GUA CA MO LE:
CO M I DA M E X I C A N A D E C A L I B R E M U N D I A L
uando se prepara una carne asada en México, hay cosas que no pueden faltar, como las salchichas, las quesadillas y claro: el guacamole. Pocas comidas, quizá a excepción de las tortillas y la salsa, son más auténticamente mexicanas y más universalmente queridas en este país que el guacamole. Es más: en toda mi vida, jamás he visto a nadie rechazarlo cuando lo sirven. Nadie deja pasar la oportunidad de probarlo. ¡Y ciertamente, no habría por qué hacerlo! Pero, ¿qué es el guacamole? ¿Ensalada? ¿Salsa? Por alguna razón, ninguna de las dos clasificaciones le sienta bien. Algunos dirían, y creo que probablemente están más cerca de la verdad, que se trata de un dip. Si creciste en México, como yo, es probable que nunca te hayas preguntado esto, pero igual te sepas de memoria la manera
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tradicional de preparar este delicioso platillo: cortar en dos los aguacates, quitarles el hueso, molerlos con molcajete o tenedor, ponerles jitomate, cebolla, chile, y sal al gusto; y por último, darle el toque final con unas gotas de limón y el hueso de uno o dos aguacates para ayudar a que no se oxide tan rápido. Fácil, ¿no? ¡Ah, pero eso sí: al pedirlo en restaurantes, cuando el mesero pregunta si lo quieren “con todo”, la gente se da a oír, quitándole y poniéndole una u otra cosa! Pero ya hablaremos de las variantes más adelante. El ingrediente estelar del guacamole, el aguacate, es uno de los ingredientes que el mundo considera más exóticos. Actualmente, su consumo es tendencia en todo el mundo, no solo porque es delicioso, sino porque se trata de una fruta con alto valor nutricional, rica en grasas naturales benéficas, y altísima en tocoferol, o Vitamina E, recomendados para disminuir el colesterol y los triglicéridos.
Esta fruta es originaria del este de México y Centroamérica. Su nombre proviene del náhuatl auacatl, que significa “testículo”. No es broma. De hecho, hay un gran parecido, sobre todo si lo observas colgando del árbol que lo produce. En el Imperio Azteca, este fruto simbolizaba la fertilidad y el vigor sexual masculinos, por lo cual estaba prohibido que las mujeres lo cosecharan. Quizás lo más interesante es que el guacamole no es ningún invento nuevo: los aztecas ya usaban sus molcajetes para machacar los aguacates y agregarles más ingredientes. A este platillo le llamaban auacatlmolli, o “salsa de aguacate”, ya que el equivalente más cercano en español de molli (la reconocerás del “mole” actual, pero esa es una historia para otro número…) es “salsa”. La leyenda cuenta que el dios Quetzalcóatl les dio a los seres humanos el aguacate y el guacamole en agradecimiento por su servicio. Sí: el guacamole literalmente es un regalo de los dioses.