18 minute read

BARBARA TUCHMAN Y LA HISTORIA COMO NARRACIÓN

Bárbara Tuchman y la historia como narración

JOSÉ MURATTI TORO

Advertisement

[historia-metahistoria-literatura]

…el escritor de historia… tiene un deber vis-à-vis el lector… Lo primero es destilar… ensamblar la información, darle sentido, seleccionar lo esencial, desechar lo irrelevante… para que forme una narrativa dramática en desarrollo… la narrativa es la sangre vital [lifeblood] de la historia.

–Barbara Tuchman

En 1978, Barbara Tuchman, una historiadora estadounidense formada en la academia y la cultura liberal del este de los Estados Unidos durante las primeras tres décadas del siglo XX publicó The Last Salute, la historia sobre el primer saludo de una nación europea a los recién autodeclarados Estados Unidos. En este, su último libro, la historiadora detalla el significado, el simbolismo que tuvieron los once cañonazos con que el gobernador Johannes de Graaff saludó el Andrew Doria, buque mercante inglés convertido en barco de guerra norteamericano, al llegar el 16 de noviembre de 1776 a la colonia holandesa St. Eustatius en el Caribe. The Last Salute es, en cierta medida sin proponérselo, el primer reconocimiento por un/a historiador/a estadounidense del rol del Caribe en la Guerra de Independencia de su país, aparte del artículo «St. Eustatius in the American Revolution» por Franklin J. Jameson en el American Historical Review de 19031 e, indirectamente, The Influence of Sea Power upon History de Alfred T. Mahan de 1890.

Barbara Tuchman desarrolló un acercamiento literario a su narrativa que ha convertido sus textos en fuentes, parecería que inagotables de datos, aunque sin los tropiezos implícitos en las notas al calce y la búsqueda de fuentes primarias y secundarias. Aunque este acercamiento le ganó el rechazo del establishment historiográfico de principios de siglo, sus dos premios Pulitzer catapultaron sus narraciones de dos significativos eventos históricos, uno europeo (The Guns of August) sobre el comienzo de la Primera Guerra Mundial, otro sobre la relación de los EE.UU. con la China (Stilwell and the American Experience in China) sobre la política externa de los EE.UU. en la China presocialista, a un público masivo que rara vez tiene se interesa por conocer su propia historia fuera de la ficción.

Sus libros leen como novelas por su habilidad de narrar en tres planos diferentes. El primero asume el punto de vista de protagonistas claves y revela tanto los trasfondos biográficos, y su formación dentro del contexto cultural donde asumieron el rol que desempeñaron, así como los rasgos de personalidad que incidieron en las decisiones que tomaron. El segundo es su rol como una especie de observadora partícipe. Siempre que pudo, Tuchman visitó los lugares donde se desarrollaron los acontecimientos que narra y, en el caso de sus contemporáneos, pudo conversar con actores claves y secundarios cuyas perspectivas matizaron sus testimonios y la importancia de sus roles. El recuento que incluye desde las estructuras y matices de los escenarios, como las expresiones de testigos y supervivientes, confiere un grado de veracidad y por lo tanto, de confiabilidad, a su narrativa que hace casi imposible que el lector no concluya que lo que ella describe es lo que verdaderamente ocurrió.

El tercer plano desde el que Tuchman elabora su narrativa es el de una narradora omnisciente que entra y sale de la trama para comentar sobre la naturaleza humana que se manifiesta, tanto en las pasiones como en las estructuradas racionalizaciones de sus actos, tanto en la naturaleza de los personajes en posiciones de poder, cuyos rasgos de personalidad con frecuencia supeditan el uso del buen juicio que exigen las circunstancias a la imposición de sus prejuicios y caprichos, como las falacias en que creen y convierten en discursos de lo ocurrido. Este rasgo ella lo llama folly, que en castellano es un cruce entre locura y disparate. De hecho, su intento de escribir una historia occidental, se titula The March of Folly: from Troy to Vietnam, 3 en la que detalla las locuras-disparates que desembocaron en la malaventura de Troya, en las arbitrariedades del poder durante la Edad Media, en el fracaso de Gran Bretaña en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, y en cómo los Estados Unidos «se traicionaron a sí mismos» con la Guerra de Vietnam.

Pero para entender a Tuchman como historiadora resulta imprescindible recurrir a su Practicing History - Selected Essays, 4 publicado por primera vez en 1935.

Tuchman era rankeana e historicista. En Practicing History… confiesa su temor que se traduce a desconfianza de las “filosofías de la historia” toda vez que abrigan “…el riesgo para el historiador de sentirse tentado a manipular sus hechos (facts) en beneficio (interest) de su sistema, lo cual resulta en historias más fuertes en ideología que en ‘como en realidad fue”.

Y añade que de sus ensayos se puede inferir su visión de: […] la historia como accidental y tal vez cíclica, de la conducta humana como una corriente continua que atraviesa campos interminables de circunstancias cambiantes… de corrientes cruzadas y contracorrientes –corrientes usualmente presentes para contradecir las generalizaciones demasiado fáciles…– el material tiene que preceder la tesis, esa narrativa cronológica es la espina doral y el flujo sanguíneo que acerca más la historia a “como fue en realidad”… sin importar el tema, tiene que ser escrita desde la perspectiva de la retrospectiva.5

La desconfianza de Tuchman hacia las filosofías de la historia por el peligro de que se presten para manipular los datos en beneficio de una ideología, refleja la perspectiva occidentalista –burguesa-capitalista– de que solamente el cuestionamiento o la denuncia del sistema económico-político, la intencionalidad de los protagonistas, y los historiadores que les narran, es el resultado de una ideología de oposición y subversión del orden establecido. En otras palabras, solo el desafío al cánon del mundo capitalista es ideológico, a diferencia de la normalización del orden establecido.

No se puede perder de perspectiva que Tuchman publicó estos ensayos por primera vez en 1935, cuando trabajaba para la Oficina de Inteligencia Naval de los Estados Unidos y tras su visita a un Japón incipientemente imperialista e invasor de Corea y la China. Su tío, Henry Morgenthau Sr., en unos años se convertiría en el embajador de los Estados Unidos en Turquía. La formación cultural de la historiadora había tenido lugar en el seno de una acaudalada familia judía de Nueva York, y la académica en Radcliffe, una de las más prestigiosas universidades del este de los Estados Unidos. Dentro de la alta sociedad liberal del noreste de los EE.UU., se expuso tanto a la polarización fascista-socialista en Europa que culminaría en la Segunda Guerra Mundial, como al desarrollo del liberal estado benefactor con que Franklin Delano Roosevelt rescató al país de la debacle económica del 1929, y que su primo Henry Morgenthau Jr. contribuyó a diseñar e implantar.

La formación literaria de Tuchman –su primera concentración en Radcliffe–, y su particular inclinación a construir una narrativa histórica pródiga en datos, perspectivas y significaciones, le permitió desarrollar el estilo narrativo novelístico que la distingue. En Practicing History…, Tuchman plantea que para escribir historia resulta imprescindible «cautivar al lector y hacer del tema [algo] tan atrayente y excitante a éste como lo es para mí».6 Este estilo, esta «compulsión a comunicar la magia» advierte, fue lo que la llevó a fracasar en su tesis de bachillerato, pero la adoptó exitosamente al hacerse constantemente la pregunta de Catherine Drinker Bowen: “¿Pasará la página el lector?”.

Probablemente influenciada por los historiadores estadounidenses de la época, Carl Becker y Charles Beard, Tuchman formó parte del movimiento dentro de la historiografía estadounidense que rechazaba el materialismo histórico europeo del que eran reconocidos expositores Georg Lukácz, Theodor Adorno y Walter Benjamin, y desarrollaba su propio estilo positivista e historicista. Su proclividad a privilegiar las fuentes primarias –lo que realmente ocurrió–, así como su inclinación a ver la historia como «una corriente continua que atraviesa campos interminables de circunstancias cambiantes» le convenció de que los significados de todos los acontecimientos solo resultaban comprensibles en el tiempo y el espacio en que tenían lugar, mediante «esa narrativa cronológica [que] es la espina doral y el flujo sanguíneo que acerca más la historia a como fue en realidad» [Bastardilla añadida].

Este argumento sostiene que el historiador facilita la transición hacia el progreso al trascender lo pasado, la superación de lo arcaico para allegarse a la modernidad. Su pretensión de ser inclusivos en cuanto a la aplicabilidad de las lecciones del pasado, minimiza o excluye las diferencias entre países y culturas.

En el caso de Tuchman, su estilo novelístico propone una homogeneización de la naturaleza humana por las ampliamente documentadas debilidades y fortalezas de sus líderes y respectivos países. Esta perspectiva, se puede argüir que inclina la balanza del conocimiento de la historia hacia las actuaciones individuales de los protagonistas en vez de la perspectiva del triunfo de los imperios7 por motivaciones íntimamente vinculadas al acaparamiento de territorios, materias primas y capital en extranjero, una vez agotados o monopolizados los recursos internos. Para Tuchman la historia siempre se escribe desde la conquista de la adversidad, y esa conquista, siempre ocurre desde la voluntad de uno o un puñado de hombres.

La descripción de Tuchman sobre lo que distingue, y debe hacer el historiador, de una forma tal vez cándida y poco pretensiosa, resalta lo que deben ser las prioridades del oficio, así como la importancia de descansar en la selección, sin conceder que esta pueda obedecer a una particular visión de mundo. Esta perspectiva provoca reflexionar sobre su selección de las fuentes primarias y secundarias dado su trasfondo cultural nuevayorquino y de clase, su relación con las agencias de inteligencia de los Estados Unidos. También resulta ostensible dada su vinculación con el Partido Demócrata estadounidense a través de su abuelo y su tío, durante la presidencia de Franklin Delano Roosevelt y su primo Robert Morgenthau, quien fuera Fiscal de Distrito de Nueva York para la época en que Tuchman escribía este su último libro.

El planteamiento de Tuchman sobre la justificación de su preferencia, se evidencia al decretar que: […]el escritor de historia… tiene un deber vis-à-vis el lector… Lo primero es destilar… ensamblar la información, darle sentido, seleccionar lo esencial, desechar lo irrelevante… para que forme una narrativa dramática en desarrollo… la narrativa es la sangre vital [lifeblood] de la historia.8 [Énfasis añadido]

El proceso de destilar los datos primero mediante la selección de lo esencial y desechar lo irrelevante obedece a lo que el historiador especula, supone, propone, fueron las visiones sobre los acontecimientos que tuvieron los actores de los sucesos motivos de estudio, cuáles fueron sus motivaciones, y cómo sus acciones cambiaron el curso de los eventos que resultaron relevantes para el historiador investigar. Los valores, que referenciaba Lukácz, a efectos de que quienes protagonizan los sucesos rigen sus pensamientos y las acciones que redundan en los cambios, preseleccionan la materia prima de la historia. Cuando el historiador compendia los sucesos que él cataloga pertinentes, veraces o significativos, obedece a sus propios valores sobre su significado, y por qué amerita estudiarlos. “… [D]esechar lo innecesario requiere valor… el arte de escribir… es resistir el engaño y aferrarse al tema...”9, añade Tuchman evidenciando su preferencia.

La narrativa de Tuchman, que sin duda puede categorizarse como arte, se destaca por la minuciosidad de los detalles con que, al margen de las acciones que les inmortalizaron, revela las locuras y disparates (su famoso folly) de los protagonistas. Estos pormenores enriquecen la representación de los sucesos y revelan las motivaciones que convierten los actores en prototipos, así como en los representantes de las abstracciones que atribuyen esa particularidad individual a naturaleza humana. Tuchman, se categoriza como una narradora de la historia con matices de historia novelada, o dicho de otro modo, «una contadora de historia (storyteller), una narradora que maneja historias (stories), no ficción, que, a su vez, se reafirma como historiadora toda vez que “[s]olo utilizo fuentes primarias…”.10

Tuchman integra la poética con la filosofía por su capacidad de trasladar, en lenguaje aristotélico, la ciencia a la poesía, al aplicar la naturaleza especulativa de la historia a una narrativa en estilo literaria, aunque sin rebasar las fronteras de la ficción. Al igual que Tommaso Campanella, en su obra Cinco partes de la filosofía racional, integra la gramática, la retórica, la dialéctica y la poética con la historiografía la cual llama «el arte de escribir correctamente la historia» (bastardillas añadidas), Tuchman se esmera en convertirse en una escritora que cuenta la historia, en singular, con el propósito y la disciplina de compartir el conocimiento del pasado11 y del cual se desprende la filosofía: la búsqueda de la razón de ser del ser humano, de la naturaleza de su humanidad.

En su recurrente referencia a lo que realmente ocurrió, Tuchman conviene con el positivismo comtiano y durkheimiano que influía la historiografía estadounidense de principio del siglo XX. Pero su principal referente sigue siendo Ranke cuyo desarrollo intelectual influenciado por la Ilustración le llevó a privilegiar los hechos por sobre todas las posibles interpretaciones que históricamente habían sido regidas por los cánones cristianos. Al igual que Ranke, Tuchman desconfiaba de toda referencia o interpretación que no obedeciese exclusivamente a los hechos, otorgándole legitimidad a las fuentes primarias por sobre las secundarias que pudiesen poner en entredicho las motivaciones de los autobiógrafos tratárase de un Julio César o un Josefo, o los recuentos de la Revolución Francesa de Michelet en comparación con la de Tocqueville.12 “Leopold von Ranke… encontró ‘la verdad más interesante y hermosa que el romance’”, añade Tuchman en Practicing History, “…Ranke… estableció la tarea del historiador: descubrir eigentlich gewessen ist… como ocurrió de verdad…”.14

En un no intencionado desafío a Ranke un siglo después, Fernand Braudel habría de señalar que la historia se define en el momento en que se escribe, retando su proposición de que la historia se debe circunscribir a describir los sucesos tal como acontecieron, partiendo de la premisa de que «la historia ni pasa juicio sobre el pasado ni pretende ofrecer fórmulas útiles para el presente». Tuchman concede que la pretensión de Ranke es, cuando menos, ilusoria, cuando más, fallida. Al renunciar a la certeza de que lo recapturado es fidedigno y que la selección es determinante, renuncia a una historiografía que pretende ser objetiva y, como tal, libre de ideología. “Nunca podemos estar seguros que la hemos capturado como ocurrió de verdad…”, insiste. “Nunca tendremos la certeza que lo que hemos recapturado como en realidad ocurrió…"

La selección es lo que determina el producto final…” (Bastardilla añadida). La selección de los eventos en los que los recién proclamados independientes Estados Unidos recibieran reconocimiento y apoyo de parte de Holanda desde su colonia caribeña de St. Eustatius, en noviembre de 1776, no fue fortuita. El primer saludo definitivamente marca un hito en el reconocimiento europeo y, por ende, internacional de la primera colonia del Nuevo Mundo en decidir independizarse de un imperio. No obedeció a la casualidad de que hubiese sido Holanda la que había logrado su independencia del imperio español 195 años antes, y que mantenía una beligerante rivalidad con Inglaterra desde 1652, que era conocida por la nación en ciernes. Dada la feroz competencia entre ambos países por el comercio internacional, especialmente el triangular entre Europa, África y las Américas, resulta sumamente significativo que fuese Holanda la que inicialmente decidiera apoyar a los revolucionarios.

Finalmente, el interés de Tuchman hacia el origen y el enaltecimiento del carácter holandés de los Roosevelt, con quienes desde su abuelo hasta sus primos mantuvieron una estrecha relación política durante más de medio siglo, posiblemente también jugó un papel determinante en la selección de The First Salute como tema de investigación, como suceso significativo de la Guerra de Independencia, como ejemplo de colaboración euro-estadounidense.

Este ejemplo resulta aún más significativo en el contexto de la relación entre el Caribe y las Trece Colonias en su lucha por su independencia. Se ha detallado en el texto “El Caribe en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos”, del autor de este ensayo, la amplia gama de colaboraciones que brindaron a los revolucionarios norteamericanos tanto España como sus territorios de Cuba y Louisiana, en la costa del Golfo de México, como una especie de extensión del mar Caribe. Sin embargo, las referencias de Tuchman, cuyas aportaciones a la historiografía occidental, al Caribe fuera de St. Eustatius no guardan proporción con la importancia militar y económica que tuvieron. En contraste, la detallada descripción del rol del Almirante George Brydges Rodney en la defensa de las colonias británicas caribeñas, en términos de la extensión del texto dedicado a Rodney, exceden proporcionalmente las aportaciones del Almirante dentro del conflicto entre Gran Bretaña y las Trece Colonias.

La tabla de contenido de The First Salute dedica un capítulo al saludo, uno a la Isla Dorada, dos a los holandeses, dos a las fuerzas navales norteamericanas, uno a Rodney, otro a los franceses y cuatro a la Revolución. En el índice, hay cuatro referencias a España con relación a la Revolución (hay trece en relación a Inglaterra, Holanda y el resto de Europa), cuatro referencias a Cuba, cuatro a La Habana, ninguna a Louisiana, ninguna a Nueva Orleans, al rey Carlos III, a Bernardo de Gálvez, o a Juan de Miralles.

“La selección es lo que determina el producto final…”, plantea Tuchman en Practicing History. Los aspectos de la relación entre España y el Caribe que la hiciera ganadora de dos merecidos premios Pulitzer desechó por considerarlos “innecesario[s]” al «resistir el engaño y aferrarse al tema», reflejan la contundencia de la subjetividad implícita en todo proceso de historiar, o de escribir historias (stories) que Tuchman hizo magistralmente toda su vida.

Los intereses particulares del historiador guardan una estrecha relación con lo que se entiende que ha influenciado el presente. La curiosidad por verificar o hallar nuevas perspectivas sobre lo ocurrido no se ocupa de lo que se considera acertadamente documentado. Pero el presente tiene la buena o mala costumbre de recurrir al pasado para intentar explicar o desafiar el orden establecido más allá de las versiones oficiales de los hechos. Al rescatar ese primer saludo de los ficheros del olvido, Barbara Tuchman premeditadamente redimió la pertinencia del reconocimiento de Holanda a la nueva nación en medio de una conflagración que cambiaría el concepto de nación, de poder y de república que gobernaron a Europa y, por su incursión imperialista, en el resto del mundo durante siglos. También destacó el carácter, los rasgos de personalidad ampliamente descritos en la perseverancia y la valentía de los habitantes de las siete provincias que decidieron convertir un territorio empantanado por los ríos y el mar, en una nación paradójicamente llamada Holt Land, la tierra de muchos árboles: Holanda.

La recurrente e incisiva crítica de Tuchman a los ingleses durante la Guerra de Independencia en The Last Salute, que también fue su tema de tesis, parecen apuntar a una admiración por las cualidades de los holandeses a las que no parece encontrar equivalentes en los británicos que, después de todo, fueron los verdaderos fundadores de su nación. Su severa crítica a los ingleses también llama la atención en The Guns of August, su recuento del comienzo de la Primera Guerra Mundial que le mereciera el primer Pulitzer, y a la cual le dedica cinco de los diecinueve capítulos de The March of Folly.

La aportación de Barbara Tuchman al rescate del rol del Caribe en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, dada hasta entonces exigua historiografía sobre el tema, sentó las bases para que más historiadores se interesaran por documentar las aportaciones de España, Cuba y Louisiana a la lucha por la independencia de las Trece Colonias.

Las bibliografías examinadas revelan que hasta 1978 en los Estados Unidos solo se habían publicado cuatro libros y siete artículos sobre el rol de España y el Caribe en dicha guerra. The First Salute definitivamente abrió la puerta para una que se realizaran decenas de otras publicaciones sobre el tema. Sin embargo, aún prevalece la percepción, se podría afirmar que de gran parte de la ciudadanía de los Estados Unidos, sobre su excepcional transición de colonia a república con alguna ayuda de Francia, a líder económico y militar del mundo gracias a sus propios ideales, ingenio, riquezas naturales y perseverancia. Barbara Tuchman: “La selección es lo que determina el producto final…”.

Notas

1 Jameson, Franklin J. American Historical Review. Vol 8, July 1903.

2 Mahan, Alfred T. The Influence of Sea Power upon History. Boston. 1890. 12va ed., 1918.

3 Tuchman, Barbara. The March of Folly: from Troy to Vietnam. Chicago: University of Chicago Press, 1951.

4 Tuchman, Barbara. Practicing History - Selected Essays. New York: Random House Publishing Group, 1981.

5 Tuchman, B., (1981). Op cit., pp. 8-9, [traducción de este investigador].

6 Tuchman, B., (1981). Op cit., p. 17.

7 Appleby, Joyce, Lynn Hunt & Margaret Jacob. Telling the Truth about History. New York: Norton, 1994. (http://ir.uiowa.edu/cgi/viewcontent. cgi?article=9931&context=annals-of-iowa).

8 Tuchman, B., (1981). Op cit., p.18.

9 Tuchman, B., (1981). Op cit., p. 17.

10 Tuchman, B., (1981). Op cit., p. 18.

11 Campanella, Tommaso. Philosophiae rationalis partes quinque, videlicet Grammatica, Dialectica, Rethorica, Poetica, Historiographia, iusta prapria principia. Cita por Nicola Abbagnano en su Diccionario de filosofía, traducción de Alfredo N. Galleti, 2ª ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1974, p. 617.

12 Mayer, J. P. Alexis de Tocqueville. Estudio biográfico de ciencia política. Madrid: Tecnos, 1965, p. 50.

13 Tuchman, B., (1981). Op cit. p. 18.

14 Paco Álvarez, Elsa, “Sobre Leopold von Ranke”, (file:///C:/Users/jemur/

Bibliografía

Appleby, Joyce, Lynn Hunt & Margaret Jacob. Telling the Truth about History. New York: Norton. 1994. (http://ir.uiowa.edu/cgi/viewcontent. cgi?article=9931&context=annals-of-iowa)

Campanella, Tommaso. Philosophiae rationalis partes quinque, videlicet Grammatica, Dialectica, Rethorica, Poetica, Historiographia, iusta prapria principia. Cita por Nicola Abbagnano en su Diccionario de filosofía, traducción de Alfredo N. Galleti, 2ª ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1974.

Jameson, Franklin J. American Historical Review. Vol 8, July, 1903.

Mahan, Alfred T. The Influence of Sea Power upon History. Boston. 1890. 12va ed., 1918.

Mayer, J. P. Alexis de Tocqueville. Estudio biográfico de ciencia política. Madrid: Tecnos, 1965.

Paco Álvarez, Elsa. “Sobre Leopold von Ranke”. (file:///C:/Users/jemur/

This article is from: