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Julia de Burgos. Olfateando horizontes de justicia de Dios de Federico Cintrón Fiallo

Félix Córdova Iturregui

Julia de Burgos. Olfateando horizontes de justicia de Dios de Federico Cintrón Fiallo

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En tiempos de crisis, cuando la universidad pública sufre el acecho de la política neoliberal, la presentación de un libro nuevo y provocador tiene una importancia difícil de exagerar. Mucho más cuando el libro se nos acerca después de las inmensas movilizaciones de julio de 2019 cuando una fuerza democrática de pueblo residenció en la calle a un gobernador y lo sacó de su puesto. Para mí es un placer, en este umbral histórico en que vivimos, en un contexto cargado de presagios, y en esta golpeada pero resistente Universidad de Puerto Rico, en el Recinto Universitario de Mayagüez, presentar el libro de Federico Cintrón Fiallo, Julia de Burgos. Olfateando horizontes de justicia de Dios.

La tendencia al recibir un libro es reconocer de inmediato a su autor. Merecido tiene ese reconocimiento. Pero el libro, como objeto físico, con la apariencia que se nos entrega, su tamaño, colores, diseño, y otros aspectos, es resultado de un esfuerzo colectivo. Debemos reconocer el trabajo de la Editorial Múcaro-CEDEI, a los responsables del diseño de portada y de las correcciones, Michelle Aquarela y Khalisy, y Teresa de Hostos Olivar. No quiero olvidar a los menos recordados una vez el libro cae en nuestras manos. Me refiero a los trabajadores de imprenta, ese colectivo que nos deja el producto de su trabajo sin autoría, en un anonimato que solo el accidente nos hace recordarlo: cuando el libro se rompe o nos revela algún defecto físico.

Quiero comenzar diciendo que disfruté la lectura de este ensayo. Es producto de un estudio cuidadoso, muy bien redactado, respetuoso de la concreción y particularidad de los poemas que comenta, polémico, eso sí, pero muy acucioso en sus juicios, además de amplio en sus reflexiones. Hay sobre todo un aspecto que me agrada destacar: está escrito por una persona cuya vida ha sido un compromiso sostenido con la libertad de Puerto Rico y con una sociedad de mujeres y hombres enlazados por relaciones de igualdad y respeto. Podría parecer que en tiempos dictatoriales de la Junta de Control Fiscal, en tiempos de austeridad para las mayorías del pueblo y de deleitable corrupción para una minoría que día a día despoja al país, publicar un libro sobre Julia de Burgos, no aborda los retos del momento histórico. Ese tipo de juicio responde a una mirada corta, no a la mirada larga propuesta por Eugenio María de Hostos, tan admirada por Juan Antonio Corretjer.

Libros como este fortalecen el entramado de nuestra cultura y la riqueza de sus manifestaciones. Si algo sorprendió al mundo en las pasadas acciones de julio, fue la inagotable creatividad y la abundancia de expresiones culturales novedosas en las protestas. No pretendo disminuir las amenazas de la agresión colonial, ni la desfachatez de los gestos imperiales, sino reconocer las múltiples formas que adquiere la afirmación nacional en los escenarios más difíciles. ¿Cómo olvidar los episodios sísmicos que todavía nos asedian? Entre huracanes y terremotos, en el contexto de una crisis económico-política-colonial, Puerto Rico, como pueblo relativamente pequeño, parece ser un pueblo con destino. En medio de los sufrimientos, con las sacudidas de la tierra, pueden caerse las torres de las iglesias, pero se siguen oyendo las campanas de una cultura vibrante, presente en la ayuda solidaria y en el trabajo creativo de sus habitantes. Se me ocurre hoy, insertar la mirada sobre este libro en el contexto de una lucha inquebrantable por pisar nuestra tierra, dejar en ella nuestra huella de pueblo y que en esa huella se sienta la resonancia de una cultura compleja y amplia. Quiero, por consiguiente, partir de un reconocimiento a la importancia del trabajo cultural como trabajo que nos afirma y nos cobija a todos, nos abre una enorme carpa de protección ante las inclemencias del tiempo y de la historia, nos permite tomar aliento y seguir el rumbo.

El libro de Federico Cintrón, con su atención a la poesía de Julia de Burgos, atiende una pregunta implícita. Una pregunta que parece que se esconde para ser más efectiva: ¿cuál es la importancia de la poesía en tiempos de crisis y angustia? La contestación a esta importante pregunta tiene una compleja relación con la lectura propuesta a la obra estudiada. La teoría utilizada para acercarse a lo que Cintrón Fiallo llama “el mundo poético” se apoya en tres complejidades: “el poeta, el poema redactado y la persona que lee”. (25) La relación entre estos tres elementos es inevitablemente abierta y dinámica. Se hila de forma continua en la historia. El vínculo de las tres complejidades, podríamos decir, está en un proceso de expansión o contracción que se alimenta o se debilita en la conciencia o en el olvido colectivo de la obra. Sin embargo, la vida de la obra literaria realmente comienza cuando se despega de su origen, el escritor, la poeta en este caso, y pasa al complejo proceso de lectura a través del tiempo. Por esta razón, si lo histórico cruza la relación de las tres complejidades destacadas, es inherente e inevitable a la obra poner en contacto diferentes épocas, diferentes contextos históricos. Por eso destaco nuestra presencia de lectores en tiempos de crisis. Porque lejos de alejarnos de la obra de Julia de Burgos, nos acerca a ella. En tiempos de crisis surgió la obra y después de tantas décadas, en tiempos de crisis somos sus lectores.

No es una casualidad observar que la persona que lee es aquella que abre el libro. Ese abrir el libro, pasar sus páginas, dice mucho sobre lo que es la acción de leer. La lectura, según Maurice Blanchot, no agrega nada y consiste en la libertad de acoger el libro, darle la posibilidad de escribirse de nuevo sin la presencia del autor. Pero al mismo tiempo, el lector entra en una lucha profunda con el autor, como afirma el propio Blanchot, en la que el libro de una forma renovada puede regresar a sí mismo. Si bien no se agrega nada en la medida en que el texto permanece idéntico, en torno al libro se forma una constelación de lecturas, formas de brillo que de él emanan, que son el libro y no son el libro, como la luz que emana de un astro es el astro y al mismo tiempo ya no lo es, porque su propia luz contiene en sí misma una despedida. Si reconocemos esa lucha profunda entre autor y lector, como una importante lucha creativa de la cultura, mediada por la presencia del poema, podemos captar lo que puede consistir uno de los aspectos más complejos del arte: su diálogo continuo y persistente entre le presencia y la ausencia.

En la lucha profunda entre lector y autor en la experiencia de la lectura, el autor constituye una ausencia que solamente puede presentarse, hacerse presencia, por medio de la obra, por medio de la eficacia del lenguaje. Una obra, que como afirma también Blanchot, al concluir el acto de creación, despide al autor o la autora, para dejarle un amplio espacio a la actividad creativa del lector. Esta es otra manera efectiva que tiene la obra de experimentar lo abierto, dejándole el espacio al lector, abriéndose a la historia. Por consiguiente, la obra, el poema, es aquello que está en el medio, lo que da presencia a una ausencia como forma de otorgarle profundidad al tiempo. El proceso de lectura tiene una poderosa dimensión imaginaria. ¿Cómo puede la lectora o el lector, en su actividad, afinar su capacidad receptiva para captar con mayor rigurosidad la imagen de la autora proyectada en la obra?

La preocupación de Federico Cintrón Fiallo con estas tres complejidades se relacionan con el carácter polémico de su ensayo. En su libro podemos aquilatar múltiples niveles de lectura que se entrelazan. Un primer nivel básico, que podría considerarse por analogía con el fundamento de un edificio, es la lectura inicial que se ha hecho de la poesía de Julia de Burgos. Los demás niveles que relacionan al lector con la obra se encuentran mediatizados por la crítica existente que se ha fijado en ella. Finalmente, el lector de este libro se enfrenta a una escritura polémica en el sentido de haber regresado otra vez con una focalización particular a la obra de Julia de Burgos, confrontándola con los críticos que han visto en ella una expresión mística-religiosa. No hace falta decir que quien sale ganando en este complejo intercambio es la obra poética de Julia de Burgos así como nuestra conciencia cultural. Las lecturas, lejos de disminuir un texto en sus diferencias, lo agrandan.

El carácter polémico del libro en nada le resta mérito. Por el contrario, lo que hace el debate, llevado con seriedad y rigor es elevar las partes: hacerlas visibles ante los lectores y lectoras. Pero sobre todo, el debate afina la percepción de los poemas con la luz que emana del propio nudo de la polémica. Federico Cintrón Fiallo objeta, cuestiona, coloca entre paréntesis las lecturas críticas que apuntan en Julia de Burgos una experiencia mística de carácter religioso vinculada a la divinidad. Por el contrario, postula una Julia materialista, con una extraordinaria sensibilidad y riqueza espiritual que no exige necesariamente la existencia de Dios. Llega a reconocer la idea de una experiencia mística sin Dios.

Es propio del buen debate la definición de los términos. Y no debe sorprender que entre los términos más problemáticos estén “alma” y “espíritu”. Son conceptos importantes en la poesía de Julia de Burgos. Federico Cintrón Fiallo no los niega. Por el contrario, reconoce su enorme importancia. La fuerza de su argumentación, sin embargo, es la propia Julia de Burgos. ¿Por qué si ella misma se define como materialista en un sentido filosófico, la quieren deslizar por expresiones de misticismo religioso? Aun cuando se trate de expresiones que son inherentes a su quehacer poético. La diferencia consiste en la manera de leer los poemas. Federico Cintrón Fiallo hace una lectura no teísta de la poesía de Julia de Burgos apoyado en dos importantes argumentos: la confesión materialista de Julia De Burgos, por un lado, y por otro lado, algo todavía más importante, mediante una lectura crítica y cuidadosa de sus poemas. Ahora bien, el debate, la diferencia en las lecturas críticas, tiene el efecto de volver a leer y escudriñar con más cuidado y rigor.

Sobre el término más problemático, Cintrón Fiallo se pregunta: “¿Pero qué es el alma para una materialista filosófica?” La contestación es crucial para el análisis de los poemas: “La expresión de su espíritu, y ya vimos que no es otra cosa que la expresión psíquica, mental, emocional, del sentir de la persona, pero no un ente ideal, fuera de sí misma.”(81) Sabemos que el materialismo no basta con afirmarlo. También hay que enfrentar los problemas que suscita. El filósofo marxista, Alfred Schmidt, reconoce que la cruz de todo materialismo es tener que explicar “cómo la materia llega a pensar”.1 Si Julia de Burgos hace confesión de materialismo, Federico Cintrón Fiallo se compromete con una lectura materialista de Julia de Burgos. ¿Hay que indagar, entonces, qué significa una lectura materialista? Esa lectura exige la relación compleja y no quebrantable entre espíritu-cuerpo o almacuerpo. Son inseparables y tanto alma como espíritu se manifiestan solamente a través del cuerpo, poseen una dimensión material. De manera que si hay una experiencia mística, no podría existir a menos que fuese posible un misticismo sin dios, lo que equivale a un misticismo materialista, como expresión de la riqueza de la materia.

No me parece que este planteamiento de Federico Cintrón Fiallo se reduzca a un debate filosófico entre creyentes en la trascendencia y ateos. El debate, me parece que tiene implicaciones más profundas, pero sobre todo más amplias. Antes de llegar a ellas, podríamos hacer algunas observaciones sobre la experiencia mística, para luego exponer el alcance del debate. Me parece, sin reconocer que puedo estar equivocado, que existe en los análisis de poesía una tendencia a sobrevalorar lo que se entiende por experiencia mística. Voy a utilizar como analogía, salvando las diferencias, una expresión de Marx al referirse al enorme valor concentrado en los metales o piedras preciosas. Si el oro o el diamante tienen un valor económico muy elevado, es precisamente porque son difíciles de conseguir y requieren una cantidad de trabajo social considerable para obtenerlos. Si los diamantes o el oro se encontraran en la calle como las piedras, tendrían el mismo valor que las piedras. Dejarían de ser metales o piedras preciosas. Todos sabemos que en el mercado se presentan piedras y joyas falsas. Pues bien, lo mismo sucede en la poesía, aunque suceda de otra forma.

Trataré de explicarme. Cuando San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila o el maestro Eckhart, tienen una experiencia mística no tiene sentido que en un acto simultáneo a la experiencia o previo a ella se hayan analizado los diferentes estadios que la constituyen. Eso podría hacerse como actividad posterior a la experiencia y su profundización corresponde al estudio y la crítica de la experiencia. No es lo mismo el arrebato de la experiencia mística, con su extraordinario exceso, que la explicación y el estudio de lo que allí sucedió. Tampoco es lo mismo conocer a fondo la experiencia y reproducirla. Así como se puede reconocer el valor extraordinario de un diamante, también se puede reconocer la copia falsa. Una vez conocemos en detalle los estadios de la experiencia mística, puede ser reproducida como se reproduce el diamante falso. La experiencia mística, sin embargo, es única y requiere un tipo de vida coherente con ella. No florece en cualquier sitio y mucho menos en terrenos donde no abunda el sacrificio. Por eso Cioran dice lo siguiente:

Al fenómeno místico le falta continuidad: se expande, alcanza su apogeo, y después degenera y acaba en caricatura. Tal fue el caso del florecimiento religioso en España, en Flandes o en Alemania. Si, en las artes, el epígono a veces logra imponerse, nada, por el contrario, más lamentable que un místico de segunda categoría, parásito de lo sublime, plagiario de éxtasis. Puede jugarse a la poesía, puede incluso darse la ilusión de originalidad: basta con haber penetrado en los secretos del oficio. 2

Me parece, sin embargo, que es preciso añadir algo más. La experiencia mística en sí misma, como expresión poética, no contiene nada superior a otras experiencias que responden a otros motivos. Lo que hace a San Juan de la Cruz un enorme poeta es la combinación del exceso de su extraordinaria experiencia religiosa con una capacidad de expresión poética también extraordinaria. ¿Cuántas personas verdaderamente sacrificadas y devotas no habrán tenido experiencias de naturaleza mística y no han podido expresarlas de forma artística, quedando en el anonimato? Si algún crítico o crítica ha pensado que confiriéndole una dimensión mística a la poesía de Julia de Burgos, la enaltece, me parece que ha perdido el foco.

Una vez dicho esto, con lo cual no tienen que estar de acuerdo, debo también añadir que si bien Federico Cintrón Fiallo polemiza con la crítica que le adjudica a la poesía de Julia de Burgos referencia a la divinidad, lo hace con un respeto y tacto realmente admirable. Difiere con amabilidad. En momentos haciendo concesiones que podría no tener que hacer. Por ejemplo, reconoce que la retórica y la forma poética utilizada por Julia de Burgos “se podrían identificar como místicos” aunque sean “manifestación de un alto grado de espiritualidad”, que nada tiene de misticismo o religiosidad. (54) El análisis de Federico Cintrón Fiallo camina con mayor firmeza cuando afirma los ejes principales de la poesía de Juila de Burgos: su conciencia social, la expresión de la mujer, el hombre, y la trascendencia del mundo social, no hacia la divinidad, sino hacia la naturaleza. Además, Federico Cintrón destaca el desdoblamiento de la persona poética de Julia de Burgos como un aspecto crucial en la mirada crítica que se expresa en su poesía. El componente crítico es fundamental porque no desaparece ni en los momentos de mayor arrebato erótico.

Por aquí llegamos al punto principal del ensayo de Federico Cintrón Fiallo: el reconocimiento de la experiencia amorosa como erotismo en la poesía de Julia de Burgos. La fuerza erótica emana del cuerpo y el éxtasis espiritual es resultado de la expansión hacia el amante o hacia la naturaleza. Julia Kristeva describió el lenguaje amoroso como un vuelo de metáforas. También nos dice lo siguiente: “El amor es el tiempo y el espacio en que el “yo” se concede el derecho a ser extraordinario. Soberano sin ser ni siquiera individuo, divisible, perdido, aniquilado; pero también, por la fusión imaginaria con el amado, igual a los espacios infinitos de un psiquismo sobrehumano”.3 Esa centralidad de lo erótico en la materialidad del cuerpo, ocupando el centro de la expresión poética, con su inherente dimensión social, capaz del éxtasis y del sentido de pérdida, inevitablemente lleva la expresión poética a formas semejantes a las místicas religiosas, precisamente porque ambas están movidas por la fuerza del amor. Sin dejar de ser materialista filosófica, Julia expresa la expansión y la ruptura de su yo erótico-amoroso en formas semejantes a las expresiones erótico-amorosas del místico. No es extraño que Julia de Burgos reconstruyera su experiencia en la poesía. La otra Julia citada, Julia Kristeva, vio precisamente en la literatura una fuente de renovación mística por su capacidad de crear nuevos espacios amorosos:

Enamorados de nuestras propias producciones, a cielo vacío, no hemos salido de la religión estética. Religión de lo imaginario, del Yo, de Narciso, la religión estética tiene una vida más larga de lo que pensaba Hegel. Este había olvidado, queriendo ajustarle cuentas a la teología, que había que contar para ello con nuestros amores, de los que la teología había tenido la astucia de ocuparse. Desde entonces, abandonados por la fe pero aún enamorados, y por tanto imaginativos, yoicos, narcisistas, somos los fieles de la última religión, la estética. Somos todos, sujetos de la metáfora. 4

Cito a Kristeva porque nos ayuda a entender el hecho de que por dos expresiones parecerse no podemos concluir que ambas tengan la misma orientación filosófica. Tiene razón Federico Cintrón Fiallo al defender el carácter materialista de la visión filosófica de Julia de Burgos. Lo importante de tal afirmación está relacionada con la forma en que debe abordarse la riqueza de su mundo poético. El libro de Federico Cintrón Fiallo puede parecer un libro parcial, enfocado en un solo problema, el carácter no teísta de la poesía de Julia de Burgos. Pero es mucho más que eso. En su estructura profunda el libro propone una forma más compleja de lectura, una forma más rica de acercamiento a la poética de Julia de Burgos, al defender la necesidad de estudiarla de forma integral, no parcelando sus propuestas. Si Julia de Burgos, desde la materialidad de su cuerpo, defiende su derecho de mujer a la libertad del amor y al desarrollo pleno, si puede considerarse feminista es porque también ataca el coloniaje y defiende la libertad de su pueblo. Si defiende la libertad de su pueblo y puede comprender la importancia histórica de la gesta albizuísta es porque también defiende la igualdad social y vibra ante la solidaridad con los explotados y oprimidos de la tierra. Si afirma su libertad sexual y se enfrenta a las restricciones de una sociedad patriarcal y clasista es porque expresa una posición de vanguardia amplia y compleja. Su feminismo, su entendimiento de la opresión nacional, su tendencia socialista, su vanguardismo, son a su vez fuerzas integradas en su lucha contra el racismo.

La integración de todos estos aspectos se enlazan en la materialidad de su cuerpo de mujer, en la necesidad de disponer libremente de sus manifestaciones. Su poesía puede leerse desde la óptica de cada una de estas complejas vertientes, pero si se pierde la relación de uno de los aspectos con los demás, la lectura resultará limitada. La defensa de la concepción materialista de la propia poeta, defendida por Federico Cintrón Fiallo, es la mejor defensa de su enorme complejidad. En un país asediado por el imperialismo más insidioso y poderoso, apoyado en la institución del mercado, como expresión de una sofisticada división del trabajo, que propicia el individualismo, la dispersión y la fragmentación, defender la integralidad de la poesía de Julia de Burgos, organizada desde su cuerpo material-espiritual, más que una necesidad es una urgencia. Bienvenido este ensayo que enriquece nuestra cultura y nos invita a apreciar la belleza y especificidad del árbol sin desgajarlo de su sitio en el bosque. Mi felicitación a Federico Cintrón Fiallo por un libro hermoso, respetuoso de las opiniones ajenas y cargado de matices, que tiene como objetivo resaltar la complejidad de una de nuestras grandes poetas.

Notas

1. Werner Post, Albert Schmidt, El materialismo, Barcelona: Editorial Herder, 1976, 18.

2. E.M. Cioran, Adios a la filosofía y otros textos, Madrid: Alianza Editorial, 2018, 101.

3. Julia Kristeva, Historias de amor, México: Siglo Veintiuno Editores, 1987, 6. 4 Ibid, 245.

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