28 minute read

4. Reflexiones sobre la distribución del ingreso

REFLEXIONES SOBRE LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO

I. Concepto generales

Advertisement

Históricamente el objetivo predominante en el pensamiento económico y la gestión de la economía ha sido el crecimiento en el largo plazo, y en un plano inmediato, el pleno empleo de los factores productivos. El primero de “largo plazo” y el segundo de “corto plazo”. Alguien puede considerar que el orden de prioridad es inverso…, sin embargo, es indudable que desde el mercantilismo hasta el Keynes de la “Teoría General”, el centro del debate estuvo más cerca del crecimiento que del pleno empleo.

Estos primeros años del siglo XXI, en Argentina, son una buena muestra de la perspectiva predominante: crecimiento, y en algún momento, la plena ocupación…, ¿y la distribución del ingreso? No digamos que no se menciona pero no es el centro del debate; y precisamente la preocupación sobre el crecimiento se acentúa pues si éste se da, se considera que la pobreza podrá superarse…, sin redistribuir el ingreso.

Pero lo anterior exige matices. Históricamente el crecimiento ha generado y acentuado desigualdades. Digamos que en términos estadísticos aumenta la dispersión alrededor de los valores medios del ingreso per cápita. Es cierto entonces que el crecer puede dis-

minuir la pobreza absoluta pero, en cambio la experiencia enseña que suele, muy

a menudo, hace crecer la pobreza relativa. Y si algo he aprendido en ciencias sociales es que lo importante, social y económicamente, son los valores relativos (precios relativos, privación relativa, condición relativa, salarios relativos, etc.). En definitiva, no deben olvidarse las desigualdades (esto es, lo “relativo”).

La primera fuente de desigualdades (sea bajo crecimiento o con estancamiento) son las diferencias preexistentes en la distribución de la propiedad de los recursos productivos. Digamos, la distribución del capital (o sea, las acumulaciones previas). Cuanto más concentrado esté el capital, más concentrada será la distribución del ingreso.

La segunda fuente de desigualdades, dada una distribución del capital, son las remuneraciones relativas de los factores. En un dado momento, puede que suba el pago relativo de la tierra (su renta) y, en otro momento, la remuneración del trabajo.

Una tercera fuente de desigualdades son las diferencias de retribución a distintos grupos o categorías del mismo factor. Mientras las dos primeras fuentes explican las desigualdades en la distribución funcional del ingreso (el porcentaje del ingreso que corresponde a los rentistas, o a los asalariados, por ejemplo), esta tercera fuente explica diferencias intragrupo (v.gr. el pago por el uso de la tierra asignada a distintos usos agrarios, lo que aclara, valga el caso, por que opera la concentración por ejemplo en la producción de soja).

Pero donde más se perciben las diferencias, y resultan más injustas aún, y perdurables por la dificultad alta de reasignaciones intersectoriales, es en el salario. En su libro “Richesse du monde, pauvreté des nations” (1997), D. Cohen señala, en su capítulo IV, que el comercio hoy “provoca un alza en las desigualdades salariales” y “pequeñas diferencias en las capacidades individuales pueden dar lugar a diferencias de ingreso considerables que parecerán incomprensibles”.

Los salarios diferenciales surgen por diferentes causas, entre ellas: las características del bien o servicio producido, la elasticidad de la oferta, la capacidad de movilización gremial. Estas diferencias suelen aparecer y acrecentarse durante los períodos de rápido crecimiento; y luego se cristalizan por décadas, sin que respondan a criterios de contribución social (que debería ser la pauta ética de base). Así puede que un esforzado médico rural gane diez veces menos que un cirujano plástico de la farándula, o que un maestro, que

“genera” capital humano, reciba una treintava parte del ingreso de un comisionista inmobiliario (que no crea ningún capital y cuya formación, en la mayoría de los casos, es mínima).

Es obvio entonces que los mercados laborales no sólo cuentan con “fallas” (v.gr. externalidades) sino que en ellos se manifiestan, a través de la demanda de los servicios de mano de obra, desigualdades previas (v.gr. la demanda de cirugías plásticas por la farándula) y/o de poderes de lobby (o de cartelizaciones), como en el caso de los corredores de bienes raíces (que en Argentina cuentan con una ley que les permite cobrar el 6% del valor de venta de un inmueble).

CRECIMIENTO y DESIGUALDAD

Las desigualdades, al menos en el mundo de hoy, y contrariamente a lo que sostiene Adam Smith, se agigantan con el crecimiento, no disminuyen. El crecimiento trae incrementos en el nivel absoluto de vida de las personas; y, por tanto, reduce la pobreza absoluta, Sin embargo, bien puede, en especial cuando es acelerado, aumentar la pobreza relativa de los menos favorecidos (que como se verá más adelante, no coincide con la idea de V. Pareto).

Por otro lado, según la experiencia de las últimas décadas a nivel mundial, al mismo tiempo que una disminución de la pobreza se ha dado un aumento en la desigualdad (particularmente si excluimos a China y al sudeste asiático) (Gasparini, 2006). ¡Cuántos corredores y “desarrollistas” inmobiliarios ha visto usted tornarse millonarios en dólares en la primera década del presente siglo”! Digamos que desde el boom cibernético de hace 20 años la desigualdad ha crecido mundialmente, entre países y dentro de los países. En los ‘60, el 20% de la población de mayores ingreso en los países industrializados recibía 30 veces más que el 20% de menores ingresos…, pero en la década de los noventa esta relación se elevó a 75 (Cfr. Bannock, Bacter y Rees, Dictionary of Economics, Penguin Books, 2003, referencia “Inequality”).

Un método conceptual (teoría) para explicar el salario es la teoría neoclásica de la productividad marginal (que se inició con Clark, Wicksteed y Flux a fines del siglo XIX)(25)(26). Según esta teoría el salario nominal debe ser igual (en equilibrio) al Valor Producto Marginal (definido por el precio del bien producido multiplicado por la productividad del asalariado). Para expresarlo rápidamente se dice que se remunera por productividad. Pero esto es cierto a medias ya que se remunera por productividad… pero valorada por el mercado de producto. Basta que cambie el precio relativo del bien que brinda el asalariado para que cambie su salario.

Es decir que incorpora un factor de riesgo que, por definición, no debería ser asumido por el asalariado. Así, si sube el precio del bien brindado por razones especulativas (caso del precio de los inmuebles en 2003/2008) subirá la retribución absoluta (y relativa)…, sin que haya cambiado “la verdadera” contribución social.

Es decir que pueden existir diferencias que no surgen directamente del mercado laboral sino que derivan de circunstancias del mercado de productos. Aunque también pueden presentarse diferencias salariales importantes entre tareas directamente conectadas a hechos propios del mercado laboral. Por ejemplo, si uno de los mercados es oligopsónico (hay “pocos” compradores), el demandante de mano de obra fijará el salario por

25 La teoría de la productividad marginal es en realidad una teoría del empleo. Es decir explica aceptablemente la demanda de trabajo por una empresa a un salario dado. Pero no es una teoría adecuada de la determinación del salario de mercado. En primer lugar porque hay dificultades de transición de la curva de demanda de una empresa a la curva del mercado (p.ej. el precio del producto deja de ser un pará metro). Además supone mercados competitivos en factores y en productos, una función de producción con sustitución continua y no hay cambio técnico 26 Existen otras teorías de determinación del salario. Por ejemplo, la Escuela Clásica y el Marxismo sostienen la presencia de un salario de subsistencia en el largo plazo

debajo de su valor de competencia (es el caso de la educación en Argentina, en donde el Estado, como oligopsonista “líder”, fija la retribución por debajo del valor de competencia, con el beneplácito de la sociedad pues de ese modo paga por un servicio, vía impuestos, menos de lo que lo haría en un mercado libre)(27). Esto explica el bajo salario relativo de los docentes en Argentina.

Pero retornemos a la línea de exposición. Entonces, además de las diferencias consabidas y lamentables en la distribución funcional del ingreso (p.ej. entre asalariados y terratenientes o propietarios del capital) están las propias de los salarios relativos, que surgen de cambios en la productividad (por variaciones técnicas) y por cambios en los precios relativos de los bienes que producen (por ejemplo, por corrimientos de demanda). Es decir que los asalariados, quienes por definición no asumen riesgos, se ven impactados (aun teniendo empleo) por los cambios estructurales (v.gr. cambios técnicos).

II. Aspectos a reflexionar

Si hablamos de Argentina, las tres últimas décadas han sido volátiles en tal sentido. De hecho, “Argentina ha experimentado grandes cambios distributivos en las últimas décadas. Tanto desigualdad como pobreza han aumentado en magnitudes comparables a las de muy pocos países en el mundo” (Gasparini, 2006, pag. 59).

EL MODELO SUECO DE SALARIOS “CENTRALIZADOS”, NO POR SECTORES

Si quisiéramos morigerar esos impactos sería un buen camino observar el “modelo sueco” (considerado normalmente una forma anhelable del Estado de Bienestar, al menos para la población en edad activa). La operatoria no es sencilla y no soy un especialista sobre el tema, pero presentaremos una de sus ideas pivote. El conocido modelo Rehn-Meidner(28), que tuvo por objeto reducir las disparidades salariales (no eliminarlas) a través de una negociación centralizada, persiguiendo una política explícita de equiparación salarial (o “salarios de solidaridad”). Si bien desde finales de los años treinta, en todos los países nórdicos, se da alguna modalidad de negociación centralizada, el esquema Rehn-Meidner se extendió a principios de los sesenta, impidiendo que aquellos sectores beneficiados por el cambio tecnológico, obtuvieran fuertes aumentos salariales relativos. Esto, desde ya, sumado a los gravámenes al capital, al reducir la desigualdad disminuye el conflicto Estos cuestionamientos a la distribución del ingreso (y de la riqueza) suelen caer en saco roto, particularmente en circunstancias en las cuales más del 60% de la población se ve beneficiada en su nivel de vida (no necesariamente en su calidad de vida).

John K. Galbraith, quien siempre se distinguió no por su técnica económica pero sí por sus planteamientos reflexivos, nos supo hablar de “La Cultura de la Satisfacción”. Un libro pequeño (91 páginas) pero agudo.

LA CULTURA DE LA SATISFACCIÓN SEGÚN GALBRAITH

Galbraith nos dice que los participantes de esta “cultura de la satisfacción” consideran que la parte del ingreso que les toca está plenamente justificada (por su presunta capacidad, por su actitud, por su esfuerzo…, en una palabra por su supuesta contribución a la sociedad); y que quienes poco o nada reciben es porque

27 Contradictoriamente, muchos con mirada liberal avalan esta operatoria (remuneración oligopsonista) para aquellos que trabajan para el Estado de Bienestar (salud pública, educación, seguridad) pero al mismo tiempo quieren que sus productos (o trabajos) se vendan en un mercado de competencia libre. Esto se vio claramente en el 2008, en la época del conflicto del agro. 28 Por los economistas Gosta Rehn y Rudolf Meidner

poco o nada se esfuerzan, y porque poco o nada contribuyen. Entonces apoyados en los que Galbraith llama la “teología del mercado”, estos satisfechos del mundo se oponen a al Estado de Bienestar, ya que ven al Estado mismo como una carga. Son ciegos voluntarios a las desigualdades que se acumulan, emergentes de “injustas” situaciones(29). Sembrándose así situaciones anómicas (delincuencia) o conflictos sociales. Los ganadores del cambio estructural (técnico y económico) por lo común son insolidarios con los perdedores del proceso.

Antes lo eran en base a fundamentos meramente intuitivos, y hoy lo son de un modo más sofisticado. Aducen la presencia del mercado como “justificación”, y que si son “ganadores” es por que contribuyen en mayor medida a la eficiencia, y al anhelado crecimiento. Lo primero que puede decirse es que tanto la eficiencia como la equidad son metas sociales, y que el mercado puede, con las limitaciones del caso, direccionar la eficiencia pero es dudoso que pueda dotar de “equidad”.

El profesor Julio Olivera supo distinguir entre equilibrio económico o de mercado y equilibrio social; apuntando que la concreción del primero por el mercado no garantiza automáticamente que se alcance el segundo, señalando que esa discrepancia debe ser cerrada por la política social del Estado (Olivera; 1991).

Podemos ir a algunas palabras específicas para el caso argentino, que vivió desde los años noventa hasta el año 2010 (con el paréntesis de las crisis 2001/2003) esa “cultura de la satisfacción” y del “desequilibrio social”. ¿Qué actores sociales aprovecharon ese crecimiento argentino como furgón de cola de la locomotora china? ¿A quién aprovechó en mayor medida? ¿Fueron aquellos de mayor contribución social? El problema de la “justicia distributiva” es muy complejo. El lector interesado puede consultar la interesante presentación de R. Musgrave & P. Musgrave, “Hacienda Pública”, Madrid, 1983 (Cap. 5, Teoría de la Distribución Óptima).

¿RETRIBUCIÓN POR MÉRITO O POR NECESIDAD? En las sociedades modernas suelen disputarse el campo de la misma justicia social dos visiones antagónicas: una se basa en la retribución por mérito, la otra en la cobertura de las necesidades básicas (según distintos vectores). Estas dos visiones resultan difícilmente conciliables(30). En el trasfondo del principio de justicia social, late una idea de comunidad fraterna, pero este concepto es difícil de plasmar por el incentivo que el conjunto de la sociedad de hoy (cada uno de nosotros) tiene en su ambición de más bienes materiales.(31)

29 Es absurdo que un médico del sistema de salud estatal obtenga unos U$S 1500 mensuales (abril 2017) y los principales futbolistas de Belgrano y Talleres de Córdoba obtengan varias decenas de miles de dólares (varias veces más). Ni hablemos de aquellos que visten las camisetas de River o Boca 30 Como apunta Juan José Sebrelli (El Malestar de la Política, Bs. As. 2012, pág. 126), el capitalismo tardío lejos de beneficiar al mérito produce, también de acuerdo a este criterio, mayores desigualdades. 31 Ya el propio J.J. Rousseau (en el siglo XVIII) entrevió que las aspiraciones de una sociedad “igualitaria” (socialista) quedarían jaqueadas en su lógica al aceptar la meta general (de cada vez más bienes) de la sociedad moderna (es decir, el crecimiento). Efectivamente, el socialismo condena, con sana lógica, a la sociedad de consumo (fase actual del capitalismo) como insana manifestación social, plena de derroche e irracionalidad; pero, al mismo tiempo, propugna algo difícilmente compatible: la disponibilidad de cada vez más bienes (crecer). En la práctica, algunos gobiernos socialistas han intentado “dirigir sanamente” los consumos, pero precisamente ese manejo racionalizado fue criticado severamente y constituyó un elemento más para el derrumbe del “socialismo real”.

III. Algunas cifras argentinas

Uno de los indicadores más utilizados mundialmente es el llamado Coeficiente de Gini. Pues bien, el Coeficiente de Gini es una estimación del grado de desigualdad en la distribución personal del ingreso a través de una relación que vincula la situación real con una distribución de igualdad perfecta (en donde cada habitante recibiría igual ingreso) (consultar nota en el Anexo)(32). El valor numérico del coeficiente es una estimación de la distancia entre lo real y la pauta "ideal". El valor que indica igualdad completa es cero (todos recibirían igual ingreso); y el valor que señala la más extrema desigualdad es uno (que se daría en el imposible caso que todo el ingreso esté concentrado en una sola persona). Por lo tanto, cuanto más pequeño el valor más igualitaria resulta la distribución El crecimiento en el valor que va indicando mayor desigualdad, entre 1980 y 1990, se explica por el proceso inflacionario y las dos hiperinflaciones. El descenso hasta 1993/1994 tiene por causa probable precisamente la desaparición del proceso inflacionario. El valor de los picos de fines de los ´90 y de 2000/2003, sin duda responden a la hiperinflación y luego a la crisis de económica de la Convertibilidad y su salida (con fuerte devaluación). El descenso posterior responde a la recuperación en los niveles de ocupación y medidas igualitaristas de la política económica.

Tomado de diario RIO NEGRO: https://www.rionegro.com.ar/desigualdad-un-mal-cronico-que-el-covid-19- profundizara-1419122/

Según se muestra en la figura, elaborada a partir de diferentes fuentes de datos, la distribución del ingreso per capita ha tenido una evolución, con fluctuaciones, condicionada por los hechos macroeconómicos y medidas de redistribución de los últimos años como la moratoria previsional o la asignación universal por hijo. Cabe apuntar que en 1974, el Coeficiente de Gini era 0.37; en 1987, era un 0.44; y en 1997, alrededor de 0.48. Luego, ya representado en la gráfica, en 1999, 0.494; en 2002, 0.535; en 2008, 0.444; en

32 Existe una representación gráfica que tiene correspondencia con este indicador. Efectivamente, la curva de Lorenz es una medida gráfica de la desigualdad que mide numéricamente el coeficiente de Gini. La distribución igualitaria perfecta coincidiría con una línea recta como diagonal de un rectángulo. Cuanto más se aleje la línea real (la “curva”) de la diagonal (que representa la distribución igualitaria) más desigual es la distribución.

2017, 0.417; en 2018, 0.434; en 2019, 0.447(33) (Cuadro adjunto)(34) .

Tocaremos ahora el tema de la pobreza, basándonos en un trabajo de F. Muñoz, C. Paniagua y F. Mattiez (de Federico Muñoz y Asociados). ¿Cuál es la situación analizando

el tercer lustro del siglo XXI?

Lo primero a señalar es una definición básica: se considera pobre al grupo familiar cuyos ingresos no alcanzan a cubrir el costo de la Canasta Básica Total, que incluye tanto Alimentos como otros bienes y servicios elementales. Dado que el Indec, desde el primer semestre de 2013 hasta 2016, no publicó el porcentaje de pobres (que se denomina tasa de pobreza), Muñoz et alter realizaron una medición alternativa. Su trabajo se sustenta en la estimación del costo de la Canasta Básica Total que elabora FIEL, y con este dato definen luego la línea de pobreza (consultar Anexo, nota 34). A partir de ella, y utilizando el programa estadístico STATA calculan la proporción de pobres desde el año 2003 hasta el 2014. En definitiva, para saber quién es pobre en cada momento del tiempo, se compara el ingreso total familiar por el llamado adulto equivalente de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec con el costo de la Canasta Básica Total según los cálculos de FIEL. Es decir, se establece quién está por encima y quién por debajo de la línea de pobreza.

Como prueba de la consistencia del método, sus estimaciones son “coincidentes” con las de Indec hasta 2007. Fecha ésta en que el Instituto de Estadísticas y Censos habría comenzado, según la opinión generalizada, a subestimar la inflación, con lo cual sobrestima la capacidad de compra del ingreso de las familias, y por tanto es menos probable que caigan en el grupo de pobres.

En el primer semestre del 2013, último dato oficial de pobreza, la proporción de pobres era de 4,7% (!!), mientras los valores obtenidos por Muñoz et alter rondaba el 17%. Como se aprecia la discrepancia es muy importante. En el cuarto trimestre de 2013, la tasa de pobreza calculado por Muñoz et alter era de 17,4% y en el segundo trimestre de 2014 creció a 22,8%. Este aumento de la pobreza, según los autores, se habría producido por dos causas: (a) la alta inflación de la canasta de consumo básico(35); (b) la caída en el nivel de empleo (Cfr. F. Muñoz, C. Paniagua y F. Mattiez, Una medición alternativa de la tasa de pobreza, El Economista, 24/10/2014). En 2016, el nivel era de 32,2% (Gasparini, en Garriga et alter,2018) y en 2019, 35.3%.

COMO CONCLUSIONES GENERALES podríamos destacar:

• La desigualdad en la distribución del ingreso ha crecido respecto a los valores de los años ´70, pero ha disminuido respecto de los valores de los primero años del siglo. • Parece ser que la inflación sería el impuesto más regresivo, cualesquiera sean las mediciones que recurramos, y esto puede percibirse en el aumento de la

33 Ha disminuido la desigualdad pero, a la vez, extrañamente ha aumentado la violencia y la inseguridad ¿Cómo es eso posible, si la lógica dice lo contrario? Seguramente economistas que han trabajado el tema delito en Argentina (como O. Meloni y Ana Cerro) podrían ensayar una explicación. Aquí lanzaremos una hipótesis: el gran crecimiento de la década desató la codicia (por tener más bienes) y la ambición (por consumir más cantidad de cada bien), en todos los deciles de la distribución del ingreso. Es decir, que la referencia a tener en cuenta se ha corrido tanto que, en el afán de alcanzarla, los valores sociales se han diluido. Antes se pensaba en vacaciones en la costa de Buenos Aires, hoy los jóvenes pretenden EE.UU., Europa o Dubai. Por tanto, si para alcanzar esa meta social anhelada es preciso robar…, se recurre a ello. 34 El economista Julián Guarino, columnista del canal C5N (considerado kirchnerista), escribe “la pobreza se redujo en forma sustancial en los primeros años del kirchnerismo, no puede decirse lo mismo del segundo ciclo” y agrega “en 2006, el Coeficiente de Gini marcó el mismo registro que (…) antes (…) de la recesión de 1999 hasta 2001 (…) esta situación de paridad (…)” de pobreza removible vía crecimiento económico y exigiría acciones muy puntuales. (Cfr. Guarino, “Mitos de la economía argentina”, 2016, cap. 8). 35 El número de pobres se explica por el gran aumento de la canasta básica de alimentos (su gasto principal) por encima del general. Entre diciembre 2001/ diciembre 2015 el índice general de precios se multiplicó por 14, pero el de la canasta básica de alimentos se multiplicó por aproximadamente 25 veces.

desigualdad en los ochenta (por el proceso inflacionario), el descenso en los noventa (favorecido por la estabilidad de precios) y el crecimiento de los últimos años, en paralelo con la inflación. • Argentina históricamente se ha ubicado entre los países con desigualdad moderada, según el Coeficiente de Gini (aunque en América Latina, a fines de los noventa, nuestra desigualdad ya superaba a la de Jamaica, Perú, Costa Rica o Uruguay). El capital humano es de relevante influencia. La educación secundaria, que es la que transmite la ''habilidad" y la "disciplina" para procesar y absorber información parece ser un hito clave (aunque en Argentina se encuentre prácticamente destruida en sus funciones específicas). • La desigualdad ha disminuido respecto del 2002, aunque a decir verdad la particular estructura de la economía argentina, y su ventaja comparativa para el comercio internacional, no favorecen un proceso igualitario (ver nota al pie más adelante). Se-

guramente esta disminución de la desigualdad se debe a las medidas de redis-

tribución entre 2008/2015 (como la moratoria previsional y la asignación universal por hijo). Aunque resta analizar el Coeficiente de Gini desde 2007/2008 a 2015 (el llamado “apagón estadístico”), con índices de precios más confiables que los de INDEC, ya que cursamos un proceso inflacionario muy importante. La situación se ha visto agravada con la Crisis Sanitaria Internacional (aumento de desigualdad y pobreza)

IV. Palabras de cierre

Por último, dos palabras sobre algo muy relevante por la permanencia de sus efectos, es la vinculación del cambio tecnológico y la desigualdad social creciente. Es preciso comenzar diciendo que vivimos la época de un “salto cuántico”. La historia que normalmente opera con lentitud, ve de súbito alterado el núcleo del sistema. Lester Thurow habla de un “equilibrio interrumpido”. El medio cambia repentinamente. Este es nuestro tiempo. Las viejas estrategias fracasan. Es un mundo enteramente nuevo. Y en ese mundo, las “clases medias” ven frustradas sus expectativas siempre crecientes (¿quizás insaciables?). Pero esto no es de Argentina..., es del mundo. Según nos dice Thurow, desde 1973 a 1992, en EEUU, solamente creció el salario anual de los trabajadores ubicados en el quintil superior (en un 10%). El del primer quintil cayó 23%, el del segundo 21%, el del tercero 15%, y del cuarto 10%. Lo cual significa que, en cálculo impreciso, el salario real cayó 11,8% (según Herstgaard, pág. 155, el 30% de los asalariados de EE.UU. no ganaban más de U$S8 la hora a principios del Siglo XXI). De tal modo, y por más de un mecanismo, mucha gente va quedando relativamente excluida.

Es interesante escuchar las palabras del Catedrático de la Complutense de Madrid, C. Rodríguez Braun (Estado contra Mercado, Taurus, Madrid, 2000), que señala que cuando menos tecnificada es una sociedad más igualitaria resulta, aunque sea más pobre: “Hoy la relación entre los ingresos de los países ricos y los países pobres es de 400 a 1; hace dos siglos era de 5 a 1” (pag. 48), y señala que la desigualdad es consecuencia de “factores como el progreso técnico que puede haber acelerado la obsolescencia del capital humano (…)” (pág. 49). Me pliego a la idea de Rodríguez Braun(36) . Creo que en la Argentina, tal situación debería haberse producido, pero no se refleja en los datos; ya que el progreso tecnológico, la incorporación al mundo y el rápido crecimiento (con efectos muy desparejos, como siempre son esos procesos) suelen aumentar la desigualdad(37) .

36 Rodriguez Braun, sin embargo, es partidario del crecimiento pues erradica la pobreza absoluta. La idea no es tener baja desigualdad pero siendo uniformemente pobres sino contar con un aceptable “nivel de vida”, que supere la barrera de la pobreza (definido con las pautas de hoy) 37 Pero esto pareciera no haber ocurrido en la Argentina del siglo XXI. No se refleja en los datos, por el contrario. Posiblemente por haber adoptado el gobierno algunas medidas (como la moratoria previsional y la asignación universal por hijo) que llevaron a disminuir la desigualdad. De haberse producido un aumento de la desigualdad, éste hubiera sido una consecuencia casi inevitable de los procesos de muy rápido crecimiento (en especial con una estructura productiva y social como la de Argentina). Nos explicamos mejor: con un crecimiento, motorizado por soja y agro, y en un análisis a priori puede decirse

MI LIMITADA OPINIÓN DE GENERALISTA

Mi perspectiva no es la de un especialista en temas de distribución sino la mirada de un “clínico generalista”. En tal sentido, mi impresión sobre el problema es que la

distribución del ingreso en Argentina tiende a sesgarse hacia la izquierda de la

curva de distribución (con aumento de los parámetros que definen su población, media, mediana, moda, etc.). Es decir que acumula un mayor número de casos en los estratos altos. Esto significa que el ingreso promedio (o medio) de su población está a la izquierda del nivel de ingreso que define su mediana (es decir, el nivel del ingreso hasta donde se acumula el 50% de los datos)(38) .

Permítaseme aquí, adelantar una hipótesis que hace años sostengo. Todas las “revolu-

ciones” tecnológicas, en lo inmediato, amplían las brechas entre los “de arriba” y los

“de abajo”. Así aconteció con la revolución agrícola del neolítico, con la revolución que el “estribo” trajo a la guerra hacia el año 1000 de Nuestra Era, con la revolución agrícola de la Alta Edad Media y, finalmente, con la Revolución Industrial. Se está repitiendo hoy el mismo acontecimiento. El cambio tecnológico, aprovechado “intensivamente” por pocos (muy posiblemente nosotros formamos parte de ellos), agudiza diferencias al permitir: a) una mayor formación de capital humano para quienes tienen acceso (veloz y directo) a las mejoras técnicas b) mayor desigualdad en los beneficios de “consumo” de las nuevas tecnologías (una nota a considerar es que los procesos de crecimiento suelen aumentar la desigualdad pero disminuyen la pobreza) c) sustituir mano de obra (la de menor capacidad intelectual, y aplicada a procesos rutinarios).

LA DESIGUALDAD SEGÚN PARETO

Wilfredo Federigo Samaso Pareto (1848/1923) realizó múltiples aportes a la teoría económica, entre ellos la presentación del análisis de las curvas de indiferencia, el principio de compensación y un concepto de óptimo (que hoy se conoce como “óptimo en el sentido de Pareto”). Todos estos aportes fueron y son relevantes en la teoría de la Economía del Bienestar. Pero también realizó estudios empíricos.

que debería haber empeorado la distribución pues operando en una “economía abierta” un país se especializa en productos de uso intensivo de su factor abundante (para Argentina, tierra) y con ventajas comparativas (el agro desplaza así a la manufactura). Es de aclarar que el cierre, si bien implica mayor equidad, conllevaría un menor crecimiento por menor aprovechamiento de las ventajas comparativas; y desde la teoría, la caída en la “cantidad de bienes agropecuarios” producidos no se vería compensada por el crecimiento (limitado) de los “bienes no agropecuarios” (manufactureros) (ver Llach & Gerchunoff, “Entre la equidad y el crecimiento”, Siglo XXI, Bs.As.2004, Págs. 63/71). Por último, no debe olvidarse que otrora, una economía cerrada implicaba mejores salarios en términos “reales” (por menor precio de la canasta de bienes alimenticios) pero hoy, al cambiar la canasta hacia bienes más sofisticados, esta antigua ventaja de la economía cerrada puede trocar en desventaja (al resultar esos bienes sofisticados más caros por el cierre; y, por ende, caer el ingreso real). 38 Dicho sea de paso, los analistas políticos suelen decir que las sociedades en las cuales en la distribución del ingreso la media es menor que la mediana, la gente reclama al gobierno conductas políticas de derechas, pues son más los que reciben ingresos superiores al promedio. Estas conductas podrían definirse como de baja presión tributaria y Estado sin regulaciones (aunque en Argentina, paradójicamente, a la vez, que bajos tributos se reclama en el Estado de Bienestar funciones eficaces y amplias, como educación gratuita, salud pública extendida, amplia seguridad, etc.).

A partir de datos de la distribución del ingreso personal, en economías diversas y épocas distintas, observa que hay regularidades sorprendentes: grafica los valores de las frecuencias de ricos y pobres, resultando unas curvas, todas de una forma muy similar (que hoy se conocen como “Curvas de Pareto”). La distribución que reflejan esas curvas no responde a una “normal” de Gauss (la famosa forma de campana). Pero como el grueso de las distribuciones de cualidades y habilidades de las personas (es decir, si se quiere sus méritos) sí responden a la curva normal, bien

pudiera verse a las Curvas de Pareto como una prueba de que la distribución

del ingreso es injusta pues no responde a los méritos, ya que no tiene como éstos una forma de distribución normal. Pareto, a partir de las observaciones comentadas, presenta lo que se conoce como Coeficiente (o ley) de Pareto, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, resultando que cuanto mayor es el Ingreso Nacional se observa menor desigualdad en los ingresos per cápita. Esta ley ha sido muy criticada pues un corolario que se puede desprender es que la única manera de mejorar la suerte de los grupos más carenciados sería aumentando la eficiencia (y con ello el Ingreso Nacional, vía el crecimiento). Esta idea coincide con la argumentación del Nobel Gunnar Myrdal: “cuanto más pobre es un país, mayor es la diferencia entre el rico y el pobre”. No obstante, aunque seamos pesimistas en los resultados de redistribuir el ingreso, esto no significa que no se intente, ya que si la solución es el crecimiento… ¡arreglados estamos! (Cfr. Capítulo XII, artículo “El Crecimiento Cuestionado” )

Antaño, en todo el mundo, a medida que el cambio técnico se difundía, lo hacían los beneficios aunque con un cierto rezago, pero hoy el continuo desplazamiento de la función de producción(39) hace que siempre haya “beneficiarios” recientes (y por tanto, postergados recientes). Nos detendremos aquí, para no avanzar en otros aspectos como la ruptura de los vínculos sociales, el fenómeno de la exclusión, el aumento de la delincuencia, etc.(40)

LA DISTRIBUCIÓN REGIONAL DEL INGRESO.

Si comparamos los ingresos por habitante entre las distintas ciudades relevadas por Indec para la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) se detectan fuertes desigualdades históricas y actuales (p.ej. año 2015). Ushuaia-Rio Grande ($15.688), Comodoro Rivadavia ($ 12.811);Rio Gallegos ($ 12.778); Ciudad de Bs. Aires ($ 9.497); La Plata ($ 7.804); Santa Fe ($ 7.046); Rosario ($ 6.999); Córdoba ($ 6.681); Gran Bs. As. ($6.514); San Luis ($ 6.460); La Rioja ($ 6.210); Tucumán ($ 6.050); Sal-

39 Reflejando la llamada ley de Moore que sostiene que cada 18 meses se duplica el número de transistores en un microprocesador. Lo que “corre” la función de producción hacia arriba. 40 Destaquemos que no es que la gente vea caer su nivel de confort; por el contrario, éste, en general, sube en términos absolutos... pero para muchos cae en términos relativos frente a la “pauta anhelada”, que se desplaza rápidamente hacia adelante, y que sólo los muy pudientes pueden alcanzar. Lo cual tampoco significa que ellos estén satisfechos. Si algo define la civilización contemporánea es “el enfoque cuantitativo” (siempre más de todo) y la “insatisfacción perenne”. El hombre moderno está muy lejos de aquél Sócrates que, paseando por el mercado de Atenas, comentó: “Ahora sé cuántas cosas que no necesito”.

ta ($ 5.578); Formosa ($ 5.239), Resistencia ($ 4.810); Santiago del Estero ($ 4.680). Pero, Adolfo Sturzenegger y E. Gisande sostienen que las desigualdades son mucho menos marcadas que lo que señalan los datos, por un problema de imputación. Señalan, como algo emblemático, el caso de un ejecutivo que viva en San Isidro (zona residencial y cara del norte de CABA), pero trabaja en Ciudad de B.As. Pues bien, su ingreso se imputa a la Capital cuando en realidad no es su residencia; y debería imputarse al área de Gran Bs. As. Además, señalan que los datos no contemplan los costos de vida (p.ej. combatir el clima frío en Río Gallegos, lo que no es necesario en La Rioja o Formosa)(Cfr. Garriga, 2018)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Bauman, Z., 2007, Vida de Consumo, FCE, Bs.As. • Beker, V. 2005; Estado y Mercado, Bs.As, Sudamericana • Bloom, A., 1989, La decadencia de la Cultura, Emece, Bs. As. • Galbraith, J.K., 1992; La cultura de la satisfacción, Emecé, Bs.As. • Garriga, M., et alter, 2018; Lo que se pensó y escribió sobre Políticas Públicas en 2017, FCE, UNLP. • Gasparini, L., 2006; Distribución del ingreso: breve resumen de tres décadas, Económica, UNLP, Vol. LII, N° 1-2 • Hertsgaard, M. ,2003; La sombra del águila, Paidós, Bs.As. • Musgrave R. & P. Musgrave, 1983; “Hacienda Pública”, Madrid. • Ramaswamy, R. 1994; “The Structural Crisis in the Swedish Economy”, FMI. Staff Papers, Junio • Olivera, J, 1991, Equilibrio Social, equilibrio de mercado e inflación estructural, Des. Económico 120,IDES,Bs. As. • Thurow, Lester, 1996; El futuro del capitalismo, Bs. As.

This article is from: