1 minute read

Yahá, yahá

Next Article
No llores, Ñambí

No llores, Ñambí

Ñambí quedó sola y lloró, lloró. Lloró y sus convulsiones parecían haber hecho

llover de nuevo, pero esta vez con rabia… De tanta tristeza y de tanto no entender a Dios –desconfió que él lo puso adrede a Francisco en su camino en

Advertisement

sus últimos minutos- ni a la vida.

Lloró y no paró de llorar mientras para colmo se cortó otra vez la luz en esa

barriada alejada del centro, a kilómetros de los hospitales, de los colectivos.

Demasiado distante de la solidaridad y la felicidad. Demasiado lejos de la calle

Bolívar, de la impasible civilización.

Demasiado cerca de su visceral soledad y demasiado lejos de todo…

Al otro día, mal dormida y con los ojos profundos y huidizos, Ñambí no quiso

hablar de nada. Menos aún de tumbas y entierros. A ella solo se le permitía

pensar, acorralada por el mundo, en sus hijos y en una exigua esperanza para

vivir mejor.

Ese lunes, Ñambí se dirigió a la misma hora de siempre a la Plaza 9 de Julio, la

de la Gobernación de Misiones, cargando más yuyos y fuerzas que de

costumbre…

¡YAHÁ, YAHÁ*!

El olor a nísperos rancios me hace tragar saliva y la percepción de almagres es

inevitable…

- “¿Petig, estás aquí? Soy Taca. ”-:

Mi voz rebota montada en polvos húmedos dentro del pequeño depósito de

anaqueles quejumbrosos y envases viejos. Su techo muy bajo aprieta cada eco

de mis pies, temiendo alimañas o agujeros en cada escasa luz de la pocilga.

A mi hermana Iris le inquietaba la soledad longeva del tío Petig en este paraje

apartado de las Sierras del Imán. Más cerca y tranquilizador era aquel ranchito

en Cerro Chapá.

Y el arroyo Once Vueltas se estaba secando.

Y la casa tenía cosas raras…

Ella busca con su criado Ará-Ñarú en la parte alta de la casa de piedra y yo aquí,

al fondo, entre telarañas detrás de una puerta pesada del viejo sótano.

-” ¿Petig?”-, pregunto, ante unos resoplidos a mi derecha…

Me aterran unos ojos penetrantes achicándose de gris plomo a amarillo. Y los

míos recuerdan una cría de puma salvaje que enorgullecía a Petig y a la que

aquella vez acaricié confiado…

This article is from: