada literaria que alienta a que el interior de estos libros exista, incluso si debe ser con su propio nombre en lugar del de cualquier Beatriz. Nos encontramos ante dos escritoras que, como la mayoría de escritoras geniales, saben que aunque escriben en París, su verdadero hogar es y siempre será Cartago. Es como lo que escribió Jean-Jacques Rousseau en sus Confesiones en la década de 1760: «Quizá he probado más placer real en mis amores, que concluían con un beso de la mano, del que ustedes han probado en los suyos que, al menos, comienzan ahí». • Traducción de Eduardo Rabasa
* «The one and only», en inglés. (N. del T.)
Lado B
Cintia Bolio · @cintiabolio