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Introducción: marco de referencia para iniciar la lectura
INTRODUCCIÓN
Un marco de referencia para iniciar la lectura
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Difícil, o imposible, resulta conformar a todas las preferencias. Hay quienes se inclinan por una presentación histórica de los problemas económicos. Es decir, una lectura analítica del conjunto de los sucesos período a período. Otros, en cambio, no gustan hablar de la historia. Prefieren detenerse sólo en el presente, pero no somos el producto de un solo instante (o etapa) de nuestra vida como sistema económico.
Al afrontar este texto, se resolvió seguir la moderna línea de tratar aspectos parciales de la economía, analizándolos separadamente para mayor claridad; pero, a la vez, señalando los antecedentes de ese aspecto o problema. Algo así como su “currículum”. De allí que la obra presente los artículos por grupos temáticos, intentando integrar las dos preferencias, la diacrónica y la sincrónica.
¿Qué pasó con la Argentina?
El ingreso por habitante de Argentina, hacia 1900, era respecto del de Estados Unidos un 80% y en 2007, sólo del 38%. Hacia 1900, era similar al de Australia y 70% del de Canadá, pero en 2007 sólo alcanzaba al 40% del de ambos países. Siempre en 1900, superaba por casi 4 veces al de Brasil y 2.5 al de México, en tanto que en 2007 sólo los superaba en el 50 %. La pérdida de posiciones relativas es muy evidente.
Por eso, al apreciar la evolución de la economía argentina en el largo plazo no puede eludirse una sensación de fracaso. Colin Clark supo predecir en 1942 que para 1960 Argentina sería el segundo país del mundo en ingreso por habitante (muy cerca del nivel de EEUU); y Paul Samuelson, declaró en una oportunidad, a principios de los 80: “Si alguien me hubiese preguntado en 1945 qué país espera experimente el mayor despegue, habría respondido: Argentina”. Entonces, ¿qué ha sucedido?
Las respuestas son múltiples. Cada grupo político tiene la suya..., e incluso cada economista. Siguiendo una línea de interpretación técnica más consensuada, hemos pretendido remarcar cuatro aspectos como determinantes principales de esa decepción: (a) la restricción externa (o problema de sector externo); (b) problemas en el funcionamiento de los mercados; (c) serias dificultades de orden fiscal y monetario; (d) desequilibrios regionales. Desde luego, que todas ellas se entrecruzan e influencian mutuamente.
Tampoco se dejan de lado las explicaciones extraeconómicas de la realidad social, como las que provienen del ámbito de la sociología. Desde hace unos años, se atribuye (muy “à la mode“, diseñada en los centros académicos y de poder financiero de EEUU, con más énfasis desde que Acemoglu & Robinson escribieran) a las “instituciones” (léase principalmente, los derechos de propiedad) las causales del estancamiento. Y aunque muchos la crean novedosa, en realidad, ésta es una explicación conceptual tan antigua como que ya A. Smith la sostiene explícitamente; y ha tenido historia en EEUU con el Institucionalismo de Veblen; y en Argentina, con el grupo de Enrique Ruíz Guiñazú, Juan José Díaz Arana y Alejandro Bunge en el “Museo Social Argentino” (si bien su perspectiva era más sociológica que el mero “neoinstitucionalismo” americano).
Por nuestra parte, siempre hemos insistido en la necesidad de ver la realidad social como un todo (holísticamente), y no sólo en su arista económica. Por lo tanto, creemos que las “instituciones”, no en el sentido restringido sino en el sociológico más amplio, son muy importantes..., aunque hasta ahora el análisis económico no haya logrado integrarlas con éxito a su herramental. Con esto queremos señalar que los problemas económicos argentinos tienen también una raigambre “sociocultural”, que enmarca el comportamiento de los sujetos.
En definitiva, como ya adelantamos, la senda explicativa del texto, a todo lo largo, destaca el mal desempeño de los mercados y las dificultades de organización fiscal monetaria; y precisamente tanto los mercados como la moneda son “instituciones” para la sociología económica. Por tanto, podemos anticipar que la línea explicativa de las próximas páginas se apoya en la llamada restricción externa y en los problemas institucionales (fiscales y monetarios), condicionados por los persistentes desequilibrios regionales. Dicho esto, no podemos olvidar que estamos mirando desde la economía, y por tanto no podemos olvidar que, en tal sentido, los desequilibrios de precios relativos han sido y son fundamentales (particularmente en una economía de mercado, como la que vamos a analizar).
No está de más señalar, como advertencia, que muchas de las afirmaciones y conclusiones a que llegamos en estas páginas dependen de la estructura teórica (paradigma, teoría y/o modelo) que hayamos utilizado. Con otras bases teóricas, las conclusiones no serían las mismas; y, de tal modo, las recomendaciones de política podrían ser diferentes.
Esbozo de nuestra situación
Para entrar en materia, resulta conveniente una lectura brevísima de nuestra situación, pese a las limitaciones que implica un simple esbozo, pero que permitirá al lector una idea somera de dónde estamos y hacia dónde vamos. Será como la lectura de un “inventario”, antes de ingresar “a un análisis de los Estados Patrimoniales”.
En términos de crecimiento (no de equidad), las mejores décadas del siglo XX para Argentina (de acuerdo a las estimaciones) fueron 1900/1909 y 1990/1998, y los años 2004/2007, desde entonces se ingresó en un tobogán. Como pauta de lo acontecido en el último siglo, puede decirse que en 1900 Argentina tenía un ingreso por persona equivalente al 70% del de EEUU. Desde entonces, triplicó su nivel, pero EEUU lo multiplicó por siete. Lo que implica que hoy el ingreso per cápita argentino sea aproximadamente el 15% del de EEUU. Perdimos posiciones relativas y absolutas,incluso en América Latina, en donde fuimos superados en tamaño por Brasil, que tiene hoy un PBI que aproximadamente cuadruplica el argentino (antes de la Primera Guerra, Argentina producía casi como toda América Latina, incluido Brasil).
Al cierre de tres décadas de transformaciones, buenas y malas, internas e internacionales (como la “globalización”), y luego de cincuenta años de un declinante aislamiento, Argentina viene ensayando una inserción en el contexto mundial. Veamos sucintamente como operan algunas áreas.
• Mercado de Factores: su funcionamiento dista de ser bueno, con una gran concentración geográfica y un persistente nivel de empleo “subterráneo” (o en negro, lo que implica una baja calidad de empleo). • Mercado Financiero: poco desarrollado y muy segmentado. • Infraestructura: comparativamente insuficiente, aunque se la percibe mejorada a la década del ochenta, pero deteriorada respecto de los noventa en algunos rubros; v.gr. la transmisión de electricidad, los cortes en la energía eléctrica son un buen indicador de lo dicho. • Tejido Empresario: se lo juzga muy “débil”, con gran aversión al riesgo, y probabilidad de caer en la “búsqueda de rentas”, con concentración en pocos grupos de grandes exportadores. • Inversión Directa: pese a todo lo que se ha polemizado sobre esto en los últimos 20 años, ha sido insuficiente para un despegue “verdadero”; además se dirigió especialmente a Capital Social Básico (compra de empresas de servicios públicos), o sea a “bienes no transables internacionalmente”; y, en mucha menor medida, a bienes durables (en una dirección que recuerda a lo acontecido en la década de los ´60). Por otro lado la salida del tipo de cambio fijo del Plan de Convertibilidad, las crisis internacionales y la inseguridad jurídica han reducido la inversión extranjera directa.
• Sector Público: de enorme dimensión (3.3 millones de empleados públicos, 18% del empleo total y 33% del formal, abril 2021), cada vez más resulta un “sector” ineficiente e ineficaz (tal vez podría juzgárselo más acertadamente, explicándolo desde la sociología como un tema “cultural” argentino), con acentuada vulnerabilidad fiscal y un nivel de Deuda Pública que culminó en cesación de pagos (dic. 2001); para recomenzar a crecer (y llegar a U$S 191 mil millones en 2004), aunque luego la refinanciación de la deuda soberana (o sea, pública), en 2005, basada en una quita del capital, la redujo; posteriormente inició un ascenso indetenible (2020, unos 336 mil millones). Pero la deuda, aun creciendo en su volumen, evolucionó en forma de “U” respecto del tamaño de la economía (la deuda pasó del 120% en 2004 a 39% del PIB en 2011, 53% en 2015; 86% en 2018 y 103% en 2020). Hacia mediados del 2021, la Deuda Pública Externa del Gobierno Nacional (es decir, adeudada en dólares) se encuentra en U$S 258 mil millones (alrededor del 77% del total de deuda) y la Deuda Pública en moneda argentina suma unos 76 mil millones. Otro aspecto que debe considerarse es el gran deterioro del capital humano del sector público, habida cuenta de la pérdida de remuneraciones relativas a otros sectores durante los últimos veinte años (lo que lleva a una autoselección de personal “perversa”). • Comercio Exterior: pese a su crecimiento innegable, sigue insuficientemente desarrollado, y con una inserción en un Mercosur en crisis (un proyecto de comercio que ha fracasado, pues hoy los miembros comercian entre sí casi igual que antes de crearse el Mercosur, cuando el propósito era lógicamente de expansión del comercio) • Economías Regionales: con profundas y hasta dolorosas disparidades; con áreas, como Capital Federal, con un ingreso per cápita comparable a los países europeos (hacia fines de los noventa equivalente al de Francia, y superior al de Italia), frente a otras jurisdicciones, como Formosa o Santiago (las más postergadas en ingreso por persona, según los datos), con un nivel de menos del 10% del existente en CABA. Un reflejo de las diferentes características estructurales es el disímil comportamiento de sus mercados laborales, y en sus niveles de desempleo.
Finalmente, según los expertos, las situaciones que más preocupan a principios de 2021 son, en orden de prioridad, igual que más de una década atrás: • Déficit energético (con alicientes al consumo por un bajo precio) • Nivel y tendencia de la inflación (muy alta inflación con riesgos de hiperinflación) • Calidad del empleo (alto nivel de informalidad) • Problemas en precios relativos (atraso creciente de tarifas de servicios públicos y del tipo de cambio real)(agosto 2021, con brecha entre dólar negro y oficial, del 80%) • Calidad y nivel de la inversión (bajo nivel y pobre calidad) • Difícil futuro del Sistema Previsional por cuestión de sustentabilidad, dada la llamada “deuda implícita”, con tendencia creciente.
En lo personal, si se me permite, agregaría: a) La presencia de un crecimiento urbano desaforado, con evidente pérdida de la “calidad de vida” en las grandes ciudades (contaminación, estrés, violencia, etc). b) Niveles de rentas de la tierra agraria, desconocidas hasta el boom del agro a principios del siglo XXI, pero que sufren enorme presión tributaria, con riesgo de repetir la equivocada experiencia de los años 40 y 50, que estancó el agro. c) Un nivel de tipo de cambio “problemático” para todo lo que no sea el “sector primario”, con la posibilidad cierta de fuerte deterioro de la “competitividad cambiaria” por apreciación del peso. d) Un muy bajo nivel de desarrollo del mercado de capitales (que casi ha desaparecido), el cual conspira contra el necesario nivel de inversión.