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Apéndice: Efectos de las tazas de interés negativas

Apendice II

EFECTOS DE LAS TASAS DE INTERÉS NEGATIVAS

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El mercado financiero obra como intermediario entre la unidad superavitaria (ahorrista) y la unidad deficitaria (el inversor). Es un puente que debe tender, como objetivo, a que un mayor volumen de ahorro se transforme en inversión “productiva”. El mercado financiero posee tasas activas (que cobra) y tasas pasivas (que paga). La diferencia entre las mismas constituye el “spread” bancario, que surge como consecuencia del costo de intermediación y el riesgo de la operatoria. Se dice que hay “eficiencia operacional” cuando este “spread” es mínimo. Y hablamos de “eficiencia de aplicación” cuando los tomadores de fondos logran la mejor asignación alternativa a “activos reales” (p.ej. si el objetivo es aplicar los fondos al sector manufacturero, hacerlo en aquel proyecto con el mayor retorno entre las alternativas posibles). La lógica nos dice que al ser el “financiamiento” escaso, constituye un bien económico, y debe poseer un precio (tasa de interés) positivo, así para quien lo toma como para quien lo aporta.

Pero en nuestro país, durante la segunda mitad del siglo pasado, se construyó un sistema productivo (en especial manufacturero) sobre el absurdo económico de la presencia de

un precio negativo del financiamiento. Así, las tasas de interés "reales" fueron nega-

tivas por décadas. Para percibir la magnitud del fenómeno en 1950/1980 podemos recurrir al trabajo de Ernesto Gaba (La Reforma Financiera, Ensayos Económicos 19, BCRA.1982). Desde 1950 hasta 1977, como se ve en el Cuadro que presenta Gaba, las tasas activas reales fueron sistemáticamente negativas. La reforma monetaria de 1977 perseguía como objetivo remover tal situación antieconómica, dados sus efectos perversos sobre el sistema al direccionar incorrectamente la aplicación de recursos. Efectivamente, en las tres décadas de tasas negativas se fue delineando un capitalismo "prebendario", que aún persiste, y que sobrevive de obtener recursos financieros "gratuitos". Un aspecto de la inadecuada asignación de recursos fue su aplicación preferente (a veces de modo "directo" por el propio ahorrista) a inversiones en construcción, y no a equipos durables de producción. Lo cual, obviamente, restó potencialidad a los niveles de inversión realizados. En el Cuadro, se observa la gran transferencia de recursos de ahorristas a inversores.

Como se aprecia en el Cuadro debajo, un inversor que requirió financiamiento el primer día de 1950(por $1000), en 1981, primer semestre, debe en términos reales menos del 1% de aquellos mil pesos (sólo $9.5). Mientras que el “ahorrista”, que a través del puente del sistema bancario lo financió con un depósito de $1000, en 1981 escasamente le quedaban 72 centavos “reales” (menos del uno por mil). La diferencia entre la tenencia final de uno y la deuda final del otro se explica por el “spread” bancario (para una extensión de este punto, Cfr. Figueras, art. “Convertibilidad y Pesificación versus Inflación”, en Lecciones de Economía Argentina, pag. 325/334, Eudecor 2012). Existía un subsidio implícito cruzado, que cierta prédica industrialista fogoneaba. ¡Cuántas empresas, grandes y pequeñas, de Córdoba y el país, se construyeron con este "hurto" velado al ahorrista! Es evidente que si se emprende un proyecto (que ni siquiera ha sido seriamente evaluado) cimentándolo en tasas negativas del capital, si éstas se vuelven positivas, el proyecto se despeñará. Esto explica muchos de los derrumbes empresariales cuando las tasas reales activas se vuelven positivas.

EVOLUCION DE CAPITALES “REALES” EN DEPÓSITO Y EN PRESTAMO

Fuente: elaboración propia a partir de Cuadro I de Ernesto Gaba, 1982, La Reforma Financiera, Argentina, Ensayos Económicos 19, BCRA, pag. 35 Nota metodológica: el cálculo se ha efectuado a partir de un préstamo (y un depósito) inicial de $1000, el 1º de enero de 1950; aplicándosele las tasas respectivas reales del Cuadro I (Cfr. Gaba, op.cit.) (se hicieron redondeos)

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