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¿El diálogo de un monólogo o el monólogo de dos diálogos? La ekfrasis en El pez en llamas de Rafael Trelles

¿El diálogo de un monólogo o el monólogo de un diálogo? La ekfrasis en El pez en llamas de Rafael Trelles

Jan Martínez

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[crítica-literatura-estética-arte]

Con la publicación de El pez en llamas, el pintor Rafael Trelles realiza su primera incursión en el género de la poesía. Es por todos nosotros conocida la brillante carrera pictórica de Trelles, por lo que no nos debe sorprender demasiado esta nueva propuesta estética del artista que siempre ha sabido reinventarse: dentro de su obra se puede observar la multiplicidad de medios con los que ha experimentado en el campo de la gráfica.

Hoy nos enfrentamos a tratar de presentar una propuesta crítica de esta edición que recoge la obra poética en unión de una parcela pictórica de la obra gráfica de Rafael Trelles en este bello texto híbrido y sincrético en el que se maridan dos lenguajes que por tradición se han visto como lenguajes hermanos: el de la pintura –la gráfica– y el lenguaje de la palabra potenciada –la poesía–. Es decir el encuentro una vez más de la imagen y la palabra.

El pez en llamas

Rafael Trelles

Nos topamos con un texto que, a mi juicio, es un ejercicio de ekfrasis, término griego que recoge la intención de propiciar el encuentro entre dos medios, la relación entre dos lenguajes. Según Plutarco es el poeta Sumónides de Ceos en el siglo VI, quien definió ya desde temprano la pintura como poesía muda y la pintura como poesía que habla. Luego el poeta latino, Horacio diría que la poesía es como la pintura. La tradición posterior ha reafirmado esta visión en múltiples momentos de la historia literaria y pictórica. No sin dejar en ocasiones de entablar un debate sobre esta situación que, como todas, tiene sus detractores y sus apologistas.

Humberto Eco señala que cuando un texto verbal describe una obra de arte visual la tradición clásica habla de ekfrasis. También es posible que ocurra a la inversa cuando el texto visual comenta el texto literario ya que en el fondo persiste el dialogo, la intertextualidad y la liminalidad, ese espacio limítrofe en que ambos textos entablan el diálogo de dos aparentes monólogos, mecanismo que es en última instancia el centro y fundamento de la ekfrasis.

En el campo de la poesía y la pintura son incontables los múltiples ejercicios de ekfrasis. Los ejemplos son razones suficientes para mostrar la profunda interacción que ha existido en la historia del arte entre estas dos expresiones artísticas. Llamo ekfrasis interna a aquella que es más cercana a la intertextualidad; es decir, a esa que se da dentro de los límites del propio género o lenguaje aludiendo a las manifestaciones de otro género sin incluirlo en su íntima materialidad, como presencia en igualdad de condiciones representativas: es el caso de los poemas que hablan o describen o aluden a obras pictóricas. Como los poemarios de Manuel Machado Apolo y Museo. O la oda de John Keats a una urna griega. Esta modalidad de ekfrasis es muy cercana a la llamada intertextualidad entre dos medios verbales, la mímesis y la representación. En mi opinión, esta obra de Trelles es un excelente ejercicio de ekfrasis por razones un tanto obvias.

Inicialmente podríamos ver como ekfrasis aquellos textos verbales que aluden a otro lenguaje, en este caso el de la pintura, pero también se da en la composición musical, en la arquitectura, en la danza y en última instancia es posible establecer esta correspondencia “ekfrástica” en todas las artes.

Muchas de estas obras en sus inicios son un ejercicio de poetizar un texto gráfico como el célebre texto de Rafael Alberti, A la pintura, donde el poeta de la generación del 27 española compone una serie de poemas que aluden a obras clásicas, icónicas de la tradición pictórica. Numerosos son los casos en que se han unido estos dos lenguajes para potenciar la presencia de la visión y el misterio en el mundo del arte. Aunados para develarnos lo que oculto en el poeta-pintor podría manifestarse con más gracia por el encuentro de estos dos lenguajes. Así nos topamos con múltiples escritores y pintores que han utilizado en su menester creativo estos dos lenguajes a un mismo tiempo. Por ejemplo: Rudyard Kipling el Nobel británico en muchas ocasiones ilustró sus libros con obras pictóricas de su autoría. La primera edición de Alicia en el país de las maravillas también fue ilustrada con trabajos gráficos de su autor Lewis Carroll. Grandes pintores como Jackson Pollok, Tapies, René Magrite, Paul Klee, quien llegó a mezclar poesía y pintura en algunos de sus cuadros. Francisco Goya incluye textos o comentarios escritos como en Los desastres de la guerra. Uno de los primeros en tener una clara conciencia de este mecanismo lo fue el aduanero famoso que tanto admirara Pablo Picasso, el pintor francés Henri Rosseau. Este acompañó uno de sus óleos, El sueño, con un poema y señalo que la gente no siempre comprende los que ve y es mejor entonces acompañarla con unos versos. Víctor Hugo también llegó a trazar más de tres mil dibujos, Rabelai es autor de una importante pieza con su botella poema así como Apollinaire, en sus Caligramas, utilizó dibujos para ilustrar los mismos. Ejercicio parecido a los dibujos surrealistas de Federico García Lorca que acompañaron muchas de sus obras o fueron comentario de las mismas.

Esta práctica, como se sabe, continúa en plena vigencia y tiene que ver mucho con la intertextualidad genérica dentro de una misma manifestación artística. Muchas veces el título de una pintura es una alusión o un verso tomado del campo de la poesía. Algunos de los óleos del propio Trelles atestiguan y dan fe de este acierto. Como en los óleos El don Juan de la Fronda, que alude a unas décimas de Luis Lloréns Torres que a su vez aluden al mito del don Juan, iniciado por Tirso en su célebre El burlador de Sevilla; o el óleo Andando de noche sola citado de un verso de una décima popular, que utiliza Juan Antonio Corrétjer en unos de sus poemas y que fue musicalizado por diversos cantantes y conjuntos. Es decir, ekfrasis sobre ekfrasis se conjugan en este juego de voces. Por otra parte, la llamada poesía concreta es un excelente ejemplo de la unión de estos dos campos como es el caso de este género anfibio en Brasil, así como en Puerto Rico el poeta Esteban Valdés es un buen exponenete del mismo. También podemos incluir en este grupo a José María Lima, quien fue un excelente dibujante que acostumbraba acompañar su poesía con una serie de dibujos de factura surrealizante. También, el pintor y poeta Elizám Escobar.

En la música, el ejercicio del ekfrasis es mundialmente reconocido. Mírese el género de la ópera, la música popular en su unión de música y lírica. O en otros campos, como la profunda conexión que suele coexistir entre la poesía y la arquitectura. Y ya en plena época actual, el cine donde “ekfrásticamente” se unen todas las artes. La lista es inagotable y se continúa ensanchando por lo que no pretendemos rendirla en este momento.

Es preciso señalar que aquí en Puerto Rico Rafael Trelles y este servidor ya habíamos hecho un trabajo de ekfrasis, El mural del callejón en el Callejón de Pilar en Río Piedras, al presentar un enorme libro mural en el que se mostraban, tomados de la mano, pinturas murales de Trelles y poemas, y aforismos, de mi autoría. Luego, repetiríamos uno a menor escala titulado La lluvia en otro sector de Río Piedras. En otras ocasiones, trabajamos juntos palabra y gráfica en ciertos atentados del colectivo del Alfil en las paredes de la ciudad. Otra muestra fue la exposición de Carmelo Fontánez, titulada Poema en la galería de la Universidad del Sagrado Corazón, donde se presentaron una serie de pinturas abstractas del pintor acompañadas cada uno con un jaiku de mi autoría. También he realizado trabajos de esta índole con el artista Nelson Sambolín.

Mi libro "Palabras en Santa María Magdalena de Pazzis" está acompañado de fotografías de Ricardo Alcaraz y Gregorio Andújar en cada página como dialogantes, en todo el poemario, con el emblemático cementerio de El Viejo San Juan. Con esto, no quiero hacer un ejercicio de autovalidación sino dar constancia de que este ejercicio de ekfrasis que hoy realiza el compañero Rafael Trelles ya cuenta con una tradición en Puerto Rico en la que no solo nos contamos Trelles y el que suscribe sino en otras múltiples manifestaciones en las que es preciso incluir el trabajo de muchos artistas gráficos, poetas y grafiteros. Tradición que aunque es relativamente joven en estas nuevas variantes modélicas es menester hacer referencia para ubicar mejor esta obra que hoy nos corresponde presentar.

Como puede intuirse son múltiples y diversos los caminos que ha tomado este ejercicio de ekfrasis en la tradición literaria y pictórica en occidente. De manera tal que los críticos han hablado de diferentes modalidades de este mecanismo estético. Por un costado tenemos una ekfrasis interpretativa en la que el emisor ofrece una interpretación desde un discurso en particular sobre otro lenguaje; por otro, la ekfrasis recreativa donde se ofrecen homenajes de poetas y literatos en general a las obras visuales entre muchas otras definiciones y distinciones que ha provocado el término.

A mi juicio, existen dos tipos de ekfrasis: la interna que alude en su textualidad a obras de otro género pero sin incluir el texto gráfico esta sería muy cercana a la literatura, y una ekfrasis externa más jugosa y creativa que incluye los dos lenguajes en un solo texto como lo constituiría la obra de Trelles "El pez en llamas" y la edición de "A la poesía" de Rafael Alberti, texto icónico de esta tradición.

En la crítica y en la historia del arte, la ekfrasis presupone la posibilidad de que la obra artística, gráfica y verbal pueda ser creación del propio escritor. Este término coincide más con mi propuesta de una ekfrasis externa que es la que le adjudico a la obra de Trelles. El pez en llamas es una conjunción de fotografías en su enorme mayoría de piezas tridimensionales que Trelles llama ensamblajes efímeros enconttrages como los llamaría, no sin un esguince de humor, Roberto “Boquio” Alberty, parodiando la creación de técnicas pictóricas de Paul Klee el "collage, el frottage y el grattage".

En estas fotos, ensamblajes efímeros que acompañan los poemas de Trelles, uno a cada lado en el libro en igualdad de consideración y valía estética, el desecho se hace hecho gráfico, discurso estético, materialidad estética en virtud de la transposición y transformación del significante del desecho que al ser manipulado se convierte en signo estético. La basura, lo desechable, vuelve al espacio privilegiado del decir, del arte y de la belleza gracias a la manipulación que el artista hace de lo desecho. Y al elemento fotográfico que representa, preserva y, a la misma vez, potencia la función poética del texto.

Y aún más, el acto de ekfrasis a la misma vez que nos potencia el texto también lo encubre, ya que no estamos ante el objeto en su carnalidad significante sino de su representación. De manera tal, que lo que tenemos de él es un registro que también es un impedimento porque no nos permite en última instancia atrapar todas las significaciones del ensamblaje.

Sin embargo, es la fotografía el documento que reivindica, resucita y preserva el carácter efímero de lo desechado transmutado en esta instancia en acto estético. Y, también, la poesía se nos presenta no como representación de un objeto artístico ya creado sino como objeto sensible en su propia carnalidad discursiva; es decir, como acto fotográfico que aunque es complementario al discurso verbal no es representación de un ensamblaje. Así que no podemos perder de vista que al objeto artístico se une otra manifestación estética que es la de la fotografía que en el texto son magníficas. Vuelvo a decirlo de otra manera: estas no son únicamente fotografías de los ensamblajes sino fotos en su propio medio y que son de un valor estético considerable y muy bien trabajadas por el artista. Es decir que nos encontramos con la representación de un contenido con diferentes medios semióticos. Fotografía del ensamblaje, fotografía per se y poesía como medio lingüístico, creando un libro profundamente plurivalente en su trama discursiva.

En el aspecto del ensamblaje efímero, como es comprobable, Rafael Trelles, al igual que muchos otros artistas, ha trabajado con desechos, desechos de esta nuestra caótica era industrial que se consiguen donde quiera que un artista puede ver en ellos, o en el encuentro de algunos de ellos, la posibilidad de un nuevo renacimiento pleno de asombro y belleza para aquello que fue postergado como basura. Trelles también ha trabajado el desecho, si se me permite llamarlo así, de esas áreas de la ciudad que ya son ruinas o escombros, esquinas olvidadas que el artista con su máquina de presión y otros medios, ha ido ejecutando en las paredes, textos gráficos que hacen que ese espacio cobre una nueva dimensión estética que nos embellece el paisaje en el que pernoctamos. Nada que los artistas en nuestra ciudad se han lanzado a la calle con su arte a tratar de humanizar esta jungla urbana que cada día es más hostil a la mirada. Trelles también ha sido uno de ellos.

La muerte del poeta

Rafael Trelles

De esta forma, nos encontramos con el renacimiento de lo excluido, redención de lo desecho, impugnación del olvido espacial del corpus arquitectónico de la urbe a través del trabajo gráfico efímero que pretende, por un tiempo, reivindicar las paredes derruidas, los estorbos públicos. Y es que todo es dúctil de ser transformado en arte. Lo que me ha llevado a preguntarme muchas veces si será acaso el basurero un nuevo caos donde el artista moderno pueda encontrar un nuevo y sorprendente alfabeto, un diccionario de escombros con el cual seguir diciendo la existencia. Trelles lo ha conseguido, como Boquio como Nick Quijano y tantos otros que han manejado este inusitado espacio del ensamblaje efímero o del "enconttrage".

En "El pez en llamas", Trelles, como hemos visto, trabaja convirtiendo en signo gráfico, ya escultura u objeto portátil muchos de estos remanentes del basurero moderno. Luego de facturados, los fotografía y los hace acompañar de unos apuntes líricos que terminan por ser poemas que el poeta fue recopilando como comentarios a muchos de sus cuadros anteriores al experimento de El pez en llamas, y que con el paso del tiempo no solo funcionan como acompañantes del ensamblaje, sino que por mérito propio toman su lugar como poema que, además de fusionarse con el texto plástico, derivan en la materialidad del significante escrito como espacio privilegiado de ese otro medio que es la escritura. Estamos, a mi manera de ver el proceso, ante un perfecto ejemplo de ekfrasis externa.

Cuando e l Maestro Alberty titulaba sus enconttrages, lo hacía con un título breve, un sintagma fugaz que le permitía al texto adquirir significado dándose por este medio un ejercicio de ekfrasis en que la palabra completaba el significado y la coherencia del objeto trabajado con el desecho. En esta dirección, Boquio trabajaba sus pinturas manipulando el azar, manchando lienzos y titulando la mancha. Trelles, en sus cuadros, trabaja la mancha controlando, y creando, sobre el azar de la mancha. Este procedimiento, de alguna manera, se repite en el libroEl pez en llamas donde Trelles rehúye la titulación breve por un texto al parecer explicativo de la imagen visual que es el poema, pero que también puede funcionar separadamente en completa libertad por la fuerza y la tensión del texto que se convierte por derecho propio en un poema, en poesía.

Pero aquí tenemos otra sorpresa porque la situación es a la inversa, pues en los ensamblajes de "El pez en llamas" el ensamblaje sucede y no precede al texto escrito, ya que estos fueron en su mayoría trabajados con posterioridad al texto poético. Un ejercicio que cuando se imagina se piensa usualmente a la inversa. Lo mismo hacía, si se me permite la analogía, Carlos Gardel que escribía la música y luego le pedía a sus letristas que compusieran el texto escrito siguiendo el tapiz musical ya elucubrado por el portentoso y admirado cantante. Es como componer boleros al revés, creando primero la música y luego la letra cuando el uso y costumbre es que el texto escritural, la lírica, preceda a la música. Procedimiento análogo al de las opera Otello de Verdi y Don Giovani de Mozart, entre otras muchas obras de este género.

Establecida esta distinción del aspecto formal del libro en su modalidad “ekfrastica”, nos encontramos que en el texto dos impedimentos o dos instrumentos, (depende de la óptica con que se miren), se encuentran para establecer un diálogo en el que se fusionan y se separan de acuerdo al ojo que mire o al que lea o al que viajando más allá pueda mirar leyendo en la fotografía o contemplar las profundas reminiscencias de lo facturado en el poema. Así que un diálogo de dos monólogos es posible cuando el artista quiere, a través de dos medios diferentes, potenciar la comunicación de sus vivencias estéticas y espirituales.

En "El pez en llamas", Trelles consigue cazar a la caza, como diría el gran místico español San Juan de la Cruz, uniendo dos practicas estéticas: la pictórica y la escritural y, al mismo tiempo, permitiéndoles a ambas continuar existiendo en el propio caldo de su logos particular. El logos se hace entonces diálogo para legarnos un bello intento más que se suma al ansia de decir lo indefinible, de hacerse con un atajo al misterio que es la búsqueda en última instancia de esta estética de Trelles de dar con un medio que incluya la palabra poética y la imagen visual como instrumentos que, tocados por la belleza, nos permitan acercarnos un poco más a ese plano trascendente en el que el fracaso del encuentro con la entidad trascendente, como en todo acto místico, se constituye en el triunfo del viaje sobre el destino.

Trelles, como lo demuestra buena parte de su obra, está obsesionado con la búsqueda de la trascendencia en lo inmanente y la inmanencia en lo trascendente, en fin la búsqueda del Todo, abolición de las dualidades, opacamiento del ego y freno del deseo. Es su trabajo gráfico, uno que no excluye en sus fondos ni en su formalismo todo tipo de técnicas materiales y que en su discurso escrito incorpora toda la simbología propicia para este tipo de encuentro con lo Trascendente. Este diálogo provoca una síntesis en la que se fusiona la palabra con el desecho, con el ensamblaje efímero, y da el asombro de mirar en "El pez en llamas", un pez nadando entre llamas o una llama dándose en hondas a un pez. El pez nada cobijado por el fuego. Dos bautismos en uno: el del agua que es divinidad que desciende y el fuego que es bautismo en ascención.

Rafael Trelles atrapa en "El pez en llamas" las dos tendencias de iniciación de la mística: el agua del bautismo inicial, tan querido por la mística hebrea, y el fuego del postrer bautismo, tan caro a la mística oriental como ya este servidor señalara en otro escrito, el ensayo para la retrospectiva de su obra en el Museo de Ponce. Allí comenté que la obra de Trelles se fundamenta en un profundo sincretismo de tradiciones donde el zen, el taoísmo, el budismo, la astrología, las mitologías, en particular las indígenas, la alquimia y la astrología se funden, y confunden, en un ejercicio cuasi teosófico.

Partiendo del título, podemos apurar lo siguiente: en el aspecto de la iniciación por fuego, la llama o por agua, el pez en Mateo 3, podemos encontrar una síntesis que nos podría dar una lectura de este título que en conjunción a elementos de la mística oriental coinciden en esta fusión de contrarios creando una fusión mística particular, sintetizando a el evangelista, Mateo 3:

Yo los bautizo con agua para que se arrepientan porque el que viene después de mí los bautizaraá en el espíritu santo por el fuego.

Desde el lado cristiano, podemos apurar una interpretación del texto o del título como una alusión a una situación iniciática por medio del bautismo. Ya en su nivel descendente, a través del agua, que es simbolizado en el texto por el pez o, en su nivel ascensional, a través del fuego simbolizado por la llama. Elemento muy queridos, en las mitologías griegas y nórdicas y en la mística budista. Unión de los contrarios para romper los dualismos del logocentrismo occidental.

El texto escritural entonces se configura como una síntesis de teogonías y cosmogonías místicas que, ya de alguna manera, se habían revelado en la obra de Trelles. Y que ahora toman el camino de la palabra siempre acompañadas de la imagen visual que complementa y enriquece la representación, tanto escrita como visual, del mundo místico de la religiosidad de Trelles. Visión que escapa a formulismos trillados o a convencionalismos religiosos. Por lo tanto, este sincretismo abarcador es una captación de la búsqueda de la trascendencia que ha signado a todas las manifestaciones religiosas del hombre.

Es su mística un acto de inclusión de lo sagrado sin cuestionar o poner en entredicho ninguna tradición. Siempre respetando, a mí juicio, en un alto grado las posturas y manifestaciones de la religiosidad oriental como occidental. En la lírica puertorriqueña, un joven, pero significativo, poeta quien en realidad fue un poeta místico –pero que ciertas tendencias literarias en el país nos han querido vender como uno particularmente político–, Hugo Margenat, señala en Unos apuntes, texto que funge de prólogo a su libro capital, Mundo abierto, lo siguiente:

El poeta es un médium, un vehículo, una antena, es el instrumento de todas las pasiones humanas y misterios divinos que buscan expresar la esencia de La Psiquis Universal. El poeta es un mundo de diversidades unidas en otras palabras la poesía ha de ser hombre y universo.

Palabras de un joven de 21 años tempranamente arrebatado por la muerte. Pero que dejó un libro impostergable en nuestra lírica, Mundo abierto.

Entiendo que esta postura de Hugo Margenat nos podría arrojar un poco de luz sobre el mundo místico de Trelles, ya que Hugo, como estudioso de la teosofía y de la obra de los grandes iniciados, está muy cerca en su cosmovisión a la de Rafael Trelles.

Los poemas de Trelles son piezas breves de un misticismo tocado por la emoción poética que es en ocasiones sobrecogedor, en otras rebosa optimismo y en otras, como en el poema Solsticio, un franco pesimismo sobre la naturaleza de lo humano en su relación con lo trascendental. El libro se inicia con el poema Adentro donde el poeta alude a un ahondamiento en el espíritu, a una suerte de viaje interior. En este, la visión rebasa al pensamiento. Nos dice Trelles:

Más allá del pensamiento,/ lejos de la palabra voraz,/ fabrico un mundo. No mires estoy en el fondo de la visión.

El jardín del poeta

Rafael Trelles

El poema es acompañado por un ensamblaje que es compuesto con la concha de un erizo que en su circularidad es una alusión al universo y una especie de estuche abierto que es metáfora en su apertura de la imposibilidad de contener la función vidente que busca el poeta a través de su acto creativo. Es el encuentro con lo uno y lo insondable. La factura de un mundo se hace lejos de la mirada en la soledad que acompaña todo acto de creación.

El libro se inicia con la visión que configurará todo el mundo escritural de este libro, profundamente místico, donde la belleza es el instrumento en el cual se configura el eje de tensiones donde hará presencia lo sagrado. En este sentido, la conciencia estética de Trelles es imprescindible para la manifestación del misterio, de lo sagrado, del Todo.

En estos trabajos oficia la belleza como categoría ética, por supuesto en su búsqueda instrumental de la sacralidad y como manifestación estética, como continente de la experiencia mística. La belleza es el médium, el mediador, sacerdotisa de lo místico y lo innombrable, presencia que rebasa el mero acto de significación discursiva tanto del elemento escritural como gráfico. La síntesis de los dos discursos en su profunda y compleja plurivalencia nos da un lenguaje que nos acerca a las fronteras de lo innombrable, acto que siempre es una pretensión y jamás un logro, pero que representa la supremacía de la belleza como categoría mística sobre el impedimento que representa la semiótica del discurso literario o gráfico o escultórico.

Los símbolos son las palabras, la escritura que en la tradición zen son el dedo que señala a la luna, pero jamás la luna. El dedo podría conformar en este momento el acto creativo –la escritura, la imagen– que a través de la belleza busca encontrar el vehículo que nos devele la gracia y el camino de lo sagrado. Quizás al final solo quede una magnifica ruina de un noble intento.

Esa ruina es en ocasiones el arte, el buen arte que queda como ejemplo de un intento más por apagar la sed de lo insondable, de lo inconmensurable. En ese intento nos encontramos todos de alguna manera en nuestro diario quehacer. Tragedia y grandeza del poeta-artista que es visto por Trelles como un ser caído. En los tres poemas que le dedica en el libro a la figura del poeta este es visto como un ser desprovisto de la gracia.

Creo que este texto da habida cuenta de un tópico que ya parece ser, en un país como el nuestro, una triste y acuciante realidad: la desvalorización del poeta y de la poesía. Dice el poeta: “El poeta/ cae/ a la nada llega/ y nadie lo espera”. Es también habitante de una ciudad cruel, que enajena y excluye al ser sensible, dice Trelles:

El poeta describe/ las ciudades que cuelgan/ de sus ojos/los nudos de carreteras/ en las gargantas de los árboles/ los dientes de vidrio/ sus centauros// el trance sonámbulo de las multitudes.

Son versos tersos, tocados por un aire pleno de misticismo, de una nostalgia por esa sacralidad que cada día perdemos y está más alejado de nuestro pedestre mundo material. Ese el que desprecia al creador en minúscula, al artista, porque ya ha despreciado al creador o a la Creación con mayúscula.

En el poema "El decapitado", Trelles sigue en sintonía con el poema ya comentado. El poeta es el decapitado. La cabeza es la mente convencional. El decapitado es el artista, el poeta que ha superado los dualismos, el ego, los deseos propios de la mente convencional. Quizás aquel que ha logrado rasgar en algún instante el velo de maya del que hablaran los budistas.

En esta dirección, el poeta, a través de versos libres que recuerdan la tradición esotérica de múltiples teogonías, consigue facturar unos versos tersos y hermosos en los que se escucha siempre la voz de Trelles: apartada por la fuerza de su palabra de la mera exposición de motivos místicos plenos de lugares comunes a los que nos tiene acostumbrada cierta poesía que toca estos tópicos. Es poesía apegada a diversas tradiciones, no una poesía apagada por ellas. Una lírica que cumple a plenitud una de propuestas fundamentales: la de ser vehículo de una función mitopoética, tanto como de la propia función lírica por la calidad temática y estructural de estos poemas. En esta dirección celebramos hoy la salida de este libro que para muchos será solo quizás otro buen libro de poesía, nada más. Pero el texto es por muchas razones y espero haberlo explicado, mucho más, tanto en el campo verbal como en su conjunción “ekfrástica” en el espacio visual.

Nota del editor

Una versión de este trabajo, las palabras leídas durante la presentación del libro, fue publicado en el periódico cibernético 80 grados.

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