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Calibanías y Caribeñidades: Espacios y Topografías La literatura puertorriqueña en tiempos de crisis

Calibanías y Caribeñidades: Espacios y Topografías La literatura puertorriqueña en tiempos de crisis

Dinorah Cortés-Vélez

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No hay extensión más grande que mi herida.

–Miguel Hernández

Los conceptos “crisis” y “crítica” comparten una afinidad etimológica; ambos develan el cambio que es también conmoción y es herida. El crítico decide, juzga la extensión de la herida, del cambio que marca el paso difícil; a veces, la hecatombe. Con el paso del huracán María por la isla de Puerto Rico y por otras ínsulas hermanas en el Caribe, la crítica reúne los escombros y trata de recomponer el sentido de la devastación en medio de la crisis. María, cuyo nombre no volverá a bautizar fenómeno meterológico alguno debido a su saña, signa la crisis de la colonialidad borincana, desprovista del furor agreste del follaje. María nos regala la verdad desnuda de nuestra condición de colonizados en la era de las pos-certezas. María de-signa, re-significa y signa nuestra condición de “condenados de la topografía” que “enchula” al ojo imperial (sin ánimos de determinismos, sea dicho): “móvil océano” por las cuatro orillas, “perdido paraíso terrenal” (en el decir del bardo borincano Virgilio Dávila), paraíso, empero, en bancarrota y a riesgo de convertirse en una cripto-colonia-isla resort para billonarios. Distopía orwelliana tropical de “pájaros de la nieve” adueñados de nuestras playas y servidos por una población local, en su mayoría envejecida y sin seguridad social y desplazada de la belleza avasallante de su paisaje natural… La hecatombe temida, la crisis azorada, con llanto colectivo de isla viajante y desplazada entre el mainland y el terruño; ese fue el llanto grito que nos asoló pos-María, convirtiéndonos en una sola voz más allá de simplicistas slogans como los “yo no me quito”, como si fuera tan fácil quitarse la marca herrada en las entretelas de un paisaje al que siempre se necesita volver.

Los trabajos aquí recogidos demarcan esa cualidad fluida y viajante de la puertorriqueñidad que transcurre entre la isla, como punto focal de la añoranza, y la dispersión que muta y se distiende, pero jamás de los jamases se desentiende. Los puertorriqueños somos ciudadanos del saqueo histórico desde tiempos de los piratas, como bien lo apunta el escritor afrodiasporriqueño Jesús Colón, “strangers have been knocking at the door of Puerto Rican nation for centuries, always in search of something, to get something, or to take away something from Puerto Ricans”. Somos una nación sin nación, un país que existe en la querencia, pero no en los anales de la ley de las naciones. La nostalgia, de ser sin que se sepa que somos más allá de los contornos de nuestro miocardio colectivo esculpido en forma de ínsula, es nuestro santo y seña. Pero la contracara de la nostalgia es la rabia certera de seguir viviendo a pesar de tantas muertes.

Todos los trabajos reseñados en el presente dossier fueron originalmente presentados durante la primera edición de la conferencia de estudios caribeños, Calibanías y caribeñidades: Espacios y topografías, celebrada en Marquette University (5-7 abril 2018) por estudiosos boricuas de la puertorriqueñidad de ambos lados del “charco”. Cada uno de estos trabajos, pone de manifiesto la voluntad de sobrevivencia y boyancia y florescencia del imaginario cultural puertorriqueño de la isla desplazada a ambos lados del Atlántico. En “Guía puertorra para sobrevivir el apocalipsis: La rabia útil de los muertos (Una novela de zombis) de Ángel A. Rivera”, William García adopta magistralmente el arquetipo del zombi –según usado en la novela diasporriqueña de Rivera. El zombi figura a un Puerto Rico descalabrado social y económicamente entre el capitalismo salvaje, PROMESA y la devastación apocalíptica tras el paso del huracán María. En “Territorio no (in) corporado: el deseo queer en la lírica puertorriqueña actual”, Juan Pablo Rivera asedia la cualidad anti-magisterial de lo queer, a la vez que nos ofrece un texto performance encantatorio de la poesía “encuirada” y “encuerada” del poeta sanlorenceño en la diáspora Carlos Vázquez Cruz. Lo queer figura en la propuesta de Rivera como metodología descolonizadora, un modo de ver, que nos devuelve al misterio destilado de la palabra poética. En “La ciudad antropoide: San Juan como personaje casi humano en Simone de Eduardo Lalo”, Dalia Stella González ofrece un análisis enjundioso de San Juan como ciudad antropomorfoseada en la narrativa de Lalo. San Juan figura, así, como emblema del desplazamiento y liquidez de nuestras soledades y contradicciones de colonizados. El motivo de la soledad, como nuestra más distintiva marca de puertorri- queños, y más simplemente de humanos, reaparece en “Poéticas de la soledad en el Caribe: Janette Becerra y Tere Dávila”, de Michele Dávila-Gonçalves, con un iluminador análisis de las figuras monstruosas de los desplazados y solitarios en las narrativas de Becerra y Dávila, quienes viven y escriben actualmente desde la isla. Los personajes de estas narradoras llegan incluso, a veces, a cruzar el límite hacia lo perverso. Acaso sea esa la guardarraya en donde se fragua la transformación de la soledad en hastío destructivo. El dossier cierra brillantemente con la reflexión de Juan Carlos Fret-Alvira, “¿Dónde es Puerto Rico?”, porque es en esa interrogante dolorosa e interminable donde habita el quid del asunto, la médula sangrante que nos imparte pálpitos nerviosos como una gente abanderada e imaginada como nación, pero a la misma vez sin nación, jurídicamente hablando.

Con este dossier se afirma que Puerto Rico se expande, dispersa, reagrupa, identifica y se sigue escribiendo, especialmente desde la crisis como frontera de una creatividad urgente. Pujamos y repujamos las fronteras de la lengua y de los límites de la llamada “nación”, y en este siglo veintiuno, nos seguimos (re)imaginando no tanto como “somos”, sino como podemos.

Obras citadas

Colón, Jesús. “How to Know the Puerto Ricans.” Boricuas: Influential Puerto Rican Writings -An Anthology. Ed. Roberto Santiago. New York: Random House, 1995. p. 21.

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