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Valentina Acevedo Navarro

Valentina Valentina Acevedo Navarro Acevedo Navarro

“Aprendí rápidamente las instrucciones de la iglesia, aprendí a rezar el padre nuestro y el ave maría, antes de aprender a leer o incluso saber escribir mi nombre.”

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Me llamo Valentina Acevedo Navarro, tengo 23 años. Soy la hermana mayor en mi familia y la primera en lograr entrar a una universidad tradicional, tras el gran esfuerzo que ha hecho mi madre por mí. Gracias al acceso a becas ministeriales, pude licenciarme de Artes Plásticas en la Universidad de Chile y seguir mis estudios, entrando a Pedagogía en Educación Media en la misma universidad.

Mi enseñanza formal partió a los 5 años, cuando entré a kínder. Estudié toda mi enseñanza básica y media en el Colegio Parroquial San Miguel, que como habrán podido dilucidar de su nombre, era un establecimiento de carácter católico, además de ser particular subvencionado, mixto y científico humanista.El establecimiento tenía dos patios grandes, una capilla, varias vírgenes de yeso en los jardines, que estaban un poco rotas por los pelotazos que les llegaban.

En él aprendí rápidamente las instrucciones de la iglesia, aprendí a rezar el padre nuestro y el ave maría, antes de aprender a leer o incluso saber escribir mi nombre.

En mis primeros cursos, mis profesores eran muy exigentes, la disciplina era fundamental. A veces sentía miedo de responder mal las preguntas y prefería no participar, creo que esa es una de las razones por la que me costó tanto aprender las tablas de multiplicar, pues la profesora nos hacía salir a la pizarra a responder frente a todo el curso y cuando alguien se equivocaba, la profesora en cierta medida se burlaba, propiciando que el curso también lo hiciera. Con el tiempo se me fue haciendo cada vez más difícil aprender la materia, tal vez esa situación marcó mi futuro aprendizaje.

Pero también había otras asignaturas que también me gustaban, como lenguaje o historia, que también lograban motivarme a ir todos los días al colegio. Siempre fui una niña estudiosa y con grandes deseos de aprender cosas nuevas. Mi mamá siempre me recuerda lo feliz que me ponían cuando debíamos ir a comprar al persa los libros para el colegio, y cómo me emocionaba cuando encontraba el título que buscábamos entre los cerros de libros.

Avanzada mi estadía en el colegio, se fue dando un nuevo fenómeno con mis profesores, cada vez empezaban a jubilar más y más, y así se fue dando un recambio generacional entre elles, llegando con nuevas energías y n formas de enseñarnos en la sala de clases, también, a pesar de las restricciones del colegio, nos enseñaban la importancia de alzar la voz y luchar. Eran pequeños mensajes, tal vez sin grandes intenciones, pero que cada vez resonaban más fuerte en mi cabeza.

En ese colegio nunca había grandes manifestaciones, ni se sumaban a protestas, yo sentía que estudiábamos encerrados en una burbuja muy alejada de la realidad.Algunes profesores entre pasillos preguntaban si participaríamos de esas cosas, pero en su mayoría, recibían un no rotundo.

Fue la cimarra un acto liberador para mí, con mi jumper caminaba desde las afue ras del colegio, en pleno corazón de san miguel, hasta el centro; acompañada de un par de compañeras, incluso una vez, acompañada de mis profesores. Escapábamos del colegio para ir a marchar…

En tercero medio llegó una nueva profesora de artes visuales, con nuevas ideas, nuevos proyectos, nuevos desafíos para nosotres; fue con ella que me encanté del arte. En ese mismo año implementaron un electivo artístico en el cole gio, y me decidí a tomarlo. Paula, nuestra profesora, nos llevaba al museo, a hacer croquis en el cerro, a pasear y divertirnos mientras aprendíamos cada vez más del arte, un mundo que para nosotres era desconocido en ese entonces. En algún punto, el colegio fue una etapa difícil, por problemas familiares y psicológicos, tampoco tenía grandes amistades en él… Pero Paula y otres profesores, siempre estuvieron ahí. Mi profesora de arte fue para mí un apoyo emocional, orientó y motivó mis sueños para el futuro, fue ella, una de las personas que me alentó a estudiar artes, y si hoy estudio pedagogía, es también en parte por ella.

Para mí el colegio fue un espacio de desarrollo personal, de crecimiento, donde mis profesores tuvieron un rol fun damental, y yo aspiro a que algún día, pueda cumplir con la misma tarea que elles cumplieron conmigo.

Fue la cimarra un acto liberador para mí, con mi jumper caminaba desde las afueras del colegio, en pleno corazón de san miguel, hasta el centro; acompañada de un par de compañeras, incluso una vez, acompañada de mis profesores. Escapábamos

En tercero medio llegó una nueva profesora de artes visuales, con nuevas ideas, nuevos proyectos, nuevos desafíos para nosotres; fue con ella que me encanté del arte. En ese mismo año implementaron un electivo artístico en el colegio, y me decidí a tomarlo. Paula, nuestra profesora, nos llevaba al museo, a hacer croquis en el cerro, a pasear y divertirnos mientras aprendíamos cada vez más del arte, un mundo que para nosotres era desconocido en ese entonces. En algún punto, el colegio fue una etapa difícil, por problemas familiares y psicológicos, tampoco tenía grandes amistades en él… Pero Paula y otres profesores, siempre estuvieron ahí. Mi profesora de arte fue para mí un apoyo emocional, orientó y motivó mis sueños para el futuro, fue ella, una de las personas que me alentó a estudiar artes,

Para mí el colegio fue un espacio de desarrollo personal, de crecimiento, donde mis profesores tuvieron un rol fun damental, y yo aspiro a que algún día, pueda cumplir con la misma tarea que elles cumplieron conmigo.

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