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Apéndice I: ¿Ha ido demasiado lejos la globalización?

Apendice I

¿HA IDO DEMASIADO LEJOS LA GLOBALIZACION?

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La globalización contemporánea, entendiendo por tal la posterior a la Segunda Guerra, tuvo una edad de oro de 1945/1975(26). Lo que los franceses llaman los “trente glorieuses”. A partir de entonces, si algo particular ha caracterizado a la economía mundial han sido las crisis. Nueve en total.

La Crisis del Petróleo de octubre de 1973, que encareció la energía, en sólo semanas, en un 400%. La Segunda Crisis del Petróleo (la Crisis de Irán, la crisis de los rehenes) de septiembre 1978, que elevó el crudo en otro 300%. Le siguió la Crisis de la Deuda (de los países menos desarrollados), en 1982, con un aumento de la tasa de interés del 400% y que condujo a muchos países a la cesación de pagos por su elevada deuda externa. La Crisis Mexicana de 1994, llamada Crisis del Tequila, más limitada en sus efectos, pero también impactante para los países de ingresos medios (como el nuestro) e ingresos bajos. La Crisis Asiática de 1997, que se desencadenó por la salida de un tipo de cambio fijo por Tailandia, junto a una fuerte devaluación. En razón de su repercusión en todo el mundo se la considera la primera gran crisis de la globalización moderna.

La sexta conmoción, derivada de la anterior, fue la Crisis de Rusia, que cayó en cesación de pagos (por la caída del precio del petróleo, su principal exportación, ante la recesión de la economía mundial por la Crisis Asiática) y debió devaluar su moneda.

Cronológicamente, siguió la Crisis Argentina de 2001, que impactó también los mercados mundiales financieros (y, por tanto, luego los mercados reales de bienes y servicios). Finalmente, llegamos a la novena crisis, la más importante desde 1930, la Crisis Global, iniciada en 2007 en Estados Unidos, seguido en 2008 por su repercusión en la Unión Europea y luego en todo el mundo. Esta fue la primera crisis, desde 1930, que se originó en un país central y no en uno periférico. (Cfr. E. Rezk, La política fiscal en un mundo integrado, Edicon, Bs.As., 2015). A esta altura de la exposición caben dos preguntas para formularse:

a) ¿Resulta conveniente el nivel que ha alcanzado el proceso de mundialización? b) ¿Puede revertirse dicho proceso, o negarnos a participar en él?

Para responder a la primera pregunta nos remitiremos a los desarrollos de Rodrik (1997). Allí se presentan las conclusiones de un conjunto de estudios acerca de los impactos en el mercado laboral, y en concreto de la generación de una “dualidad”, que se manifiesta en las grandes diferencias salariales entre los calificados y los no calificados (en cierto modo, “excluídos” del beneficio del nuevo orden). Otro aspecto debatido en Rodrik es el incremento en la elasticidad de la demanda de mano de obra, de modo que la cantidad de ocupados será más sensible a las variaciones salariales. Rodrik cierra su trabajo recomendando prudencia en los políticos y modestia a los economistas (quienes racionalizan, encontrando causales certeras, pero con poca previsión sobre los acontecimientos futuros), atento a la aceptación de la idea de que algunos problemas pueden ser exacerbados por la mundialización (tales como la mayor postergación relativa de las áreas geográficas periféricas de nuestras economías nacionales, acotaríamos nosotros).

Stigliz, en “Cómo hacer que funcione la globalización” (2006), como miembro de la Comisión sobre la Globalización (de la OIT), y en base al Informe elaborado en 2003, señala “El proceso de globalización está provocando resultados desequilibrados, entre países

26 Ha habido otras. De hecho, desde el siglo XVI, la historia es una sucesión de avances en un proceso secular de “globalización”: los descubrimiento de Portugal (siglo XV), la expansión turca (siglo XIII en adelante), la colonización española (siglo XV y XVI), la colonización europea del siglo XVII, el imperio inglés (siglos XVIII y XIX), la expansión europea y norteamericana (siglos XVIII y XIX).

y dentro de ellos. (…) La revolución de las comunicaciones aumenta la conciencia de estas disparidades(…). La comisión averiguó que el 59% de la población mundial vivía en países con desigualdad creciente y sólo el 5% en países con desigualdad en retroceso (…). Puede que la globalización haya ayudado a algunos países (…) pero no ha ayudado a la mayoría. (…) La globalización puede estar creando países ricos con población pobre” (pag. 32/33).

Con esta matización de las bondades de la globalización, debemos preguntarnos si es irreversible este proceso de internacionalización. Hasta mediados de los ‘90, sólo se veían las bondades del proceso, pero luego de las crisis México y de Asia, nuevamente se cuestionó la propia liberalización de los mercados (por los economistas... pero, en especial, por la gente).

Una evaluación histórica nos permite ver que ha habido otros procesos similares que se han detenido y revertido ante la presencia de hechos imprevistos. El siglo XIX, por ejemplo, fue una época de integración, y progreso en paralelo, con gran movilidad de bienes y de capital (quizás relativamente mayor que ahora), e incluso de personas. Recordemos las grandes migraciones, que permitieron reducir la pobreza en Noruega, en Irlanda, en Italia, en España, por la sencilla vía de que los factores (v.gr. mano de obra) se asignaran a áreas de mayor escasez del mismo.

Pero, poco a poco, se fueron consolidando posiciones políticas de restricción. La Gran Guerra de 1914 a 1918 dio paso a un tiempo posterior en el cual los movimientos de capital a corto plazo eran muy inestables, intentando los bancos centrales multiplicar sus intervenciones para controlar los flujos desequilibrantes de capital. Pero, finalmente, la Gran Depresión puso fin a aquel intento de globalización. La presencia de ese “crack” se debió, entre otras causas, a la vulnerabilidad financiera, incluso de las propias instituciones creadas para proteger contra los impactos negativos de la mundialización. Luego de aquello, las tendencias nacionalistas tomaron un auge sin precedentes modernos, en su dimensión e intolerancia. Keynes describió esta tendencia en su ensayo sobre el tema (“National Self Sufficiency”) de 1933. Por tanto, poco podemos decir sobre su irreversibilidad, aunque las técnicas informáticas prevalecientes nos inducen a pensar en un “piso” de integración mayor que el de antaño.

Ahora bien, ¿podemos negarnos a participar de él? Esto es, ¿podemos cerrar nuestra economía hoy por hoy ? El mismo argumento de la presencia de nuevas tecnologías de información nos conduce a creer que esto es imposible. Pero debemos tener bien en mente lo que Rodrik, en otro ensayo de 1992, llama la “asimetría de la política comercial”, afirmando que el cerrarse a ultranza al comercio internacional conduce a muy malos resultados (nuestro país es un ejemplo de ello), pero la apertura no garantiza los buenos resultados (¡sorpresa! nuestro país es, también en este caso, un perfecto ejemplo).

¿BENEFICIA LA GLOBALIZACIÓN? Los adherentes al libre comercio plantean que no sólo los países industria-

lizados sacarán beneficios de la globalización, sino que también lo harán los países en vías de desarrollo y los subdesarrollados. Sin embargo, la expansión del comercio internacional causa preocupación en muchos lugares. Algunos creen que sólo los países ricos y los que están en vías de desarrollo (como China, India y Brasil) se van a beneficiar por la globalización, y que los países más pobres quedarán peor. Sin embargo, parece paradójico, al mismo tiempo, ocurre que en países in-

dustrializados crece la preocupación de que una competencia internacional

pueda amenazar actividades económicas, sus productos nacionales y sus exportaciones. Muchas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) están preocupadas por los países subdesarrollados que, con una baja productividad, no pueden competir al mismo nivel que los países industrializados.

Por otra parte, es necesario reflexionar acerca de la dependencia de la inversión extranjera por carencia de ahorro propio. Argentina, en el siglo XIX, no sólo carecía de ahorro sino también de mano de obra. Los factores (capital o personas) afluían a nuestro país porque había una renta económica (es decir, una tasa de ganancia por encima de la normal en la economía mundial). Si bien esta dependencia externa ya no es tal para el caso de la mano de obra, todavía nuestro ahorro es insuficiente para generar un proceso “moderno” de crecimiento. Es otra causal que nos aleja de la posibilidad de un cierre económico de nuestras fronteras.

Tomado de http://geo1.espe.edu.ec/wp-content/uploads//2018/10/2.pdf

En “La paradoja de la globalización” (2012), el economista turco D. Rodrik señala un trilema: obtener a la vez hiperglobalización económica, democracia y políticas “soberanas” es imposible. Conlleva necesariamente el debilitamiento de alguna de estas tres. Nos vemos obligados, por ejemplo, a elegir ser un país “globalizado” y con una decisiva participación de los habitantes en las decisiones a través de sus reclamos (digamos de Estado de Bienestar), pero tendremos que sacrificar parte de nuestra soberanía nacional (v.gr., política industrial, política comercial y/o política monetaria). Rodrik se inclina en ceder globalización: ir a una globalización limitada (con estándares comerciales mínimos pero no más allá). En China se sostienen la soberanía de decisiones de política y la hiperglobalización, sacrificando la democracia. Creo que el problema de Chile fue intentar alcanzar los tres a la vez, y¡explotó!

Sin embargo, debemos ser conscientes que estos procesos de apertura y crecimiento tienen beneficios pero también descomunales costos, económicos, sociales..., y culturales. Aspecto que no me fatigo de remarcar y que habitualmente se desprecia: el “imperialis-

mo económico” tal vez exista; el “imperialismo cultural”, sin dudas, está presente.

Las economías de mercado son dinámicas, pero también son perturbadoras.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS DEL APÉNDICE

• Stigliz, J. (2006 ); “Cómo hacer que funcione la globalización”, Sudamericana • Rezk, E. (2015); “La política fiscal en un mundo integrado”, Edicon, Bs.As. • Rodrik, D.,1997.; Has globalization gone too far? Inst. de Ec. Int., Washington, • Rodrik, D.,1982; The limits of trade policy reform in developing countries, J. Ec.Perpectives, winter.

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