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1. El fenómeno del Crecimiento
EL FENÓMENO DEL CRECIMIENTO
I. Causales del crecimiento, una breve presentacion
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En un artículo anterior, hemos señalado que existe un “acuerdo” en cuanto a que en “condición de equilibrio”, la propensión a ahorrar juega un papel fundamental. En la figura I representamos, el logaritmo del producto per cápita (en la ordenada) contra el tiempo (en la abscisa). Las líneas son las sendas de crecimiento “estable” con pleno empleo. Nos señalan “rutas de crecimiento”, cuyas pendientes nos dicen la tasa de cambio del producto per cápita (por ser derivada del ln Ypc respecto del tiempo)
Figura I
In y
Cada una de ellas se diferencia por la tasa implícita de crecimiento, cuanto mayor sea la tasa de ahorro más alta será la “senda” definida. La línea gruesa plantea la trayectoria “concreta” de una economía. El paso de una senda a otra indica un “efecto de nivel”, por un cambio de la tasa de ahorro.
Veamos más en detalle el problema, tal como fue modelizado. Los modelos de Harrod (de 1939) y de Domar (de 1946) parten de una función de producción de coeficientes fijos (las isocuantes toman forma de escuadra, con el ángulo en la senda de expansión); por lo cual la sustituibilidad es ignorada. Este esquema, habitualmente llamado modelo de HarrodDomar, de raíz keynesiana, fue “superado” por el elaborado por Solow (Nobel 1987), que se funda en una función con rendimientos constantes a escala, sustituibilidad entre capital y trabajo y productividad marginal decreciente. A partir de una función de producción con estas características y una ecuación de acumulación de capital, se llega por desarrollos matemáticos a la formulación clave de la acumulación de capital por trabajador. Partimos de que la inversión neta es la inversión bruta menos el desgaste (o depreciación).
Al pensar en términos per cápita (por trabajador), dividimos por “L”: (Variación de capital K)/ L = Inversión/ L – Desgaste del capital K/L
Si consideramos que la inversión (I) se obtiene del ahorro, y éste es una proporción (s) del ingreso (Y), puede decirse que: s x Y = I; y en términos per cápita (que representamos por letras minúsculas), tendremos: Inversión per cápita = s x Y/L = s x y
A su vez, el desgaste del capital es la depreciación del stock. Lo que puede definirse como una proporción (d) del capital por trabajador (K/L = k). Por tanto, el desgaste = d x k. Así llegamos a la formulación clave, o ecuación fundamental:
En palabras sencillas, la variación del capital por habitante es igual a la inversión (que es igual al ahorro en el “sendero de equilibrio”) menos la depreciación del capital.
Por simplicidad, veremos su operación gráficamente, teniendo en cuenta lo que representan cada uno de los términos del segundo miembro. La función de producción (que todo aquel que ha pasado por un curso introductorio conoce) puede remitirse a una gráfica en el espacio producto/capital, y considerando ambos per cápita, podemos hablar del espacio ingreso por habitante (en ordenada) y capital por trabajador (abscisa).
En el gráfico, la función Y/L = f (L/L, K/L) = f (k); se representa por la línea “y”. Pero lo importante es el nivel de ahorro que surge de multiplicar la propensión a ahorrar (s) por el ingreso per cápita (y). Tendremos pues la línea sy, que, por supuesto, al ser s<1, deberá estar por debajo de la línea “y” en la Figura II. Por su parte, el desgaste o depreciación es una relación lineal del capital por habitante (k); de allí que lo representemos por la línea recta dk.
En definitiva, resumiendo la multiplicación de la propensión a ahorrar (s) por el ingreso per cápita (y) nos da el nivel de ahorro (que en equilibrio es igual a la inversión); mientras el producto de la tasa de depreciación por el nivel de capital por habitante, nos plantea el reclamo por mantenimiento de capital. Estamos hablando de “necesidades de capital” y de “suministros de capital”. Su igualdad nos indicará que el capital por persona permanece constante, en un punto ke (o estado estacionario) de equilibrio.
Como hemos visto al definir el ingreso por habitante (o nivel de vida), éste es función del capital per cápita: y=f(k). Por tanto, para que nuestro nivel de vida crezca debe crecer el nivel de capital (por habitante). Esto es, el “aporte de capital” debe ser mayor que el “desgaste de capital (sy > dk). Veamos gráficamente. Si el nivel existente de capital por habitante es ko, entonces esa desigualdad se cumple; y estaremos aumentando la cantidad de k (pues se desgasta menos que lo que se invierte); y entonces el ingreso por habitante crecerá, aunque a tasa decreciente (como se desprende de la función de producción).
¿Hasta cuándo se dará esto? Hasta llegar a “A”, que se corresponde a ke, que llamamos “estado estacionario”, pues se invierte tanto capital pc como se desgasta. Quedamos “estacionados” allí. Si el nivel de capital existente estuviera a la derecha de ke, como se percibe ins-
peccionando la gráfica, la depreciación será mayor que la inversión, el nivel de k disminuirá; y como consecuencia caerá también el nivel de ingreso por habitante…, estacionándose en “A” (un punto de equilibrio de largo plazo…, siempre que los parámetros no cambien). Pero si la tendencia al ahorro (s) aumenta, entonces el nivel de capital p.c. de equilibrio se desplazará a k’, y el producto per cápita habrá también subido desde A hasta B.
PREDICCIÓN DE LA TEORÍA NEOCLÁSICA: Uno de los aspectos que la teoría neoclásica predice (en base a una función con rendimientos decrecientes de capital) es que existirá un proceso de convergencia entre países (o regiones) en sus niveles de ingreso (suponiendo que todos tienen igual función de producción).
Para comprender esto con sencillez, vayamos a la Figura III. Recordemos que la variación del capital p.c. es igual al “ahorro” p.c. menos la depreciación por habitante. Si queremos pensar en términos de tasas de crecimiento (y no en niveles, como en la Figura II), dividimos la ecuación por “k” (capital por trabajador), y nos queda:
Si lo llevamos a la Figura III, el primer término del segundo miembro será una curva decreciente (su valor se reduce con el aumento del valor de k). A su vez, el segundo término será una línea recta constante al nivel de la tasa de depreciación “d”. Tenemos pues la “curva de ahorro” descendente y la “curva de depreciación” (constante en “d”). El estado estacionario estará, como antes, en ke, cuando ahorro (inversión) y depreciación se igualen.
Pero si el nivel de capital p.c. se encuentra en niveles inferiores a ke, la tasa de ahorro será superior a la tasa de depreciación; y su diferencia será la tasa de crecimiento. Se aprecia que cuanto más alejado esté el país del nivel ke, mayor será la tasa de crecimiento, la cual irá disminuyendo hasta llegar a ser nula (en el “estado estacionario”). Esta diferencia en las tasas relata la “dinámica de la transición”. Por otra parte, si sube la propensión a ahorrar (s), la curva de ahorro se corre a la derecha, y el “estado estacionario” se desplazará a una mayor relación de capital por habitante. Si sube la productividad [o sea, f(k)] ocurrirá otro tanto.
POR QUÉ LOS PAISES CRECEN CONSTANTEMENTE
Sin embargo, hasta aquí el modelo sólo explica la forma en que, si la situación existente en la economía fuera distinta al nivel de equilibrio ke, se convergerá finalmente hacia él; pero no explica por qué los países crecen constantemente (per cápita) sin encontrarse con un estado estacionario. La respuesta, que aquí no desarrollaremos, está en el cambio tecnológico. En aquel modelo original de Solow (de 1956 y 1957), este cambio tecnológico era considerado exógeno (o sea, inexplicado por el mismo modelo). Para salvar esta “debilidad” aparecen los modelos de crecimiento endógeno, como el de Romer (de 1986, 1989 y 1990) o el de Lucas (de 1988).
Una forma muy sencilla es plantear una función en donde no solamente estén trabajo y capital sino también explícitamente la tecnología (A), y de forma más general el “nivel de conocimientos” (o “cualidades” incorporadas en la propia mano de obra, Lc). Formalmente, Y=f(K,Lc,A). Estos modelos procuran introducir dentro del cálculo económico temas que antes eran “datos” para la economía (como la misma innovación tecnológica o el capital humano). Desde Solow quedaba esclarecido que el temido estado estacionario (sin crecimiento per cápita) se posterga sistemáticamente por cambios tecnológicos. Ahora, en las nuevas modelizaciones, se introducen esquemas explicativos del comportamiento de estas variables básicas. En el modelo de Solow, la tecnología surgía de “la nada”; en cambio en las teorías de crecimiento endógeno esta tecnología y nivel de conocimientos surgen de: subsidiar investigaciones, proteger la propiedad intelectual, “importar” ideas, alentar la tarea intelectual de generación y de difusión de conocimientos vía la educación (Jones, 1998, cap. 3, 5 y particularmente 6).
TEORÍAS DEL CRECIMIENTO Y TEORÍAS DEL DESARROLLO
Si revisamos la literatura, podemos encontrar teorías del crecimiento y teorías del desarrollo. Las primeras están bien formalizadas, con precisión y sin ambigüedades (como los modelos de Harrod o Solow). Las segundas, intentan ser más abarcativas en sus explicaciones, pero lamentablemente (por ahora) presentan algunas fragilidades de formalización que las ha hecho menos rigurosas (según la modalidad actual de ver el mundo con cristal matemático). Ahora bien, estas nuevas tendencias como en Romer y Lucas, de los modelos de crecimiento endógeno, indagan no como escapar del subdesarrollo sino como detener la “declinación” relativa que un país como EUA parecía sufrir en los años ochenta frente a Japón. Lo que les generaba gran temor.
Podemos apuntar entre los viejos modelos neoclásicos (de crecimiento exógeno) y los nuevos (o de crecimiento endógeno), algunas diferencias en sus supuestos. Los primeros trabajaban en su modelización con mercados competitivos, tecnología exógena, rendimientos constantes a escala, población con aumento dado exógenamente y sin incluir efectos de política gubernamental. Los nuevos modelos intentan ser más realistas, suponen existencia de competencia imperfecta, tecnología endógena resultante de decisiones micro, rendimientos crecientes a escala, población endógenamente determinada e inclusión expresa de la política gubernamental.
Si Q = f (L,K), entonces, un cambio en Q puede explicarse por cambios en la cantidad de los recursos..., pero también en su calidad.
Es decir, el cambio de producto se explica por los cambios respectivos ponderados por sus participaciones [llamando q (i) a la calidad del factor "i"].
Solow, en un artículo de 1957, “El cambio técnico y la función agregada de producción”, trabajó un ejercicio contable sencillo, como el anterior, a fin de identificar las participaciones de cada componente en el crecimiento para EEUU. Angus Maddison realizó un estudio comparativo mundial; y para el caso de Argentina, existen trabajos recientes en esa dirección, como los de V. Elías (1992 y 1993). De acuerdo a la metodología de fuentes del crecimiento económico, el crecimiento del PBI de un país, en un período, puede expresarse como: Crecimiento del PBI = Contribución del insumo trabajo + Contribución del insumo capital + Contribución de la Productividad total de los factores (PTF)
En donde la contribución de cada uno se define como: - Contribución del trabajo = crecimiento del trabajo X tasa de participación en PBI - Contribución del capital = crecimiento del capital X tasa de participación en PBI - Contribución de PTF = crecimiento del PBI - (Cont. Trabajo + Cont. Capital).
Como se ve, de los países seleccionados en el Cuadro I sólo Argentina registra un crecimiento negativo en la década de los ‘80. Argentina es el que tiene menor crecimiento en los insumos totales; en especial, en el caso del insumo capital que creció solo 0,40 (es decir, una tasa nueve veces inferior a la de Brasil, cuatro a la de Chile y diez veces a la de México). A su vez, la eficiencia global, medida por PTF (con excepción de la de México) fue la peor de todas. Chile presentó una “eficiencia” el doble de eficaz del caso argentino (y allí estuvo la clave “del milagro chileno”). Una performance verdaderamente pésima para Argentina, no sólo en términos absolutos sino también relativos.
Para que el lector comprenda mejor el Cuadro I, digamos que la Productividad Total de los Factores representa una medida de la eficiencia global de una economía (eficiencia en el uso de los recursos), incorporando efectos tecnológicos y de política económica.
MIRADAS DE OFERTA Y MIRADAS DE DEMANDA. Nota 1
Entre las teorías del crecimiento pueden distinguirse dos grandes líneas: las que acentúan las facetas de oferta (recursos y tecnología) y las que remarcan las de demanda. Entre las primeras, se incluyen las keynesianas primitivas (Domar y Harrod), las neoclásicas originales (Swan, Solow) y las neoclásicas del crecimiento endógeno (Romer, Lucas, etc.). Entre las de demanda, se destaca la teoría postkeynesiana de Tony Thirlwall o de crecimiento liderado por las exportaciones. La mirada académica predominante es la que acentúan la perspectiva de oferta, e intuitivamente se entiende que la tecnología es el elemento fundamental. Sin em-
bargo, un controversial trabajo de Alwyn Young de 1995 (The Tyranny of Numbers, QJE), sobre los cuatro dragones asiáticos (Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong), llega a la conclusión de que la llave no estuvo en el cambio tecnológico sino en el crecimiento de los factores; y éste se dio por el aliciente de su orientación hacia las exportaciones. Un aspecto omitido por la teoría neoclásica es precisamente ese: la preocupación por la demanda externa, por el balance de pagos y los problemas propios de una economía abierta (tipo de cambio, nivel de importaciones). La Teoría Neoclásica de Solow-Swan (TN) se centra en tres factores (tecnología, capital y trabajo). En este esquema el cambio tecnológico es fundamental, pero no se ocupa del origen de ese cambio tecnológico, y por qué difiere entre países. Y esto último es fundamental para explicar las diferencias entre naciones. Si bien esta es una debilidad del modelo, también es cierto que los modelos no pueden abarcar todo. Son meras simplificaciones reduccionistas. Ahora bien, una de las predicciones de la TN es la convergencia en nivel de ingreso por habitante entre los distintos países; y esto en razón de los rendimientos decrecientes del capital. Pero esa convergencia no se manifiesta de manera absoluta (o incondicionada) pues en realidad existen rendimientos constantes. Este es el punto de partida de las llamadas teorías endógenas del crecimiento que intentan explicar el porqué de la “ausencia” de convergencia. En definitiva, la idea es que hay factores que impiden que el producto marginal del capital decrezca como postula la función de producción neoclásica. Hay varias explicaciones. Todas apuntan a las externalidades como causa. Para mencionar algunas. La de P. Romer (de 1986), que sostiene la presencia de externalidades en los procesos de “investigación y desarrollo” (lo que desató la obsesión mundial por aplicar fondos en ese rubro…, hasta casi el despilfarro). La de R. Lucas (de 1988) que también apunta a la presencia de externalidades, esta vez en el proceso educativo; y la de Grossman y Helpman (de 1991), que apunta específicamente a efectos externos por difusión de la tecnología.
II. Reflexiones de cierre
El desarrollo económico (y el crecimiento) es un proceso. En la encíclica papal, Populorum Progressio, Paulo VI caracterizó al desarrollo como “el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”. Uno de los problemas fundamentales es establecer qué factores o relaciones hacen que se inicie y sostenga este proceso de cambio, y determinen su ritmo.
La primera teoría “moderna” del crecimiento fue formulada por A. Smith, en su “Investigación sobre las causas de la riqueza de las naciones” (1776). El título lo dice todo. El objetivo central era desvelar como se puede pasar de una economía atrasada y estancada a una avanzada y dinámica. Desde entonces, muchos han incursionado en este ámbito del pensamiento (uno de ellos Marx, cuya obra puede decirse que apunta a este problema, pero su complejidad y extensión nos impide presentarla aquí).
Un hecho palpable es que, pese a la rémora que suele implicar un pasado poco fecundo, las situaciones relativas cambian con una rapidez mayor que lo habitualmente esperado: mientras hacia 1954 Italia tenía un producto por habitante del 80% del de Argentina, en 1993 era ya del doble. Japón, que por entonces lo tenía en un nivel del 55% de Argentina, en 1993 era un 131% superior. Por otro lado, Cuba que en 1954 estaba por encima de España y en un nivel del 80% de Argentina, cuarenta años después, en 1994, sólo estaba en un 33% respecto del caso argentino, y en escasamente el 20% de España.
En los años ´50 y ´60, se creyó que había que buscar primero el desarrollo económico, y luego el sociopolítico. Era el enfoque economicista del “desarrollismo” (de A. Frondizi,
por ejemplo). La posición opuesta a ésta supone que si se poseen instituciones políticas sólidas y democráticas, el desarrollo económico fluye naturalmente (la posición de R. Alfonsín es un muy buen ejemplo de esta concepción). Es la idea “institucionalista” y también la populista (v.gr. del Justicialismo).
Hoy toma fuerza una tercera hipótesis, planteando que no se depende tanto de factores económicos o políticos como de una visión cultural de la sociedad. Esto es de un conjunto de valores predominantes. En el pasado, esta línea de análisis estuvo representada por Max Weber (y su tesis sobre el desarrollo capitalista a partir de la “ética protestante”). Hoy, dos autores que se enrolan en ella son Lawrence Harrison y M. Grondona. ¿A quiénes asistirá razón? Como se ve, las posiciones son múltiples. En este breve artículo hemos intentado presentar al lector la visión económica, y cerrar con una referencia a las ideas de otras líneas de pensamiento.
MIRADAS DE OFERTA Y MIRADAS DE DEMANDA. Nota 2
Como ya dijimos, una “debilidad” en la Teoría Neoclásica original es que no considera la presencia de externalidades. Otra “debilidad” sería su grado de agregación: no hay sectores sino un producto bruto indiferenciado. Sin embargo, distintas investigaciones han sostenido la importancia de estudios desagregados por sectores. Por ejemplo, N. Kaldor, en trabajos de 1957, 1966 y 1967, defendió la idea de que la llave del despegue está en el sector manufacturero, ya que su crecimiento determina el crecimiento de su productividad sectorial a la vez que la del sector no industrial, generándose un círculo virtuoso. Este mismo concepto había sido ya defendido por Petrus Verdoorn en 1949(1), e incluso antes por Allyn Young (en 1928). Finalmente, Kaldor, que había sido alumno de Young y trabajado con Verdoorn, sencillamente modelizó formalmentes y de manera más acabada la misma idea. Así que para el Profesor Kaldor el proceso de crecimiento se explica mejor con un modelo bisectorial, y su conclusión es que este crecimiento se encuentra condicionado por el desempeño del sector manufacturero como elemento central. No obstante, subsistirá otra “debilidad” de la teoría neoclásica: en su esquema no hay un rol para la demanda. Allí surge una mirada postkeynesiana: la de Anthony Thirlwall, quien simplemente “toma” el esquema de Kaldor, sustituyendo las manufacturas por las exportaciones como pivote. Su idea es que la restricción de demanda golpea las economías mucho antes que la restricción de oferta llegue a operar. Es más, entiende que su modelo es un modelo orientado por la demanda, pero también con un costado de oferta pues las exportaciones generan las divisas para pagar las importaciones (habitualmente un cuello de botella en los países menos desarrollados). Es una forma de “restricción externa”. En dos palabras, y en base a simplificaciones operativas, la llamada Ley de Thirlwall sostiene que la tasa de crecimiento de una economía puede ser razonablemente aproximada por el cociente entre la tasa de crecimiento de sus exportaciones y la elasticidad de ingreso de sus importaciones. Esta propuesta es válida también para regiones. Thirlwall así lo sentenció en el título de uno de sus artículos: “Regional Problems are Balance of Payments Problems”. Precisamente, a partir de ese concepto elaboramos nuestra tesis doctoral, “Efectos de la políticas macro en Economías Regionales”, aunque remarcando más que Thirlwall el costado de la oferta: señalando que los problemas de desarrollo en las economías regionales del interior en Argentina surgen de limitaciones en su nivel de exportaciones por inapropiadas políticas macro nacionales (de cierre y bajo TCR; y con ello, precios relativos desfavorables), especialmente durante el proceso de sustitución de importaciones, que le han restado una presencia suficiente de factores
1 “La productividad del trabajo depende positivamente del nivel de producción industrial”. Esta es la llamada Ley de Verdoorn, que racionaliza la que luego sería llamada “causalidad acumulativa” de Myrdal y que explica, desde ese concepto, los procesos de divergencia.
dentro de sus fronteras provinciales. Y ésta es la arista de oferta: una provincia no produce más por no contar con factores, en cantidad y calidad, para ello: no han llegado, no se han desenvuelto, o directamente han migrado por precios adversos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
• Elias, V.; Fuentes de Crecimiento, Fundación del Tucumán, Santiago de Chile, 1992. • Hagen, E., · La teoría económica del desarrrollo, Bs.As. 1971 • HarrisonN, L.; El subdesarrollo está en la mente, Madrid, 1987 • Hesse & SauterR; Introducción a la Teoría del Desarrollo, Buenos Aires, 1981. • Jones, C., 1998; Introduction to economic growth, Norton & Company, New York. • Lacoste, Y.; Los países subdesarrollados, Eudeba, 1962 • Mankiw, N.; Macroeconomía, 1995. • Sala-i-Martin, X; Apuntes de crecimiento económico, Bosch, Barcelona, 2000.