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Apéndice II: Reflexiones sobre ecología política

Apéndice II

REFLEXIONES SOBRE ECOLOGÍA POLÍTICA

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Parafraseando a Monchrétien, que unió en su tratado de 1615 los términos de economía y política (intitulándolo “Tratado de economía política”), podemos hablar de Ecología Política. Efectivamente, muchos argumentos ecológicos encierran en su trasfondo netos propósitos políticos. Más que en lo afirmado, en lo omitido. Este apéndice pretende señalar algunos de esos aspectos, por lo común no presentados. Tres son los grandes problemas que se discuten: a) efecto invernadero (aumento de la temperatura)(7); b) la pérdida de la capa de ozono; c) la contaminación generalizada. Los dos primeros exigen puntualizaciones.

Todos conocemos que los geólogos suponen la presencia de Eras Glaciales. Desde la temprana teoría del servio Milankovich (basada en diferentes inclinaciones del eje de rotación terrestre) hasta la más reciente de Ewing y Donn (basada en las condiciones geográficas que rodean el Polo Norte), todas han sostenido una fluctuación de la temperatura, que llevaría a un ciclo de avance y retroceso de los hielos... sin ninguna interferencia humana necesaria.

Es más, según Asimov, dos tipos distintos de “contaminación provocada por el hombre”, anulan sus efectos entre sí. Las fuentes de energía, operadas por los humanos, invaden la atmósfera de anhídrido carbónico, impidiendo la pérdida de calor (crece la temperatura); pero la mayor presencia de humo en el aire tamiza la luz solar (en cierto modo, da sombra a la tierra), contribuyendo a descender la temperatura. Efectos que, sumados algebraicamente, se anularían (Asimov, Introd. a la Ciencia, Plaza & Janes 1979, pág. 152).

Para las variaciones periódicas de temperatura (e “independientes” del accionar humano), no es preciso remontarnos a la Era Paleozoica (hace 500 millones de años) sino retroceder solamente hasta los tiempos en que Jericó era ya una ciudad habitada desde 2000 años atrás. Así es, precisamente, hace unos 7000 años, las temperaturas medias alcanzaron los valores más altos desde el final de las glaciaciones. En verano superaban a las actuales en 3º centígrados, mientras las invernales lo hacían en 1º centígrado, aproximadamente. Este fue el inicio del llamado “óptimo climático atlántico”. En Europa, por ejemplo, el límite de las nieves eternas se encontraba unos 300 metros por encima del actual. Las pinturas rupestres del Sahara hacen suponer que las lluvias monzónicas estivales se extendían más hacia el norte, regando la zona septentrional africana.

Hace unos 5000 años esta situación comenzó a revertirse. Volvió el frío y la sequedad. Hacia el año 900 a.J.C. el proceso aceleró su ritmo. Entonces, las grandes civilizaciones se concentraron alrededor del Mediterráneo. En el terrible invierno del 406 al 407 d.J.C., las aguas del Rhin se mantuvieron congeladas por primera vez en los tiempos históricos. La gran barrera natural que detenía las migraciones germanas desapareció y miles y miles de hombres del norte irrumpieron en la Galia, en busca de mejores condiciones climáticas, barriendo las últimas guarniciones romanas. Comenzaba la desaparición del Imperio.

Por el año 450 después de J.C. se inicia el llamado “óptimo atlántico secundario”, que duraría hasta el 1200 d.J.C. Fue un período especialmente cálido y sin tormentas en el

7 La causalidad del efecto invernadero resulta ser bien simple. Los gases que forman naturalmente el 99% de nuestra atmósfera (nitrógeno y oxígeno) son biatómicos. Es decir, que sólo poseen dos átomos en sus moléculas. Mientras tanto, otros gases, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y los clorofuorcarbonados (CFC) tienen más de dos átomos en sus moléculas. El diferente número de átomos implica un menor espacio entre átomos de cada molécula, y explica por qué estos últimos gases impiden la pérdida del calor solar hacia el espacio exterior, generando el efecto Invernadero. El efecto invernadero no necesariamente provocarla la desertización como muchos temen; por el contrario, el calentamiento hará que llueva más, es decir habrá más calor, pero más humedad (y el agua es vida), más lluvia (y los desiertos retrocederán). Ésta es también una posibilidad

Atlántico Norte. Presenció los grandes viajes vikingos, y la colonización de Groenlandia (“greenland”: tierra verde...!). Lo que prueba la suavidad del clima. En los siglos XIII y XIV reaparecen los hielos polares, y las condiciones tormentosas. Las rutas con Groenlandia se interrumpen. Se inicia el período que culminaría con la llamada “Pequeña Glaciación” (1550- 1880), durante la cual las temperaturas descendieron a los valores más bajos desde el final de las grandes glaciaciones. En los cuadernos de bitácora se hace referencia a la extensión de los hielos, jamás vista, que cubría la mitad del océano entre Noruega y Groenlandia. Grandes ríos se helaron por completo. En el siglo XVII, por ejemplo, el Támesis se congeló en más de veinte ocasiones, y las ferias tenían lugar sobre el hielo.

De lo anterior, se pueden desprender inmediatamente dos reflexiones: a) las variaciones climáticas no son en absoluto nuevas; por el contrario, resultan un hecho recurrente (incluso con oscilaciones más profundas que las actuales); b) si pretendemos efectuar una medición de la evolución de las temperaturas y tomamos como base el "valle" térmico de una glaciación (los registros de mediados del siglo XIX), seguramente que tal evolución será altamente preocupante, pues el punto de comparación adoptado es "extremo".

.James Lovelock, el iniciador de la ecología, por su parte, nos dice que los "ecologistas" equivocan sus blancos. La polución, a su modo de ver, también es un fenómeno “natural” que no impide alcanzar el equilibrio. Habrá equilibrio…, sólo que será otro. Nada, afirma, es más generador de polución que un rebaño de vacas, que producen más detritus y gases tóxicos que cualquier fábrica.

Otro tema, muy apreciado por el ecologismo, es la capa de ozono. Es probable que el cloro- flúor-carbono (CFC) destruya el ozono, pero en tan pequeña escala, señala Lovelock, que no se pueden medir los efectos y, además, el gas metano que escapa de arrozales es mucho más nocivo que el CFC, pero nadie habla de prohibir el arroz. Lovelock tiene la hipótesis de Gaia (o Geo, la Tierra), que constituiría un inmenso "organismo". El único ser viviente que no muere nunca, y que opera autorregulándose. Un ejemplo de ello es la proliferación de algas en el Pacifico, que se han duplicado en 10 años. Estas algas absorben gas carbónico y despiden gases sulfurosos. Contribuyendo a limpiar el exceso de carbono producido por el accionar del hombre, compensando el recalentamiento, y conduciendo al planeta a recomponer el equilibrio. Lovelock sostiene que los

ecologistas, en su mayoría, defienden, por lo que él llama "ignorancia” científica,

causas erradas. Son algo así como "Luditas" del siglo XX(8). La conclusión del grueso de los ecologistas es que si el crecimiento (o “desarrollo”, como a veces se dice) no es dañino, pero el medio ambiente se ha deteriorado, lo nocivo está en el sistema de mercado. Un disparo de inteligente parábola. Sin embargo, aquí radica el error; precisamente un sistema de mercado, aunque con intervenciones oportunas y adecuadas, puede teóricamente favorecer la conservación del ecosistema.

Decimos "teóricamente" pues es preciso enfatizar que, en la realidad, la economía de mercado ha jugado un gran papel en el deterioro ambiental, particularmente por la codicia que la sociedad de consumo incentiva. En A. Leonard, "La historia de las cosas" (2010), se cita un revelador párrafo de G. Speth (ex asesor presidencial norteamericano), en "The bridge at the edge of the World" (Yale University Press, 2005), "la mayor parte del deterioro ambiental es el resultado de fallas sistémicas del capitalismo ( ...) y las soluciones de largo plazo deben buscar el cambio en sus características( ...)". Sin embargo, no es de olvidar que, como hemos desarrollado en otros artículos, ese deterioro está implícito en la misma mecánica general del crecimiento, aún en un sistema que no fuese capitalista, si bien es posible que un capitalismo feroz, con pocas regulaciones y débiles controles, lo exacerbe al extremo (Cfr. Figueras, A.; El crecimiento cuestionado: un análisis desde la "antieconomía", 18º Congreso Nacional de Profesionales en Cs. Económicas, junio 2010). Particularmente, la Revolución Industrial, en sus diferentes olas, ha afectado el

8 No se puede omitir que Lovelock escribe a fines de los años setenta. Una época en la cual todavía los impactos ambientales no se habían acelerado. Quizás por eso su mirada menos pesimista. Desde aquella época a hoy la situación se ha agravado.

medioambiente, en especial por la velocidad del impacto: lleva a grandes reacciones del medioambiente, que alteran sustancialmente los organismos vivos.

LA OPINIÓN DE UN EXPERTO: ALIETO GUADAGNI

“El 2016 ha sido el más caluroso desde que se llevan registros (en 1880); la temperatura global ya se ubica en 1.2 grados por encima de fines del S. XVIII”(Guadagni, en Garriga, 2018). Si no se quiere que la temperatura no suba más de 2º C, la cantidad acumulada de dióxido de carbono no debe pasar las 450 partes por millón, y ya estamos en 407, cuando en 1980 había 338 y en 2000, 369.

Si bien los cambios son globales, no dejan de tener impactos “locales”, que son mayores en los territorios que han tenido mayor crecimiento económico en los últimos tiempos (o bien, en áreas próximas). Por ejemplo, en China, con un promedio de emisión per cápita de 24 toneladas/año de dióxido de carbono, en las grandes ciudades como Shangai el sol se ve constantemente como en un día nublado o en un día de eclipse, y con solamente dos o tres días anuales de cielo límpido. Otro ejemplo, Estados Unidos (con un promedio de emisión per cápita de 22 toneladas/año de dióxido de carbono), en 2012, sufrió la mayor sequía de los últimos 75 años; y entre 2002 y 2012 ha tenido nueve años de los diez años más cálidos de toda su historia. Nuestro país viene soportando, desde el despegue del crecimiento, hacia el 2003, desastres climáticos localizados: vientos huracanados, precipitaciones torrenciales, granizadas, etc. a niveles impensables hace apenas 20 años. El crecimiento, especialmente si es desbocado, tiene sus costos medioambientales y en calidad de vida.

LA NATURALEZA DESTRUIDA

El crecimiento y la contaminación van aniquilando el planeta a tasa creciente. El clima se torna salvaje. Lógico efecto de nuestra agresión. Desde 1980, el número de catástrofes ambientales naturales se ha multiplicado por 3 a nivel mundial: de 291 eventos en 1980 a 904 en 2014. Entre ellas, los eventos hidrológicos (inundaciones, aludes) se han multiplicado por 5: de 88 en 1980 a 413 en 2014. Todas estas desgracias parecen emanar del aumento de la temperatura. Pese a los constantes protocolos, con compromisos de reducción de gases de efecto invernadero, no parece que la tendencia realmente cambie. En Kyoto (1997) y en París (2015), se fijó la meta de limitar, para el 2100, el calentamiento global a 2°C por sobre los niveles preindustriales. Si las naciones no hacen nada por controlarse, la temperatura subirá 4.5°C, y con la política actual de ralentizar la contaminación, subirá 3.9° C. Hasta hoy, desde fines del siglo XIX, ha subido 0.85° C., y desde fines del XVIII, más de 1° C. ¡Si con esos niveles se dan catástrofes, es de imaginarse con 4°C.! Sólo habrá supertormentas. Los mares absorben tanto dióxido de carbono producido por los humanos y energía solar que la temperatura y la química de sus aguas ponen en peligro miles de organismos y sus ciclos biológicos derivados. Los hielos polares se derriten a gran ritmo. Se estima que, a la tasa actual, la banquisa de verano del Ártico habrá desaparecido para el tercer cuarto del siglo XXI. De modo que los cambios en el nivel del mar afectan ya líneas costeras, y naciones insulares (Tukelau, Tuvalu, Kiribati) corren serio riesgo de desaparición (Cfr. National Geographic, Edición Cambio Climático, mayo 2016). Así la naturaleza se vacía de animales, pero a la vez colmamos las ciudades de perros, gatos y mascotas varias, por millares, pese a que son vehículos de múltiples enfermedades ¡Preste atención en los barrios! Escuchará de fondo más que el trinar de pájaros, el ladrido agresivo y constante de decenas de perros histéricos, encerrados entre paredes por dueños cada vez más neuróticos e irracionales.

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