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2. El Problema del Desempleo

EL PROBLEMA DEL DESEMPLEO

Artículo preparado hacia 2010, a pedido del recordado Dr. Francisco Delich, para un curso sobre mercado laboral y empleo, que finalmente no se desarrolló por problemas de financiamiento.

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I. Introducción

Cuando hablamos de desempleo es inevitable hablar de los enfoque clásico (o también llamado Neoclásico) y keynesiano (por el autor inglés J.M. Keynes, 1883•1946).

La primera visión mencionada, la clásica, centra su mirada de índole microeconómica que nos dice que el desempleo existe porque los salarios reales están por encima de su nivel de equilibrio, y presentan una “resistencia” a descender, impidiendo que se alcance el nivel de pleno empleo (entendiendo por tal aquel nivel de ocupación en el que no existen excesos de oferta laboral).

La otra mirada, la keynesiana, se sustenta en diferentes “reacciones de comportamiento” entre los agentes económicos y distinto funcionamiento de los mercados que en el esquema de visión clásica. Es otro “modelo”. Esta vez de índole macroeconómica. En su concepto, el desempleo tiene su raíz en un bajo nivel de demanda de bienes (y servicios) de toda la economía (la llamada Demanda Agregada), que hace caer la demanda de trabajo (como demanda “derivada”). En definitiva, la causa del desempleo estaría en una Demanda Agregada insuficiente.

Gráfica 1

Trataremos, en estas breves líneas de presentar las causas del desempleo en una visión combinada entre ambos análisis. En primer lugar digamos que en el desempleo pueden coexistir razones microeconómicas y macroeconómicas. Por una cuestión de oportunidad didáctica acentuaremos el enfoque micro. Comencemos por decir que en el mercado laboral las curvas de oferta y demanda, pueden postularse con las pendientes típicas. Esto es que la oferta de trabajo (S) presenta una relación positiva con el salario (sea nominal o real), mientras la demanda de mano de obra tiene una relación inversa con el salario en cuestión (que en verdad es el “precio” en este mercado). (Gráfica I).

Como en el caso de cualquier mercado, sea del pan, de los tornillos, o del servicio de teléfono, resulta muy útil analizar el comportamiento de la demanda por vía de la elasticidad. Como el lector puede vislumbrar, si la demanda es muy elástica a los distintos sa-

larios (sería una curva “bastante “horizontal), un aumento en los niveles saláriales provocará grandes reducciones en la cantidad demandada. En tal caso, los asalariados deben ser cautelosos en sus reclamos por las potenciales pérdidas de empleo. En cambio, si la elasticidad es muy baja, por ejemplo por pocas posibilidades de sustitución, los reclamos pueden ser más agresivos (como aconteció recientemente, diciembre 2010, en el caso de los controladores aéreos en España).

Por otro lado, es muy interesante recordar que la demanda de trabajo es una “demanda derivada”, y en tal sentido su nivel y su elasticidad dependerán del nivel y elasticidad de la demanda de cada producto en particular. De otro modo, si ahora en lugar de mirar un mercado laboral único consideramos los diversos mercados de trabajo que lo componen, podemos decir, siguiendo a Marshall (en su obra de 1890) que la elasticidad de la demanda de un determinado tipo de mano de obra será mayor cuanto: a) más alta sea la elasticidad precio de la demanda de su producto; b) cuanto mayores sean las posibilidades de sustitución de la mano de obra, c) cuanto más alta sea la participación de los costos laborales en el total, d) cuanto mayor sea la elasticidad precio de la oferta de los factores productivos sustitutos.

Es decir que, de acuerdo a la elasticidad salario (que deriva entre otros de la elasticidad precio del producto a elaborar), un cambio en éste puede provocar un gran cambio en el nivel de empleo (o su complemento, en la desocupación). Sin embargo hay quienes consideran que estas elasticidades salario son normalmente bajas, y que lo importante, lo verdaderamente relevante en el mercado de trabajo, no son los corrimientos sobre la misma curva de demanda sino los desplazamientos de la curva. Y sobre este particular resulta muy importante reflexionar sobre los impactos de los cambios tecnológicos.

UNA REFERENCIA HISTÓRICA

En las sociedades preindustriales (antes del siglo XVIII o XIX, según el país o región) y de baja monetización, los problemas de desocupación no existían (o eran mínimos), pero los cambios técnicos introducidos en el siglo XVIII (y los cambios estructurales) llevaron a situaciones inéditas, dando pie a la “cuestión social” (u obrera) desatada desde mediados del siglo XIX. Reflexionar sobre estos impactos es particularmente importante en estos tiempos de grandes cambios técnicos y culturales (alteraciones estructurales y reformas estructurales).

II. Desempleo y cambio tecnico

La sustitución del hombre por la máquina ha sido, desde los inicios de la Revolución Industrial a fines del Siglo XVIII, una oportunidad y una amenaza constantes. Una oportunidad para aumentar los niveles de vida (es decir, de ingreso por habitante), pues sin la máquina no se habría incrementado la productividad en el grado de permitir esos niveles de vida. Una amenaza porque su introducción, en especial acelerada, puede contribuir al desempleo en un grado importante. Es el caso de nuestro tiempo, con la revolución microelectrónica y de las nuevas tecnologías de información (TIC).

Por eso, desde los mismos orígenes del debate económico científico (que, puede decirse, emerge con la Revolución Industrial), existió una preocupación sobre los efectos de las maquinarias. David Ricardo, que era un economista y no un verdadero pensador social, obvió su tratamiento en sus “Principios”; pero, posteriormente, a instancias del debate, incorporó un famoso capítulo sobre el asunto, aceptando la presencia de un efecto negativo (pero por una línea de causas que hoy no se menciona y que aquí no expondremos). También los movimientos sociales mostraron su oposición al maquinismo.

LA SITUACIÓN SOCIAL Y EL MAQUINISMO

En la segunda década del siglo XIX, el economista crítico e historiador Simonde de Sismondi percibe que la introducción de la maquinaria no conduce a una mejor situación “social” sino a una peor, hablando de un proceso de “explotación por exclusión”. Se opone al maquinismo, y escribe “en nuestra organización actual, hay una servidumbre que obliga, cuando una máquina ha aumentado su potencialidad, no a trabajar menos, sino más horas por día por el mismo salario” (Sismondi,“Nouveaux Principes”, tomo II). David Ricardo a través de Malthus, repara en Sismondi y su argumentación sobre el problema del maquinismo, de tal manera que añade en sus “Principios de Tributación” el famoso capítulo XXXI, “Sobre la maquinaria”, para la edición de 1821. Incluso se reúne personalmente con Sismondi en 1822, en Coppet, aunque según escribió luego: “ambos, estimo, continuamos con la misma opinión con que habíamos iniciado la discusión”.

Pero pese a las dudas y a las oposiciones, la función de producción siguió mostrando aumentos en su productividad (para cada nivel de empleo), pero la presencia de crecimiento, contrabalanceaba (por esa vía) la destrucción de empleo.

Quizás éste sea un debate interminable pero no puede dejar de presentarse. Existen dos tipos de efecto por el cambio técnico: los efectos destructores y los efectos

compensadores.

Veamos los primeros. Puede que se introduzca un cambio técnico, que innove el proceso de producción, aumentando la productividad media de la mano de obra (es decir, bajando el coeficiente técnico, aquel que nos dice cuantas “unidades” de mano de obra se requieren por una unidad de producto final). Este incremento de productividad, ahorrador de mano de obra, destruye empleo. Es el efecto de impacto negativo o destructor. Pero aquí no se agota el proceso, también es cierto que este aumento de productividad reducirá los costos de producción, y con ello aumentará la oferta (del producto), bajando los precios; esta baja de precios (por efecto sustitución y, además, por efecto renta) creará empleo. Esto es, introdujimos un cambio técnico, y éste, al reducir precios, llevó a un aumento en la cantidad demandada, generándose un efecto compensador al crear empleo.

De hecho hay estudios que sugieren que los sectores en que más ha crecido el empleo coinciden con aquellos con mayores aumentos de productividad. Sin embargo, existen otros resultados en sentido contrario, reportando una relación negativa entre crecimiento de la productividad y nivel de empleo. Los efectos compensadores no salvarían los efectos destructores sino sólo de un modo parcial.

La literatura hace referencia a otras dos fuentes de efectos: las nuevas maquinarias (que necesitan ser producidas) y la introducción de nuevos productos.

Ambas fuentes dan paso, a la vez, a efectos “destructores” y efectos “compensadores”. Sin duda, que la elaboración de nuevas maquinarias exigirá contratar mano de obra para el sector de bienes de capital, pero al introducir estas nuevas máquinas en la producción de bienes finales, se producirá expulsión de mano de obra (destrucción de empleo) por efecto de mayor capacidad de producción.

Por otro lado, los nuevos productos, que sustituyen a los bienes preexistentes en el mercado, demandarán mano de obra para su manufacturación (creación de empleo)…, pero a la vez, destruirán puestos de trabajo en los sectores que producían aquellos bienes que desplazan.

Gráfica 2

Como vemos hay muchos y complejos efectos que se entrecruzan, y difícil es establecer los resultados netos. No obstante algunos trabajos, como el del Centro de Estudios de la Fundación Tomillo, para España, revelan que, al menos desde 1986 hasta fines de los noventa, las correlaciones entre productividad y empleo han sido negativas.

Desde el punto de vista analítico, podemos concluir, que para el corto plazo, en un esquema estático (esto es, sin crecimiento) los efectos de un cambio técnico son negativos.

Veamos nuestro sencillo planteo, esencialmente con fines didácticos de comprensión de los dos fenómenos, el microeconómico (por cambios en el mercado laboral; para nuestro caso, una mejora técnica ahorradora de trabajo, que baja el coeficiente técnico) y el macroeconómico o keynesiano (por una caída de la demanda total de bienes y servicios, esto es de la demanda agregada). Llamamos N al nivel de empleo y NGP al nivel general de precios, FP la función de producción, DA la demanda OA la oferta de bienes y servicios de toda la economía. Si suponemos que partimos de una situación de equilibrio (O), que establece un nivel de actividad (NA), y dada la función de producción FP, se requiere No de nivel de empleo; y se produce una caída de la demanda total (o “agregada”) a DA’, con un “equilibrio” señalado por O’, que requiere con la misma FP un nivel de empleo N. Ya tenemos pues el desempleo macro o keynesiano, señalado por la distancia No-N1. (Gráfica II) Pero si ahora suponemos que produce un cambio técnico, que sube la productividad, llevando FP a FP’, tendremos un nivel de empleo requerido igual a N1. El desempleo tecnológico será entonces N1-N2. Siendo el desempleo total (macro más “micro”) No-N2. Debemos señalar que la realidad es mucho más compleja (e incluso en el mismo planteo teórico, si en vez de precios flexibles suponemos la existencia de precios inflexibles a nivel P, cambiaría el análisis, pero aquí con fines de simplificación hemos supuesto un solo caso: flexibilidad completa de precios). En orden a la simpleza hemos supuesto que el corrimiento de la FP de toda la economía (o FP “agregada”) es neto de los efectos compensadores de que hemos hablado (es decir se han sumado “algebraicamente” los efectos destrucción de empleo y los efectos compensadores de creación, y hemos graficado sólo el resultado “neto”).

DIFÍCIL ESCAPAR: a esta revolución todos estamos expuestos

“En la Argentina, en un contexto de estancamiento, con motores de crecimiento histórico de baja demanda relativa de trabajo (…), la inevitable apertura tecnológica puede profundizar la caída de la participación laboral (…), nuestra fuerza laboral es intensiva en calificaciones medias y está particularmente expuesta al reemplazo, como lo refleja nuestro primer puesto en el ranking del Banco Mundial que ordena a los países según el porcentaje de sus empleos que son reemplazables por la automatización.” (de E. Levy Yeyati, La Nación, 27/03/2016)

III. Mercado laboral en la “globalización”

En 1992, se publicó en EEUU el libro del profesor de Harvard, hombre del equipo del presidente William Clinton, Robert Reich, titulado “The Work of Nations”. Su repercusión fue muy grande en especial por su rol de asesor de política. La tesis principal del libro es muy simple: ha llegado la economía global. No existen más, dice, las empresas “norteamericanas” o una industria “norteamericana”; y pierde sentido el “made in USA”. Lo que existe, afirma, es un producto fabricado globalmente. Por ejemplo, habla del equipo para jugar hockey sobre hielo, que se diseña en Suecia, se financia en Canadá y se arma en Cleveland. Las grandes empresas serán en adelante “entes”, sólo “nombres”, que reúnen actividades de diferentes grupos, que realizan tareas descentralizadas y diseminadas por todas partes del mundo. Las diversas tareas, por ejemplo de las autopartes, se subcontratan, se “terciarizan”, buscando competitividad.

LA PALABRA MÁGICA: “COMPETITIVIDAD”

Esta es la palabra mágica que desvela a todos, sean políticos, economistas, directivos, accionistas o trabajadores: la “competitividad”. Ese mismo año de 1992, un colega de Reich en Harvard, Michel Porter, dedica un libro a la búsqueda de la competitividad manufacturera, “Capital Choices: changing the way America invest in industry”. Allí señala que la pérdida de competitividad es la obsesión de los estudiosos de la economía norteamericana (y, diríamos nosotros, desde los años noventa, lo es de todos en el mundo globalizado). De los muchos aspectos que menciona, algunos complejos para desarrollar aquí, se destaca la necesidad de un marco macroeconómico sensato en el cual se premie a la inversión (incluyendo la educativa, coincidiendo en esto con Reich) más que al consumo “suntuario” (que veía como preocupantemente explosivo).

Este tema de ganar competitividad, que desde ya no es nuevo en la reflexión económica sino tan antiguo como el pensamiento científico de la disciplina, se transformó, con la ola tecnológica y la globalización, en preocupación dominante en los gobiernos (y, por supuesto, que en las empresas).

Los gobiernos respondieron con su búsqueda de “políticas estructurales” de reforma, entendiendo por políticas estructurales aquellas acciones que contribuyen a elevar la capacidad productiva de una economía o su capacidad de respuesta a las cambiantes condiciones (particularmente se pensaba en la reacción frente a los cambios tecnológicos generalizados) (Gráfica III).

En otras palabras, estas políticas estructurales apuntaban a mejorar la “eficiencia” y aumentar la “flexibilidad”. Aquí tenemos otras dos palabras que atraen a los economistas: eficiencia y flexibilidad. Dos ideas que aunque valiosas como conceptos pueden ser muy discutibles desde lo “social”, particularmente cuando las referimos al mercado que

nos atañe, el mercado laboral. No presentaremos más detalles sobre esto…, solo señalamos el hecho. No obstante no podemos dejar de mencionar una realidad. En un mundo dominado por el acontecer de los mercados, en las áreas (sectores o lugares geográficos) en donde la “flexibilidad” (por ejemplo, de salarios reales) sea menor hay tendencia a que sean mayores los costos del ajuste en términos de empleo.

Gráfica 3

Digamos por caso que se presenta una caída de la demanda laboral en el mercado de la construcción, por un cambio tecnológico que permite premoldeados más eficientes. ¿Cuál será el efecto? En el gráfico III, DL se traslada a DL’. Si hay flexibilidad de salario, el nivel de empleo caerá a L1, pero si suponemos inflexibilidad total, el empleo caerá a L2 < L1. Esto es, cuando menor sea el ajuste por precios (salarios w en este caso) mayor lo será por cantidades (en esta situación, por empleo).

GLOBALIZACIÓN Y TECNOLOGÍA ¿TIENEN EFECTOS NETOS POSITIVOS?

Daniel Cohen, en “Richesse du monde, pauvretés des nations” (Flammarion, Paris, 1997) analiza los complicados efectos de la globalización. Otro tanto hace el sociólogo Pierre Bourdieu, en “La miseria del mundo” (con un equipo que coordina) presenta y analiza el dañino mundo de la globalización a través de la voz de sus protagonistas más perjudicados. También lo hace en una serie de pequeños libros que también coordina, “Raisons d´agir” (1996) (Razones para actuar). Pero como Bourdieu se opone a las ideas de J. F. Lyotard y Baudrillard, por un supuesto irracionalismo del posmodernismo, no

da el salto que aquellos dieron al criticar la propia tecnología como una de las

fuentes de la miseria humana, entendida en sentido amplio.

IV. Y en Argentina…, ¿qué ha sucedido?

La Argentina de los años noventa padeció, en su último lustro, un muy alto nivel de desempleo, en el cual se combinaron factores micro (propios del mercado laboral, como el aumento de la tasa de actividad y el cambio técnico ahorrador de trabajo) y factores macro (problemas de competitividad “cambiaria”, e insuficiencia en la demanda agregada, en los años 2000 y 2001).

Se suele destacar que en los noventa creció la productividad media…, cierto es, pero este crecimiento se centró básicamente en lo que se denomina en la jerga técnica un aumento “pasivo” de la productividad, generado por la reducción en el nivel de empleo (lo cual es un corrimiento “hacia arriba” por la misma curva de productividad media). En la gráfica IV, si pasamos del nivel de empleo No al nivel N1 habrá aumentado la productividad (implícita) detrás de esa curva de demanda de trabajo (se pasa de “A” a “B”). La pregunta es ¿a nivel agregado de toda la economía, debe darse prioridad a la productividad para ganar competitividad, o preferir más empleo a expensas de una menor productividad?

Gráfica 4

Destaquemos que también existen aumentos “activos” de la productividad, que se representan por desplazamientos hacia arriba de la demanda de trabajo, como consecuencia de un cambio técnico positivo, (que no sea ahorrador de mano de obra) (curva D’L en gráfica IV). Se pasa de “A” a “C”. En este caso, el aumento de productividad, y por ende del salario real, no se da con caída del empleo.

Es preciso señalar también que el comportamiento del desempleo no ha sido homogéneo. Así, en los años noventa (y hasta el 2002) hubo aglomerados urbanos (“ciudades importantes”) en los cuales predominó un problema de demanda (tales como Rosario, Jujuy, Corrientes o Tucumán) y otros en los cuales las causales predominantes estuvieron en los fuertes aumentos de oferta de trabajo (La Plata, San Luis, los partidos del Gran Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires) (cfr. Figueras, Arrufat y Salto, Arnoldshain Seminar, 2005). Desde el año 2004, y como consecuencia de la gran demanda china de los productos del agro, se dio una gran reactivación en la Demanda Agregada; y, a la vez, esa reactivación permitió que los efectos compensadores en lo micro superaran los efectos destructores del cambio técnico. El resultado neto fue una veloz caída en la tasa de desempleo.

¿ES BAJO NUESTRO DESEMPLEO?

Sin embargo, no hay que hacerse mayores ilusiones con nuestra capacidad de generar empleo: a fines de 2012, nuestro desempleo era de 7.2% con una tasa de actividad (u oferta laboral) del 46.2%. En los países industrializados, la proporción de oferta de mano de obra es mucho mayor (60% o más de la población total), así si nuestro país tuviera la tasa de actividad de España, un 60.1% (con un desempleo que ronda el 25%), por simple suma y resta se concluye que tendríamos una tasa de desempleo del 21% (7.2 % + 60.1% – 46,2%)(13) …,¡y en un momento de “buena” situación!

13 El cálculo consiste en corregir la tasa de desempleo por la diferencia existente en la “oferta laboral” (o tasa de actividad) entre Argentina y otro mercado laboral. Para el caso: tasa de desempleo medida en Argentina (7.2) más la diferencia por la tasa de actividad entre la oferta laboral en España (60.1) y en Argentina (46.2).

PANDEMIA y MERCADO LABORAL

Según un escrito de L. Tyson de la U. de Berkeley (17/3/21): “(…) en EE.UU. hay 9.5 millones de puestos menos que al comenzar la recesión, y casi 12 millones menos respecto de la tendencia previa (…). La pandemia tuvo un profundo impacto en los puestos que exigen mucha proximidad física (…). Según un análisis de MGI de más de 2000 ocupaciones, 800 podrían cumplir sus tareas en forma remota (…) sin pérdida de eficacia. Pero existe una correlación entre teletrabajo y remuneración (…) el 60% de los puestos mejor remunerados podrían desempeñarse de forma remota, mientras para los menos remunerados el porcentaje es de 34%(…). El aumento del teletrabajo puede generar cambios en la geografía del empleo y alentar migración desde las grandes ciudades caras, otrora motores del empleo.”

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Figueras, A., M. Salto y J. Arrufat, 2007; “Provincial labor markets in Argentina: a study of their behaviour using EPH data”, capítulo en el libro “Trade, integration and institutional reforms in Latin America and the EU,” de Roland Eisen, A. Díaz C. et alter, Ed. Peter Lang, Frankfurt am Main • Fina Sanglas, L., 2001, El reto del empleo, Mc. Graw Hill, Madrid. • Hammermesh D. & A. Rees, 1986; Economía del trabajo y los salarios, Alianza, Madrid • Merigó González, E., 1983; Enciclopedia de Economía, Tomo I, El desempleo: sus factores, Ed. Hyspamérica • Neffa, J. (comp.), 2007; Teorías económicas sobre el mercado de trabajo, FCE, Bs.As.

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