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2. Reflexiones sobre Impuestos, Retenciones y Renta de la Tierra
REFLEXIONES SOBRE IMPUESTOS, RETENCIONES Y REN- TA DE LA TIERRA
Pese a que las circunstancias han cambiado mucho desde el momento de la gran discusión del impuesto a las exportaciones del agro (retenciones) con la famosa Resolución 125 de 2008; y particularmente la eliminación de algunas retenciones en diciembre de 2015 han matizado este debate, resulta una alternativa de política siempre presente, y por eso nos detendremos brevemente sobre algún aspecto.
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No podemos extendernos, y ya hemos dado nuestro parecer sobre este particular tema del agro argentino en el ámbito de otros foros (Cfr. Figueras, Alberto José, “Las retenciones: lo que se dijo y lo que no se dijo. Reflexiones sobre el impuesto a las exportaciones agrarias”, La Gaceta, CPCE, diciembre 2008), pero entendemos conveniente presentar algunos puntos, en un panorama general. En esto hay una secuencia de preguntas a responder.
1) ¿Por qué causa es necesario establecer impuestos? 2) ¿Pero afectan los niveles de producción la presencia de impuestos? 3) ¿Y los impuestos a las exportaciones afectan los niveles de producción agraria? 4) ¿Por qué gravar preferentemente la exportación del agro y no la de la industria?
Existen varias razones. La primera es que si damos por supuesta la existencia de un Estado que garantiza y organiza un aceptable funcionamiento de las actividades económicas de empresas y hogares, resulta necesario financiarlo, aun siendo un Estado mínimo (defensa, seguridad, justicia). De allí lo imprescindible de la presencia de tributos como flujo habitual de fondos hacia el Estado.
La segunda razón es que en los tiempos contemporáneos ya no hablamos de un Estado mínimo (el Estado liberal, propio del Siglo XIX) sino del Estado Benefactor (o Estado de Bienestar, Welfare State) que garantiza (en teoría) el acceso a la atención médica, a la jubilación, a la educación, etc. a la totalidad de la población. Estado de Bienestar que en su versión primitiva se remonta, en la historia, a los tiempos en que Von Bismarck acordara con el socialismo (de la línea de Lasalle) un “apoyo” a las clases populares a condición de disminuir el grado de conflicto en la sociedad alemano-prusiana de fines del siglo XIX. Y si con el Estado mínimo señalamos que se necesita de tributos, con mayor razón en el caso de un Estado de Bienestar.
Hay una tercera y más fuerte razón, que ya no es de orden empírico sino de orden teórico: la teoría de la Corriente Principal señala que el mercado libre potencia los niveles de producto; y esto justifica, en teoría, la ausencia de intervención del Estado por razones de eficiencia (salvo la presencia de “fallas de mercado”, como las externalidades, que implican, de existir, la necesidad de intervenir para alcanzar la eficiencia). Pero la propia teoría ortodoxa de la Corriente Principal sostiene que el mercado libre no asegura alcanzar una distribución del ingreso equitativa de acuerdo a los criterios sociales de nuestro tiempo. Es decir, que el Estado debe intervenir por razones de equidad; y para intervenir necesita recursos. Además, también debe intervenir por causa de eficiencia en temas de salud y educación, pues allí hay consenso de que existen “fallas” de mercado…, y para todo ello necesita dinero. ¿Cuánto se requiere para esos objetivos de bienestar social? Si nos atenemos a los niveles de los países que habitualmente son nuestra referencia los valores son altos. Australia dedica el 38% del PBI, Alemania 49%, Canadá el 50%, y los países de la OCDE un promedio de 45,2%. Y esto es sobre un PBI medido que no discrepa del “real” en más de un 15%. Es decir, que suponiendo una economía subterránea (o en negro) del 10% en Alemania el peso sobre el PBI real sería de 45%, y en Canadá del 45.5% (aclaremos que en Canadá pese a este nivel, todas las universidades son públicas, pero aranceladas y con altos niveles de colegiatura). En Argentina, la “presión tributaria” (esto es, “Tributos recaudados/PBI”) ronda, si la medimos por el
Gasto Público Consolidado (ya que me parece la medida más adecuada pues contempla, en definitiva, incluso el propio impuesto inflacionario y el uso de financiamiento por deuda que estemos emitiendo y que en el largo plazo exigirá ingresos para cubrir rescate e intereses), era en 1995 de 32,5% del PBI; en 2001 de 35,6%; en 2007 de 36%; en 2009 de 43,2%; en 2010 de 44,7% y en 2011 de 47% (Gasto Nacional 25.8%, Gasto Provincial 17,7% y Gasto Municipal 3,5% del PBI) (Aquí nos hemos basado en Resumen Ejecutivo, IERAL, 35 Aniversario, 2012, pág. 30). Pero resulta que, a la vez, los mismos contribuyentes reciben una “devolución” por vía de subsidios de un 4.5% del PBI (en 2011), con lo cual ya estaríamos en 42.5% neto (año 2011)(15) . Presión que, desde ya, NO ES BAJA.
Desde ya, pues todo impuesto afecta directamente los niveles de producción; o indirectamente, a través de su impacto sobre los incentivos. El único impuesto neutro sería un impuesto fijo por persona. Bien saben los economistas que el nivel de producto de una economía donde existen impuestos es menor que el nivel de producto al cual operaría esa economía en ausencia de impuestos (pero esto suponiendo que las condiciones de contexto no cambiaran, pues si no hubiera Estado, los niveles de seguridad serían ínfimos, no habría justicia institucional, etc., en definitiva no habría “economía” posible sino un mundo de saqueo y depredación). En otras palabras, el pagar tributos no constituye un acto de generosidad…, para que agricultores, industriales y comerciantes puedan continuar con sus negocios es necesario mantener un nivel suficiente de Estado Benefactor de acuerdo a las pautas de hoy. De lo contrario, el nivel de conflicto en la sociedad entorpecería ese nivel de negocios.
Desde ya, como todos los impuestos también estos afectan los niveles de producción, reduciéndolos.
IV. Entonces, y dado que es necesario gravar ¿Por qué gravar preferentemente la exportación del agro y no la de la industria?
Aquí hay dos respuestas. La primera es que resulta más conveniente gravar con preferencia la exportación del agro (y no la de la industria) por ser la fuente de mayor competitividad relativa en nuestro país (por la misma razón, en Kuwait se grava al petróleo y no otras fuentes). La segunda, por tener el impacto impositivo menores efectos en la asignación de recursos (en el margen son nulos, desde nuestra óptica, según ya hemos tratado en Figueras, “Las retenciones: lo que se dijo…, y lo que no se dijo”, Dossier, La Gaceta del CPCE de Córdoba, Junio 2008; y en “El Impuesto a la Exportación: las debatidas retenciones”, en Temas de Economía Argentina, Eudecor, 2013). Esto en razón de que, en el largo plazo (entendiendo por tal el tiempo suficiente para renegociar los contratos de arrendamiento), todo gravamen tipo “retenciones” caerá indefectiblemente sobre el propietario de la tierra, y no sobre el productor empresario. En otras palabras, se reducirá el alquiler manteniendo los mismos niveles de beneficio (esto en un análisis de equilibrio económico neoclásico, si planteamos un esquema “sraffiano”(16) deberíamos decir que dependerá de la fuerza de negociación entre sectores, pero lo más probable es que se culminé en una reducción de alquileres). Esta mecánica de impacto sobre la renta entendemos haberla explicado a lo largo del artículo de referencia.
15 Pero existe una economía informal (en negro) importante. Por tanto, la verdadera presión tributaria (no la “legal”) es menor. Esto explica parte de los reclamos que elevan quienes no pueden eludir o evadir impuestos, ya que la presión tributaria sobre ellos es mayor del promedio medido. Cabe señalar que algunas estimaciones, por nuevos métodos que salvan sesgos de medición, consideran el PBI real un 60% mayor al medido (Cfr. F.Sturzenegger, “Con la democracia se come”, La Nación, 6/05/2009), con lo cual la presión tributaria bajaría bastante. 16 Por el economista, Piero Sraffa, que planteó en la década de 1930 la importancia de la fuerza de negociación entre sectores para definir los precios.
PRESIÓN TRIBUTARIA EN LA TERCERA DÉCADA DEL SIGLO XXI
La presión tributaria ha crecido en la última década de manera sostenida, revirtiendo estos números. Por otra parte, la evasión ha disminuido sustancialmente, en razón de los controles. Ahora toda la producción agropecuaria cae bajo gravamen. Y, por tanto, la carga fiscal sobre el agro (y sobre toda la economías) se ha vuelto muy pesada (para algunas zonas insostenible) ya que recae sobre una producción con precios mundiales mucho más bajos que los altos niveles de 2008; y un tipo de cambio real en 2014/2021 bastante más bajo que en aquel año(17). Esta situación de apremio se refleja claramente en los bajos alquileres de los campos hoy. La renta de la tierra parece haberse esfumado.
Quisiera cerrar estas reflexiones mencionando unas palabras del Profesor Juan Carlos De Pablo a propósito de las Leyes de Cereales en Gran Bretaña: “En un país importador de alimentos, como Inglaterra, el `industrialismo´ aconseja derogar los aranceles para reducir (…) el costo laboral en términos del precio de los productos industriales. En un país exportador de alimentos, como Argentina; el`industrialismo´ lleva a prohibir la exportación de productos primarios para lograr el mismo objetivo. En un país importador de alimentos
el industrialismo está a favor del libre comercio ¿debe un país exportador estar a favor
de la autarquía (o cierre de la economía)?” (De Pablo,J.C., “En qué anduvieron y en qué andan los economistas”, Educa, Bs.As., 2008, página 207). Realmente para meditarlo.
UN PÉSIMO NEGOCIO
Para poner un ejemplo vinculado a la renta de la tierra (en este caso “urbana”), a principios de 2015, el propietario de un departamento, si se encuentra inscripto en ganancias, muy probablemente tenga una renta negativa. Esto es, pierda dinero por alquilar ese departamento; o si se prefiere, para no arriesgar en el cálculo, no obtiene prácticamente nada, y le resultaría más conveniente dejarlo cerrado bajo llave que alquilarlo. De hecho, conozco algún caso. En Argentina, alquilar es un pésimo negocio para el propietario. Su renta neta en Buenos Aires, Barrio Norte, en 2014, rendía un bajísimo 1.5% anual neto (era 4% en 2006). Con lo cual se necesitarían 75 años para recuperar la inversión. En el año 1992, el retorno bruto era 12%; en 1999, bajó a 9%; a 5.5% en 2006 y en 2014 escasamente 3.3%. En el mundo, el valor referencial de alquiler mensual es de 1% del valor del inmueble (Cfr. Guarino, 2016; pag. 125/136). En Argentina, como de habitual, fuera del mundo, rinde sólo la cuarta parte. ¿Son altos los precios de los inmuebles o muy bajos los alquileres?
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
• Sonnet, F.,1997; Estructura de la economía agropecuaria y forestal de la Argentina, Ed. Atenea, Cba • Houck, J.P., 1992; Elements of agricultural trade policies, Waveland Press, Illinois, USA • Figueras, A. y Morero, H., 2012, La economía de Henry George, Ensayos de Economía 40, Bogotá • Guarino, J., 2016; Mitos de la Economía Argentina, Ed. B, Bs. As. • Realidad Económica, 268, 2012, Número dedicado a “Los Gritos de Alcorta”, IADE, Bs.As.
17 Pese a las “devaluaciones” sucesivas, hoy 06/2022, debido a la inflación, el tipo de cambio real nos parece que está atrasado. Nuestra “cultura social” lleva a que tal situación se torne en algo endémico.
Tomado de https://www.bcr.com.ar/es/mercados/investigacion-y-desarrollo/informativo-semanal/ noticias-informativo- semanal/argentina-se
Tomado de Copenoa: https://copenoa.com.ar/Investigacion-con-paciencia-y.html