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Apéndice: Acotaciones para la salida de una Recesión

Apendice I

ACOTACIONES PARA LA SALIDA DE UNA RECESIÓN

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En este Apartado pretendemos dilucidar algunas dudas recurrentes: 1) Mirado desde lo macro, ¿es conveniente ahorrar o consumir? 2) ¿Estando en recesión, cómo relanzar una economía? 3) ¿Es importante la presencia estatal en estos casos?

1) La respuesta definitiva a la primera pregunta es clara: depende. Si nos encontramos en un nivel de actividad sobre el producto potencial, lo recomendable socialmente, desde la macro, es ahorrar más pues estamos en pleno empleo, y deben generarse recursos (postergando consumo) para financiar inversiones que permitan aumentar el producto potencial (crecer). Pero si nos hallamos en desempleo (esto es, por debajo del producto potencial o de pleno empleo), tal como argumenta el modelo keynesiano, una reducción en la tasa de ahorro macro (ahorrar menos) ayudaría a salir del bache de desocupación.

2) En cuanto al segundo aspecto, en una recesión, el tema es como relanzar la economía, y allí aparece en el horizonte el pensamiento keynesiano de política económica.

La tradicional receta keynesiana ha sido una inyección de gasto público, que en la visión del propio Keynes era financiada con colocación de deuda pública (títulos), ya que su marco conceptual supone una presencia de liquidez en el sistema, pero que no se colocaba en el sistema financiero por expectativas adversas en los inversores (p.ej. por baja tasa de interés, por derrumbe de la bolsa, por precaución, etc.). Entonces, como recurso salvador, el Estado absorbe el exceso de liquidez con títulos públicos (cuyos fondos aplica a inversión pública), y esto no afecta negativamente la inversión privada ya que se supone que la misma es inelástica al interés. Por otra parte, si sube la tasa de interés por la demanda de fondos por parte del Estado, al emitir los títulos, se incentiva la reducción en la cantidad “demandada de dinero líquido” por la gente (contribuyendo a salir de la trampa de la liquidez o de la demanda perfectamente elástica de dinero). Es decir que, en vez de obrar sobre la oferta monetaria, la propuesta keynesiana ortodoxa es operar de modo indirecto sobre la demanda de dinero, ya que al subir la tasa se liberarán fondos, que habrían estado retenidos con propósito especulativo. Se saldría así de la trampa de la liquidez; y, a la vez, se incentiva la Demanda Agregada, por vía de la inversión pública (financiada con ese ahorro privado, “tomado” por el Estado). Pero para esto es necesario que los agentes económicos privados (ahorristas) confíen en el Estado como “deudor”.

Veamos un caso que puede aclarar el panorama: Argentina, año 2002. Por entonces en la Argentina, la receta de Keynes parecía difícilmente aplicable, por la sencilla razón de que el Estado NO era visto como un buen “pagador”, al deshonrar sus deudas con su reciente default (diciembre 2001) con el alegre aplauso de todo el Congreso argentino. En realidad, los sujetos económicos poseían un exceso de dinero líquido..., pero por temor lo mantenían en divisas; esto era, lisa y llanamente, atesoramiento fuera del sistema; sistema que, por tanto, quedaba ilíquido); y, de este modo, el Estado no podía colocar sus títulos de deuda ya que no tendrían la suficiente aceptación. No podía, pues, conseguir financiamiento para su inversión pública (necesaria en el esquema keynesiano). Para una circunstancia como la de Argentina 2002, una recomendación keynesiana alternativa para reducir tasas de interés es emitir…, siempre que no nos encontremos en una “trampa de liquidez” (o de demanda perfectamente elástica); ya que, en ese caso, pese a la mayor oferta monetaria, la tasa de interés no bajaría (41). Pero tampoco se podía emitir, ante el

temor de una fuga a dólares, e inmediata repercusión en precios, precisamente por encontrarse la economía en una trampa de liquidez (o de demanda de dinero). 3) Como hemos visto en la respuesta anterior, el papel del Estado es fundamental en las recesiones. Como refugio (para los ahorristas, que temerosos por la incertidumbre de su mañana, postergan demanda) y como impulso (al suplir con sus inversiones públicas la deprimida inversión privada). En las recesiones, el sujeto económico privado tiende a diferir consumo (al crecer la incertidumbre, sube su propensión a ahorrar), con lo cual profundiza el problema [al huir del sistema financiero privado (Bolsa o depósitos bancarios) por posibles pérdidas de capital (por caída de acciones, por quiebra de bancos)]. Pero si un Gobierno es “confiable”, lo induce a que, en vez de “atesorar” (es decir, “sacar” el dinero del sistema), refugie sus ahorros en títulos estatales (bonos de un Estado confiable); y si, a su vez, ese Estado opera al modo keynesiano (como explicamos en punto 2, toma ahorro y lo aplica a inversiones compensadoras de la débil inversión privada), salir de la recesión será más sencilla.

RECESIÓN, DÉFICIT Y DEUDA PÚBLICA: Para salir de la recesión en 2009 y según los criterios que hemos señalado en las líneas anteriores, el Estado asumió que tenía que caer en déficit fiscal; y, en su caso, por motivo de la colocación de bonos públicos, acumuló deuda pública. Mucho se ha hablado acerca de que en Argentina los sucesivos gobiernos, desde 1994 (recesión por Crisis de México) y muy particularmente desde 2004, han obrado imprudentemente en su déficit fiscal y/o en su acumulación de deuda pública. Remitimos a leer el artículo sobre el “asunto de la Deuda Pública” en Cap. IV; sin embargo, para que cada uno llegue a su propia conclusión presentamos un cuadro comparativo internacional en 2010.

NOTA: aunque la situación argentina ha empeorado ostensiblemente: en 2015, la Deuda Pública Bruta de la Administración Central era 53 % del PIB; en 2018 ya era de 86% y a fines del 2020 del 101% del PIB. ¡ Qué tal !

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