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Capítulo I. POLÍTICA, INSTRUMENTOS Y PENSAMIENTO ECONÓMICO

Capítulo I

POLÍTICA, INSTRUMENTOS Y PENSAMIENTO ECONÓMICO

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El conocimiento no es una virtud habitual, no sólo porque cuesta dinero sino porque cuesta esfuerzo (dedicación, tiempo..., y preparación reflexiva). Sin embargo, las personas suelen creer que “conocen” y, en nuestro tema particular, entran a tallar sobre economía como si hubieran reflexionado fundadamente, pero lo único que tienen es una percepción limitada e ideológica de su propio entorno; por eso conocer las distintas opiniones, respecto de los problemas económicos, presentes a lo largo de la historia, es un paso indispensable para entender el mundo social.

En este capítulo solamente se entregan dos artículos en esa dirección, que se limitan a presentar la oposición entre “intervencionistas” y “defensores del mercado” y el problema de “los ciclos económicos”. Sin embargo, para una visión más acabada y completa se pueden consultar obras tradicionales como E. James, “Historia del Pensamiento Económico” Madrid, 1974; o mi modesto texto, A. Figueras, “Ideas centrales del Pensamiento Económico desde Adam Smith”, ACFCE, 2019. Y para una versión muy resumida puede verse Díaz Cafferata, Figueras, Frediani, Swoboda y Recalde, “Principios de Economía” (Cap. II), Eudecor, 1999.

Por otra parte, y atentos a la vieja e improcedente controversia que opone la teoría a la política económica, presentamos un artículo que intenta clarificar ese injustificado enfrentamiento. Además, se agregan unas pocas páginas que nos introducen en el indicador fundamental de cualquier economía (antigua o moderna, planificada o de mercado): los precios relativos. Finalmente, sería conveniente agregar algunas reflexiones introductorias a los modelos de uso más habitual en los cursos iniciales (por ejemplo IS/LM o Síntesis Neoclásica), pero como tales modelos están amplia y hábilmente tratados en numerosos manuales, nos parece oportuno sugerir al lector que se dirija directamente a ellos (v.gr. Bernanke & Frank, “Principios de Econommía”, McGraw Hill 2007; Samuelson & Nordhaus “Macroeconomía”, McGraw Hill, 1993; Sachs & Larraín, “Macroeconomía”, PHH, 1994; o Díaz Cafferata, Figueras y otros, “Principios de Economía”, Eudecor, 1999). Y como paliativo agregamos debajo unas muy pocas líneas introductorias.

Algunos conceptos generales introductorios.

Como se enseña en los cursos introductorios de ciencias económicas, en una economía de mercado en cada sector, en cada rama de producción, son relevantes la oferta (compuesta por el conjunto de agentes que están propensos a vender) y la demanda (constituida por el grupo de agentes que están inclinados a comprar). Su encuentro virtual, en un contexto de intercambio y en un juego de “tira y afloje”, define el precio de cada bien o servicio.

Una característica esencial de la economía de mercado es la descentralización en las decisiones, diluidas en miles de agentes (oferentes y demandantes, vendedores y compradores). La segunda característica es la competencia o rivalidad entre agentes, que se mueven en procura de un mayor beneficio (es el caso de los vendedores) o de una mayor “utilidad” o satisfacción en el consumo (los compradores). Esto de la “competencia” es muy discutible en cuanto a su verdadera presencia, pero sin duda es un punto para comenzar a pensar y comprender la operatoria de los mercados. El número de empresas en un mercado determinará el tipo de competencia en ese mercado. Si hay muchas (y muchos compradores…, esto último cosa habitual), regirá por lo común libertad de precios y habrá una rivalidad (competencia) acérrima para vender. Pero si

las empresas son pocas y grandes, el sector será menos competitivo, con tendencias oligopólicas (pocas empresas que tienden a ponerse de acuerdo) e imposición de precios. Sin embargo, es muy importante remarcar que incluso en los mercados oligopólicos (y hasta monopólicos) existe finalmente competencia, ya que las empresas se ven siempre obligadas a rivalizar por una porción del mercado agregado o total de toda la economía; y además, salvo los monopolios asegurados por ley del Estado, la situación de única empresa puede ser desafiada en cualquier momento por el ingreso de nuevos agentes (atraídos por los “beneficios de monopolio”).

Como alguna vez leyera en un autor, resulta extraño pero la competencia exige que vendedores y compradores, por su rivalidad, hagan precisamente lo opuesto a lo que pretenden (por ejemplo, obliga a que los productores recorten los precios para poder colocar sus productos). Este operar produce una tendencia al llamado equilibrio de mercado, entre oferta y demanda, que define un precio de equilibrio. Como se dice técnicamente, dicho precio de equilibrio se fija “entre aquel que está menos propenso a vender y aquel que está menos inclinado a comprar”. La llamada “pareja límite”.

Este precio de equilibrio resulta ser sobre todo una referencia, ya que habitualmente los precios observados (o vigentes) en los mercados no corresponden a precios de equilibrio (o de “reposo”). Si el precio observado en un mercado es diferente al de equilibrio podemos predecir que aquél se moverá en dirección a éste: por ejemplo, si el precio de equilibrio es inferior al observado, éste último descenderá. Estamos en el campo microeconómico.

Pero los fenómenos no necesariamente son de sectores, sino del conjunto de todos los sectores: el conocido agregado macroeconómico. En general, la teoría ha supuesto que

el libre mercado competitivo consigue definir una óptima asignación de los recur-

sos (a nivel del conjunto de la economía, sin dilapidaciones de esfuerzos ni desempleo). No obstante, experiencias traumáticas, como la Gran Crisis de 1929/1930 (o la de 2008), condujo a los pensadores a matizar aquella proposición. El líder principal de esta “heterodoxia” se llamó J. M. Keynes.

Su análisis sostenía que las economías no se autorregulaban como decían los autores neoclásicos anteriores a él; y que en las situaciones de desplome o estancamiento, con aumento del desempleo a nivel del conjunto de toda la economía, es conveniente que el gobierno intervenga, con política fiscal (impuestos y gasto público), para quebrar la inercia de pesimismo en un sistema que, como piensa Keynes, es sustancialmente impredecible.

Después de Keynes, en la década de los ´50, se elabora la teoría de la “Síntesis Neoclásica Keynesiana” (el conocido modelo IS/LM) con nombres como P. Samuelson, J. R. Hicks, A. Modigliani, Don Patinkin. A nivel de teoría, Patinkin defiende que las Escuelas Neoclásicas (o sea, aquellas que propugnan el libre mercado) y las líneas Keynesianas (o sea, aquellas que propugnan la intervención del gobierno) son perfectamente compatibles dentro de la “Síntesis Neoclásica”; y así cuando habla de política económica defiende el uso de herramientas fiscales y monetarias antes de quedar a la simple espera del autoajuste de los mercados (por el alto costo social en desempleo que implica esa espera).

No obstante, hay una sustancial diferencia en la mirada: la Síntesis Neoclásica (el modelo IS/LM) entiende que el conjunto de los mercados por sí mismo alcanza un equilibrio eficiente. Por el contrario, la visión keynesiana pura sostiene la posible presencia de un equilibrio con desempleo (y, por tanto, “ineficiente”, ya que hay recursos desocupados: en términos gráficos no se ubica sobre la curva de posibilidades de producción sino en su interior)

La vía de solución “keynesiana” está ampliamente extendida ya que introduce la

economía dentro de las instituciones manejables políticamente. Fenómeno éste que había desaparecido desde el siglo XVII, al declinar la llamada economía mercantilista y florecer el “capitalismo” de la Revolución Industrial, que había convertido al sistema económico en “autónomo” de las instituciones políticas.

Las dos visiones se han ido tornando cada vez más antagónicas: mercado libre versus intervención, autorregulación del mercados versus política fiscal activa, etc.. Incluso con mutuas acusaciones, por académicos y gestores de política, de eventuales propósitos inconfesables presentes en los defensores y actores de la visión opuesta. Todo este conjunto de inquietudes micro y macroeconómicas será asunto de este libro de manera pormenorizada, debatiendo diferentes aristas en cada uno de los artículos.

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