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Graciela Salas Riveros
Graciela Graciela Salas Riveros Salas Riveros
“yo quería ser modista e inscribirme en los cursos técnicos (...) pero mi papá no quiso, porque después yo me iba a tener que casar y criar hijos.
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Yo me llamo Graciela de las Mercedes Salas Riveros, tengo 78 años, soy abuela de Juan José, nacida y criada en Pueblo de Indios, San Vicente. Yo estudié hasta 6° de preparatoria en la escuela “Mixta San Vicente” que después pasó a llamarse “Escuela Consolidada”, y ahora se llama “Carmen Gallegos de Robles”, era una escuela fiscal, no municipal, yo diría que era urbana porque está a pasos de la plaza de armas, pero en ese tiempo todo San Vicente era de tierra, así que no sé. La escuela era toda de material sólido, en ese tiempo toda de adobe y tejas, las salas eran grandes, con mesas de madera individuales, teníamos el pizarrón de tiza al frente con el escritorio del profesor y el estante con llave donde el profesor guardaba sus cosas y libros.
No estuve en kínder porque antes no existía, entré con siete años a 1°de preparatoria en 1950 y salí de 6° en 1958 porque repetí algunos cursos, además de que tenía que por ley terminar la preparatoria. Bueno, yo no seguí estudiando porque yo quería ser modista e inscribirme en los cursos técnicos, porque en el colegio había la opción de tomar esos cursos, pero mi papá no quiso, porque dijo que ya había muchas modistas y que después yo me iba a tener que casar y criar hijos, Entonces, él me inscribió en humanidades, pero a mí no me gustó y no fui más.
Las clases eran con un profesor, que se paraba adelante y coasí que para qué. piaba las cosas en el pizarrón, nosotros teníamos que escribirlas en los cuadernos y él pasaba revisando. En ese tiempo no había fotocopias, ni libros para nosotros, todo era dictado o copiado. Las pruebas eran con una hoja suelta que teníamos que sacar del cuaderno, el profesor anotaba las preguntas en la pizarra, y nosotros las copiábamos, y al final había que entregarle la hoja. La prueba se hacía en la misma sala y no había que separarse ni nada, como eran pruebas escritas, daba lo mismo.
Los profesores en general eran buenos, estrictos, pero buenos, las profesoras por lo general eran mejores, porque eran más suaves. Había mucho respeto en la sala, nosotros no pasábamos a llevar al profesor ni ellos a nosotros, claro, gritaban para retar a algunos, pero eso era todo.
Castigos, no vi muchos, pero me acuerdo que a mi hermano mayor, que estábamos en el mismo curso, una profesora le amarraba la mano izquierda al banco con el pañuelo, porque había que andar con pañuelo de tela antes, se la amarraban porque era zurdo, y antes eso era mal visto, como que fuera una maña. También me acuerdo que nos hacían memorizar poesías, nunca me gustaron, y como se me olvidaban, el profesor me paraba adelante del curso a decirla y yo me asustaba, o me hacía pararme en la puerta mirando para afuera, esos eran los castigos. También recuerdo que nos revisaban si nos bañábamos, teníamos que mostrar las uñas, detrás de las orejas y también el pañuelo.
Otra cosa era el respeto fuera del colegio, si no saludabas al profesor en la calle al otro día te llamaban la atención, o si el profesor te veía faltándole el respeto a alguien mayor, como por ejemplo no darle el asiento a alguien, te retaba en la calle y al otro día te hacía escribir en el cuaderno. Yo creo que la diferencia que había entre hombres y mujeres era el técnico manual, las niñas bordábamos y los niños hacían carpintería, y que en los patios las niñas no podíamos jugar tan brusco como los niños.