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4. La estructura de precios relativos

EL ASUNTO DE LOS PRECIOS RELATIVOS

I. Introducción

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Cualquier texto de política económica debe contener, indudablemente, un tratamiento de los precios relativos, o sea de la tasa de intercambio entre bienes. El sistema de precios, que surge de las relaciones entre precios nominales, juega como un conjunto de señales que direccionan las decisiones de los sujetos económicos, a la luz de una evaluación racional de las alternativas(7). Es decir que los precios relativos envían señales (o información) que generan incentivos, direccionando las decisiones. Ahora bien, cuando la operatoria del sistema se aleja de aquélla propia de los mercados competitivos, caemos en los “precios administrados” (concepto acuñado por G. Means, en 1933) por las empresas, los trabajadores, el Estado, etc. En este caso, el sistema pierde su capacidad informativa y se cae en lo que Fernández Pol llamó “precios enigmáticos” (pues sus señales son “obscuras”).

La alteración en los sistemas de precios relativos opera constantemente; definiendo, incluso, diagnósticos macroeconómicos y por ende políticas a aplicar. Por ejemplo, entre 1970 y 1986, la alteración del relativo de precios fue tan importante que si comparamos el PBI de 1992, a los precios de 1970 (el llamado viejo cálculo del PBI), el sector agrícola participaría en el 15% y el sector financiero en el 8% del total; pero si la misma evaluación se concreta con la nueva metodología y los precios relativos de 1986, las participaciones para 1992 serían de 8.4% y 15.5% respectivamente (según datos comparativos del BCRA, publicados en 1992).

La gran importancia de los precios relativos en el proceso de crecimiento puede comprenderse cabalmente con la lectura del Cap. VI de Díaz Alejandro (1975). Allí se remarca que el alza de los precios de los bienes de capital, después de 1935/38 (alcanzando niveles muy superiores a los valores internacionales, por causa de las políticas de cierre e intervención) explica el deterioro de la inversión, pues estos precios relativos “mentirosos”, implicaron que con un determinado monto de ahorros se obtuvo una menor inversión real.

Para comprender, y trabajar el asunto de los precios relativos debemos remitirnos a un esquema implícito del llamado equilibrio general (que se suele representar en una versión sencilla a través de la famosa “curva de transformación” que se ve en los cursos introductorias), en donde ante un cambio de costos de oportunidad se produce una reasignación de recursos (la cual, por supuesto, exige un tiempo, y un “costo de transición”), pasando de un punto a otro, sobre la curva de transformación (o de posibilidades de producción).

Es posible agrupar los infinitos bienes económicos en comercializables o transables (exportables e importables) y no comercializables (o domésticos). Los precios de los comercializables oscilarán al ritmo de las variaciones de los precios mundiales y del tipo de cambio(8) .

Por su parte, los bienes no comercializables (o domésticos) son aquéllos cuyos precios internos no están directamente relacionados con los precios mundiales ni con los tipos de cambio. Esto puede deberse a costos de transporte, condiciones de los bienes, o políticas económicas (y. gr. los aranceles o las prohibiciones de importar), que rompen el nexo entre precios internacionales y domésticos. En el caso concreto de Argentina, muchos bienes que normalmente se consideran comercializables, se transformaron en “cuasi-internos” por el sistema proteccionista (o los vaivenes del tipo de cambio). (Díaz Alejandro, 75).

7 La necesidad de una evaluación “racional” se ha ido institucionalizando a través de las llamadas Evaluaciones de Proyectos. Lo economía chilena, desde los años 70, viene utilizando profusamente estos métodos; y quizás allí se encuentre la razón de su despegue económico 8 Los exportables son aquellos cuyo precio de equilibrio interno es menor al precio mundial (dando un saldo exportable). Los importables son el caso contrario (Pe > Pm  exceso de demanda  importación)

¿QUÉ INDICAN LOS PRECIOS RELATIVOS?

Los precios relativos indican la escasez comparada (entre bienes); y en una economía de mercado surgen del accionar, libremente manifestado, de la oferta de recursos y la demanda de la sociedad (según las preferencias y la distribución de riquezas e ingreso dadas). El control de precios oscurece esta manifestación. Por otro lado, en una economía central planificada, los precios relativos surgen de las preferencias de los planificadores y de los recursos disponibles.

II. El control de precios

Cualquier analista, o incluso un mero observador perspicaz, percibe que los movimientos de precios en nuestro país no han respondido a escaseces relativas sino a erráticas políticas económicas, y en especial a las intervenciones conocidas globalmente como “controles de precios”, y que tuvieron diversas modalidades.(9)

En Fiel (1990), se distinguen: a) Precios vigilados (se comunican las variaciones a la autoridad de contralor); b) Concertación de precios entre el Estado y las empresas; c) Precios controlados (se debe obtener aprobación previa para aumentarlos)(10); d) Precios máximos para algunos bienes; e) Congelamiento transitorio y generalizado de precios.

 A su vez, los objetivos de estos “controles” pueden ser tres: i) Redistribución de ingresos ii) Corte de la inflación inercial iii) Represión (y “ocultamiento”) del verdadero proceso inflacionario.

Por supuesto que, cuanto mayor sea el grado de coerción involucrado (p.ej. un congela miento), en mayor medida el sistema de precios pierde su función de tablero indicador. Así, por ejemplo, las alteraciones en la oferta (por cambios tecnológicos, por causales climáticas, etc.) y en la demanda, no se reflejan en los precios y, por lo tanto, “no son percibidas claramente por los agentes”.

Los controles introdujeron arbitrariedades, pues obviamente al momento de iniciarse el control el sistema “no necesariamente estaba en equilibrio”; además, la permaenencia de la medida implantó rigideces, tal como comentamos, impidiendo una correcta asignación de recursos (y quitando flexibilidad a la economía).

Pero desdichadamente los controles se imponían como necesarios por el alto grado de cierre de la economía argentina que reducía el número de bienes transables. Con ello el efecto estabilizador del mercado mundial es sensiblemente menor; el “techo” que imponen los precios internacionales en las economías abiertas no opera.

Ante eso, para frenar la inflación sería necesaria una recesión de profundidad inaceptable; y de allí que las administraciones generaran “techos artificiales” mediante la intervención directa del Estado en los mercados y la fijación política de las tarifas de los servicios públicos (Fiel, 90). Pero la presencia de precios “políticos” como “anclas”, terminaron operando en sentido contrario al pretendido, pues, si los precios no resarcían los costos se generaba un déficit en las Empresas Públicas, éste debía cubrirse con fondos de Teso-

9 Ya dice el Eclesiastés, “Nil novi sub sole” (Nada nuevo bajo el sol). Los controles se aplicaron incluso en la Antigüedad. El más conocido por su extensión y profundidad fue el establecido en tiempos de Diocleciano, sobre más de un millar de productos, por el famoso “Edicto de Precios “, del año 301. 10 Una variante desde la Administración Kirchner fueron los “precios cuidados”

rería General, esto subía el Déficit Fiscal, este déficit se “monetizaba”, y esto aceleraba la inflación (en vez de morigerarla).

Es decir, que la presencia de economía cerrada e inflación llevó a imponer controles…, los que fueron recurrentes…, y se hicieron habituales, volviendo en inoperativo el esquema (por agotar el “efecto sorpresa”). Lo que, en cierto modo, obligó a la generación de un nuevo modelo de estabilidad: la convertibilidad de 1991 (basado en tipo de cambio fijo, “control fiscal” y monetario, desregulación y apertura).

III. Las fluctuaciones

Una de las características de la economía argentina desde 1970 hasta hoy (con la excepción del período de la Convertibilidad) han sido las fluctuaciones bruscas de los precios relativos; indicando que, en un momento dado, la inversión más conveniente estaba en un sector (cuyo precio relativo era alto), y poco después, el sistema de precios señalaba lo contrario (por la caída del precio relativo).

Desde ya que los precios relativos deben moverse, reflejando las preferencias y los costos; esto es, la escasez relativa. Las inclinaciones del público se dirigen en estos tiempos hacia los servicios y, en especial, a salud, espectáculos y educación (pues su elasticidad ingreso es mayor a la unidad). Esto se da en grado tal que, sin temor, puede pronosticarse que “a largo plazo” los precios de estos productos deben subir. De hecho así se observa en los dos primeros ítems, no cumpliéndose estrictamente en el tercero (recordar los bajos salarios docentes) por la contención que hace el Estado (en el caso argentino) al obrar como oligopsonista líder, tirando abajo los precios de la educación y obligando a que el “asalariado docente” subvencione al “consumidor alumno” (para un mayor detalle, Cfr. Figueras, Temas de Economía Argentina, 2013, pags. 549 y 557). Pero, como veremos a continuación, el precio relativo que más nos preocupa por el efecto de arrastre que posee es el Tipo de Cambio.

En un conocido trabajo de investigación (Llach, 83) se estudian los precios entre 1970/1982, observándose que el período se caracterizó por: a) intensas y frecuentes variaciones cíclicas de precios; b) las fluctuaciones se asocian estrechamente a oscilaciones del tipo de cambio real

En este punto es conveniente detenemos para un par de conceptualizaciones. Hablamos de tipo de cambio. Ahora bien, precisamente el tipo de cambio nominal (TCN) es la tasa de canje entre dos monedas (o sea un “precio relativo”). A su vez, el tipo de cambio real (TCR) refleja el poder de compra de la moneda doméstica (en términos internacionales); y puede verse de distintas maneras: a) un TCR del mercado de divisas, definido como el cociente entre TCN y un índice de precios (TCR = TCN/IP). b) un TCR “implícito” que surge del mercado de bienes (o sea, del sector real, no monetario), que se estima con una relación que se suele llamar “a la australiana” (por la nacionalidad de los economistas que lo definieron) (TCRA = Índice .P. Bs Comerciables dividido por Índice P. Bs No Comerciables). Y que no es otra cosa que el precio relativo de los bienes comerciables o transables (internacionalmente) contra los bienes no transables (o domésticos). Un cálculo aproximado es la razón del Índice de Precios Mayoristas y el Índice de Precios al Consumidor(11) .

La idea es que los movimientos del TCN deberían responder a los vaivenes del TCR “a la australiana” (TCRA); si éste cae, el TCN debería aumentar (devaluarse) para que al crecer el precio de los bienes comercializables, el TCRA crezca hasta un nivel considerado de equilibrio.

11 Pero todo esto es muy discutible, en especial considerando que se basa solamente en el sector real, y el TCN no se forma exclusivamente por las transacciones reales (bienes y servicios) sino también las financieras (los flujos de capital), que dependen centralmente de los diferenciales de interés y la confiabilidad del país para inversiones directas.

Ahora bien, el trabajo de Llach destaca que los precios relativos que más oscilaron son aquéllos cuya definición se aproxima más al TCRA. Es decir, cuánto más transable internacionalmente sea el numerador y menos transable el denominador. Esto implica

dos aspectos relevantes: i) el precio relativo más importante en la economía (argentina) es el TCR;

ii) las oscilaciones de precios relativos se conectan estrechamente con el TCR.

Así, si tenemos dos precios relativos, PRo=Ptrigo/Pcortes de pelo; y PRi=Ptrigo/Pcarne, el primero, al estar próximo a la definición del TCR implícito, es presumiblemente el que fluctuará más agudamente.

Asimismo, se señala que la presentación de la economía Argentina no debe modelizarse, como se venía realizando hasta los ‘80, con un esquema bisectorial, “agro” y “producción urbana”, sino que exige una presentación también bisectorial, pero de bienes transables y bienes no transables. A su vez, se destaca que la política que sostenga un TCR estable será la más conveniente para una asignación eficiente de los recursos, pues permitirá una evaluación de proyectos con un menor grado de incertidumbre.

Llach también apunta que en nuestro país existe una tendencia estructural crónica, a la depresión del TCRA atribuible a que: (a) los sectores urbanos involucrados en la producción de bienes no comercializables (p.ej. servicios públicos) presionan por aumentos en sus ingresos, vía precios, lo cual conduce a un retraso del TCR; (b) la escasa densidad poblacional, y la necesidad de ocupar el territorio, obliga a expandir la infraestructura de toda clase (caminos, escuelas, aguas corrientes, servicios de gobierno, etc.); y dado “el alto contenido que estos servicios tienen de no comercializables, su firme demanda tiende a incrementar su precio y (...) a deprimir el TCR” (Llach 83, pág. 18).

Es decir, que esta tendencia retrasa el TCRA, y para corregir la situación el gobierno se ve obligado a devaluar (o bien, retrasar las tarifas de sus servicios públicos, como una manera de corregir el TCRA).

Para conocer si una moneda está subvaluada o sobrevaluada se suele recurrir a diversos artificios. Uno de ellos se basa en la teoría de “la paridad del poder adquisitivo”. Esta teoría (que se basa en la “ley de un solo precio”) sostiene que en el largo plazo la relación entre dos monedas debe mantenerse de modo tal que la carestía de una canasta de consumo idéntica sea igual en los dos países. Es decir que los costos de ese consumo sean idénticos cuando se expresen en una moneda común. Si bien es cierto que esta teoría se basa en fuertes supuestos, como que no hay costos de transporte y todos los productos se comercian internacionalmente, resulta una aceptable guía a largo plazo(12) .

IV. Precios relativos, Competitividad y Crecimiento

Para cerrar este artículo es conveniente vincular los precios relativos con las condiciones para un crecimiento. En un trabajo de Junio de 1993 (“Investment Macroeconomic Stability and Growth: the Latin American Experience”, Rev, de Análisis Económico, Vol. 8, NI), Corbo y Rojas enfatizan como determinantes de la tasa de crecimiento el superávit del Balance Comercial y los aumentos en la tasa de inversión, ambos factores estrechamente ligados al tipo de cambio (real).

12 Las previsiones de la teoría de la paridad serían plenamente válidas sólo si las alteraciones de los niveles de precios fuesen exclusivamente de origen monetario, pero en la realidad existen también perturbaciones de orden real (es decir, por modificaciones en las condiciones de la economía real). Estas perturbaciones alteran la estructura interna de precios relativos (comercializables versus no comercializables), sea por causales de oferta sea por causales de demanda (dada la alta elasticidad ingreso de los bienes no comercializables, así como la elevada participación de los mismos en la composición del gasto público) que alejan los valores del TC de los pronosticados por la teoría de la paridad.

EL YA FAMOSO INDICE BIG MAC

Uno de los cálculos más populares basados en “la paridad del poder adquisitivo” es el índice Big Mac, elaborado por “The Economist”, desde 1986, para determinar si las monedas tienen el tipo de cambio “de equilibrio” (siempre de acuerdo a la teoría precitada). Su nombre proviene de que se sustenta en los precios de la conocida hamburguesa especial de McDonald’s (uno de los pocos productos que es elaborado localmente en unos 70 países, respetando las especificaciones de la marca, de allí su “homogeneidad”). El TC estaría en equilibrio de paridad en un país cuando el precio de la hamburguesa BigMac costará lo mismo que en Estados Unidos (con la transformación a dólares, obviamente). Para dar un ejemplo puntual, en 1995, el país que más se aproximaba a esa paridad era Chile, seguido de Italia y Canadá; y los que más se alejaban eran Austria y Japón. La Argentina, por entonces, aparecía con una sobrevaluación de su moneda del 29 % (es decir, en dólares la hamburguesa costaba 29% más en Argentina que en EE.UU.). Si no existieran fronteras “económicas”, la célebre hamburguesa debería tener igual precio en todas partes. Si esto no sucede es por que los gobiernos alteran los precios relativos usando el tipo de cambio.

Como este es un aspecto recurrentemente debatido, estimamos necesario detenernos en algunas reflexiones. El primer concepto que debemos señalar es que cuanto más

prolongado sea el horizonte temporal de análisis más útil es considerar la influen-

cia de factores de cuenta corriente sobre el valor de equilibrio de la moneda; y cuanto

más breve el horizonte (el corto plazo) más conveniente es trabajar el mercado cambiario como un mercado de activos (es decir, pesa más la existencia de activos

financieros que los flujos de bienes y servicios, para definir el TCR de equilibrio) (cfr. Figueras, 2000).

Debemos recordar que el proteccionismo, al debilitar la demanda de divisas (para cubrir importaciones); y la política monetaria contractiva, al crecer la oferta de divisas (por flujo de ingreso de capitales especulativos ante la mayor tasa de interés) conspiran contra el crecimiento, por la caída que generan en el TCR, conduciendo a un déficit comercial al contraerse nuestro mercado externo por reducción de exportaciones.

Las quejas reiteradas del sector agropecuario no responden sino una baja del precio relativo de nuestra “principal” fuente de divisas (en forma “directa”, o como manufacturas de origen agropecuario”) al caer el TCR “a la australiana” por ascenso de los precios de bienes no transables (ceteris paribus, los precios de los commodities). Cabe acotar que una recesión (en una economía abierta y pequeña) termina operando, en algún modo, como una devaluación, por baja de los precios de los no transables al caer la demanda agregada interna.

Detrás de nuestras dificultades macro, se esconde la falta de competitividad, Diagnóstico en el cual hay gran coincidencia. Algunos analistas enfocan la atención sobre el precio de los servicios públicos, sosteniendo la necesidad de su mayor desregulación para bajar el “costo argentino”. Le asiste mucha razón, ya que la relación precios mayoristas dividido por precios de los servicios, no es sino un TCR “a la australiana”. En Argentina, desde enero de 1995 (con base 1) hasta abril 2000, dicha relación había caído a 0.76 (una baja del TCR, implícito en la operatoria del mercado de bienes, del 24%). Como pauta comparativa, el mismo índice, en el mismo lapso, en Estados Unidos, paso de 1 a 0.98 (tan insignificante que el cambio puede responder a un error estadístico). Otros autores, sostienen que se niegan los necesarios ajustes en el sistema de precios, al regularse los costos de los servicios profesionales, impidiendo que este típico bien no transable baje de precio. Sin embargo, esto puede ser muy discutible (tal como hemos desarrollado en otras ocasiones)

En resumen, es un aspecto a debatir (en el cual no hay consenso) el nivel de nuestro tipo de cambio. Lo que sí es definitivo es que el Tipo de Cambio resulta ser el precio relativo principal que define nuestra asignación de recursos por los sujetos económicos: mirando al mercado externo o pensando en el mercado interno. Según sea la respuesta será la cuantía y las características de nuestro crecimiento(13) .

VI. Conclusión

Hemos presentado el problema de los precios relativos, sus vaivenes erráticos hasta un pasado muy reciente (en especial, en tiempos hiperinflacionarios), la importancia del TCR como variable pivotal; y, finalmente, hemos concluido haciendo alusión al problema de sobre o subvaluación de la moneda. Lo que no debe perderse de vista es el rol asignador de los precios. Toda interferencia sobre ellos, y su flexibilidad, tendrá en el futuro un impacto negativo, contraproducente (un ejemplo innegable, y perverso, fueron los controles de precios).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Cipolla, Carlo; Entre la historia y la economía, Folio. 1997. • Conesa, E.; Desempleo, precios relativos y crecimiento económico, Ed. Depalma, Bs.As. 96. • Diaz Alejandro, C.; Ensayos sobre historia económica argentina, Bs. As. 75. • Fiel, Control de precios e inflación, Ed. Manantial, Bs. As. 1990. • Figueras, A. J.; Estudio sobre la indexación en un marco de precios relativos erráticos, Rev, de Economía y Estadística, Alío XXXII, mayo 92 (U.N.C.) • Figueras, A. J.; Tipo de cambio y economías regionales, La Gaceta 64, CPCE de Córdoba, 2000. • Figueras, A. J.; Análisis económico de la educación y una propuesta de financiamiento, CECYT de FACPCE, Informe 9, Bs.As. 1995 • Figueras, A. J.,2013, Colegiación profesional y buscadores de rentas, en Figueras(2013) • Figueras, A. J.,2013, Temas de Economía Argentina, Ed. Eudecor, Córdoba • Llach, J.; Los precios de una década, Estudios 24, 1982 • Llach, J.; Los precios de una década, Novedades Ec. 27, 1983.

13 Nota: Es difícil determinar el nivel adecuado del TCN. A mediados de 2015, diversos indicadores señalaban un atraso en su nivel. El nivel oficial era de $9.oo por dólar. Pero el dólar “de cobertura”, entendiendo por tal aquél que se corresponde a la relación Base Monetaria/ Reservas, brindaba un nivel de $14,4, y si se restaba de las Reservas del BCRA los préstamos de corto plazo de Francia y China, la deuda por importaciones y los encajes por divisas, el valor trepaba a $36,oo por dólar. Pese a la depreciación de diciembre 2015 y mayo/junio 2018 (del mercado), dada la alta inflación abierta (antes estaba reprimida),el TC pareció seguir atrasado. No existía competitividad cambiaria tampoco en 2018/19

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