La bandera arcoíris
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Ventanas abiertas n.13 · julio-agosto 2021
os colores siempre han sido un signo de diversidad. Una prueba de ello es la conocida expresión española “para gustos los colores”. Pero cuando éstos se representan uno junto a otro ya no son sólo simbolizan la pluralidad. En 1644 el científico Isaac Newton llevó a cabo su famoso experimento con dos prismas de vidrio mediante el cual demostró que la luz se componía en realidad de siete colores que se combinaban para formar un único haz luminoso. Así, el arcoíris con todos sus matices funciona como un símbolo de la unión en la diversidad y como tal ha sido utilizado en numerosas banderas.
Una de las representaciones más antiguas del arcoíris como emblema es la de la wiphala, enseña de los pueblos originarios de las zonas andinas de Bolivia -donde es un símbolo nacional-, Perú, Colombia, Argentina, Chile, Ecuador y Paraguay. Las primeras representaciones conocidas de la wiphala cuentan con más de mil años de antigüedad, pero en 1979 Germán Choque Condori, conocido como el Inka Huáscar Chukiwanka, le daría su forma contemporánea, consistente en 49 cuadrados de 7 colores dispuestos en diagonales. Para ello se basó en los diseños prehispánicos y en la crónica del siglo XVI de una escena de importante valor simbólico para los pueblos indígenas; el momento en que Manco Cápac, mítico fundador del Imperio Inca, dejó el lago Titicaca para dirigirse a Cuzco. Cuenta el relato que entonces divisó desde un cerro dos arcoíris –macho y hembra- que se entrecruzaban en el cielo, dando lugar a los 49 cuadrados de colores que componen la enseña.
Tan sólo un año antes del nacimiento de la actual wiphala, Gilbert Baker diseñaba la que tal vez sea la bandera arcoíris más conocida a nivel mundial, la del colectivo LGBT+. Fue utilizada por primera vez en el desfile del Orgullo de San Francisco de 1978, recuerdo de los disturbios del pub neoyorkino Stonewall del 28 de junio 1969, los cuales dieron lugar a estas reivindicaciones anuales por parte de la comunidad LGBT+. Se dice que esa noche de 1969 muchas personas presentes en el local estaban conmemorando a Judy Garland, recientemente fallecida. Precisamente Baker se inspiró en la canción Over the rainbow de Garland para forjar su diseño, consistente en 8 bandas horizontales de los colores del arcoíris. Cada uno contaba con su propio significado: el rosa simbolizaba la sexualidad, el rojo la vida, el naranja la salud, el amarillo el Sol, el verde la naturaleza, el turquesa la magia y el arte, el azul la serenidad y el violeta el espíritu. Sin embargo, la enseña no permanecería mucho tiempo con estas 8 franjas. La creciente demanda de banderas, la dificultad de fabricación de colores como el rosa y la necesidad de un número par de franjas llevaron a la popularización de la versión de 6 colores, tal como la conocemos hoy en día. Pero su trayectoria no termina ahí. En los últimos años se han elaborado nuevas versiones incorporando distintas franjas para dar protagonismo a miembros más invisibilizados dentro del colectivo como las personas LGBT+ de color, las personas trans o las intersexuales. Este mes del Orgullo –y el resto de año- hemos podido ver estos distintivos colgados de los balcones y ondeando en algunos edificios institucionales de nuestras ciudades.
Si bien las historias y contextos detrás de ambas banderas son distintos, sus representaciones y significados generales no son tan dispares. El término ‘wiphala’ proviene de dos palabras aimaras que se traducen como «el triunfo que ondula al viento». No muy lejano de ésto se encuentra el significado del ‘Orgullo’, de aceptar y reivindicar maneras de ser y amar que han sido socialmente atacadas y vivirlas sin vergüenza, de forma libre y visible.
por Eva Gil Donoso Fotografías Orgullo 2021 por Pepi Muñoz
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