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Ética de la palabra: Sobre Actos sucesivos de Heberto de Sysmo
Jesús Cárdenas
Ética de la palabra: Sobre Actos sucesivos de Heberto de Sysmo
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En los últimos años la poesía que vende en España no tiene en cuenta a la palabra. Parece como si la palabra hubiese andado perdida, y la poesía, en busca de ella, no pudiese alcanzarla. Aquellos que la dan por perdida no han sabido ver que la poesía tiene las mismas reglas que la gramática. Ellos se alejan de la poesía. En el otro polo, están los que desean recuperar la palabra y su función literaria como motivo de la poesía. La última entrega lírica de Heberto de Sysmo, o, lo que es lo mismo, José Antonio Olmedo López-Amor, titulada Actos sucesivos, obedece a esta recuperación.
En declaraciones a la entrevista concedida en la revista Monolito, Olmedo López-Amor entiende la poesía como una necesidad de comunicarse con el otro. En ese especial proceso comunicativo que es la literatura, requiere de una alquimia de dos procesos, mental y emocional. El mental obedece a la experimentación que conlleva el propio acto creativo que lo conduce a conectar con palabras apartadas del lenguaje común, y el emocional a establecer la sinergia entre ellas y, posteriormente, entre el conjunto y el autor. Eso es lo mismo que sentimos sus lectores, que cada entrega es un compromiso con la auténtica poesía, una ética de la palabra. La poesía de Olmedo López-Amor se ocupa sobre la posibilidad o imposibilidad que tenemos de llegar a saber quiénes somos a través de las palabras.
El libro publicado en Valencia, por Olé Libros, fue el poemario vencedor del III Certamen de poesía convocado por el Ateneo Mercantil de Valencia. En unas palabras introductorias el poeta Antonio Praena afirma que en estos versos «no solo ser y amar son coextensivos, sino que también poema y amor interpenetran sus esencias hasta prolongarse uno en otro». Lo que avanzan estas líneas preliminares es el hallazgo que habrá de encontrar el lector: el pálpito de la palabra en el caminar de la vida.
Antes de adentrarnos en sus páginas, llama la atención el título, que, volvemos a encontrar, como si de un juego dado al lector fuese, plasmado en versos donde se pondera su esencialidad y dependencia: «Tan solo somos actos sucesivos, / la suma de momentos que ya hirieron» (en el poema «Placebo y yo»). Un canto, por encima de todo, preocupado porque la palabra encuentre sentido en el fluir temporal: «Sabes que la erosión, los sucesivos actos / conducen a este ahora que suplica / no ser pasado / un segundo después» (en el poema «Corégico»). Una escritura donde los motivos son trascendidos, pues en el poema hallan su último sentido.
Actos sucesivos es un conjunto de más de quinientos versos dispuestos en dos apartados, cuyos membretes, acertadamente acompañados por distintas citas (Lautreamont, Hegel, G. Santayana, el primero; Emile Zola, Hermes Trimegisto y Elias Canetti, en el segundo), nos remiten a la belleza de la creación, sentido de lo desconocido, y a la confrontación del hombre con el lenguaje. Llegando al sentido de las palabras, y a la musicalidad, producto de su combinatoria, nos encontraremos más cerca de saber quiénes fuimos, somos y seremos.
Las dos partes contienen el mismo número de composiciones: cada una reúne una quincena, por lo que cabría decir que la estructuración del poemario en secciones simétricas obedece a una exigente organización del conjunto, aportando, a su vez, homogeneidad y gran unidad al conjunto.
En la obra de Heberto de Sysmo están fusionados el objeto y el sujeto. Como ya escribiera el poeta y crítico mexicano Octavio Paz acerca del lenguaje, «el hombre es un ser de palabras», y, más adelante, afirma, «Estamos hechos de palabras». La palabra encuentra cabida en el tiempo y el poeta dota a esa palabra de asombro con la que deslumbrar. Esta fascinación por dar cabida al compromiso con la palabra es un rasgo singular de la obra del valenciano, como ya descubrimos en algunos de los poemas de Maldito y bienamado bibelot (2017): «Este modo de creer que somos y decimos»; y en otro más, la equiparación con el intelecto: «Palabra es el espéculo tardío / de la consciencia».
El tiempo y el amor, el acto creativo y el propio lenguaje son los grandes motivos que encontramos. Aunque, podría quedar sintetizado en amor por la belleza atemporal. Heberto de Sysmo prensa la lingüística, la filosofía y la poesía en un néctar que, decantado, libre ya de toda impureza u hojarasca, se va acumulando, muy poco a poco, cada verso en trascendencia, cada palabra en eco. En un mundo donde ajustamos las palabras tenemos una mejor relación con el mundo y con nosotros mismos.
Como afirma atinadamente Praena en el “Prólogo”, «el tiempo es uno de los grandes protagonistas del libro». Se trata de uno de los universales machadianos y tema universal. En Actos sucesivos, el tratamiento del tiempo conlleva la metafísica del enfrentamiento del hombre con el misterio de su ser en el mundo. El modo en que se presenta es tan lírico y podado de cualquier adherencia de anécdotas, que los poemas se convierten en un fulgurante destello de pura intensidad poética: «Tiene que fermentar en el olvido. / Y cuando aquel dolor / que dio origen a su escritura / te impulse a regresar a esos renglones». Ahí está el alma sangrante y sobrecogedora en la creación de la acción transformadora del hecho poético: «Me dolieron las manos, pero también, el alma. / Hoy es él quien me abraza y me recuerda». Ahí, encuentra su sentido. El fin de la poesía es cauterizar, restaurar el daño de la herida. Algo similar proponía en su entrega La flor de la vida: Elogio de la geometría sagrada (2016): «Invierto una palabra, / y en su reverso / atisbo el arañazo / de aquel primer encuentro». Entonces, la causa del daño era el conocimiento; ahora, la revelación de ser en el tránsito de los días.
En esa búsqueda introspectiva de hallarse conlleva que el sujeto tome conciencia del daño del tiempo: «mientras algo transcurre inadvertido / muchas veces sin ti y se extingue sola / añorando una mente menos tuya... / y es tu vida», pues es sabedor de que el cuerpo parte de la oscuridad a la lumbre: «no eres luz, mas esplendes sinuosa / entre aburridos clones que destejen la vida». Así, el entendimiento del tiempo como posible instante fuera y dentro de nosotros, nos ofrece Heberto de Sysmo en versos lúcidos: «Vivir es exponerse / a la frivolidad del tiempo. / El tiempo es un vergel de probabilidades». Y en otra muestra de sutileza el poeta en diálogo consigo mismo: «Piensas la muerte: escribes ‘tiempo’. / Vives –acaso– lo que crees que es vida». A medida que avanza ese conocimiento se ve empañado, acaso en parte, por la pérdida de compañía: «La soledad es nuestro sino», dirá. Será entonces cuando el tiempo provoque los mayores estragos, justo cuando el poeta valenciano ponga en juego al amor.
El sujeto halla plena conciencia al reconocerse en el acto de crear. Para ello, da cuenta del sentido inspirador que tiene la música, además de otros beneficios como servir de enfriador y de revitalizador, es capaz de conducir, a través de los reductos de la memoria, a recordarse, pero también a verse en el futuro, porque la sintió en el pasado, de ahí su belleza atemporal: «La música te empuja a recordar / cuanto fuiste y serás».
El instante se pierde sin el fulgor de la palabra. No puede suceder si aún no se ha nombrado: «mi alma en los versos que ahora / lees y aún no he escrito, / cintilación sin tiempo, a tiempo, exacta, / que escribiré una tarde aún no ocurrida». Al poeta le sirve el lenguaje como conocimiento: «Hablé hasta que preguntas sin respuesta / se acumularon tanto / que tuve que cantar». En el transcurrir el sujeto se refiere a su propensión a la poesía: «Sentir la vocación del verso / es sangradura, manación ilesa / que inmola a cuanto arrastra en su crecida». Antes de ser memoria, el ser no es nada sin la capacidad de construir pensamientos: «Sin el lenguaje somos miradas en silencio, / nada está quieto, ni se muere». Sin embargo, con el paso del tiempo, siente la extrañeza al hallar un escrito antiguo deviniendo en extrañamiento y distancia hasta preguntarse: «¿Fui yo quien lo escribió?».
En todos estos poemas Heberto de Sysmo nos muestra la cadencia del verso imparisílabo, construida cada vez con más oficio, con mayor maestría. Las descripciones no se ahogan en el verso largo (alejandrinos y endecasílabos) sino que reverberan en la andadura del verso corto (heptasílabos y pentasílabos), una labor que ya ha mostrado con suficiente eficacia en la construcción de poemarios de haikus, en forma de auténticas joyas editoriales que son La soledad encendida (2015) y Nubes rojizas (2019). Recompensa seguir su evolución al hallar en su escritura nuevos símbolos como el león.
Actos sucesivos es un libro de poesía metafísica, mística y metalingüística. En esta última entrega de Heberto de Sysmo leemos poemas que interrogan al misterio fundacional de la vida, preguntas que se resuelven en emoción honda y tranquila. La entrega musical de palabras poco habituales en el lenguaje común nos devuelve a la filología. Y el control sobre los recursos nos aleja del silencio primitivo porque su musicalidad nos calma y sugiere nuestro sentido en el mundo, como ejercieron Brines, Rodríguez, Valente o César Simón.