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Ana Luisa Becerra Valenzuela
Ana Luisa Ana Luisa Becerra Valenzuela Becerra Valenzuela
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Me llamo Ana Luisa, nací en 1930, tengo 90 años, o eso creo yo, porque no es lo que sale en mi carné de identidad, comenta entre risas. Soy la abuela de Paulo, pareja de la Vale.
Yo soy nacida y criada en el campo, más de grande me mandaron para Santiago. Vivía en Chépica, por allá en Colchagua, esto queda en la región de O’Higgins. Yo me crié por allá, era campo campo. Yo nunca fui a la escuela, no alcancé a ir, nunca me mandaron. Mi papá era empleado de fundo, cuidaba el terreno y a los trabajadores. A mí me dejaron con una madrina para que me cuidara, en las Palmas de Lolol, que quedaba lejos.
Yo creo que tal vez pude haber ido al colegio, pero el más cercano estaba como a medio día viajando, allá donde yo vivía había pura ganadería. Mi mamá nos regaló el silabario a mis hermanas y a mí, nos dijo que teníamos que aprender a leer, pero sin la ayuda de nadie qué íbamos a aprender. Yo solo jugaba y me subía a los perales, jugaba todo el día.
Tenía 11 hermanos y a mis dos hermanos mayores los mandaron al colegio; a ellos sí los mandaron para Chépica, por allá donde había un colegio.
Ellos aprendieron a leer y a escribir, nada más, deben haber llegado hasta primero o segundo de preparatoria. Yo nunca aprendí nada, decían que la educación era para los hombres, a ellos les servía, porque decían que eran los que iban a trabajar.
Yo por ser mujer, nunca fui al colegio, decían que eso no era para nosotras… Decían que para qué iba a aprender a leer o escribir, que era solo para mandarle cartas a los niños.
Y ya cuando fui creciendo, tenía que empezar a hacer las cosas de la casa, de hecho, a mis hermanas más chicas casi las crié yo.
Después salieron con que todos debían ir al colegio, debe haber sido como 1940-1945 o por ahí, llegaron un par de colegios a donde yo vivía y era obligación mandar a los niños, pero yo ya era grande, tenía 13 ya, qué iba a poder aprender, si a esa edad ya había que ayudar en la casa y hacer cosas. En ese tiempo ya era dueña de casa, hacía todas las cosas. Después trabajé en los fundos, limpiando lanas o cocinando en fondos grandes.
Yo deseaba tanto ir al colegio, que alguien me enseñara a leer. Es muy triste no saber leer, es difícil la vida así, uno nunca quiere quedar como ignorante. Tal vez yo podría leer tanta cosa, tantos libros. O haber ayudado a mis hijos en el colegio, porque yo a todos los mandé al colegio, yo quería que ellos fueran más que yo. Fue difícil ser mamá así, sin saber nada.
A nosotras las mujeres nos subestimaron, nosotras también podíamos aprender, fue un error pensar que nunca nos íbamos a igualar con el hombre y ahora sí estamos igualando.